Encadenad a un hombre, encadenadlo una y otra vez, y una y mil veces, ¡siempre intentará romper sus cadenas! Un ser humano, si nació libre y después conoció la soga en su cuello, por recobrar su libertad estará dispuesto a golpear, a morder, a estrangular, a luchar, a matar. Y si es un Pueblo, estará dispuesto a ir a la guerra. Mejor morir en una trinchera como un ciudadano libre que languidecer en una celda, como un animal enjaulado, hasta el día de la muerte.
Desgraciadamente, el que nació con la cuerda atada al cuello y sus muñecas estará más acostumbrado a la aspereza de esas sogas. Pero incluso en el corazón del esclavo más esclavizado siempre arderá un poco del anhelo de respirar como un hombre enteramente libre, totalmente libre.
Si la lucha armada, si el combate sangriento, fuera el único medio que le quedara a una nación para recobrar la libertad, yo le diría: “¡Lucha! Nadie va a luchar por ti. O recobras tú tu propia libertad o el yugo continuará haciendo llagas sobre tu cuello y las argollas despellejando tus tobillos”.
Sí, hay pueblos con un yugo invisible, pero muy real. Hay argollas no materiales, pero que son férreas. Al final, la Unión Europea hará bellas declaraciones; los Estados americanos amenazarán, pronunciarán hermosas declaraciones institucionales; pero, cubanos, si queréis recobrar vuestra libertad, desgraciadamente, estáis solos. O lucháis vosotros por vuestro futuro como hombres dueños de vuestro destino, o nadie lo hará.
Yo os digo: “¡Luchad!”. No os digo simplemente que os manifestéis, no os digo que os limitéis a escribir blogs, ahora es el momento de salir a la calle y no detenerse hasta ver la residencia presidencial completamente envuelta en llamas.
Os han robado el pasado que hubierais podido tener, os están robando el presente y os quieren robar el futuro. Ahora es el día en que nace la esperanza. Y si el precio por levantar vuestra frente como ciudadanos, y no como súbditos, es el de tener que empuñar las armas, ¡pues empuñadlas como hombres y no bajéis la cabeza como siervos!
Y si el precio de esa lucha armada y sangrienta fuera una plaza cubierta de cadáveres, pues pagad ese precio. Y si el precio fuera diez plazas completamente cubiertas de cadáveres, pues pagad ese precio. Porque ahora es el momento, no mañana.
Ni se os ocurra escuchar a vuestros asesinos cuando con su lengua bífida os hablen de conversaciones, de negociaciones, de emprender un proceso. Las serpientes-humanas lo saben, para seguir robándoos vuestro futuro lo que ahora necesitan es ganar tiempo. Bien tontos seríais si les dais tiempo.
Ahora bien, si creéis que podéis fiaros de vuestros ladrones, de vuestros violadores, de vuestros torturadores, entonces sí, sentaos a una mesa, negociad, pactad y confiad en que respetarán lo pactado. ¡No respetarán nada! ¿Cómo van a honrar un pacto quienes no respetan la vida humana? Ahora solo necesitan tiempo. Necios seréis si les concedéis tiempo.
¿Esperáis de mí una palabra de paz, una palabra de reconciliación? La reconciliación vendrá cuando salgáis de la cárcel, ahora es el momento de que los militares tomen la espada contra los generales, y los policías disparen contra los oficiales, y los oprimidos que tomen los palos, las piedras y los cócteles Molotov. Es el momento no de salir a manifestarse y protestar, sino que es el momento de salir como una marea incontenible dispuesta a arrollar todo.
Eso en la capital ¿y en el resto de la prisión en que se ha convertido vuestra nación? Pues luchad en los pueblos, en las plazas, en las calles, en las playas, tomad comisarías. No dejéis pasar el día de hoy, mañana puede ser tarde.
Y si ese régimen monstruoso se derrumba, cuando contempléis mil cadáveres o miles de cadáveres, lloraréis a vuestros muertos, pero diréis apretando la mano de vuestros hijos: “¡Valió la pena! Nadie, hijo mío, te ordenará nunca más lo que tienes que pensar ni lo que tienes hacer con tu vida”.
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