EL Rincón de Yanka: SERENIDAD

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viernes, 4 de agosto de 2023

POEMA "HOY DESCUBRÍ": EN UN RINCÓN DE MI ALMA, ANOCHE ENCONTRÉ UN TESORO... 💗 por MAYRA CASTRO 💗

"HOY DESCUBRÍ"

💗

MAYRA CASTRO,
LA HABANA , CUBA

En un rincón de mi alma, anoche encontré un tesoro.
Lo había escondido hace años, y ya lo había olvidado, 
hoy haciendo un inventario, en ese desván sombrío,
 donde acumulo recuerdos, felizmente lo he encontrado.

Descubrí que aún guardo sueños, ilusiones y esperanzas, 
que también tengo emociones, que aunque estaban empolvadas,
las sacudí y aún vibraban, porque no habían caducado,
sólo han estado dormidas en un baúl olvidado;

El amor se había ocultado, en un estante muy alto, 
donde no podía alcanzarlo, hasta que al fin logré hacerlo;
a su lado se encontraban el triunfo y el optimismo,
hace mucho que los buscaba y nunca podía hallarlos.

También descubrí al anhelo y al interés por la vida,
estaban acurrucados y casi no pude verlos, 
los llevé a un lugar más claro, les quité las telarañas,
 y hoy relucen nuevamente y así quiero mantenerlos.

Tropecé con la alegría al borde de la escalera, 
se iba como en huida, cuando logré retenerla, 
también encontré aquel libro  donde escribía poemas, 
sus hojas estaban mustias pero he podido leerlas.

Hoy amanecí feliz, 
pues sin querer he encontrado la razón de mi existir, 
que ya se había marchado.

Hoy tengo promesas nuevas, 
bajo este sol de verano, las quiero vivir conmigo,
 porque ahora sé, que aún me amo.

domingo, 7 de abril de 2019

12 RUIDOS QUE IMPIDEN ESTAR EN PAZ Y BIEN ☺🎧

12 ruidos que impiden 
escuchar a Dios

Hacer silencio exterior es más fácil 
que encontrar el silencio interior...

Para hacer una oración provechosa hay que favorecer el silencio. Es una condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios.
Y más que propiciar un silencio exterior hay que propiciar el interior; hay que ELIMINAR TODOS LOS RUIDOS que intervienen negativamente en la oración, ruidos que distraen o, incluso, impiden realizar la oración.

El silencio exterior 
“Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de CERRAR LA PUERTA, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto…” Mt 6, 6
Muy difícilmente escucharemos a Dios si estamos sumergidos en un contexto caótico lleno agitación, de palabrería y de dispersión. Es importante el silencio de la lengua, de los medios de comunicación, de cosas y de personas.
Este silencio es el más fácil, basta con internarse en un bosque, estar en la cima de una montaña, entrar en una capilla solitaria, etc.

El silencio interior 
El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Es importante conocer los ruidos que también podríamos llamar “interiores” para superarlos en la serenidad.
Estos son ruidos tremendos que no nos permiten el encuentro con Dios en la oración, ya sea esta comunitaria (verbal, litúrgica) cuando se reza, como –y con mayor razón- en la personal (oración mental: contemplación, meditación) cuando se ora. Son ruidos silenciosos que, aunque no salgan a flote, anidan en la profundidad de la persona. Son ruidos que, incluso, a la larga nos van enfermando. Recordemos algunos:
1. El ruido del odio: Este sentimiento hace inviable la oración, pues la persona no tiene vida espiritual o vida de Dios pues prescinde del otro. Bien lo dice san Juan: “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino” 1 Jn 3, 15
2. El ruido de la crítica a Dios: Cuando le reprochamos a Dios lo malo que nos pasa o vemos. Este ruido silencioso nos hace callar al ser una actitud de reproche, crea distancias y elimina deseos de diálogo con Dios. Con un sentimiento de disgusto contra Dios se impide entablar un diálogo sereno.
3. El ruido del rencor: El enfado por algo o contra alguien, si no se elimina a tiempo, se puede convertir en rencor. Este ruido es negativo hasta para la salud física y psicológica. Aquí conviene recordar que una condición previa para la oración es tener un corazón reconciliado Mt 5, 24
4. El ruido del orgullo: Este ruido silencioso es exceso de amor propio, un amor hacia los propios méritos por lo que la persona se cree superior a las demás o no necesitada de Dios.
"Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan" 
I Corintios, 13,1
5. El ruido de la envidia: Este ruido silencioso hace que no se alabe a nadie ni se hable bien de alguien. Es un ruido que desconoce los propios talentos negando la acción de Dios en la propia vida, esto crea tensión contra Él.
6. El ruido del miedo: Impide confiar en Dios y en su providencia. Incluso se cree que a Dios no le importamos.
7. El ruido de las preocupaciones: Estas circunstancias absorben la atención. No hay la debida cercanía con Dios, hay incomunicación pues las preocupaciones generan inquietud.
8. El ruido de la debilidad: Es prácticamente el silencio de la impotencia. Se cree que la oración no es posible, o que sea ineficaz. No se sabe qué hacer o decir en la oración y se decide no hacerla.
9. El ruido de la acomodación en el pecado: El recuerdo del propio pecado y/o la complacencia o la instalación en el mismo es un ancla que nos impide elevarnos a Dios, o sintonizarnos con Él.
10.- El ruido de la vanidad: La inclinación a amoldarnos a la mentalidad del mundo y a sus frivolidades acaparan la atención y hacen que la oración sea inviable al no considerarla algo prioritario en la vida.
11.- El ruido del propio pasado personal: Un pasado en el que no se ha tenido experiencia ni de Dios ni de oración. Además el recuerdo de los errores del pasado crea un desasosiego e inquietud interior.
12. El ruido de las fantasías: Una imaginación desbordada que no se controla genera fantasías de todo tipo que impiden escuchar la voz de Dios.
Conviene recordar estos ruidos y detectar otros tantos para luego reconocerlos como un problema, porque sólo de esta manera podemos hacer algo para superarlos y favorecer la oración.


