EL Rincón de Yanka: EL SEÑOR DE LOS ANILLOS Y EL APOCALIPSIS 🕂💥🕂💍🕂

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miércoles, 7 de abril de 2021

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS Y EL APOCALIPSIS 🕂💥🕂💍🕂




«Eso desean quienes viven éstos tiempos. Pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Hay otras fuerzas en este mundo, Frodo, además de la voluntad del mal. Bilbo estaba destinado a encontrar el Anillo. Y como consecuencia tú estabas destinado a tenerlo. Y ese es un pensamiento alentador».

-Mithrandir, ¿por qué el Mediano?
-Eso no lo sé. Saruman piensa que sólo grandes poderes pueden tener al mal controlado. Pero eso no es lo que yo he aprendido. Yo he encontrado que son las cosas pequeñas, los actos cotidianos de personas ordinarias los que alejan a la maldad. Los simples actos de gentileza y amor. ¿Por qué Bilbo Bolsón? Tal vez sea porque tengo miedo. Y él me inspira valor. El Hobbit. Discurso emotivo de Gandalf
«Eso desean quienes viven éstos tiempos. Pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Hay otras fuerzas en este mundo, Frodo, además de la voluntad del mal. Bilbo estaba destinado a encontrar el Anillo. Y como consecuencia tú estabas destinado a tenerlo. Y ese es un pensamiento alentador». REFLEXIONES DE GANDALF JUNTO AL FUEGO


La historia creada por  John Ronald Reuel Tolkien tiene, como todo buen relato, un buen final. Este se llama Dagor Dagorath, que en élfico quiere decir “la batalla de las batallas” y cuenta como finalizará el mundo de Arda. El nombre de la misma hace digna mención del suceso; será la mayor de las batallas que la tierra haya conocido, donde participarán todos los grandes guerreros -ya sean de la Primera, Segunda o Tercera Edad del Sol, o incluso de la Edad de los Árboles-. Valar, maiar, elfos, enanos, hombres y todo tipo de criaturas de la luz se batirán en una lucha hasta le exterminación total contra los seres de la sombra: orcos, trasgos, goblins, trolls, balrogs, dragones y, como no podía ser de otra forma, Morgoth y Sauron. En definitiva, el peculiar fin del mundo de Tolkien no es tan peculiar. La Dagor Dagorath, narrada en el Silmarillion, bebe del Apocalipsis de San Juan y del Ragnarök.

Por primera vez, una edición muy especial del texto precursor de El Señor de los Anillos, ilustrada a color por el propio Tolkien y con el texto completo impreso a dos tintas. El Silmarillion completa el trasfondo que hay detrás de las obras más populares del autor y cuenta la historia anterior de la Tierra Media, presentando algunos de los personajes clave.
Los Silmarils eran tres joyas perfectas, creadas por Fëanor, el más talentoso de los Elfos, y dentro de ellas estaba aprisionada la última Luz de los Dos Árboles de Valinor. Pero el primer Señor Oscuro, Morgoth, robó las joyas y las colocó dentro de su corona de hierro, custodiada en la impenetrable fortaleza de Angband, en el norte de la Tierra Media.
El Silmarillion es la historia de la rebelión de Fëanor contra los dioses, su exilio de Valinor y su regreso a la Tierra Media, y su guerra, desesperada a pesar de su heroísmo, contra el gran Enemigo. Es el antiguo drama que rememoran los personajes de El Señor de los Anillos, y en cuyos acontecimientos participaron algunos de ellos, como Elrond y Galadriel.
El Apocalipsis de San Juan es un texto canónico de la Iglesia Católica Romana y de muchas congregaciones protestantes (sin embargo, no es el único texto cristiano apocalíptico que hay) que narra la historia del fin del mundo. Según el relato bíblico, se desarrollará una batalla del bien contra el mal, donde participarán una serie de fuerzas demoníacas:
“Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas” Apocalipsis 12:3
“Vi cómo salía del mar una bestia, que tenía diez cuernos y siete cabezas, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas nombres de blasfemias. Era la bestia que yo vi semejante a una pantera, y sus pies eran como de oso, y su boca como la de un león. Diole el dragón su poder, su trono y una autoridad muy grande” Apocalipsis 13:1-2

Y contra las fuerzas de la oscuridad, se enfrentarán las fuerzas del bien:
“Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles […]” Apocalipsis 12:7
“Un ángel poderoso levantó una piedra como una rueda grande de molino y la arrojó al mar, diciendo: Con tal ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no será hallada” Apocalipsis, 18:21
“Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro” Apocalipsis, 19:14

Acabando en una victoria total:

“Los cobardes, los infieles, los abominables [..] todos tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte” Apocalipsis 21:8

La historia del Apocalipsis de San Juan es la historia de una batalla milenaria donde dos fuerzas opuestas combatirán hasta el triunfo final de Dios y su hijo el cordero -Jesucristo- y la creación de la Nueva Jerusalén. Es una historia predestinada, donde se conoce lo que ocurrirá, quién se enfrentará a quién y como acabará. La Dagor Dagorath también es una historia predeterminada, donde se conoce a la perfección el destino de cada uno de sus actores. Ëarendil es la figura mesiánica del relato tolkiano, donde al igual que Jesucristo, tiene una parusía o Segunda Venida para combatir a las fuerzas del mal (recordamos que tras la huída de Ëarendil y Elwing al oeste, alcanzaron el cielo en forma de estrellas) Tulkas, el valar que se enfrenta a Morgoth hasta la devastación es la figura del Arcángel Miguel, que luchará contra el dragón pero no logrará matarlo.

