“El Camino de la Madre Dolorosa”
“María nos acompaña a Seguir a Jesús”
Así como en el plan salvífico de Dios (cfr. Lc 2,34-35) están asociados Cristo crucificado y la Virgen dolorosa, también los están en la Liturgia y en la piedad popular. Como Cristo es el "hombre de dolores" (Is 53,3), por medio del cual se ha complacido Dios en "reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz" (Col 1,20), así María es la "mujer del dolor", que Dios ha querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión.
Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada. Sin embargo, la piedad del pueblo cristiano ha señalado siete episodios principales en la vida dolorosa de la Madre y los ha considerado como los "siete dolores" de Santa María Virgen.
Así, según el modelo del Vía Crucis, ha nacido el ejercicio de piedad del Vía Matris aprobado también por la Sede Apostólica. Desde el siglo XVI hay ya formas incipientes del Vía Matris, pero en su forma actual no es anterior al siglo XIX. La intuición fundamental es considerar toda la vida de la Virgen, desde el anuncio profético de Simeón (cfr. Lc 2,34-35) hasta la muerte y sepultura del Hijo, como un camino de fe y de dolor: camino articulado en siete "estaciones", que corresponden a los "siete dolores" de la Madre del Señor.
El ejercicio de piedad del Vía Matris se armoniza bien con algunos temas propios del itinerario cuaresmal: Como el dolor de la Virgen tiene su causa en el rechazo que Cristo ha sufrido por parte de los hombres, el Vía Matris remite constante y necesariamente al misterio de Cristo, siervo sufriente del Señor, rechazado por su propio pueblo. Y remite también al misterio de la Iglesia: las estaciones del Vía Matris son etapas del camino de fe y dolor en el que la Virgen ha precedido a la Iglesia y que ésta deberá recorrer hasta el final de los tiempos. El Vía Matris tiene como máxima expresión la "Piedad", tema inagotable del arte cristiano desde la Edad Media. (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos).
El fundamento teológico del Vía Matris, así como el resto de todos los ejercicios de piedad mariana, es la indisoluble unión de María con Cristo en la realización del proyecto salvífico de Dios, el cual tiene en la encarnación del Verbo y en la muerte y resurrección de Cristo, sus más altas expresiones.
El ejercicio mariano del Vía Matris tiene también una clara orientación cristológica, pues "en la Virgen María todo está en relación a Cristo y todo depende de él", hasta los "dolores" se refieren al "misterio de la pasión" de su Hijo, que caracterizó los años de infancia, de la vida pública y se cumplió en la hora de la cruz: por ella son determinados, a la luz de ella adquieren un significado, unidos a ella tiene una eficacia salvadora para la vida de la Iglesia y de los fieles en forma individual.
Este ejercicio se recomienda, muy especialmente, para el Sábado Santo, ya sea en un momento de oración junto al Sepulcro, ojalá como complemento a las Laudes o al Oficio de Lectura, o en la Procesión de la Dolorosa que se acostumbra realizar en muchas parroquias.
Aquí se propone para su realización: un texto bíblico –que debe hacerse-, y una reflexión desde el Catecismo de la Iglesia o una Meditación de algún otro documento del Magisterio de la Iglesia –se sugiere en cada estación escoger uno de los dos, para no alargar este ejercicio de piedad-. Esperamos que este momento de oración nos ayude a una experiencia de mayor seguimiento del Señor, acompañados de María.
NUESTRA SEÑORA
A SANTA BRÍGIDA
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."
EL CAMINO DE MARÍA:
CAMINO DE FE Y DOLOR
En el nombre del Padre…
V. Señor, te adoramos y te bendecimos.
R. Porque en la obra de la salvación asociaste a la Virgen Madre.
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
PRESIDENTE: Queridos hermanos, nos hemos reunido para recorrer las etapas del Camino de dolor, que la Virgen Santa recorrió en íntima unión con su Hijo. Por disposición de la Divina Providencia, la Virgen fue la Madre del Redentor, su fiel Compañera en todos sus caminos: desde los caminos dolorosos de la infancia en Belén, Nazaret y Egipto, hasta la subida al Monte Calvario. La Iglesia ve a María como la imagen perfecta del discípulo de Cristo: porque Ella, olvidándose de Sí misma, vivió en el servicio a Dios y a los hombres, acogió con fe la palabra y subió hasta la Cruz, verdadero Árbol de la vida. La intercesión de la Virgen nos ayude a vivir en nosotros el misterio de Cristo Crucificado, conscientes de que si sufrimos con Cristo, con Él seremos glorificados.