VER+:


sábado, 8 de septiembre de 2018

🙏 TU CEREBRO EN SILENCIO: SALUD Y PAZ

Tu cerebro en silencio



Vivimos rodeados de ondas sonoras cuyos decibeles –actualmente más potentes que nunca en la historia de la humanidad– están causando estragos en la salud. Y es que nuestra psique no estaba acostumbrada a semejante estrés sonoro, sino a la paz que proporciona un cerebro en silencio.
Tanto el ruido como el silencio trastocan el cerebro, pero el primero se ha impuesto al segundo, así que prácticamente hemos olvidado lo que es un cerebro en silencio, pues son pocas las ocasiones en las cuales podemos experimentar un espacio libre de ruido y entablar un contacto con el silencio y sus prodigios –no por nada, hoy en día, el silencio se vende ya como un producto–.
El silencio no sólo proporciona cambios a nivel espiritual, como podríamos imaginarnos a partir de las prácticas de meditación, sino que estar en silencio implica impactos neuronales en el cerebro que se irradian sobre todo el organismo y modifican el funcionamiento entero del cuerpo.
Quizá precisamente por eso el silencio era –y es– tan apreciado en las prácticas budistas, pues aunque no se basan en un conocimiento científico del silencio, lo practican de manera constante. Por eso, en el budismo el silencio es un lenguaje de por sí (el moku), que nos conduce a otros planos de la realidad, libres de irrupciones abruptas, y donde mente y espíritu pueden canalizarse hacia nuevos hallazgos del mundo.

El silencio regenerador

De donde quiera que procedamos, y cualquiera que sea nuestra tradición espiritual o de pensamiento, el silencio es algo vital. Esto ha sido comprobado científicamente, pues desde hace muchas décadas se han estudiado los efectos del silencio en el cerebro y el organismo, y se ha demostrado cuán necesario es proporcionarnos espacios libres de toda perturbación sonora.
Estos son cuatro hallazgos científicos sobre los portentosos prodigios del silencio y cómo se traducen en el cerebro:

El silencio y la neurogénesis

En un experimento, un grupo de investigadores descubrió que los ratones expuestos a 2 horas de silencio diario desarrollaban nuevas células en el hipocampo, la zona del cerebro que involucra a la memoria y al procesamiento de las emociones. Esto no es bueno per se, pero complementariamente se comprobó que estas células se convertían en neuronas, lo cual es excelente, pues generar nuevas neuronas es vital para la salud óptima del cerebro, y es algo que requiere de muchos buenos hábitos para lograrse.

El silencio potencia la sensibilidad y la empatía

Además de poder generar nuevas y necesarias neuronas en el hipocampo, el silencio está asociado a otras áreas del cerebro de alta sensibilidad y donde es generada la empatía –e incluso, los sentimientos de amor–, como el giro supramarginal, que necesita de tranquilidad y silencio para funcionar adecuadamente y promover la empatía, ya que los ambientes de estrés promueven exactamente lo contrario.

El silencio estimula otro tipo de atención

Cuando el cerebro está en silencio también se activan procesos de atención, aunque de un tipo distinto a los que conocemos, que también son necesarios para guardar energía sin dejar de estar presentes. En una investigación publicada en el 2001 se halló que el silencio promovía el descanso de la corteza prefrontal, que entraba en un “modo de fábrica” necesario para ahorrar energía, pero promovía un tipo de atención más pasiva: una habilidad, según pudieron observar los investigadores, que hemos perdido con el pasar del tiempo, pero que podría ser evolutivamente fundamental.

