Carta a Jorge Bergoglio,
"Papa Francisco".
Los católicos cubanos, desde que empezaron las protestas en Cuba estamos esperando que usted alce su voz. Duele mucho que mientras reprimen al pueblo que salió a las calles pidiendo libertad, usted tenga palabras para felicitar el triunfo de Argentina en la Copa América, hable de los residuos plásticos en los mares y no haya hecho una oración en público por los muertos, los detenidos, los desaparecidos y todos los que están atemorizados en sus hogares a lo largo de toda nuestra patria.
En los mares de Cuba, Santidad, además de plástico, yacen los restos de los muchos cubanos que han muerto ahogados tratando de escapar de la gran cárcel en la que los Castro convirtieron mi país.
Nuestra iglesia ha sido perseguida, amenazada, vigilada, penetrada por los agentes de la seguridad del estado. En estos momentos tenemos a un seminarista desaparecido, Rafael Cruz Débora. Si los obispos cubanos sienten miedo de hablar, de ponerse del lado del pueblo, los entiendo, no sabemos las amenazas que les han hecho, pero usted, con la inmunidad que le confiere su jerarquía, puede hablar y defendernos.
Ayer, en La Habana, intentaron reclutar a un joven que ya había cumplido el servicio militar obligatorio. para entrenarlo en golpear a los manifestantes. Entraron a su hogar, delante de sus padres lo amenazaron y como el muchacho se negó, le hicieron firmar un escrito donde decía que él no iba a donde la revolución lo necesitaba y le advirtieron que cuando todo esto pasara, iría preso.
Eso fue ayer, hoy se los están llevando arrastrados, sin preguntarles nada. Los padres con hijos en edad de hacer el servicio militar están aterrados.
Usted le dijo a los jóvenes: …”Luchen por sus sueños, pero sueñen en grande, no dejen de soñar”. Los jóvenes cubanos que han nacido en dictadura, que han sido adoctrinados, educados en escuelas ateas, en una sociedad de partido único, que han crecido, unos comiendo y vistiéndose de las ayudas de sus familias en el exilio y otros en la más absoluta miseria, están soñando con ver a su país libre. Usted los invitó a soñar y ahora que los están matando por gritar su sueño, usted guarda silencio.
Usted pidió a sus pastores que olieran a oveja. De los sacerdotes cubanos que se han puesto del lado del pueblo abiertamente, algunos están siendo golpeados por la policía, detenidos y silenciados por sus obispos que temen por sus vidas. Y del acoso del gobierno a los obispos, usted que es su Papa, debe saber más que yo.
Cómo les duele Padre, a las religiosas y sacerdotes cubanos con los que he podido hablar que usted mire para otro lado. Hoy una monjita cubana me decía que no podía concebir que usted no haya tenido unas palabras para Cuba en estos momentos en que el mundo entero habla de los abusos del régimen. Y muy bajito, con la voz quebrada por el dolor, casi como hablando con ella misma, susurró: -Algún día tendrá que confrontarse con el Señor.
Santidad, usted conoce el mensaje de la Virgen de Fátima. Muy malo debe ser el comunismo, cuando entre todas las cosas malas que hay en el mundo, nuestra Madre quiso dejar instrucciones de cómo podíamos evitar que ese mal se extendiera por el mundo.
He tenido muchos alumnos venezolanos y he visto el sufrimiento de sus padres porque usted mantuvo silencio cuando asesinaban a los estudiantes en las calles de Caracas, la gente se muere de hambre en Venezuela y usted no condena públicamente a los responsables.
La sangre ha corrido en Nicaragua y el Papa habla de todo, pero de los crímenes de los dictadores de estas tres tiranías hermanas usted no opina.
Santo Padre, la cristiandad no necesita un líder social, ni un diplomático, nosotros queremos un Pastor, una piedra firme donde se pueda sostener la iglesia. El vicario de Cristo en la tierra no debe discriminar a sus ovejas. Las ovejas víctimas de los regímenes comunistas, nos sentimos como si fuéramos sus ovejas negras.
Usted siempre pide que oremos por usted, yo le pido que ore y actúe para que no muera más gente en Nicaragua, en Venezuela y en Cuba.
Me hubiera gustado escribirle en otro tono, en todos mis artículos donde lo menciono siempre lo he defendido. Pero hoy quiero ser la voz de las madres cubanas, que están viendo a sus hijos pasar hambre, que no tienen medicinas, quiero presentarle el dolor de las abuelas a las que les fusilaron sus nietos gritando “Viva Cristo Rey”, la vergüenza de los padres que no pueden mantener a sus hijos con el fruto de su trabajo y mal viven esperando las remesas que les envían sus familiares en el exterior.
Le presento las torturas a los presos políticos, el odio de hermano contra hermano que los Castros sembraron, los ancianos que vieron partir la familia que crearon y murieron sin ver nunca más a sus hijos y nietos.
