EL Rincón de Yanka: LIBRO "LOS TRES DIÁLOGOS Y EL RELATO DEL ANTICRISTO por VLADIMIR SOLOVIEV 👿💀👿

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sábado, 24 de julio de 2021

LIBRO "LOS TRES DIÁLOGOS Y EL RELATO DEL ANTICRISTO por VLADIMIR SOLOVIEV 👿💀👿


Los Tres Diálogos 
y El Relato del Anticristo

Vladimir Soloviev nació en Moscú el 16 de enero de 1853. Su padre, Serguei Soloviev, profesor y más tarde rector de la Universidad de Moscú, se hizo célebre por su magna obra Historia de Rusia, que alcanzó los treinta volúmenes. Por su rama paterna la familia abundaba en eclesiásticos, mientras que su madre, Poliksena Romanova, descendía de Grigori Skovorda, singular filósofo errante. El joven Soloviev recibió una cuidada educación his~órica, literaria, filosófica y científica. Con treces años pasó una crisis religiosa que le llevó a declararse ateo y materialista y que pronto superaría. Frecuenta la Academia eclesiástica y se convierte en un profundo conocedor de la Patrística griega y latina. En 1874 presenta su tesis sobre "La crisis de la filosofía occidental", en gran parte inspirada en Komiakov, en la que defiende que la filosofía europea ya había agotado su ciclo, instalándose en un racionalismo estéril o en un positivismo superficial. En 1875 Soloviev empieza a dar clases de filosofía en la Universidad de Moscú. Ese mismo año se traslada a Inglaterra para profundizar en sus estudios de filosofía oriental y medieval, ocupándose principalmente de la filosofía gnóstica y cabalística. Al retornar a Rusia, y tras publicar varias obras filosóficas, se enfrentó con las posturas nacionalistas eslavófilas predominantes en su país. Desilusionado, Soloviev se convence de que el pecado original de Rusia está en el cisma religioso que la alejó de la catolicidad y se consagra al acercamiento entre las Iglesias. Se interesa por los eslavos católicos, defiende a los polacos frente a la política de rusificación y traba amistad con el arzobispo de Zagreb, Mons. Josip Strossmayer. Comprendiendo que los tiempos de la plena unión están todavía lejos, el 13 de febrero de 1896 comulga de la mano de un sacerdote católico, también ruso, llamado Nikolai Tolstoi. Soloviev muere a los 47 años de edad el 13 de julio del 1900.

PREFACIO DEL AUTOR 1

¿Qué es el mal? ¿Sólo un defecto de naturaleza, una imperfección que se desvanece al crecer el bien o, por el contrario, una fuerza real que domina nuestro mundo mediante sus seducciones de forma que, para derrotarlo, es necesario tener un punto de apoyo en otro orden del ser? Este problema vital solamente puede ser examinado con claridad y resuelto dentro de un sis-tema metafísico integral. A pesar de haber abordado ya esta cuestión para aquellos que están predispuestos e inclinados a la especulación2, comprendo, no obstante, en qué medida el problema del mal es importante para todos los hombres. Hace casi dos años un particular cambio de mi disposición psíquica -sobre el que no es necesario extenderse aquí-suscitó con fuerza dentro de mí el deseo de mostrar de forma indiscutible y universalmente accesible los aspectos principales del problema del mal, aquellos que deben interesar a cualquier hombre. Durante mucho tiempo no conseguí encontrar una forma ajustada a la realización de este proyecto. Finalmente, en la primavera de 1899, mientras me encontraba en el extranjero, el asunto se encarriló y en el transcurso de unos pocos días acabé el primer diálogo sobre esta cuestión. Después, ya en Rusia, escribí los otros dos. Esta forma literaria de conversación ocasional y mundana se me presentó, por así decirlo, por sí misma, como la expresión más sencilla de lo que quería decir. Una forma que ya de por sí demuestra que aquí no se deben buscar ni investigaciones científico-filosóficas ni una predicación religiosa. El objetivo que me he propuesto es apologético y polémico: he querido, en el límite de mis fuerzas, exponer los aspectos vitales de la verdad cristiana ligados al problema del mal y sobre los que, sobre todo en los últimos tiempos, existe una gran confusión. 