Muy interesante es la figura de Turín Turambar, que aún siendo humano, mata a Morgoth como venganza de la desgracia familiar que le hizo sufrir el malvado valar. Este personaje estaría inspirado más en los dioses nórdicos -por temas de la venganza y el honor- que por personajes bíblicos. Finalmente, el profeta Mandos que presagia la Dagor Dagorath es equiparable a la figura de San Juan, dando ambos una descripción de cómo será el fin del mundo. Tanto la Biblia como el universo Tolkien tienen un principio y un final: el Génesis/Ainulindalë y el Apocalipsis/Dagor Dagorath. Son concepciones lineales de la historia.
Ejemplos de las siete virtudes -fe, esperanza, caridad, prudencia, templanza, fortaleza y justicia- en la producción épica de Peter Jackson, la trilogía “El Señor de los Anillos”, de J.R.R. Tolkien.
He aquí algunas de las maneras en que "El Señor de los Anillos" es un mito cristiano.
El Anillo Único ilustra cómo el mal puede atraer y esclavizar. Hermosos anillos de oro son tentadores de usar. Pero cuando los deslizamos en nuestros dedos anunciamos nuestra devoción y lealtad a su dueño.
Gandalf y Saruman, aunque no son análogos, tienen rasgos, metas y experiencias similares a las de Jesús y Satanás.
Como todos los católicos, Frodo está llamado a arriesgar su vida por medio de un gran peligro para salvar a otros. Frodo, como nosotros, no parece estar a la altura. No tiene ningún talento obvio para la guerra. Pero él es elegido, como nosotros. Todos somos necesarios para que se cumpla el gran plan de Dios; e incluso la más improbable y repugnante bestia parecida a Gollum en nuestra vida es necesaria.
En la Comarca, los hobbits viven naturalmente una vida beatífica que Cristo llama a los cristianos a vivir. Los hobbits son los mansos que heredan la tierra, los misericordiosos que reciben misericordia, los puros de corazón y los pacificadores. (Mt. 5:3-12).
Hay un anhelo por el regreso del rey. Como los cristianos anhelan el retorno de Cristo Rey, así el pueblo libre de la Tierra Media anhela que sus reinos vuelvan a estar unidos en paz y justicia bajo el legítimo heredero. ¿He mencionado que Aragorn se parece a Cristo?
La Fraternidad del Anillo está constituida por diferentes personajes con diferentes dones adecuados para combatir el mal – la diversidad los mantiene unidos. Esto no es diferente a la diversidad de dones espirituales y talentos temporales dados a los diferentes miembros de la comunidad cristiana para la unidad del cuerpo – para que podamos ser dependientes los unos de los otros.
Los protagonistas aceptan el sufrimiento como un requisito para lograr su salvación.


Igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros. Ésas de las que no quieres saber el final, porque ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aun cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran. Pero no lo hacen: siguen adelante, porque todos luchan por algo. (Luchan por Alguien).
Frodo: - ¿Por qué luchas tú ahora, Sam?
Sam: - Para que el bien reine en este mundo, señor Frodo. Se puede luchar por eso.

“La fantasía sigue siendo un derecho humano: hacemos a nuestra medida, porque también fuimos creados, y no sólo creados, sino hechos a imagen y semejanza de un Creador”. De hecho escribe, “tan grande es la generosidad con la que [los cristianos] se les ha tratado, que tal vez, se atrevería a intuir que con la fantasía se podría ayudar a enriquecer la creación”. Tolkien va tan lejos como para atreverse a plantear la posibilidad de que sus propias sub-creaciones de la humanidad pueden emerger algún día de las páginas en las que se escriben: “…todos los cuentos pueden hacerse realidad”.

Al igual que otras grandes tradiciones religiosas y filosóficas, el cristianismo ha recomendado tradicionalmente una gran cantidad de virtudes: la humildad, la sabiduría, la lealtad, la honestidad e incluso la amabilidad entre ellos. Las más importantes, desde la perspectiva católica, son las cuatro virtudes cardinales, también valoradas por Platón y Aristóteles -la fortaleza, la prudencia, la templanza y la justicia- y las tres Virtudes teologales, probablemente más popularmente debatidas en la carta de San Pablo a los Corintios -fe, esperanza y caridad. Mientras que los ejemplos de fortaleza son de esperar en las películas más taquilleras con escenas de batallas épicas, la búsqueda de evidencias de la prudencia y la templanza en las mismas resulta un desafío. Sin embargo, observando la trilogía a través de la perspectiva de la filosofía moral de Santo Tomás, revela signos no sólo de estas disposiciones más calmadas, sino también de las virtudes teologales, e incluso guía al espectador hacia nuevas ideas con respecto a la verdadera naturaleza del valor.

