¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!”. Sta. Catalina de Siena
«Abrid los ojos y mirad la perversidad de la muerte que ha venido en el mundo, y en particular en el cuerpo de la Santa Iglesia. ¡Ay de mí! ¡Qué estalle el corazón y el alma vuestra al ver tantas ofensas contra Dios! ... ¡Ay de mí! ¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido! ¡La Esposa de Cristo se encuentra palidecida!». (Santa Catalina de Siena, Carta a un gran prelado).«Yo, si estuviese en su lugar, tendría temor de que el Juicio Divino viniese sobre mí». (Santa Catalina de Siena, Carta al Papa Gregorio XI).
Fue una santa extraordinaria que tuvo gran repercusión en la sociedad de su época
Catalina de Siena, una santa influyente del siglo XIV, es conocida y amada por muchos por su santidad y su firmeza de espíritu. A continuación se exponen brevemente cinco hechos que dan una buena idea de la vida de esta maravillosa mujer.
TUVO 24 HERMANOS
Catalina Benincasa creció en Siena, Italia, y fue la hija número 23 de Lapa Piagenti y Giacomo di Benincasa. Por desgracia, la mitad de sus hermanos murieron en edades tempranas, incluida su hermana gemela. Basta con señalar que era un hogar ajetreado.
TUVO UNA VISIÓN DE JESÚS CON 5 AÑOS
Cuando era joven, tuvo una visión de Cristo sentado en gloria con San Pedro, San Pablo y San Juan que le sirvió como inspiración para hacer un voto privado y dedicar su vida a Dios. Esto fue solo el principio de las numerosas visiones místicas que experimentó a lo largo de su vida.
TENÍA UNA CELDA PRIVADA EN CASA DE SUS PADRES
Cuando rechazó la idea de casarse, los padres de Catalina reconocieron la santidad de su hija y construyeron una celda privada, parecida a la habitación de una monja, para que pudiese vivir y rezar ahí.
AUNQUE PAREZCA UNA MONJA, CATALINA FUE UNA MUJER LAICA
Al sentir la llamada a una vocación especial, Catalina se convirtió en una terciaria dominica, o un miembro de “tercera orden” y se le permitió vestir un hábito, algo común en esta época. Fue una persona activa en todo el mundo, uniéndose a las labores de catequizar a los jóvenes, ofrecer guía espiritual, cuidar de los enfermos y ayudar a los más desfavorecidos.
NO TEMIÓ ENFRENTARSE A NADIE, NI SIQUIERA AL PAPA
Viajó a Aviñón, Francia, donde residía el papa Gregorio XI y pasó tres meses intentando convencerlo para que volviera a Roma. Actuando en contra de lo que le asesoraban sus consejeros más cercanos, Gregorio volvió a Roma y devolvió el pontificado a la ciudad eterna.
Una mujer inspiradora
El papa Benedicto XVI, comentando esta intervención de Dios en la historia por medio de la aparición de los santos, habló de Catalina de Siena:
«El siglo en que vivió -el XIV- fue una época difícil para la vida de la Iglesia y para todo el tejido social, tanto en Italia como en Europa.Sin embargo, incluso en los momentos de mayor dificultad, el Señor no deja de bendecir a su Pueblo, suscitando santos que despiertan las mentes y los corazones, llevando a la conversión y a la renovación.Catalina es una de ellas, y aún hoy nos habla, animándonos a caminar con valentía hacia la santidad para ser cada vez más discípulos del Señor». Benedicto XVI, 2010
Entre sus discípulos hay agustinos, franciscanos, monjes, sacerdotes seculares, madres de familia, artistas, médicos, juristas, comerciantes, artesanos, enfermos, prostitutas, es decir, se convirtió en su tiempo en un faro para iluminar a muchos con la Presencia de Dios.
Las 3 maneras de evangelizar de Catalina de Siena
Sus estrategias para llegar a la gente y evangelizarla eran diversas.