El silencio libera tensión del cuerpo y el cerebro

En el 2006, el físico Luciano Bernardi llegó por accidente a un resultado insospechado cuando estudiaba los efectos de la música en el cerebro. Bernardi realizó una prueba en la que le puso seis canciones distintas a un grupo de personas, quienes experimentaron cambios fisiológicos en la presión arterial y en la circulación en el cerebro. Pero lo sorprendente para Bernardi y sus colegas fue encontrar que las pausas de 2 minutos de silencio tenían efectos relajantes sobre los participantes, lo que podría deberse a que estar en silencio hace que descansen las neuronas de la corteza auditiva y, con ello, las zonas del cerebro relacionadas a la atención.
Como puede verse, el silencio es algo que necesitamos: un remedio natural contra los embates modernos del ruido –palabra cuya raíz en latin significa “dolor”– y que podemos conseguir con un poco de creatividad. ¿Ya pensaste cómo y dónde conseguir tu dosis de silencio?

¿Por qué necesitamos, hoy más que nunca, del silencio?

Jamás una época había sido tan ruidosa como la nuestra. Debemos encontrar silencio pero, ¿a costa de qué? ¿y cómo?
Un espacio en silencio puede ser visto hoy como una utopía. O por lo menos (y aunque muchos añoremos un momento de silenciosa quietud), es tan difícil conseguir un lugar libre de ruido en estos tiempos que pareciera una suerte de lujo.
¿Pero qué tanto nuestra búsqueda de silencio podría convertirse en algo nocivo?Tomando en cuenta que hoy se rompen récords de intensidad de sonido –el más reciente es el de los gritos de la afición durante un partido– y que hasta antes de los aviones ningún sonido producido por la humanidad superaba los 130 decibeles, quizá nuestra búsqueda de silencio tenga sentido. Y más porque se ha comprobado que el silencio ayuda a nuestra creatividad e incluso a regenerar conexiones neuronales.

No obstante, vale la pena pensar qué tanto el ruido podría convertirse en una especie de fobia. Y su cura –el silencio– en una costosa medicina, vendida en forma de cabinas aislantes, audífonos, tapones, apps y todo tipo de tecnología creada por una creciente “industria del silencio”. Incluso podría ocurrir que el silencio se volviera un recurso político para ganarse electores: seguro habría quien votaría por quien ofreciera hacer del silencio un derecho humano. El punto es que todo esto raya en lo paradójico: a veces buscamos librarnos del ruido con… más ruido; por ejemplo, cuando escuchamos música. Entonces…

¿El problema es el ruido exterior… o el interior?

Lo que es incuestionable es que las cacofonías de la actualidad parecieran no dejarnos muchas opciones más que intentar huir de ellas a toda costa. El ruido de nuestros ecosistemas urbanos y su portentosa intensidad se entromete de forma tan directa con nuestros pensamientos más íntimos que nos impide casi por completo entrar en contacto con nosotros mismos (ello reprime a nuestra “orquesta interna”, como definiera Fernando Pessoa a los pensamientos).

Visto así, no extraña que tantos hombres de genio expresaran desagrado por las consecuencias del ruido en sus cerebros. Arthur Schopenhauer escribió que:
El ruido es una tortura para los intelectuales, y la más impertinente de las perturbaciones.
Esto es real. Y más aún: llega al grado de ser nocivo para nuestro organismo. Según la OMS, el ruido es la segunda amenaza ambiental para la salud. Esto se apareja, además, con una curiosa casualidad lingüística: la palabra inglesa para ruido, noise, viene del latín naussea.
Pero quizá el problema no sea sólo el incesante ruido (o nausea) del exterior. Bien decía el sabio indio, Rabindranath Tagore, lo siguiente:
El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio.
Y quizá tenía razón. ¿Qué tanto no son nuestros hábitos los que nos impiden conseguir el anhelado silencio? O más aún: nuestra búsqueda de perfección en la vida, ¿no nos hace demasiado esquizofrénicos en lo que concierne al ruido?
Esto es serio, pues hemos llegado a puntos de excesiva intolerancia al ruido. ¿Quién no ha padecido al no encontrar un hogar porque “no se admiten niños ni mascotas”? Nuestra búsqueda de silencio podría aislarnos no sólo del ruido, sino de otros, y volvernos intolerantes a ellos.

¿Cómo encontrar silencio en su justa medida?