Hace muchos años leí que había nacido una nueva religión en alguna de nuestras regiones orientales. Esta religión consistía en el hecho de que sus adeptos -llamados «creyentes en el agujero» (vertidyrki) o «adoradores del agujero» (dyromoljai)-practicaban en un ángulo oscuro de la pared de la izba3 un agujero de tamaño mediano sobre el que aplicaban los labios, repitiendo con insistencia: «¡casa mía, agujero mío, sálvame!». Creo· que nunca antes el objeto de la veneración humana había alcanzado un nivel tan extremo de simplificación. Pero si la divinización de una común izba y de una simple fisura abierta en la pared por manos humanas constituye un evidente error, hay que decir, no obstante, que se trata de un error de alguna forma verdadero: esos hombres, de hecho, habían perdido gravemente la luz de la razón, pero no inducían a error, ya que llamaban a la izba por su nombre y la fisura que practicaban en una de sus paredes la llamaban, correctamente, agujero. 

La religión de los «adoradores del agujero» ha experimentado, no obstante, una rápida «evolución» y una profunda «transformación». En su nuevo aspecto conserva la pasada debilidad de pensamiento religioso y la estrechez de intereses filosóficos, pero ha perdido su primitiva veracidad: la izba recibe ahora el nombre de «reino de Dios sobre la Tierra», el agujero ha empezado a ser llamado «nuevo evangelio». Lo peor es que la sustancial diferencia entre este falso evangelio y el auténtico -la misma que existe entre una obertura practicada en una viga y un tronco vivo e íntegro- ha sido ocultada, por todos los medios, por parte de los nuevos evangelistas. No quiero con esto afirmar que existe una relación directa, histórica y «genética», entre la secta de los «adoradores del agujero» y la predicación del falso reino de Dios y del falso evangelio. Por otra parte, esto no tiene importancia para lo que constituye mi modesto propósito: mostrar de manera evidente la identidad sustancial de las dos «doctrinas», a excepción de la diferencia moral que ya he señalado. Una negatividad que consiste en la completa negatividad e inconsistencia de ambas «concepciones del mundo». Entre estos sectarios los «intelectuales» no se llaman a sí mismos «adoradores del agujero» sino cristianos, y llaman «evangelio» a su predicación4. Sin embargo el cristianismo sin Cristo ni Evangelio (esto es, sin la buena nueva), sin el único bien que merece ser anunciado -en particular, sin la real resurrección ni la plenitud de la vida eterna-no es, en definitiva, más que un vacío, exactamente como un agujero en la pared de una izba campesina. Acerca de todo esto se podría guardar silencio si sobre este agujero racionalista no fuera enarbolado un falso estandarte cristiano que ha seducido y extraviado a una multitud de «pequeños». Cuando uno se encuentra ante personas que piensan o afirman que Cristo ha sido superado, o bien que es un mito elaborado por el apóstol Pablo, pero al mismo tiempo continúan definiéndose, tenazmente, como «auténticos cristianos» y recubren con palabras evangélicas manipuladas ad hoc la predicación de su propio espacio vacío, no se puede mostrar indiferencia o sumisión: frente a la contaminación de la atmósfera moral por medio de una mentira sistemática la conciencia social tiene el deber de exigir en alta voz que el mal sea llamado por su verdadero nombre. El verdadero fin de nuestra polémica no es pues confutar una falsa religión, sino revelar un auténtico engaño. 

Un engaño del todo injustificable. En lo que se refiere los obstáculos externos que impiden una total sinceridad sobre estos temas, no es posible comparar mi situación (tres obras prohibidas por la censura eclesiástica) con la de quien ha publicado en el extranjero una gran cantidad de libros, folletos y opúsculos. El mantenimiento en nuestro país· de limitaciones de la libertad religiosa constituye una de mis mayores penas, ya que veo y comprendo que todas estas restricciones externas son dañinas no sólo para quien es víctima, sino sobre todo para la vida del cristianismo en Rusia y, en consecuencia, para el pueblo ruso y, en última instancia, para el propio gobierno ruso. 