ORACIÓN INTRODUCTORIA:
Dios Padre Misericordioso,
Tú que quisiste que la vida de la Virgen Santísima
estuviera marcada por el misterio del dolor,
haz que caminemos con Ella
por el camino de la fe y unamos nuestros sufrimientos
a la Pasión de Cristo para que se transformen
en motivo de gracia e instrumento de salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PRIMERA ESTACIÓN:
MARÍA ACOGE EN LA FE LA PROFECÍA DEL SANTO ANCIANO SIMEÓN
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS:
Cuando –según la ley de Moisés- se cumplieron los días de la purificación, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso; esperaba la redención de Israel; y el Espíritu Santo estaba en él. Simeón los bendijo y dijo a María, su Madre: “Mira, este Niño está puesto para ruina y salvación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones; ¡y a Ti misma una espada te atravesará el alma!”. (Lc 2, 22. 25. 34-35)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA:
La Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "Luz de las naciones" y "Gloria de Israel", pero también "Señal de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos". (Catecismo de la Iglesia Católica, 529)
MEDITACIÓN: "...Pero ya los dos últimos misterios de gozo, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama. En efecto, la Presentación en el Templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía de Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será «Señal de contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35)." (Rosarium Virginis Mariae, 20)
Dios te salve, María,...
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que fuiste tan atormentada en tu alma te suplico me des lágrimas de verdadera contrición, para que sea meritoria la compasión que siento por tus dolores.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
SEGUNDA ESTACIÓN:
MARÍA HUYE A EGIPTO CON JESÚS Y JOSÉ
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo”. Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su Madre y se retiró a Egipto; y allí estuvo hasta la muerte de Herodes. (Mt 2, 13-15)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA:
La Huida a Egipto y la matanza de los inocentes (cf. Mt 2, 13-18) manifiestan la oposición de las tinieblas a la Luz: "Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (Jn 1, 11). Toda la vida de Cristo estará bajo el signo de la persecución. Los suyos la comparten con Él (cf. Jn 15, 20). Su vuelta de Egipto (cf. Mt 2, 15) recuerda el Éxodo (cf. Os 11, 1) y presenta a Jesús como el Liberador definitivo. (Catecismo de la Iglesia Católica, 530)
MEDITACIÓN: "Después de la Presentación en el Templo, San Lucas hace notar: «Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él» (Lc 2, 39-40). Pero, según el texto de San Mateo, antes de este regreso a Galilea, hay que situar un acontecimiento muy importante, para el que la Providencia Divina recurre nuevamente a San José. Leemos: «Después que ellos (los Magos) se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar el Niño para matarle"» (Mt 2, 13). Con ocasión de la venida de los Magos de Oriente, Herodes supo del nacimiento del «rey de los judíos» (Mt 2, 2). Y cuando partieron los Magos «él envió a matar a todos los niños de Belén y de toda la comarca, de dos años para abajo» (Mt 2, 16). De este modo, matando a todos, quería matar a aquel recién nacido «rey de los judíos», de quien había tenido conocimiento durante la visita de los magos a su corte. Entonces José, habiendo sido advertido en sueños, «tomó al Niño y a su Madre y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: "De Egipto llamé a mi Hijo"» (Mt 2, 14-15; cf. Os 11, 1). De este modo, el camino de regreso de Jesús desde Belén a Nazaret pasó a través de Egipto. Así como Israel había tomado la vía del éxodo «en condición de esclavitud» para iniciar la Antigua Alianza, José, depositario y cooperador del misterio providencial de Dios, custodia también en el exilio a Aquél que realiza la Nueva Alianza." (Redemptoris Custos, 14)
Dios te salve, María…
Oh, Madre afligida. Por el dolor que sentiste al huir con tu Hijo a Egipto, te suplico me des la gracia para huir siempre de las ocasiones de pecar. V. Madre Dolorosa. R. Ruega por nosotros.