Virtudes Cardinales

Como era de esperarse, vemos en “El Señor de los Anillos” mucho sobre la fortaleza, en forma de voluntad de enfrentarse al peligro físico. Esta cualidad se ejemplifica de manera más conmovedora con las personajes de Gandalf y Boromir en la primera película de la trilogía (La Comunidad del Anillo), y con Éowyn y Merry en la tercera (El Retorno del Rey), quienes luchan con toda su energía y ferocidad contra sus enemigos para defender a sus seres queridos. Sin embargo, la comprensión cristiana de la fortaleza, definida por Santo Tomás como la virtud necesaria para corregir la voluntad “reacia a seguir lo que es conforme a la razón, a causa de alguna dificultad que se presenta”, incluye el coraje militar, pero no se limita a ello. Vemos un tipo diferente de valentía en Frodo y Sam, que tienen la menos dramática tarea de mantener el compromiso de avanzar paso a paso hacia su destino. Es su fortaleza frente al tedio y el cansancio que trae toda la trilogía a su clímax: la destrucción de Mordor finalmente no se debe a un acto de gloriosa valentía en el campo de batalla, sino más bien el éxito de su triste y agotador viaje. La comprensión de Aquino sobre la fortaleza ejemplificado a través del martirio se exhibe en las tres películas de una manera particularmente lúgubre y prolongada, mientras Frodo camina, camina y sigue avanzando, negándose a dar marcha atrás aún cuando su muerte parece segura.

Esta aventura, vista de cerca, parece poco razonable. Podemos estar de acuerdo con Boromir cuando hace notar enérgicamente en la primera película, la imprudencia en el plan de Frodo, que le parece suicida. Después de todo, ¿qué posibilidades tiene un hobbit -un pequeño y débil miembro de la burguesía de la Tierra Media- de triunfar contra los grandes poderes del mal? Sin embargo, cuando miramos más de cerca a la prudencia, nos encontramos con que no se trata de lo que es fácil, sino más bien de lo que es correcto. Como Santo Tomás nos dice, “la rectitud de la elección requiere dos cosas: el fin debido y el medio convenientemente ordenado al fin debido”. La virtud de la prudencia promueve no sólo el deseo del fin correcto, sino también la capacidad de identificar los mejores medios para alcanzarlo. Fundamentalmente, y más bien por desgracia para el poseedor, ni medio ni fin pueden estar en su propio interés personal, una lección que Frodo aprende repetidamente a lo largo de la serie. Dado este entendimiento, el que puede parecer más prudente -Boromir- es en realidad el menos, ya que no apunta al fin correcto: la destrucción del Anillo. De hecho, se podría argumentar que, desde una perspectiva cristiana, la historia es menos heroica que prudente: Frodo está haciendo lo mejor que puede para lograr el objetivo identificado como el correcto.

Un argumento similar puede elaborarse acerca de la templanza, la virtud del equilibrio y la armonía que parece tener poco lugar en un mundo de opciones violentas y desesperadas. Resulta que, en la Tierra Media, la templanza se manifiesta de manera dramática. Su papel en restricción de la voluntad se manifiesta más crudamente en la forma en que ayuda a personajes tentados por el poder. En la primera película, Gandalf, Galadriel y Aragorn son expuestos a adueñarse del Anillo, y, conscientes de sus propias limitaciones y con diversos grados de lucha, cada uno de ellos se niega a aceptarlo. Su victoria moral es más evidente que nunca cuando se yuxtaponen con otros personajes que finalmente no resisten la tentación. Saruman, en particular, ofrece una lección realista sobre la importancia salvífica de la templanza: dar paso a su deseo por el poder, que corrompe y, eventualmente, en la versión extendida de la tercera película, lo destruye. En resumen, las películas nos muestran que el ejercicio de la verdadera virtud puede ser muy diferente en diferentes circunstancias: Un punto con el cual Tomás de Aquino estaría de acuerdo totalmente.

Por último, otro caso difícil: si la justicia es un “hábito por el que un hombre entrega a cada uno lo que corresponde”, no vemos a los personajes ejerciéndola hacia Gollum. Gollum recibe perdón constantemente de las manos de aquellos a los que convirtió en sus enemigos: Bilbo no responde a las amenazas de Gollum; Frodo no lo mata en defensa propia, y hasta Sam, quien lo desprecia abiertamente, muestra indulgencia hacia él. Ninguno de estos personajes está dispuesto a juzgar y sentenciar con la muerte, aún cuando puede ser merecida. Sin embargo, para el final de la historia, los personajes cosechan lo que han sembrado, tanto para bien y para mal: Frodo es justamente recompensado por su misericordia a Gollum, cuando las fuerzas abandonan al hobbit en el Monte del Destino y el otro lucha por obtener finalmente el Anillo. Cuando finalmente Gollum le arrebata el Anillo y cae en el fuego de la montaña, no sólo recibe finalmente su merecido, sino que también evita que Frodo tenga un destino similar, que no hubiera merecido.

Virtudes Teologales

Cuando Gandalf le dice a Frodo que sea cuidadoso al juzgar duramente la situación en las minas de Moria, también sirve de consuelo: “Hay otras fuerzas que se mueven en este mundo Frodo, además de la voluntad del mal”. ¿Es la costumbre de justicia lo que provoca el climax de la trilogía?

Las películas permanecen silenciosas sobre esta cuestión: aunque sabemos que Gandalf simplemente se desapareció después de caer en Moria, no sabemos qué lo envió de vuelta a la Tierra Media para completar su tarea. Por otra parte, en ningún momento de la trilogía alguien expresa alguna expectativa de ser salvado por fuerzas divinas, y no hay ángeles que bajen del cielo (aunque las águilas lo hacen en la última batalla ante las puertas de Mordor). Tanto el dogma y la adoración están ausentes de la trilogía. Sin embargo, en una carta enviada a un amigo jesuita, Tolkien dice que el “Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica”.