En primer lugar, daba dirección espiritual personalmente, a menudo en su propia habitación.
Otra forma de evangelización era por medio de conferencias semanales para instruir a sus hijos espirituales.
Y una tercera forma que encontró para llevar a la gente a la voluntad de Dios fue escribiendo cartas. Y aquí radica su mayor legado a la vida de la Iglesia.
Fuerza y dulzura en sus escritos
Escribió algunas y dictó otras a una amiga, porque era analfabeta, 380 cartas dirigidas a diversas personas y situaciones: desde el Papa hasta los reyes, desde los anónimos hasta los grandes nombres de su tiempo.
Lo hizo con una inmensa caridad en su corazón, porque su único deseo era la salvación de las almas.
Consiguió mezclar una gran fuerza y tenacidad y, al mismo tiempo, utilizar palabras dulces y convincentes.
De hecho, la mayoría de estas cartas, terminan con una hermosa expresión: ¡Jesús dulce, Jesús amor!
Catalina dialogaba con la gente porque primero tenía un diálogo constante con Dios Padre.
De hecho, junto con las Cartas, la obra del Diálogo, es otro gran legado que dejó a la vida de la Iglesia.
Su enseñanza está dotada de una riqueza tan profunda que en 1970 el papa Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia. Realmente sus escritos reflejan el brillo de la sabiduría divina.
Catalina de Siena y el progreso espiritual
Es en la obra del Diálogo donde Catalina de Siena expone de forma magistral el camino de progreso espiritual que debemos recorrer.
Describe que la humanidad estaba sumergida en un río de pecado.
Por eso, Dios Padre constituyó a Cristo crucificado como un puente entre el cielo y la tierra, al que debemos subir para salir de la esclavitud del pecado.
Está formado por tres grandes escalones, que consisten en los pies, el costado y la boca de Jesús.
Subiendo por estos grandes escalones, el alma pasa luego por las tres etapas de cada camino de santificación: el alejamiento del pecado, la práctica de la virtud y del amor, la unión dócil y afectuosa con Dios.
El escritor Gustavo Corção (1948), comentando la vida de Catalina de Siena, afirma que su vida se puede dividir en dos partes distintas.
La primera, en la que la santa recorre rápidamente los tres caminos de perfección descritos anteriormente, y que podríamos llamar contemplativa.
La segunda, en la que manifiesta al mundo los dones que ha recibido en el secreto de su retiro, y que podríamos llamar apostólica o activa.
Vida de oración
Pero, a decir verdad, no hay dos partes realmente distintas en la vida de la santa, ni es muy exacto decir que a veces era contemplativa y a veces activa.
Siempre fue ambas cosas.
Si en los actos, hechos y episodios cabe tal distinción, en el corazón mismo del proceso de santificación permanecen siempre los dos extremos de la indispensable paradoja.
No hay santo sin una vida de oración y una vida de apostolado.
Catalina de Siena murió en 1380 a la edad de 33 años. Para el siglo en que vivió se convirtió en un gran signo de la Misericordia de Dios.
Para nuestro tiempo, su vida sigue siendo un ícono significativo para aquellos que desean recorrer el camino de la perfección cristiana.
Es corrupto si se debe a la cobardía, a la apostasía o a la tabulación de la prudencia, esto es, a la pretensión de clasificar a priori todas las posibles situaciones y dictaminar sin más cuales exigen debido silencio.
Hoy, de hecho, a menudo, la prudencia fue sustituida por el cálculo y el cálculo devino apostasía. Tenemos, como triste ejemplo, el caso de las últimas elecciones de las Galias, donde el candidato “católico” negoció hasta el mismo aborto y la sodomía para poder ganar en la ruleta de la farsa democrática. Calculó cada milímetro su táctica política de modo tal de poder seguir yendo a misa diaria y tener muchos hijos y, al mismo tiempo, llegar al poder. Calculó, planeó con terrenal realismo y humana prudencia y hasta habrá rezado varias novenas para lograr su piadoso fin.