Sin embargo, ninguna condición externa puede impedir a una persona de buena fe exponer hasta el fondo sus convicciones. Si esto no es posible en la patria, lo hará en el extranjero, ¿y quién más que los propagandistas del falso evangelio se sirven de esta posibilidad en lo que refiere a la religión? No obstante, para resolver el importante y fundamental problema de cómo abstenerse de la insinceridad y de la mentira, no es necesario irse al extranjero. En realidad, ningún censor ruso pretende que sean declaradas convicciones de las que se carece, que se finja creer en cosas en las que no se cree, que se ame o se respete lo. que en realidad se desprecia y se odia. 

Para comportarse en conciencia frente a un conocido Personaje histórico y su obra, a los predicadores del vacío se les exige en Rusia una sola cosa: guardar silencio sobre Él, ignorarlo. En cambio, por alguna extraña razón, en este caso estas personas no quieren utilizar ni la posibilidad de callar en la patria ni la de hablar libremente en el extranjero. Tanto aquí como allá prefieren asociarse exteriormente al Evangelio de Cristo y no quieren -ni directamente, con una palabra decidida ni indirectamente, con un silencio elocuente- mostrar de forma verdadera cuál es su posición efectiva frente al fundador del cristianismo. Y eso que Él es para ellos completamente extraño, no necesario, incluso dañino. 
Desde este punto de vista lo que predican resulta per se comprensible, esperable y salvífico para todo hombre. Su «verdad» se rige por sí misma y si cualquier célebre Personaje histórico concuerda con ella, mejor para Él, pero esto no le confiere a sus ojos ninguna autoridad superior, sobre todo cuando ese mismo Personaje dice y hace tantas cosas que para ellos no son más que «lisonjas» y «absurdos». Y si a causa de la debilidad humana estas personas sienten la ineludible necesidad de fundar sus convicciones no sólo sobre su propia «razón», sino también sobre algún personaje histórico, ¿por qué no busca otro que se adapte mejor a sus creencias?

Además, existe y está disponible ya desde hace mucho tiempo el fundador de una religión ampliamente difundida corno es la budista. Ha predicado realmente lo que estas personas consideran corno necesario: la no resistencia, la impasibilidad, la inacción, etc. Y ha sido también capaz de hacer que su religión haya hecho una «brillante carrera»5 sin ningún martirio. Los libros sagrados del budismo anunciaban verdaderamente el vacío y para hacerlo concordar plenamente con la nueva predicación sólo se necesitaría la simplificación de algunos detalles. Por el contrario, la Sagrada Escritura de los judíos y los cristianos está completa e integralmente penetrada de un contenido espiritual positivo que rechaza tanto el antiguo corno el nuevo vacío. Para unir esta predicación a los dichos de los evangelistas y de los profetas hay que lacerar con todo tipo de falsedades el vínculo que une tales dichos con el libro completo y su contexto inmediato, mientras que los sutras suministran abundantemente doctrinas y leyendas conformes a la nueva predicación y no hay absolutamente nada en el espíritu y en la sustancia de estos libros que se le oponga. Sustituyendo en su doctrina al «rabino de Galilea» por el asceta de estirpe sakya, los falsos cristianos de los que estarnos hablando no perderían absolutamente nada y ganarían algo que, al menos en mi opinión, es extremadamente importante: la posibilidad de ser, incluso en el error, de buena fe y relativamente coherentes. Pero no quieren ni oír hablar de ello... 

La inconsistencia doctrinal de la nueva «religión» y sus contra-dicciones lógicas son demasiado evidentes, y respecto a ellas no he necesitado hacer nada más que exponer (en el tercer diálogo) una breve pero completa lista de sus afirmaciones que se anulan las unas a las otras de manera del todo evidente y que sólo pueden atraer a personas incorregibles corno mi Príncipe. Sin embargo, si consiguiera abrir los ojos de alguien que esté en el otro lado de la cuestión y revelara a un alma engañada pero aún viva toda la falsedad moral de dicha doctrina complejamente mortífera, el objetivo polémico de este pequeño libro se habría alcanzado. Por otra parte estoy firmemente con-vencido de que si una obra de enmascaramiento de la falsedad es realmente llevada hasta el final, aunque en un primer momento no ejerza un influjo positivo sobre ninguno, constituye, no obstante -más allá del cumplimiento subjetivo de un deber moral por parte de quien habla-, una especie de medida sanitaria que purifica el espíritu de toda la sociedad, tanto en el presente como en el futuro. 