En primer lugar, la trilogía como un todo está impregnada por la fe, definida por Santo Tomás (y la Biblia) como “fundamento de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven”.
El éxito no es seguro en ninguna de esas misiones, por lo que es necesario incluir la virtud de la esperanza: como explica Santo Tomás, el fin de la esperanza es “un buen futuro, difícil pero posible de obtener”. Las metas perseguidas por cada miembro de la Comunidad son de hecho difíciles de obtener, tanto es así, que cuando Pippin pregunta a Gandalf, en la tercera película, si hay alguna esperanza para Frodo y Sam, Gandalf le contesta: “Nunca tuvimos mucha esperanza. Sólo la esperanza de un tonto”. Independientemente de que sea escasa, la esperanza es un elemento clave en la historia, y la virtud detrás de una de las escenas más conmovedoras de la trilogía. Al final de la segunda película (Las Dos Torres), cuando Frodo está cerca de colapsar, Sam le dice, “al final, toda esta oscuridad es pasajera… un nuevo día llegará, y cuando el sol brille, brillará más que cualquier otro día”. La gran amistad entre los dos hobbits permite a Sam compartir su esperanza por un mañana mejor con Frodo, quien encuentra la fuerza para seguir adelante.

Esta amistad, en el corazón mismo de la trilogía, es el epítome de la semilla de la virtud de la caridad o, como a menudo se traduce, “amor”. La doctrina cristiana afirma que la caridad es principalmente, pero no exclusivamente, dirigida hacia Dios: Santo Tomás expresa la opinión de muchos cuando explica que el amor al prójimo está íntimamente unida al amor a Dios, y subraya la naturaleza de la caridad, que debe ser expresada en actos de amor no solamente hacia otros, sino por su bien, incluyendo, pero sin que se limite, a dar dinero a las personas necesitadas. En las películas, Sam ofrece un retrato conmovedor de cómo los cristianos deben dedicarse a los demás, mostrando amor genuino y también entrega desinteresada, lo que implica acompañar a Frodo hasta Mordor, y al final hasta cargarlo por la ladera del Monte del Destino.

VER+:


“Si no creemos en un Dios personal, 
la pregunta ‘¿cuál es el sentido de la vida?’ 
es informulable e incontestable”, 
escribió Tolkien en 1969. 
(Publicado el 2 de mayo de 2007)

Tolkien y la oscuridad de este mundo

Es notable como varios autores del último siglo fueron capaces de prever e incluso de experimentar en sí mismos la angustia de las nubes oscuras que veían acercarse silenciosamente. Entre nosotros, Leonardo Castellani, por ejemplo, y de otras latitudes, T.S. Elliot, C.S. Lewis o J.R.R. Tolkien.
Justamente, este último le hace cantar lo siguiente a Sam en la torre de Cirith Ungol:
Aquí yazgo, al término de mi viaje,
hundido en una oscuridad profunda:
más allá de todas las torres altas y poderosas,
más allá de todas las montañas escarpadas,
por encima de todas las sombras cabalga el Sol
y eternamente moran las Estrellas.
No diré que el Día ha terminado,
ni he de decir adiós a las Estrellas.

Tolkien creía que la historia humana, arraigada en un mundo caído, estaba destinada a ser poco más que una sucesión de derrotas y decepciones, y que incluso las victorias tenían sombras de una pérdida irreparable. Pero la historia es temporal, está tan encerrada en el tiempo como arraigada en la Caída, y en sí misma no es más que una sombra de la eternidad. Más allá de las derrotas de nuestra historia existe siempre la esperanza de la alegría eterna. «Soy, en efecto, cristiano, y apostólico romano por lo demás —escribió en 1956, poco después de la publicación de El Señor de los Anillos—, de modo que no espero que la “historia” sea otra cosa que una “larga derrota”, aunque contenga (y en una leyenda puede contener más clara y conmovedoramente) algunas muestras o atisbos de victoria final.»

Y a medida que el tiempo pasaba, esta sensación era ya casi certeza. En carta a su amiga Amy Ronald, fechada el 16 de noviembre de 1969, decía:

¡Qué mundo espantoso, oscurecido por el miedo, cargado por el dolor, es el mundo en que vivimos! Especialmente para aquellos que soportan además la carga de la edad, cuyos amigos y todos los que les preocupan en especial padecen de lo mismo. Chesterton dijo que es nuestro deber mantener flameando la Bandera de Este Mundo: pero hoy exige eso un patriotismo más vigoroso y sublime que entonces. Gandalf agregó que no nos corresponde a nosotros elegir la época en que nacemos, sino hacer lo que esté de nuestra parte para componerla; pero el espíritu de la maldad en los sitios encumbrados es ahora tan poderoso y sus encarnaciones tienen tantas cabezas, que no parece haber nada más que hacer que negarnos personalmente a venerar cualquiera de las cabezas de la hidra...

Y sin embargo, a pasar de la oscuridad y de la angustia, siempre hay un motivo para alentar “la esperanza a la que hemos sido llamados” (Ef. 1,18). En carta a uno de sus hijos escribía:
Nacimos en una era oscura fuera del momento debido (para nosotros). Pero hay este consuelo: de otro modo no sabríamos lo que amamos o no lo amaríamos tanto. Imagino que el pez fuera del agua es el único que tiene vocación acuática.
De modo que en el Milagro Primordial (la Resurrección) y también en los milagros cristianos menores, aunque en menor escala, no sólo se tiene el súbito atisbo de la verdad tras la aparente Ananke de nuestro mundo, sino un atisbo de que es realmente un rayo de luz a través de las grietas mismas del universo que nos rodea.