El resultado fue providencial: Dios no quiso que gane ni siquiera la primera vuelta de la revuelta electoralera. Es que cuando los católicos entramos en la lógica del cálculo humano, descartando los ideales sumos como conquistas medievales irrecuperables, nos perdemos en los laberintos de la mediocridad que achica el alma hasta echarla en el basurero de la apostasía judaica[1].
Hoy se busca con esmero insaciable taxonomizar la vida apostólica, clasificando cada posible paso e incluyendo cada respiro dentro de magistrales planes pastorales de escritorio. Y así la “pastoral”, como la llaman, se vuelve estéril.
Hoy se suele olvidar que Cristo no guardó silencio en la Cruz sino que fue precisamente clavado en el madero donde profirió Su supremo sermón, del que Santos como el Belarmino nos legaron majestuoso comentario. Es el Sermón de la Cruz, que repite con verbos de sangre las ocho bienaventuradas saetas con las que el Verbo eternal inauguró Su predicación universal.
Hoy, lamentablemente, hay una apología del silencio corrupto. Hogaño, por tanto, urge emular a la Mística de Siena que un día nos apostrofó con trágicas palabras, nunca como hoy tan vigentes: “Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!”.
El de hoy es un silencio hijo de la deserción espiritual. Nunca como hoy hubo tantos medios técnicos de expresión y nunca como hoy el silencio fue tan tétrico.
Es un silencio planeado, calculado y decidido por una pléyade de jerarcas eclesiásticos, episcopales, congregacionales, diocesanos o aun pontificios. Es un silencio apostatizante que escandaliza y quita a la parte humana de la Iglesia su potestad de salar y, por ende, de salvar. Es un silencio homicida e hijo del triple silencio petrino que se negó a confesar al Señor ante las preguntas de una sirvienta, identificada en la simbólica patrística como la Sinagoga de Satanás denunciada por el Apokaleta.
Esta apología del silencio claudicante, esta claudicación por medio del silencio, este gris silencio ante lo abominable y ese encomio de tal silencio, se traduce en fórmulas y eslóganes para libre consumo de la masa ignara a la que los pastores del silencio se niegan adoctrinar con los buenos pastos de la divina Revelación.
Son slogans de diversos tipos: unos mezclan verdades con mentiras, otros admiten a veces suplencias rectas -quizás per accidens-, otros universalizan lo que en algún caso particularísimo pueda ser quizás cierto, unos pueden ser buenos consejos pero se usan como muletillas para impedir que el prójimo cumpla su elemental deber de predicar, otros parecen no decir lo que dicen o siembran dialécticas ideológicas o silencian los axiomas prístinos que no admiten confusión de la doctrina semper idem. Son los pretextos de los nuevos Pilatos que siempre se superan a sí mismo en formas renovadas de disimulo y deserción.
El de hoy es un silencio hijo de la deserción espiritual. Nunca como hoy hubo tantos medios técnicos de expresión y nunca como hoy el silencio fue tan tétrico.
Asistimos a un silencio apostatizante que escandaliza y quita a la parte humana de la Iglesia su potestad de salar y, por ende, de salvar.
Hoy los cristianos nos ponemos a la moda, nos fundimos con el ambiente, nos apropiamos de los argumentos del mundo.