Ante esto, quizá deberíamos buscar soluciones intermedias y hacer un esfuerzo por encontrar el silencio de maneras originales. No tenemos que ir a Finlandia para ello; salir a la naturaleza parece la solución más adecuada para reencontrarnos con esa poesía que es el silencio. Y no importa en qué país vivamos, siempre habrá ecosistemas naturales a donde retirarnos por unos días.
Lo cierto es que incluso sin contar con un silencio exterior total podemos acceder a la quietud de nuestro propio espíritu, a través de prácticas como la meditación. Porque contrario a lo que se cree, la meditación no necesariamente se tiene que hacer en un lugar aislado; su práctica en realidad debe llevarnos a estados de concentración superiores que nos permitan desconectarnos de todo lo que acontece. 
Valdría la pena aprender a convivir con el ruido y pensar en el silencio como una meta a alcanzar, a través de nuestros propios medios y de nuestra disciplina.

Descubre cómo el silencio 
puede sanar tu cuerpo, 
mente y espíritu

La práctica de la meditación permite sentir al universo entero llenarte a través del sonido, como si sus ondas sólo se dirigieran hacia ti: el centro.
“Haz silencio y escucharás el murmullo de los dioses”. Emerson
Para la meditación mindfulness, el sonido es circular, no lineal, y su epicentro es el individuo mismo. Aún si se trata del silencio. Es decir que sin importar en dónde se esté, uno siempre será el centro del sonido porque “Para los sonidos, eres Dios, el centro de todo el universo. Cada sonido se dirige hacia ti en círculos”.
La práctica de la meditación permite sentir al universo entero llenarte a través del sonido, como si sus ondas sólo se dirigieran hacia ti: el centro. Porque en el centro, no hay sonido; está en completo silencio para poder escuchar al universo en éxtasis, mientras va cautivando a cada fibra del cuerpo corporal, psíquico y espiritual. 
Esta es una práctica tan antigua que se dice que los alumnos de Pitágoras solían pasar cinco años en silencio para ser admitidos en su escuela de Crotona. Se trataba de un trabajo moral que se ligaba a la cosmología de Pitágoras, el de la reencarnación y una versión griega de la ley del karma, y así observar durante la noche si sus actos se ajustaban a las enseñanzas de la ley. 
De modo que permanecer en silencio deja ser un acto meramente conductual, para convertirse en una experiencia alquímica en el que “al principio estarás escuchando al mundo entero llenarte con sonidos, y después, de un momento a otro, la conciencia aparecerá y serás capaz de escuchar la ausencia total del sonido, el centro de la vida.” 
En otras palabras, es el silencio el que permite que no sólo tomar consciencia de la belleza del universo, también de “los actos de inmoralidad, enojo, agitación, disipación, desviaciones o pecados”; y así entrar al presente, con vitalidad y entereza, para separar lo puro de lo impuro. Escuchar el silencio provoca, de algún modo, mantener tanto al cuerpo como a la mente en un estado de iluminación. 
Pues además, el silencio brinda una serie de beneficios a la salud: 
  • Ayuda a poner en dominio la ansiedad y estrés, reduciendo los niveles de cortisol y adrenalina en la sangre;
  • fortalece el sistema inmunológico al tener bajos niveles de cortisol y adrenalina, hormonas que en exceso pueden provocar enfermedades como gripa, trastornos de la alimentación y de sueño, entre otros; 
  • Permite mantener en niveles ideales la presión sanguínea, reduciendo la posibilidad de enfermedades como hipertensión, hipotensión, insuficiencia cardíaca, afecciones cerebrovasculares y enfermedades renales; 
  • Aumenta la dosis de endorfinas, la cual se ve reflejada en la sensación de bienestar y felicidad, así como de la disminución del dolor físico; 
  • Mejora la actividad cognitiva, tal como la atención, la memoria y el aprendizaje.
En su libro Self-Unfoldment, Manly P. Hall señala que:

  • La persona promedio es apenas consciente del significado de los eventos que le ocurren en un día. Algunas de las más valiosas lecciones le pasan desapercibidas. No observar atentamente, fallar en discriminar y poner el énfasis adecuado… nos priva de la conciencia de la experiencia de la acción.
  • Aparta unos momentos al final del día, busca el silencio y la relajación y permite que los incidentes del día fluyan a través de ti como una serie de pinturas. Es costumbre en esta práctica ir en reversa, de lo último que ocurrió en la noche hacia lo primero que sucedió al alba. Esto de tal forma que la relación entre la causa y el efecto sea más clara…
  • La retrospección debe ser realizada sin involucramiento personal, sin identificarse con los sucesos, para que puedan ser útiles filosóficamente. Debemos ver, más que las debilidades propias, las fortalezas de la Ley…
  • Usualmente esta disciplina debe ser limitada a unos pocos minutos, y debería ser practicada inmediatamente después de retirarse de las actividades. La mente debe permanecer impasible y enteramente calma. No debe haber reflejos emocionales de ningún tipo. Debe ser una experiencia en la que nos volvemos conscientes, pero en la que no reaccionamos de manera personal.
Una vez que empieces a escuchar el centro de la vida, entonces ningún otro sonido podrá distraerte. Sólo deja que te alcance este punto en que ningún sonido puede entrar, porque este punto eres tú. Sin importar el sonido externo, lo importante es recordar que tú eres el centro y, al serlo, el silencio en paz prevalece en el interior. 