El Señor de los Anillos y las Profecías del Apocalipsis - Parte 1 La Comunidad del Anillo

El señor de los anillos: aprender de Gandalf, Aragorn y Frodo (Gonzalo Rodríguez García)

El libro de J.R.R Tolkien "El Señor de los Anillos" es una novela basada en la batalla que describe en el libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento en la Biblia, la guerra final entre el bien el mal. En este primer video analizo la primera parte de esta trilogía: La comunidad del anillo. Mitología, profecías y religión en una de las obras más fascinantes de la literatura universal.


El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo - El inicio


VER+:

Tolkien: la industria y la máquina, 
corrupción del ser humano

Tolkien fue un acérrimo crítico de la industria deshumanizadora, de la máquina que corrompe y destruye. Un crítico del maquinismo contra la naturaleza.

La posición de Tolkien y cómo debe abordarse

Las posturas políticas, y las derivadas de la economía política, no eran foráneas o extrañas a Tolkien pero su obra es harina de otro costal. De aquí se desprende el que su obra fuese una alegoría a la vida y a la muerte, así como en el querer prolongar la vida o adquirir la inmortalidad. Véase, por ejemplo, que esta es la postura esgrimida en la carta 153 a Peter Hastings. (Carpenter, 1993, p. 192)
Volvería a ratificarlo en una carta a Herbert Schiro, que ya no es un borrador como la anterior, sosteniendo que no hay simbolismo alguno o alegoría consciente en su obra para luego mencionar que su obra no se trata, esencialmente, de dominio y poder sino que trata de la muerte y el deseo de la inmortalidad.

En la carta 52 dirigida a su hijo Christopher, cuando este estaba en la Real Fuerza Aérea en 1942, dice identificarse filosóficamente con el anarquismo pero no con lo que se entiende, o se cree que es —hombres barbados armados con bombas— y que arrestaría, desde su opinión, a cualquiera que empleara la palabra Estado. (Carpenter, 1993, p. 103)
Pero justamente su obra, aunque él no lo haya visto así, sirve para ahondar en su psique y en su propio ideario, del cual podemos extraer una suerte de monarquía inconstitucional (o así lo definía), el anarquismo, la doctrina teológica y sus críticas al incipiente industrialismo.
En palabras de C.S Lewis sobre El Señor de los Anillos: «No se inventaron estos hechos para que reflejaran ninguna situación particular del mundo real. Fue al revés: los acontecimientos reales empezaron a conformarse, de manera horrible, al modelo que él había inventado libremente». (Carpenter, 1990)

Antecedentes e influencias a la crítica tolkieniana

La Inglaterra de la segunda fase de la Revolución Industrial políticamente tenía un clima álgido, en el sentido de que había una gran amalgama de movimientos obreros y movimientos políticamente indefinidos.
Y aunque hubo movimientos definidos, en ese sentido, también hubo sus vanguardias artísticas y literarias indefinidas pero con posiciones contrarias el avance tecnológico. Fue la reacción del arte contra la industria, ignorando el papel de la tecnología como mecanismo de cambio social.

Las vanguardias artísticas contra lo inevitable

Siempre que la técnica y la tecnología cambien, nacerán nuevos puestos de trabajo y funciones en la división social del trabajo acabando con las anteriores.
El escritor John Ruskin en Las Piedras de Venecia (1879) sugiere que Venecia se vuelve decadente, inmoral, orgullosa e inmunda gracias a los cambios modernos.
Tanto como en Siete lámparas de la arquitec­tura (1849) donde Ruskin llama a la adopción del gótico —un gótico protestante y secular, frente al propuesto por Pugin— y a revivirlo.
John Keats, como Ruskin, sería crítico de la manufactura llamando a la primacía de lo artesanal. No hay tecnología que reemplace al arte, dice.
La Hermandad Prerrafaelita sería esta respuesta al arte imperante en Inglaterra y sería la respuesta a una nueva sociedad emergente, por tanto una reacción. Los prerrafaelitas practicaban la mímesis y, en general, parecían tener apego por reproducir el arte medieval.
También podríamos encontrar a autores como Charles Dickens o T.S Eliot que eran obvios críticos al advenimiento de la sociedad industrial.

La crítica en adelante

William Morris, quien estaría también emparentado a muchos de los anteriores, políticamente se alinearía con los socialistas y buscaría la unidad del movimiento. Morris veía vejatorio el reemplazo del genio, y del arte, por la manufactura y los brazos mecánicos como Keats y denunciaría las duras condiciones en las workhouses.
Dostoievski, que a pesar de todo era todavía más reaccionario y tradicionalista, tenía duras críticas, a las que dudamos que Tolkien hubiera accedido pero que incluimos, contra la corrosión de las tradiciones católicas / ortodoxas, el liberalismo, el socialismo y la modernización industrial de su amada Rusia. Notables ejemplos son Los hermanos Karamázov (1880), Los demonios (1872), entre otros.