Clama al cielo que este 13 de julio, al mismo tiempo que recordábamos los niños, mujeres, hombres que murieron ahogados en el remolcador “13 de marzo” que el gobierno cubano hundió en alta mar, tuvimos que curar, sin tener con qué, las heridas que la policía y sus perros causaron a los manifestantes pacíficos en muchos pueblos y ciudades de Cuba.
Los cubanos nos sentimos abandonados a nuestra suerte, en 62 años no hemos podido liberarnos. Hoy se están enfrentando a un ejército armado, sin líderes y hasta ahora, huérfanos de Papa.
Papa Francisco, perdóneme si le he ofendido, pero he tenido que elegir entre la respetuosa aquiescencia que se le debe a un obispo y la defensa de las víctimas del comunismo. Me duele que me digan que usted es un Papa comunista. El comunismo acaba con la moral de los pueblos, con su religión, con su esperanza.
Ayer en Miami salieron a protestar por las calles, junto al pueblo, 4 Hijas de la Caridad, algunas de ellas ancianas. Sor Consuelo, de México y Sor Elvira, Sor Reinelda y Sor Rafaela, cubanas. Entre la gente escuché decir: ¡No hay Papa, pero hay monjas! ¡Cristo está con nosotros!
Ayúdenos, Padre.
Sigo rezando por usted.
María Victoria Olavarrieta, católica cubana,
es Profesora de español y ética.
UNA CARTA AL PAPA FRANCISCO
Padre Alberto Cutié
Su Santidad:
Por mucho tiempo pertenecí a la misma rama de su ejército. Aunque ahora soy parte de una rama más pequeña y menos influyente, ciertamente seguimos en el mismo ejército del Señor y con el mismo deseo de ver que el Reino de Dios se haga presente “aquí en la tierra, como en el cielo”.
También soy parte de un grupo cultural único y con una experiencia peculiar. Aunque muchos no hemos nacido en Cuba, por accidentes de la historia, en muchas partes del mundo nos dicen, “esos cubanos de Miami”. Y tienen razón, llevamos la cubanía en la sangre.
Damos gracias a Dios por su visita a Cuba, pero al escuchar las opiniones de cubanoamericanos como yo, tengo solo tres preguntas que casi todos nos hacemos a diario, pero que se quedan sin contestar:
¿Por qué usted y otros líderes religiosos condenan tan fuertemente el capitalismo, y nos ofrecen una lista de todos los desastres que surgen como resultado del mismo, pero nunca vemos una condena igualmente fuerte del comunismo ateo, que tanto daño sigue haciendo en el mundo? Esa desigualdad a la hora de condenar nos parece injusta.
Si realmente nos interesa tanto ayudar a los pobres, ¿por qué ignoramos a los que sufren la gran pobreza de la falta de libertad y que, solo por expresar su desesperación y por reclamar que se respeten los más básicos derechos humanos, son detenidos, hostigados y golpeados? Todos los días llegan jóvenes cubanos a nuestras costas –y un sinfín nunca llega– buscando esa libertad.
¿Es más importante tener relaciones diplomáticas con un país que no tiene elecciones libres hace más de 50 años, que maltrata a su pueblo, que tiene un historial bien documentado de oprimir y robar a la misma iglesia, que buscar la justicia, el bien común y la libertad de todos los cubanos? Considero que la iglesia de Cristo tiene que estar más vinculada y preocupada por el pueblo y no tan cercana al opresor. La excusa que se presenta es que esta es una “visita pastoral” y no “política”, pero ese argumento ya no es válido, porque hemos visto muchísimos ejemplos en los cuales la Santa Sede y su cuerpo diplomático se involucran extensamente en situaciones políticas. ¿Por qué en el caso de Cuba esto se trata de forma diferente?
Ya sé. La gran mayoría de las personas que leen estas preguntas dicen que “esos cubanos de Miami” no entendemos aquello. He llegado a la conclusión que tienen razón. La verdad es que no entendemos.
No entiendo, ni creo que pueda empezar a entender, por qué un hombre de Dios se puede reunir con los opresores, pero no con los oprimidos; por qué a las instituciones religiosas se les ha olvidado que el cristianismo nació de los mártires, no de quienes se quedaron callados antes las injusticias. Tampoco entiendo cómo no podemos aprender de la historia, cuando durante la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de los cristianos nos quedamos callados ante el asesinato de más de seis millones de seres humanos –mayormente hermanos judíos– que fueron víctimas de otro dictador asesino. Son hechos de la historia que no podemos ignorar.
Santidad, qué le vaya bien en su viaje, pero “estos cubanos de Miami” seguimos sin entender.
Impresiona y sacude el corazón las palabras desgarradoras de esta católica cubana, María Victoria Olabarrieta. Duele mucho el silencio de aquel a quien considera Papa, Jorge Mario Bergoglio, oficialmente conocido como Papa Francisco. Ante las manifestaciones que están ocurriendo en Cuba donde el pueblo y sus sacerdotes son reprimidos, el okupante de la silla petrina calla. Esta carta es muy clara, y espero que despierte a los católicos que siguen defendiendo lo indefendible. Arturo, periodista católico.
0 comments :
Publicar un comentario