Así es como el Silencio modifica tu Cerebro - Ecoosfera 

VER+:

¿QUÉ EFECTOS PRODUCE EL SILENCIO 

SOBRE TU CEREBRO?



domingo, 9 de julio de 2017

SE LLAMA CALMA - DALAI LAMA


SE LLAMA CALMA 
DALAI LAMA 

Se llama calma y me costó muchas tormentas. 
Se llama calma y cuando desaparece.... salgo otra vez a su búsqueda. 
Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar. 

Se llama calma y cuando la locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar. 
Se llama calma y llega con los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencios y más sabiduría. 
Se llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir y dar. 

Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar. 
Se llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar. 
Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar. 

Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad. 
Se llama calma y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar. 
Se llama calma, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar…




19 CONSEJOS DEL DALAI LAMA


CALMA



sábado, 28 de mayo de 2016

¿QUÉ EFECTOS PRODUCE EL SILENCIO SOBRE TU CEREBRO?





¿QUÉ EFECTOS PRODUCE EL SILENCIO 
SOBRE TU CEREBRO? 


LA NEUROCIENCIA DEL SILENCIO 
EN LA ERA DEL RUIDO



"Música, cuando mueren las voces suaves, 

vibra en la memoria". 

Percy Bysshe Shelley

Cada vez más personas viven CON PRISAS en ciudades, cerca de ruidosos aparatos, de tráfico incesante y de innumerables estímulos físicos y psíquicos. No es sorpresa, entonces, que el silencio se haya convertido en un bien en peligro de extinción o que aquellos lugares en los que el frenesí de la vida moderna no ha acabado con la amplitud de su espacio y con el sosiego natural de su geografía sean ahora exclusivos refugios, donde aún se puede experimentar (y pagar buen dinero por) la prístina cualidad del silencio. 
"La gran tragedia de este mundo, 
es que no cultiva la memoria - y el silencio-, 
y por tanto olvida a los maestros".  
Martín Heidegger 

“Todas las cosas ya fueron dichas, 
pero como nadie escucha -en silencio- 
es preciso comenzar de nuevo". 
André Gide

Como vimos anteriormente, el silencio tiene ya un mercado y es considerado un producto de lujo y algunas personas viajan por el mundo cazando zonas del silencio como si se tratara de las más raras aves ("el silencio es oro", dice la famosa frase). Ahora encontramos, por otro lado, que Finlandia, un país antes conocido por ser un poco aburrido, donde no pasan muchas cosas, está ahora aprovechándose de su poca densidad sonora como una especie de branding: "Hecho a mano en silencio finlandés", se dice. La revista Nautilus, que es una especie de Finlandia digital, fina y silenciosa, destacada por ser un páramo reflexivo en el ruidazal maníaco del tráfico de sitios web, hace un recuento del momentum del silencio en la ciencia y en la economía del mundo. 



En el artículo mencionado, escrito por Daniel A. Gross, notamos que existe toda una tradición que vincula al silencio con el malestar y la enfermedad, desde la misma palabra que se utiliza en inglés para ruido: "noise", que parece provenir de una raíz latina que podría ser "náusea" o "noxia" (palabra de donde viene 'nocivo'), ambas ligadas al dolor y al disgusto que produce el ruido. Y ahora científicos parecen confirmar la antigua noción de que el ruido lastima, dilacera, perturba y enferma: desgarrando el pulcro velo del silencio, que mantiene un aura, una atmósfera virginal, propia para cultivar el espíritu. El ruido ha llegado a ser sinónimo del estrés. 


Daniel A. Gross nos cuenta que desde mitades del siglo pasado, científicos notaron que vivir cerca de una zona de alto ruido, como un aeropuerto o una carretera, se correlaciona con efectos nocivos como una alta presión arterial. Esto más tarde se ha vinculado con insomnio, enfermedades del corazón y tinnitus. De aquí que surja la idea tan difundida e innegablemente real en nuestra época de la contaminación sonora. 