La maquinaria, la industria y el mal según Tolkien

Carpenter sostenía (1990) que la novela El Señor de Los Anillos resultaba atractiva para los estudiantes norteamericanos porque su crítica a la sociedad industrial y la protección de la naturaleza coincidía con la aparición del movimiento ecologista. (p. 139)
Otros autores basándose en pasajes de El Señor de los Anillos manifiestan que existen dicotomías entre la naturaleza y la industria en el legendarium, que la Comarca y Mordor son naturaleza como industria y que Gollum-Sméagol es el ejemplo de un ser torturado por la industria; un ser entre ambos polos. (Baratta, 2012, p. 33)
Creemos, pues, que es una lectura interesante pero en todo caso maniquea y no del todo consistente. No toda la manufactura, industria y tecnología ha de ser contraria a la naturaleza; es el extremo fabricar un antagonismo cuando, a pesar de todo, la primera puede recuperar a la segunda.

La tecnología y su finalidad

Dice Tolkien en su borrador a Hastings que la rama particular de los Altos Elfos implicados, los Noldor o los Amos de la Ciencia, estaban siempre del lado de la ciencia y la tecnología. Por ello querían adquirir el conocimiento que Sauron tenía y le era genuino. Una alegoría, dice, a las maquinarias y los recursos técnicos.
Pero, seguía en relación a los elfos, que no debería considerárseles más malvados o necios que los católicos empeñados en ciertas clases de investigación física —y mencionaba a los que producen gases venenosos y explosivos como ejemplo— que no es de por sí mala pero que al deberse a unos fines determinados, estos proyectos estarán destinados a unos fines casi siempre malos pero que todo debe de alejarse de juzgar a esos seres. (Carpenter, 1993, p. 192)
Según Carpenter (1993) vemos que escribía a su hijo, quejándose de una transitada Oxford, que el cielo estaba lleno tanto de estrépito como alboroto y que deseaba que la máquina de combustión infernal no hubiera sido inventada o que se le hubiera dado un destino, si lo tiene, racional. Dice que la humanidad, y los ingenieros, son por lo general faltos de ingenio y maliciosos. (p. 123)

Constructos de guerra

En una crítica al imperialismo anglosajón en el Lejano Oriente, del cual solo Tolkien oía atrocidades, lamentaba que su hijo fuese parte de la Real Fuerza Aérea. No le culpaba, sino que culpaba al avión de guerra como el verdadero villano. (Carpenter, 1993, p. 186)
Y es quizás el avión de guerra el enemigo, en una especie de crítica a la técnica y a la tecnología, como lo es el tanque de guerra o la terrible cohetería nazi. Pero no por el hecho de ser instrumentos de guerra, porque siempre ha habido desde que el hombre está en civilización, sino por el hecho de acrecentar y mejorar la efectividad de la guerra; las guerras de exterminio tan características de esta era.

Magia y tecnología en la obra en Tolkien

Declaraba Tolkien en su correspondencia que las maquinarias que ahorran el trabajo solo crean un incesante trabajo todavía peor. Dice que «además de esta fundamental incapacidad de una criatura, se suma la Caída, que no sólo hace que sus invenciones fracasen, sino además que se conviertan en un nuevo y horrible mal. De ese modo inevitablemente vamos de Dédalo e Ícaro al Gigante Bomber». (Carpenter, 1993, pp. 141-142)
Pero relatando las aplicaciones de la magia, y las formas en que se utilizan en la Tierra Media, comenta que el Enemigo, refiriéndose quizás a Melkor o a Sauron, prefiere la maquinaria con efectos destructivos y malignos porque los magos suelen interesarse por la utilización de la magia para fines personales, así lo hacen.
De tal manera que sostiene que la magia, fuera de otras consideraciones filosóficas sobre su funcionamiento (sic), tiene el fin de lograr la inmediatez, la velocidad, la reducción del trabajo y la «reducción al mínimo del hueco entre la idea o el deseo y el resultado o efecto».
Continúa, y dice, que puede no ser fácil el acceso a la magia pero que, sin embargo, se puede con la misma velocidad derribar montañas, bosques y levantar pirámides con la suficiente mano de obra esclavizada y la suficiente maquinaria. (Carpenter, 1993, pp. 305-306)
Cabría, entonces, a hablar de una magia instrumental; de una magia tecnológica, de una magia que no requiere de destrezas que van más allá del simple entendimiento.

Sauron y la Tierra Media

Si nos apegamos a la lectura de Sauron como una alegoría a la industria, evidentemente Mordor, y todo lo que yace bajo su sombra, parece ser pérfido, corrupto y oscuro. La dictadura de la ceniza, la sombra eterna y la destrucción de lo vivo.
En esta visión de la industria podemos encontrar que, por ejemplo, Mordor es una vasta extensión destruida por la corrupción de Sauron y que Isengard, el feudo de Saruman, ha caído bajo la corrupción de Sauron. Isengard es, por tanto, la punta de lanza para corromper al resto de la Tierra Media con sus factorías.
Pero objetivamente hablando es una visión parcialmente contraria al propio progreso tecnológico e industrial pero es imposible negar que Isengard ha roto con la armonía natural que había en Fangorn y que ha mutilado a los árboles dormidos para lograr darle poder a sus factorías en una tala indiscriminada. El Mal no triunfa, ni Sauron logra tener forma física, pero las factorías comienzan a verse en otros lugares de la Tierra Media a pesar de los intentos por combatirlo.