Hoy entre los cristianos, apóstoles, sacerdotes, los que debemos hablar se oyen frases como estas:
“Predicar sin predicar”, “yo predico sólo con mi ejemplo”, “hacemos apostolado de la presencia”, “nuestro apostolado debe ser indirecto”, “si predicas directamente, te van a rechazar”, “nosotros preparamos el terreno, los que luego vengan predicarán”, “si predicas directamente, no te van a entender o se van a ofender”, “si predicas directamente, te cerrarán la puerta”, “ese tipo de discurso nos creará problemas”, “si decís esa verdad, nos vas a impedir seguir haciendo todo el bien que estamos haciendo”, “van a pensar que eres un resentido”, “no te metas en problemas”, “hay que evitar toda confrontación”, “tienes que escuchar más”, “nadie posee la Verdad”, “yo no quiero convertir a nadie”, “el proselitismo no es de buen gusto, “¿acaso si no se convierten se van a condenar?”, “déjalos tranquilos, ellos están contentos”, “no hay que discutir”, “no hay que hablar de religión ni de política”, “no hablar de las cosas que nos distingan sino sólo de lo que tengamos en común”, “hay que evitar todo discurso discriminatorio”, “no digas nada que pueda herir la sensibilidad del prójimo”, “no hay que hablar de doctrina sino sólo de experiencias personales o de cosas que nadie rechazará como ser que Dios nos ama”, “no hay que hablar del infierno ni de la conversión pues estos temas espantarán a los jóvenes o a los hombres de nuestro tiempo”, “no hay que hablar de los aspectos negativos sino sólo en positivo”,
Nos encomendamos al Espíritu Santo, que Él nos ilumine y nos haga valientes para ser testigos de la Verdad.
¡Que arda tu corazón!
[1] Lo judaico no es sino la emulación, por parte de los cristianos, del judaísmo carnal que mató al Redentor.
FRASES DE SANTA CATALINA DE SIENA,
VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA
1. No existe paz fuera de la Verdad.
2. La vida cristiana empieza su camino en serio a partir del conocimiento de sí mismo a la luz de Dios.
3. O escogemos el Puente, que es Cristo, o nos devora el río, que es el torrente de las promesas falsas y amenazas falsas del mundo.
4. El que no arde de amor por la Iglesia que no piense que ama mucho a Cristo.
5. Todos han de tener inmenso aprecio por la celebración cotidiana, digna y fervorosa, de la Eucaristía.
6. Aprendemos a orar como aprendimos a hablar: oyendo a otros y repitiendo con sabiduría y amor.
7. Nuestra voluntad es tan débil como la distancia que nos separa de la voluntad de Dios: a mayor distancia, mayor debilidad.
8. La santidad es el fruto propio del Bautismo, y por consiguiente, la meta natural de todo bautizado.
9. Sí, somos hijos del Rey, pero no se os olvide que su corona es de espinas
10. La verdadera perfección consiste en esto: hacer siempre la santísima voluntad de Dios.
La Virgen de Siena
Rosario de la Cueva
Existe, todavía, un aroma,
a flor de la Toscana,
en la calzada medieval,
que tú horadabas,
con la huella bendecida
de tus plantas.
Desde la ojiva de rosa y hierbabuena,
llamaba, a la caída de la tarde,
Madonna Lapa, a su hija predilecta:
¡Regresa ya a la casa, filla mía!
Da ya por hoy finalizada tu jornada.
Aroma a caridad, exhalan los harapos
de los mendigos,
y un dulce olor a espliego
desprenden, las purulentas heridas
que tus manos sanaran.
¡Ven hija!
Te aguarda la reconfortante luz del fuego,
y la cálida compañía de tus padres,
te aguarda.
Deja que bese las palmas de tus manos,
siéntate a compartir, nuestras viandas.
Descansa, después hija bien amada.
¡Que al alba, tu misión te aguarda!
Y serás una vez más,
la milagrosa medicina,
de los despojados,
¡Qué tanto amas!
¡Acércate Catalina!
¡Te veo tan cansada!
Reposa tu cabeza, en el regazo
marchito de tu madre,
¡cómo cuándo eras niña!
¡Y aún jugabas!
Nuestro Señor, que te ha elegido como esposa,
y ha traspasado sus llagas, a tus llagas,
¡Quiera dar consuelo al corazón penetrado de esta madre!
Amada filla mía, Catalina.
Luz y bálsamo de la eterna Siena.
Para ti y por ti ¡Santificada!
VER+:
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