Cuando uno busca un nuevo departamento esto es uno de los factores que se toman en cuenta, subiendo el valor de una propiedad; e incluso muchas personas dejan las ciudades en busca de ese silencio perdido o huyendo, por salud, de las ajetreadas urbes que no sólo son como arterias y pulmones congestionados, también son como infecciones en el oído y migrañas colectivas producidas por el incesante tránsito sonoro. Resulta útil, siguiendo a Gross, entender cómo el ruido afecta nuestro cerebro: Las ondas de sonido vibran en los huesos del oído, que transmiten el movimiento a la cóclea de forma de caracol. La cóclea convierte las vibraciones físicas en señales eléctricas que la oreja recibe. El cuerpo reacciona inmediatamente a estas señales, incluso en medio del sueño profundo. Investigación neurofisiológica sugiere que los ruidos primero activan la amígdala, cúmulos de neuronas ubicados en los lóbulos temporales del cerebro asociados con la formación de memoria y emociones. Esta activación detona una inmediata liberación de hormonas de estrés como el cortisol. 

Las personas que viven consistentemente expuestas a ambientes ruidosos experimentan niveles de estrés crónicamente elevados. El estudio seminal en la la literatura en este sentido fue realizado en 2005 por Luciano Bernardi, médico y músico, una combinación poco común pero ciertamente fascinante que nos remite quizás hasta Marsilio Ficino e incluso Pitágoras, quienes utilizaban la música como medicina. Bernardi no estaba estudiando per se los efectos del silencio sino de la música, pero de aquí, de los intervalos y de los interespacios de la música, la neurofisiología del silencio se empezó a revelar. Bernardi y sus colegas notaron que espacios de silencio intercalados al azar tenían un efecto considerable en el ritmo cardíaco, la respiración y los registros cerebrovasculares de los sujetos del estudio, expuestos al sonido. Descubrieron que pausas de 2 minutos eran mucho más relajantes que "música relajante" o que el silencio continuo. 
Una relajación que se correlaciona con menores riesgos de problemas cardiovasculares. 



El estudio sugiere que el silencio es agudizado por los contrastes. "Tal vez el estímulo es algo que concentra la atención de la mente en una dirección, de tal forma que cuando no hay nada que siga estimulando, entonces tienes una relajación más profunda", dice Bernardi. Al parecer el silencio sólo existe en relación al sonido, como la oscuridad con la luz o quizás también como el vacío que en realidad es una plétora de energía creativa en potencia. Tal vez el "silencio" esté compuesto de una graduación casi infinita de sonidos inaudibles cada vez más sutiles, como los infrasonidos que pueden emitir algunos cetáceos o como los sonidos siderales que míticamente escuchaban los filósofos pitagóricos --aunque hoy sabemos que en el espacio, sin atmósferas, no se producen sonidos, quizás haya algo más allá de lo que nuestros aparatos pueden captar de la misma forma que existe "energía oscura" u otros fenómenos misterioso para la física. Tal vez necesitemos también un tercer oído para detectar la paleta mística del sonido. 



Todo esto para hacer una apología y una oda al silencio como un continente aún inexplorado, inagotable, que siempre invita a un reino más profundo y espiritualmente liviano. Las conclusiones de Bernardi, que "una pausa en la música induce una relajación mayor a la precedente exposición a la música", lo cual indica que tal vez el placer de la música viene de "una alteración controlada entre la estimulación y la relajación", nos recuerdan la famosa frase de Mozart de que "la música no está en las notas sino en el silencio entre ellas" o de nuevo a Pitágoras, una figura inescapable cuando en estos lares: "hay música en el espaciado de las esferas, hay geometría en el zumbido de las cuerdas" (Pitagóras, quien, debemos recordar, fue uno de los primeros grandes entusiastas del silencio, haciendo obligatorio 5 años de silencio total antes de recibir su doctrina)... 

El intervalo, la ausencia y la memoria del sonido, como su ligera estela etérea, es lo que hace que la percepción se expanda y se contraiga y tome vuelo como la inhalación y la expiración y su oscilación entre un estado de plenitud y vacío. Otro estudio, citado por Gross, de la Universidad de Duke, mostró que ratones expuestos, en alto contraste con sus hábitos, a 2 horas de silencio empezaron a desarrollar nuevas neuronas, lo que se conoce como neurogénesis. Los investigadores teorizan que esto podría ser debido a que el cerebro entra en un estado de alerta de alta sensibilidad cuando se produce el silencio, ya que no estamos acostumbrados a él. 