La polémica de estos diálogos está ligada, en cualquier caso, al fin positivo de presentar la cuestión de la lucha contra el mal y del sentido de la Historia desde tres puntos de vista diferentes: el primero, de carácter religioso-consuetudinario y perteneciente al pasado, aparece sobre todo en el primer diálogo, a través de las palabras del General; el segundo, que podríamos definir como cultural-progresista y bastante fuerte en nuestro tiempo, está expuesto y defendido por el Político principalmente en el segundo diálogo; el tercer punto de vista, incondicionalmente religioso y dirigido al futuro, debe todavía manifestar su significado decisivo y está expuesto en el tercer diálogo en las consideraciones del señor Z, y en el relato del padre Pansofij. Aunque mi punto de vista es seguramente este último, reconozco también en los dos primeros una verdad relativa y puedo pues referir con idéntica imparcialidad las afirmaciones y reflexiones contrapuestas del Político y del General. La verdad superior e incondicionada no excluye ni rechaza las condiciones preliminares de la propia manifestación, sino que las justifica, dándoles significado y dignidad. Si desde un cierto punto de vista la Historia universal es el juicio universal de Dios -Die Weltges-chichte ist das Weltgericht6- este juicio debe ser entendido como un largo y complejo proceso de conflicto entre las fuerzas históricas del bien y las del mal. La solución definitiva de dicho conflicto presupone necesariamente una viva lucha por la su-pervivencia entre estas fuerzas, y aún más, su desarrollo interior y en consecuencia pacífico en un ambiente cultural común. Es por esta razón por lo que ante fa luz de la verdad suprema tiene razón tanto el General como el Político y por lo que he intentado, con absoluta sinceridad, ponerme de parte de ambos. Solamente es completamente injusto el principio mismo del mal y de la mentira, no los diferentes métodos de lucha contra él: la espada del soldado o la pluma del diplomático. Estas armas deben ser juzgadas en sus circunstancias singulares, valorando en cada ocasión cuál sea la más eficaz y oportuna a la vista de la obtención del bien. Tanto el santo metropolita Alexis7, que intercedió pacíficamente por los príncipes rusos presos en el Orda8, como el beato Sergio9, que bendijo las armas de Dimitri Donskoj10 contra la misma Orda, eran servidores del bien, único pero multiforme. 

Estos «diálogos» sobre el mal y sobre la lucha contra él en paz o en guerra deben concluir necesariamente con una indicación precisa sobre la última y extrema manifestación del mal en la Historia, con una presentación de su breve triunfo y de su derrota definitiva. En un primer momento traté este tema también en forma de coloquio y con la misma intromisión del elemento chistoso. Una crítica amigable me convenció de que una exposición de este tipo habría sido inoportuna por partida doble: en primer lugar, porque las discusiones y las pausas exigidas por un diálogo hubiesen obstaculizado el interés suscitado por el relato. En segundo lugar, porque el tono cotidiano y sobre todo chistoso no se correspondía al carácter religioso del tema. Dado que esta crítica me pareció del todo fundada, modifiqué la redacción del tercer diálogo, introduciéndole la lectura integral del Relato del Anticristo, extraído del manuscrito de un monje difunto. Este relato (que ya había leído pública-mente con anterioridad) ha suscitado en la sociedad y en los periódicos no poca perplejidad e interpretaciones, sobre todo a causa de nuestro insuficiente conocimiento de cuanto la Sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia afirman respecto del Anticristo. 