El papel de los orcos

Anteriormente desentrañamos lo que había detrás del orco, y sus significaciones en el legendarium, pero cabe a destacar su presencia en razón de la crítica a la máquina. El orco, en primer lugar, es producto de la corrupción y es un servidor del Poder Oscuro, así como de Sauron, ninguno de estos puede ni quiere crear seres vivos. (Carpenter, 1993, p. 272)
El orco es natural en su origen, es un ser vivo. Pero es corrompido, su naturaleza es trastocada y alterada por un enemigo que adora a las máquinas. Decía nuestro hobbit Frodo que la Sombra que los engendró solo podía remedar, no crear; no seres verdaderos, con vida propia. Creía que los orcos habían sido malogrados y pervertidos.
Desde esta perspectiva, el orco no puede ser percibido como una obra biotecnológica, como un producto destinado a mejorar las condiciones de vida sino como la producción, o más concretamente replicación, de algo que ya era bello y ahora es horripilante.
Tomando en cuenta que su propósito es servir, el orco fácilmente podría ser una oscura máquina, un constructo, un autómata pero esto, por otro lado, sería quitarle toda conciencia al orco porque, evidentemente, la tiene aunque sea un esclavo. Pero ni siquiera podía ser un antropomorfo porque lejos de imitar al hombre, es ridiculizar al hombre. Es una mofa viva.

El industrialismo y los orcos

¿Y si concibiéramos al orco como un producto todavía más depredador de la industria? Es decir, el orco como un esclavo de la máquina o parte de la máquina o incluso quien termina degradándose a la situación de una máquina.
Según Marx & Roces (1982) el obrero pasa a depender cada vez más escuetamente de su trabajo y, concretamente, de un determinado tipo de trabajo, unilateral y mecánico en el que se ve degradado espiritual y corporalmente al papel de una máquina. (pp. 562-563)
El joven Marx en su lúcido análisis en los Manuscritos, guiándose por el trabajo de Eugène Buret, llegaría a la conclusión de que la industria, hasta el momento, se encontraba en una situación de «estado de guerra de conquista».
Entiéndase esta guerra como una guerra industrial, una que para librarse con éxito reclama numerosos ejércitos para concentrar y diezmar con abundancia. No son soldados leales, o que tengan deberes derivados de la ciudadanía, sino que lo hacen por sustraerse de la dura necesidad del hombre. Y que no se les reconoce como hombres sino que son meros instrumentos de producción. (Marx & Roces, 1982, p. 570)

La categoría alienación vista desde Marx

Pero entonces nos encontraríamos el trabajo alienado, lo que según Marx & Roces (1982) supone arrebatar al hombre el objeto de su producción también le arrebata su vida genérica —su objetividad genérica real— y convierte su superioridad sobre el animal en la inferioridad de ver que se le sustrae su cuerpo inorgánico.
El trabajo enajenado degrada, convirtiendo la actividad libre en un simple medio y la vida genérica del hombre en instrumento para su existencia física.
La vida genérica, mediante la enajenación, pasa a convertirse en un medio. El ser genérico del hombre, como su naturaleza y su capacidad espiritual genérica, se vuelve un ser ajeno al hombre y en un medio para su existencia individual. El hombre es, por tanto, enajenado de su propio cuerpo. (p. 601)

La bioética en J.R.R Tolkien

Resta decir que Tolkien era un convencido conservacionista de la naturaleza, en todo su punto y que sus críticas a la máquina eran constantes, o más concretamente al maquinismo vejatorio, deshumanizante y destructivo. Mordor sobre el mundo real, ¿pero acaso Sauron pudo manufacturar la bomba atómica?
El grosero urbanismo británico, con sus últimos vestigios de arte victoriano, era una combinación entre lo viejo y lo industrial. Manchester, en tal caso, era una ciudad-fábrica para el siglo XIX con alta mortalidad y muy poca higiene. Ese urbanismo, digamos, era atacado por Tolkien.
(…) Si un ragnarök incendiara todas las chabolas y las fábricas de gas, los desgastados garajes y los suburbios de iluminación voltaica, por mi podría incendiar todas las obras de arte… y yo volvería a los árboles. (Carpenter, 1993, pp. 155-156)
Para él, refiriéndose a lo que era Mordor sobre el resto de la creación de Ilúvatar, una decadencia oscura se cernía sobre lo bello, lo genuino, lo natural. Pero no hablaríamos de tópicos vulgarmente estéticos, sino de una formidable crítica a la factorización de la propia vida, de la base geográfica. La máquina que no para.

Los árboles y la naturaleza

Tolkien concebía a la naturaleza como lo hermoso, y dentro de ella, a los árboles. Un recorrido por el legendarium tolkeniano dará a cualquier entendido, y no entendido, alegorías de todo tipo relacionadas a los árboles. Incontables bosques, Tom Bombadil como un ánima, los Ents como un símbolo de conciencia arbórea y natural así como Ungoliant alimentándose de los Dos árboles de Valmar o el propio árbol blanquecino de Minas Tirith.
Estoy enamorado (evidentemente) de las plantas y sobre todo de los árboles, y siempre lo he estado; y su maltrato por parte de los hombres siempre me ha resultado tan difícil de soportar como a otros el maltrato de los animales. (Carpenter, 1993, p. 642)
Lejos de relegarlo a los puntos de vista más personales de Tolkien, y a sus gustos, definitivamente el papel de los bosques y los árboles es fundamental en el legendarium. Son la vida pero también pueden dejar de serlo, pues pueden ser corrompidos. Y sin embargo, pueden renacer; pueden volver a florecer.
En ese sentido, también podríamos volver a extrapolarlo a la vida y a la muerte; el Nigromante, o quienes son como él, juegan a corromper y a alterar, pero no crear, cuales titiriteros. Corrompen, destruyen. Trastocan la vida y la destruyen porque no pueden crear. Deben destruir la vida, y la naturaleza es por tanto un objetivo; las fuerzas oscuras desprecian toda creación de Ilúvatar, le celan porque la creación solo le compete, valga la redundancia, al Creador.