De alguna manera el silencio se convierte en un medio ambiente enriquecido, paradójicamente estimulante para el crecimiento neural. Ten en cuenta que ese silencio profundo que experimentas meditando, cuando las células de tu cerebro cobran una cristalina amplitud, podría ser el sonido del nacimiento de nuevas neuronas y constelaciones sinápticas. Todo esto, también, para invitar a una revaloración activa del silencio, el cual, entre más ruido, más precioso y vital debemos de considerar. Pensar en él como la más delicada vasija de porcelana, porque cualquier silencio es roto por el menor sonido discordante. Y cualquier conciencia que logra mantener la llama del silencio alimenta a las demás, con una frecuencia armónica, como las calmas ondas de un tranquilo lago en una montaña en primavera. 

El silencio es el bastión estructural de la armonía del ser, flotando en el espacio como una flor de loto o como el árbol cabalista cuyas raíces son los astros. En ese sentido, se puede concebir una especie de profesión o pasatiempo de guardianes y hacedores del silencio --un nuevo silencio como nutrimento; quizás como aquellas personas que en las ceremonias mantienen el espacio creando un perímetro invisible y atendiendo a las posibles irrupciones de fuerzas externas. 
Guardar tu propio silencio como un acto de caridad para no generar ruidos innecesarios y contaminar el ambiente, porque tal vez alguien, en el diamante del silencio, pueda estar por escuchar la música de las esferas y encontrar la paz que da el entendimiento.




"Las nubes se amontonan sobre las nubes, y oscurece. ¡Ay, amor! ¿por qué me dejas esperarte, solo en tu puerta? En el afán del mediodía, la multitud me acompaña; pero en esta oscuridad solitaria, no tengo más que tu esperanza. Si no me enseñas tu cara, si me dejas del todo en este abandono, ¿cómo voy a pasar estas largas horas lluviosas? Miro la lejana oscuridad del cielo, y mi corazón vaga gimiendo con el viento sin descanso. Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza. Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra, y tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro. Y tus palabras volarán, cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros, y tus melodías estallarán en flores, por todas mis profusas enramadas". Rabindranath Tagore

"Cuando conozcas el poder de las palabras, 
descubrirás la bendición del silencio". 
Leandro Taub


VER+:

El Elogio de la Lentitud 

(DECÁLOGO DE CARL HONORÉ)




viernes, 20 de marzo de 2015

LA ERA DE LA PRISA, DEL CRONÓMETRO




La era de la prisa


"No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que 'fragmentan' el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza". Papa Francisco


La época que perdió el tiempo.
Hace algunos años, quien escribe escuchó de un conocido que «el mal de nuestro tiempo era la falta de tiempo». Aquella máxima quizá ya había sido enunciada antes por Martin Heidegger cuando dijo que «la época moderna comenzó en el instante en que al ser humano le entró la "in-quietud" de no tener tiempo». Y que esa obsesión humana por medir el tiempo en unidades cada vez más pequeñas es «el camino más seguro para perder el tiempo esencial». La inquietud, es decir, la incomodidad con lo quieto y el movimiento innecesario, nos quitan el «tiempo esencial». Hemos nacido en una época sin tiempo porque la época nació cuando nos quedamos sin tiempo. No hay tiempo para hacer todo lo que se tiene que hacer; pero sobre todo no hay tiempo para vivir la esencia del tiempo. 

En esta sociedad, damos la sensación de ir siempre corriendo y con prisas. Tenemos muchas que hacer, nos comprometemos en mil cosas, vamos siempre mirando la hora para no llegar tarde...¡Nos falta tiempo!


En esta sociedad, damos la sensación de ir siempre corriendo y con prisas. Tenemos muchas que hacer, nos comprometemos en mil cosas, vamos siempre mirando la hora para no llegar tarde...¡Nos falta tiempo! Es curioso cuando alguien llama para solicitar una entrevista. Casi siempre hace alusión al “mucho trabajo que tendrá usted”, al “perdone usted que le moleste con estas nimiedades con lo mucho que tendrá usted que hacer”...

Lo decía el poeta Juan Ramón Jiménez: ”¡No corras, vete despacio, que a donde tienes que llegar es a ti mismo!”

EN LA ERA DE LA PRISA

En nuestros días, hemos pisado el pedal del acelerador al máximo. Vamos todos a gran velocidad, Los coches son diseñados para correr, cada vez más, a mayor velocidad. Desde hace pocos años hemos cambiado el concepto de velocidad y espacio. La técnica ha reducido enormemente el tiempo para recorrer grandes distancias.

Hoy el correo electrónico hace que prescindamos del fax. Enviamos un correo por internet y en breves segundos podemos tener respuestas que nos llegan de la otra parte del mundo. Esta velocidad no la podían imaginar ni Colón, ni Fernando Magallanes, ni Juan Sebastián Elcano. Somos hoy, hijos de la inmediatez, navegamos por internet, cocinamos en microondas, consumimos sopas instantáneas...