TERCERA ESTACIÓN:
MARÍA Y JOSÉ BUSCAN A JESÚS PERDIDO EN JERUSALÉN
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la celebración de la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, fueron todos, como de costumbre, a la fiesta; al volverse ellos, el Niño Jesús se quedó en la ciudad, sin saberlo sus padres. Creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y lo buscaban entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. Al cabo de tres días, lo hallaron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles. Y su Madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”. Él les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lc. 2, 41-46. 48-49)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: El hallazgo de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 41-52) es el único suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús. Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de su filiación divina: "¿No sabíais que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" María y José "no comprendieron" esta palabra, pero la acogieron en la fe, y María "conservaba cuidadosamente todas las cosas en su Corazón", a lo largo de todos los años en que Jesús permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria. (Catecismo de la Iglesia Católica, 534)
MEDITACIÓN: Los Evangelios compendian en pocas palabras el largo período de la «vida oculta», durante el cual Jesús se preparaba a su misión mesiánica. Un solo episodio se sustrae a este «ocultamiento», que es descrito en el Evangelio de Lucas: la Pascua de Jerusalén, cuando Jesús tenía doce años. Jesús participó en esta fiesta como joven peregrino junto con María y José. Y he aquí que «pasados los días, el Niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres» (Lc 2, 43). Pasado un día se dieron cuenta e iniciaron la búsqueda entre los parientes y conocidos: «Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles. Todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 46-47). María le pregunta: «Hijo ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc 2, 48). La respuesta de Jesús fue tal que «ellos no comprendieron». Él les había dicho: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2, 49-50) (Redemptoris Custos, 15)
Dios te salve, María...
Oh, Madre afligida. Por el dolor que tuviste al perder a tu Hijo, te suplico me alcances la gracia para que lo busque hasta hallarlo en el templo de mi alma.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
CUARTA ESTACIÓN:
MARÍA SE ENCUENTRA CON SU HIJO EN EL CAMINO AL CALVARIO
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Cuando llevaban a Jesús para crucificarlo, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la Cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por Mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” (Lc 23, 26-28)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: Por su total adhesión a la Voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" de la Iglesia (LG 63). (Catecismo de la Iglesia Católica, 967). Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. “Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia" (LG 61) (Catecismo de la Iglesia Católica, 968).
"Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su Asunción al Cielo, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62). (Catecismo de la Iglesia Católica, 969)
MEDITACIÓN: "...En el camino doloroso y en el Gólgota está la Madre, la primera Mártir. Y nosotros, con el Corazón de la Madre, a la cual Cristo desde la Cruz entregó en testamento a cada uno de los discípulos y a cada uno de los hombres, contemplamos conmovidos sus padecimientos, aprendiendo de Él la obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz; aprendiendo de Ella a acoger a cada hombre como hermano, para estar con Ella junto a las innumerables cruces en las que el Señor de la gloria todavía está injustamente enclavado, no en su Cuerpo glorioso, sino en los miembros dolientes de su Cuerpo místico...". (Juan Pablo II. Ángelus del 30 de octubre, 1983).
Dios te salve, María…
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que viste a tu Hijo cargado con la cruz, te suplico me des la gracia para seguirlo, llevando con paciencia la cruz de mis trabajos.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
QUINTA ESTACIÓN:
MARÍA ESTÁ JUNTO A LA CRUZ DE SU HIJO
EN EL MOMENTO DE SU CRUCIFIXIÓN Y MUERTE
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, crucificaron a Jesús, también a los dos criminales; uno a su derecha y otro a su izquierda. Estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre, la hermana de su Madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu Madre”. Eran ya las tres de la tarde. Jesús, dando una gran voz, dijo: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Y diciendo esto expiró. (Lc 23, 33; Jn 19, 25-27; Lc 23, 44-46).