La naturaleza es consciente en la obra de Tolkien

La naturaleza es consciente y un ejemplo de ello es el Bosque de los Ents. Bárbol es hostil con los hombres, y en particular con los hombres corruptos, por las transgresiones y vejaciones sufridas.
Los árboles son, aún cuando han visto el desarrollo de la Tierra Media, los más vulnerados e incluso en una contienda entre los hombres y el Enemigo, deciden mantenerse al margen hasta que son finalmente persuadidos y cobran su venganza contra Isengard.

En todas mis obras asumo la parte de los árboles en contra de todos sus enemigos. Lothlórien era hermosa porque allí se amaban los árboles; en otros pasajes los árboles se representan despertando a la conciencia de sí. El Bosque Viejo fue hostil a las criaturas dotadas de dos piernas por el recuerdo de las muchas injurias sufridas (…) Era viejo y hermoso, aunque en la época en que se desarrolla la historia está tenso de hostilidad por la amenaza del enemigo amante de las máquinas. El Bosque Negro había caído bajo el dominio de un Poder que odiaba a todas las criaturas vivientes, pero su belleza quedó restaurada y se convirtió en el Gran Bosque Verde antes del final de la historia (…) Dondequiera que los árboles crezcan todavía, el salvaje sonido de la sierra eléctrica nunca guarda silencio. (Carpenter, 1993, p. 642)

La destrucción de Isengard, y de la gran presa que desemboca en una masiva inundación sobre las factorías, es un hecho bello para Tolkien. Es emblemático, al menos entendiéndolo como un acto reivindicatorio de la naturaleza contra sus verdugos.
La Comarca también parece rebelarse, tras el coup dirigido por Saruman para instaurar una tiranía, y remendar la industrialización forzada que intentó Saruman sobre la Comarca; que ya no era la introducción de máquinas como lo había hecho Lotho, sino que fue el ingreso de una gran maquinaria y la deforestación de la mayoría de los bosques a manos de Arenas y Zarquino.
Un gran impacto ambiental sobre la Comarca, hasta que con la derrota de Sauron se puede dar por terminado el Saneamiento de la Comarca y comienzan a replantarse árboles así como a recuperar los espacios verdes.
Pero ya sea en alegorías donde los propios árboles actúan contra sus enemigos, o en la conciencia representada por los hobbits, la naturaleza termina por mostrar un mensaje e imponerse, si se puede decir así.

Nuestras conclusiones

Políticamente el pensamiento de Tolkien era heterogéneo, en ocasiones indescifrable y con todo tipo de contradicciones. Mientras que era un furibundo antisocialista, aún apegado a la encíclica Rerum novarum o al Quadragesimo Anno, creía en la justicia social y más concretamente, en la justicia ambiental; en la conciencia social, ambiental.
Tradicionalista, devoto católico y filosóficamente anarquista, era un hombre consciente en cuyos escritos ahondaba en tópicos filosóficos tan interesantes y que aún atado a ese Reino Unido donde vivía, era crítico respecto a la sociedad británica. Un amante de la naturaleza, de lo no replicable por la mano industrial. Un amante de lo irrecuperable, de lo que él creía un producto de Dios.

En sus obras se nota la influencia de la teología cristiana, la dicotomía entre la vida y la muerte así como una fuerte crítica a la avasallante industria, esa fuerza que en muchos casos, como él mismo lo dijo, iba en contra de los propios hombres y terminaba en fines destructivos.
Y aunque su crítica era diametralmente opuesta a críticas como la marxista, reconocía que la máquina al facilitar las funciones, y los tiempos de trabajo, no hacía realmente libre a su operador. Sin duda alguna, vale la pena recuperar su pensamiento extrayendo lo que nos puede dejar; valorar la naturaleza y entender, responsablemente, las implicaciones del industrialismo.

Bibliografía:
Baratta, C. (2012). Environmentalism in the realm of science fiction and fantasy literature. Newcastle: Cambridge Scholars.
Carpenter, H. (1993). Las cartas de J.R.R. Tolkien. Barcelona: Minotauro.
Carpenter, H. (1990). J.R.R. Tolkien, una biografía. Barcelona: Minotauro.
Marx, K., & Roces, W (trad.). (1982). Escritos de juventud. México: Fondo de Cultura Económica, S.A de C.V.
Nicolay, T. (2014). Tolkien and the Modernists: Literary Responses to the Dark New Days of the 20th Century. Jefferson: McFarland.
Niiler, L. (1999). Green Reading: Tolkien, Leopold and the Land Ethic. Journal of the Fantastic in the Arts, 10(3 (39)), 276-285. Retrieved April 11, 2020
Tolkien, C. (2002). La Guerra de las Joyas. Barcelona: Minotauro.

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