POEMA KAF
HÉCTOR CACHO
De una urdimbre de epílogos esta hecho el tiempo
que apura su paso para enmudecerme,
un estambre ata mis venas
al polvo que me desaparece.
De mis grietas salen las palabras
que empujan mi voz en pedazos,
una daga refugiada en mis fronteras
escribe mi nombre sobre la tierra,
pues no echo raíces cuando caigo en el camino,
prefiero ser la semilla que vuela
en el pico de un ave que huye.
En el peligro de las horas recibo mi salario
hecho de gotas de penitencia
como un roedor sediento frente al rocío prohibido.
Tengo agotada la fe en los últimos misterios
que se revuelven detrás de mis dientes,
cierro la boca para simular un presidio
donde la vida quede lejos de la ilusión.
Bebo el tránsito de cada segundo
como si hubiese acabado la lluvia en el mundo.
ETERNIDAD
HECTOR CACHO
Duermo con mis impurezas
y en el amanecer de los vientos
que empujan mis talones me llevo
y me traigo como si naciera mil veces,
hecho de los deseos desquiciados
de una noche de amor contigo.
Reclamo los solsticios que me sugieren
tenerme para no sucumbir en la tierra
que traga lo que devora.
Nadie escucha el gemido de la desilusión
en el amor inventado para sobrevivir.
Me convierto en el presente para recibir
tu cuerpo cristino de mujer, descendido de la cruz,
aunque en el horno arda mi pasado con su resurrección.
Lleno de amor tus orillas cuando mis ojos
te buscan entre el cielo y la herida de mis pies
que quieren encontrarte.
Me pongo de pie para ver tu luna llena
en mis ojos aunque el cielo se clausure
por quererte sin miedo a morir.
No hay vida después si no estás en mi cansancio,
hay salvación si tu sangre se derrama dentro de mí
y para ser eternos dejo caer las promesas
en el tiempo que termina.
Tenerte en lontananza es preferible
que verte con el silencio de mis ojos de añoranza.
DE MIS PALABRAS
HECTOR CACHO
Nada es invisible cuando escribo
y mis ojos se vuelven luz de tormenta,
remolinos de papel persiguiendo
el rastro rebelde sobre la tierra.
Las manos envejecidas agitan el bien
y el mal sin miedo a la felicidad y a sus mentiras.
La sed detrás de las lluvias
y el hambre detrás de la carne
no saben iniciar su epílogo.
Mi palabra derrama su miel
desde los cuchillos de mi cabeza
hasta las raíces que me sostienen,
me muevo como la realidad que gira
hecha de trozos de humanidad.
Las escaleras que me aupan al sótano
del cielo me elevan para fundir mis ideas en el fuego.
El metal forja los muertos de la guerra
y cada una de mis palabras,
la santidad se muere en el poema
que cabalga sobre la filosofía
de un amante crucificado.
En las playas de mi desembarco
existo para ser los paréntesis
que devoran pausas y puntos suspensivos.
No quiero el signo que conspira contra mis versos,
el amor y el odio gotean la vida como
el síndrome de mi propia soledad
y dialogo en el claustro donde se venera
el verso abatido que se vuelve protesta.
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