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el trono de la "Sabiduría". En Ella comienzan a manifestarse las "Maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia. (Catecismo de la Iglesia Católica, 721) El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la Madre de Aquél en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando Ella lleva en Sí al Hijo Eterno, es la acción de gracias de todo el Pueblo de Dios, y por tanto de la Iglesia, esa acción de gracias que Ella eleva en su cántico al Padre en el Espíritu Santo (cf. Lc 1, 46-55). (Catecismo de la Iglesia Católica, 722)
MEDITACIÓN: "...Con los misterios dolorosos contemplamos en Cristo todos los dolores del hombre: en Él, angustiado, traicionado, abandonado, capturado, aprisionado; en Él, injustamente procesado y sometido a la flagelación; en Él, mal entendido y escarnecido en su Misión; en Él, condenado con la complicidad del poder político; en Él, conducido públicamente al suplicio y expuesto a la muerte más infamante: en Él, Varón de dolores profetizado por Isaías, queda resumido y santificado todo dolor humano. Siervo del Padre, Primogénito entre muchos hermanos, Cabeza de la humanidad, transforma el padecimiento humano en oblación agradable a Dios, en sacrificio que redime. Él es el Cordero que quita el pecado del mundo, el Testigo fiel, que capitula en Sí y hace meritorio todo martirio..." (Juan Pablo II. Ángelus del 30 de octubre, 1983).
Dios te salve, María…
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que viste crucificar a tu Divino Hijo te suplico me des la gracia para que mortificando mis pasiones, viva siempre crucificado con Cristo.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
SEXTA ESTACIÓN:
MARÍA RECIBE EL CUERPO DE JESÚS BAJADO DE LA CRUZ
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: Al caer la tarde, como era la preparación de la Pascua, es decir, la víspera del sábado, llegó José de Arimatea, que era un miembro distinguido del consejo de ancianos y esperaba el Reino de Dios, y tuvo el valor de presentarse a Pilato y le pidió el Cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó que ya hubiera muerto y, llamando al centurión le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el Cuerpo de Jesús a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la Cruz. (Mc 15, 42-46)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte" (LG 57). Se manifiesta particularmente en la Hora de su Pasión. La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz. Allí, por Voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con Corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la Cruz, la dio como Madre al discípulo con estas palabras: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’ (Jn 19, 26-27)" (LG 58). (Catecismo de la Iglesia Católica, 964).
MEDITACIÓN: Han devuelto a las manos de la Madre el Cuerpo sin vida del Hijo. Los Evangelios no hablan de lo que Ella experimentó en aquel instante. Es como si los evangelistas, con el silencio, quisieran respetar su dolor, sus sentimientos y sus recuerdos. O, simplemente, como si no se considerasen capaces de expresarlos. Sólo la devoción multisecular ha conservado la imagen de la "Piedad", grabando de ese modo en la memoria del pueblo cristiano la expresión más dolorosa de aquel inefable vínculo de Amor nacido en el Corazón de la Madre el día de la Anunciación y madurado en la espera del Nacimiento de su Hijo. Ese Amor se reveló en la gruta de Belén, fue sometido a prueba ya durante la Presentación en el templo, se profundizó con los acontecimientos conservados y meditados en su Corazón (cfr. Lc 2, 51). Ahora este íntimo vínculo de Amor debe transformarse en una unión que supera los confines de la vida y de la muerte. Y será así a lo largo de los siglos: los hombres se detienen junto a la estatua de la Piedad de Miguel Ángel, veneran a la Dolorosa en tantos santuarios en todas las partes del mundo. De este modo aprenden el difícil amor que no huye ante el sufrimiento, sino que se abandona confiadamente a la ternura de Dios, para Quien nada es imposible (cf. Lc 1, 37).