El significado interior del Anticristo, esto es, de un impostor que se ha apropiado de la dignidad de Hijo de Dios no con una «empresa espiritual», sino a través de una «rapiña»; su relación con un falso profeta-taumaturgo que seduce a los hombres por medio de prodigios auténticos y mentiras al mismo tiempo; el origen particularmente pecaminoso y oscuro del pro-pio Anticristo que, gracias a una fuerza maligna, consigue la condición exterior de monarca universal; el curso general y el fin de su actividad, junto con algunos rasgos particulares que le caracterizan tanto a él como a su falso profeta (por ejemplo, «el fuego del cielo», el asesinato de dos testigos de Cristo y la exposición de sus cuerpos en las calles de Jerusalén, etc.): pues bien, todo esto se encuentra en la Palabra de Dios y en la tradición más antigua. Para unir estos sucesos y hacer coherente el relato ha sido necesario añadir otros detalles, algunos funda-dos sobre consideraciones históricas, otros sugeridos por la imaginación. A los detalles de este último tipo (como los artificios del mago universal, a medio camino entre espiritismo e ilusionismo, con voces subterráneas, fuego de artificios y otras cosas de este tipo) no les he querido dar, naturalmente, ningún significado serio y tengo derecho, creo, a esperar de mis «críticos» un tratamiento análogo. En lo que respecta a la caracterización de las tres personas que encarnan las confesiones cristianas en el concilio ecuménico, se trata de una cuestión esencial, pero que sólo puede ser entendida y apreciada por quien no es ajeno a la historia y a la vida de la Iglesia. 

El carácter particular que la Revelación atribuye al falso profeta y la finalidad que le es claramente propia -engañar a los hombres para provecho del Anticristo-, obliga a atribuirle algún artificio de tipo mágico o ilusionista. Se sabe con certeza que dass sein Hauptwerk ein Feuerwerk sein wird11. Y en el Apocalipsis se dice: «Realiza grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar, a la vista de la gente, fuego del cielo a la tierra»12. No podemos conocer antes del tiempo los procedimientos mági-cos y mecánicos, pero no hay que dudar de que en los próximos dos o tres siglos la técnica habrá superado en mucho a la actual; sin embargo, no tomaré en consideración lo que el progreso hará posible a este malhechor. Algunos aspectos particulares de mi relato son admisibles solamente como ejemplificaciones tangibles de posturas sustanciales y dignas de fe, y los utilizo sólo con el fin de evitar esquemas desencarnados. 

En lo que se refiere a mis consideraciones sobre el panmongolismo y la invasión asiática de Europa, es necesario distinguir su núcleo sustancial de sus detalles secundarios. No obstante, también el punto central de dicha cuestión no tiene evidente-mente la fiabilidad incondicionada que posee la futura manifestación y el destino del Anticristo y de su falso profeta. En la historia de las relaciones mongolo-europeas no se ha extraído nada de la Sagrada Escritura, aunque muchas de estas cosas encuentran en ella un punto de apoyo. En conjunto, dicha historia está constituida por consideraciones probables y funda-das sobre datos reales. Personalmente, creo que esta probabilidad se aproxima notablemente a lo cierto. Esta posibilidad es compartida por otras personas de importancia... Para hacer coherente la narración ha sido necesario introducir estas consideraciones sobre la futura amenaza mongola bajo circunstancias concretas sobre las que, naturalmente, no insistiré y de las que he intentado no abusar. Lo que me parecía importante era definir de la manera más real posible el inminente y terrible enfrentamiento entre dos mundos, mostrando así la absoluta necesidad de la paz y de la auténtica amistad entre las naciones europeas. 

Aunque considero imposible una extinción completa de la guerra antes de la catástrofe definitiva, veo en el estrecho acerca-miento y en la pacífica colaboración de todos los pueblos y estados cristianos un camino no sólo posible, sino también necesario y moralmente indispensable, a fin de que el mundo no sea engullido por sus elementos inferiores. 

Para evitar que el relato resultase demasiado largo y complica-do he excluido del texto de los diálogos otra previsión a la que dedicaré aquí un par de palabras. Creo que el éxito del pan-mongolismo será favorecido por la feroz y extenuante lucha que algunos estados europeos deberán sostener contra el despertar del Islam en Asia occidental y en África septentrional y central. En este despertar, representará un papel más grande de lo que se cree la incesante actividad secreta político-religiosa de la Senussia13, una hermandad que tiene para el actual movimiento de los musulmanes la misma función de guía que en el mundo budista es asumida por la hermandad tibetana de los Chelan14 de Lhasa, con sus ramificaciones en la India, China y Japón. A pesar de no tener aversión por el budismo, y aún me-nos por el Islam, considero que son ya demasiados los que desvían su mirada de la realidad de los hechos, presente y fütura15. 