PERO... LA GESTACIÓN DE UN NIÑO SIGUE DURANDO NUEVE MESES

El problema surge cuando a menudo pretendemos aplicar ese mismo ritmo y velocidad a nuestras relaciones sociales y comunitarias. Buscamos el éxito en seguida; nos cuesta esperar y consideramos que perdemos el tiempo cuando aguardamos unos resultados en asuntos y en situaciones que requieren su ritmo; nos impacienta la lentitud de nuestro caminar en la madurez; nos cansa tener que empezar, una y otra vez, el camino emprendido y abandonado otras tantas veces. No se da en nosotros la humilde paciencia de san Agustín para recomenzar cada día, olvidando el “comienzo de nuevo”, que logró llevar al santo de una vida licenciosa a la santidad.

Somos impacientes. Y sin embargo, un pollito sigue tardando 21 días para romper la cáscara del huevo que le aprisiona pero que le defiende; las estaciones son las mismas, las hojas del calendario caen cada mes como siempre y los días duran, como hace siglos, 24 horas, aunque nos gustaría que, unas veces, fueran más deprisa y otras, más despacio.

LA VIDA PIDE CALMA

Como todas las cosas importantes, la vida humana, la madurez, la vida comunitaria nos piden saborearlas y disfrutarlas. Para eso hay que cuidarlas con miles de detalles que requieren paciencia y serenidad ya que tienen su propio ritmo y no se pueden acelerar. Todo lo que es valioso en la vida humana, exige procesos bien orientados, a veces lentos en su crecimiento y en su desarrollo.

No se puede pretender una disculpa rápida por parte de quien nos ha estorbado u ofendido. Fracasaría el intento de cambiar a un chico o chica de irresponsable en formal y correcto con una sola intervención educativa.

Es estúpido aplicar a la evolución de los acontecimientos la “r” de “rapidez”, convirtiéndola en “revolución”. Las revoluciones no han llevado nunca a la madurez por su precipitación y su escasa preparación. Cuando uno tiene excesiva prisa, no escucha, no atiende, deja las cosas a medias, pierde los nervios fácilmente o entra en ansiedades irracionales, Las prisas engendran descuido, mal uso de las cosas por apresuramiento, ansiedad e irritación fácil ante lo que no se acaba, falta de reflexión y de renovación pudiendo caer en una rutina mecánica y sin vida. Los asuntos importantes requieren calma y tranquilidad. Como dice el refrán “hay que dar tiempo al tiempo”. Cuando alguien actúa con prisas no se detiene en los detalles, se irrita demasiado y no tiene tiempo ni ganas de sonreír...

Particularmente en las relaciones comunitarias hemos de ir con mucho cuidado para actuar maduramente. Sobre todo porque cada uno tiene su propio ritmo y, a veces, pretendemos que todos sigan nuestro paso y respondan pronto a nuestras peticiones y que reaccionen fácilmente a algo que les presentamos y que nosotros tenemos muy claro.

Incluso, en ocasiones, nos conformamos con muy poco: simplemente deseamos que los demás reaccionen a nuestros requerimientos, Cuando los demás no reaccionan como nosotros queremos, nuestra irritación y malestar puede subir de tono. Nos encontramos realmente incómodos, agresivos, descontentos, desanimados. Parece que no hay nada que hacer.

Todo esto no son más que indicadores de una falta de madurez por parte nuestra. No hemos aprendido a respetar el ritmo de cada uno. Nuestro papel es sembrar y esperar. Reaccionamos impacientemente porque somos inmaduros y algo pretenciosos. Nos olvidamos del consejo de Cristo:” No arranquéis la cizaña, dejad que crezca y cuando llegue el verano se podrá separar del trigo... Si lo hacéis ahora podríais arrancar, al mismo tiempo, el trigo y estropear la buen cosecha...¡Tened paciencia!

Actuar maduramente, con amor, en la vida hay que ser paciente. “El amor es paciente”, escribe Pablo a los Corintios. Las prisas distorsionan la realidad. La sabiduría de las personas sencillas lo ha sabido expresar con claridad:” El que espera, desespera y el que viene, nunca llega”... Cuando se aguarda algo o a alguien y nos domina la prisa, los minutos nos parecen horas y las horas, días enteros.

El Señor “no está ni en el huracán ni en el viento impetuoso, sino en la brisa y en la calma de la tarde”.

Obrar con tranquilidad y serenidad da mejores resultados que la precipitación y la celeridad. Lo decimos pero no nos convencemos... y, a pesar de que sabemos que la velocidad se cobra muchas vidas en las carreras, cuando nos interesa, pisamos fuerte el acelerador.



VER+:

El Elogio de la Lentitud (DECÁLOGO DE CARL HONORÉ)

La Lucha de La Mariposa