Dios te salve, María…
Oh, Madre afligida. Por el dolor que recibiste al tener en tus brazos el cuerpo de tu Hijo al ser bajado de la cruz, te suplico me alcances la gracia de recibirlo dignamente en la Sagrada Comunión.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
SEPTIMA ESTACIÓN:
MARÍA ENTREGA EL CUERPO DE JESÚS AL SEPULCRO
V. Contemplamos tu dolor, Santa María.
R. Para seguirte en el camino de la fe.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: Fue Nicodemo, aquel que anteriormente había ido a ver a Jesús de noche, con una mezcla de unas cien libras de mirra y áloe. José de Arimatea y Nicodemo tomaron el Cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y, en el huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había sido depositado. Allí pues, pusieron el Cuerpo de Jesús. (Jn 19,39-42)
LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: "...En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su Alma y su Cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en el sepulcro (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cf. Hb 4, 4-9) después de realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación de los hombres, que establece en la paz el universo entero (cf. Col 1, 18-20). (Catecismo de la Iglesia Católica, 624)
MEDITACIÓN: "...Fue crucificado, muerto y sepultado...". El Cuerpo sin vida de Cristo fue depositado en el sepulcro. La piedra sepulcral, sin embargo, no es el sello definitivo de su obra. La última palabra no pertenece a la falsedad, al odio y al atropello. La última palabra será pronunciada por el Amor, que es más fuerte que la muerte. (Jn 12, 24)."Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" El sepulcro es la última etapa del morir de Cristo en el curso de su vida terrena; es signo de su sacrificio supremo por nosotros y por nuestra salvación. Muy pronto este sepulcro se convertirá en el primer anuncio de alabanza y exaltación del Hijo de Dios en la gloria del Padre, "Fue crucificado, muerto y sepultado (....) al tercer día resucitó de entre los muertos". Con la colocación del Cuerpo sin vida de Jesús en el sepulcro, a los pies del Gólgota, la Iglesia inicia la vigilia del Sábado Santo. María conserva en lo profundo de su Corazón y medita la Pasión del Hijo; las mujeres se dan cita para la mañana del día siguiente del sábado, para ungir con aromas el Cuerpo de Cristo; los discípulos se reúnen, ocultos en el Cenáculo, hasta que no haya pasado el sábado. Esta vigilia acabará con el encuentro en el sepulcro vacío del Salvador. Entonces el sepulcro, testigo mudo de la Resurrección, hablará. La losa levantada, el interior vacío, las vendas por tierra, será lo que verá Juan, llegado al sepulcro junto con Pedro: "Vio y creyó" (Jn 20, 8). Y, con él, creyó la Iglesia, que desde aquel momento no se cansa de transmitir al mundo esta verdad fundamental de su fe: "Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de todos los que han muerto" (1 Co 15, 20). El sepulcro vacío es signo de la victoria definitiva, de la Verdad sobre la mentira, del Bien sobre el mal, de la Misericordia sobre el pecado, de la Vida sobre la muerte. El sepulcro vacío es signo de la esperanza que "no defrauda" (Rm 5, 5). "Nuestra esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3, 4).
Dios te salve, María…
Oh, Madre afligida. Por el dolor con que dejaste el cuerpo de tu Hijo en el sepulcro, te suplico me des la gracia para aborrecer el pecado y vivir muerto a los gustos del mundo.
V. Madre Dolorosa.
R. Ruega por nosotros.
ORACIONES FINALES: Dios Padre Misericordioso, te rogamos que escuches a tu pueblo que, junto con la Santísima Virgen María, ha recordado la obra de la Redención. Te suplicamos que nos concedas la gracia de vivir unidos a Ella durante esta vida, para llegar también con Ella a la alegría plena de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. María, dulce refugio de los pecadores, cuando mi alma esté para dejar este mundo, Madre mía, por el dolor que sentiste asistiendo a vuestro Hijo que moría en la cruz, asísteme también con tu misericordia. Arroja lejos de mí a los enemigos infernales y ven a recibir mi alma y presentarla al Juez eterno. No me abandones, Reina mía. Tú, después de Jesús, has de ser quien me reconforte en aquel trance. Ruega a tu amado Hijo que me conceda, por su bondad, morir abrazado a sus pies y entregar mi alma dentro de sus santas llagas, diciendo: Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía. (San Alfonso María de Ligorio. Las Glorias de María. Introducción. Oración a la Virgen para alcanzar una buena muerte).
Cántico a los Siete Dolores de la Virgen
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