Las fuerzas históricas que reinan sobre la humanidad están destinadas a encontrarse y mezclarse antes de que sobre esta fiera que se automutila crezca una nueva cabeza, esto es, el poder universal del Anticristo, el cual, el día de su manifestación definitiva «pronunciará palabras altas y sonantes» y re-vestirá con el brillante velo del bien y de la justicia el misterio de la absoluta iniquidad. Y esto, según las palabras de la Sagrada Escritura, a fin de inducir incluso a los elegidos, en cuanto sea posible, a la gran apostasía. Mostrar, antes de que el tiempo haya llegado, la máscara engañosa bajo la que se esconde el abismo del mal ha sido el intento supremo de mi escrito. En conclusión, debo manifestar mi sincero reconocimiento a A. P. Salomon, que ha corregido y mejorado mis conocimientos sobre la topografía actual de Jerusalén, a N.A. Veljaminov, al que debo el testimonio sobre la «escabechina» de los basi bozuk (un episodio de 1877) y a M. M. Bibikov, que ha examinado atentamente las palabras del General contenidas en el primer diálogo, ayudándome a corregir algunos errores concernientes al arte de la guerra. 

Soy bastante consciente de que incluso en esta versión revisa-da existen múltiples imperfecciones; igualmente presente está la imagen, ya no lejana, de la pálida muerte, que me aconseja no retrasar la publicación de este escrito a una época indeterminada e incierta. Si me es dado el tiempo para afrontar nuevos trabajos también los antiguos serán perfeccionados. O quizás no. He señalado las indicaciones del inminente resultado histórico de la lucha moral en términos suficientemente claros y breves. Entrego ahora esta pequeña obra con el sentimiento gratificante de haber cumplido un deber moral.
Domingo de Pascua 1900
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1 Este prefacio fue publicado en su forma original en el periódico Rossije con el título: Del verdadero bien.
2 Un primer acercamiento a esta cuestión se encuentra en los tres capítulos iniciales de mi Filosofía teórica: (N. del A.)
3 Casa tradicional rusa en el medio rural.
4 Soloviev se refiere, aquí y en adelante, muy especialmente a la predicación religiosa de Tolstoi.
5 La expresión no es mía (N. del A.).
6 «La Historia universal es el juicio universal»: la cita está sacada de Hegel.
7 Metropolita de la Iglesia Rusa entre 1354 y 1378, san Alexis consiguió aplacar la ira del khan tártaro Berdibek, evitando que devastase el país.
8 El Orda (de Oro) era el estado fundado por los tártaros, con capital en Saraj, en el curso inferior del Volga, que durante más de d,os siglos (XIII-XV) dominó la tiem rusa.
9 San Sergio de Radonez, figura cimera de la espiritualidad rusa.
10 Dimitri Donskoj, príncipe de Moscú, derrotó a los tártaros en la célebre batalla de Kulikovo (1380), sin conseguir expulsar definitivamente el poder tártaro de Rusia pero demostrando, por primera vez, su vulnerabilidad.
11 En alemán en el original: su obra será un fuego de artificio.
12 Ap 13, 13.
13 La Senussia (Sanusiyya), hermandad musulmana fundada en 1837 por Muhammad ibn Ali al-Sanusi y extendida por el África septentrional, tuvo un importante papel en la resistencia a la ocupación francesa e italiana.
14 Esta hermandad, fundada a finales del siglo XIV por Tson-k' a-pa y conocida como los «gorros amarillos» o «iglesia amarilla», ha tenido una gran importancia en la historia política y cultural del Tíbet.
15 Aprovecho aquí la ocasión, ya que continúan atribuyéndome escritos hostiles contra la fundadora del neobudismo, la difunta E. P. Blavatskaja, para declarar que nunca nos encontramos, que nunca me he dedicado al estudio de su persona ni de los fenó-menos que ha producido y que nunca he publicado nada sobre tales cuestiones. En lo que se refiere a la Sociedad Teosófica y su doctrina se puede ver mi artículo en el Diccionario de Vengerov y la recensión al libro de la Blavatskaja Key for the secret doctrine publicada en la revista «Ruskoe Obozrenie» (N. del A.)

El Anticristo de Soloviev y la actualidad. P. Justo Antonio Lofeudo

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