EL Rincón de Yanka: LIBRO "JUAN VICENTE GÓMEZ": APROXIMACIÓN A UNA BIOGRAFÍA por TOMÁS POLANCO ALCÁNTARA

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jueves, 12 de junio de 2025

LIBRO "JUAN VICENTE GÓMEZ": APROXIMACIÓN A UNA BIOGRAFÍA por TOMÁS POLANCO ALCÁNTARA

Juan Vicente Gómez,
aproximación a una biografía

Se trata de una "biografía interpretativa" de Juan Vicente Gómez. No se le defiende ni tampoco se le juzga. Solamente se expone sobre él lo que indican documentos y testimonios cuya veracidad está fuera de toda duda razonable, Siguiendo la máxima shakespereana, nada se ha ocultado, pero nada que se derive de la imaginación, el rencor, el odio o el afecto está añadido a la verdad. El autor, sin temor a exponer su criterio, solamente pretende que cada lector forme su propia opinión sobre un personaje cuyo conocimiento es indispensable para comprender el siglo XX venezolano. "Plutarco, "Vidas Paralelas" (Alejandro y César, Edic. Aguilar Pág. 705).

PRÓLOGO

Habiéndome propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció a Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aún nos detenemos con demasiada prolijidad en cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirve más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los pintores toman, para retratar, las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ello dibujemos la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combates.

Juan Vicente Gómez produce, en los venezolanos, un efecto fascinante. Cuanto se refiera a él provoca enseguida un intenso interés. A veces, ese interés despierta sentimientos de adversión, repulsa y hasta de odio. Otras, el sentimiento suscitado es de respeto y admiración. No resulta fácil ubicarse en una actitud imparcial ante Gómez, porque casi siempre existen, de por medio, fuertes reacciones afectivas, que a pesar de haber pasado más de medio siglo de su muerte, todavía no se han equilibrado. Sin embargo, casi todos quieren ver al "señor de Maracay" aprovechando que ahora es posible acercársele, "aparentemente" sin ninguna clase de temor y digo aparentemente porque muchos no aceptan que sea posible tratar de considerar, en forma objetiva, la personalidad de Juan Vicente Gómez. Se observa, con relación a Gómez, una especie de fenómeno mágico que está muy extendido: El Cementerio Municipal de Maracay se encuentra a unos cuantos centenares de metros al sur de la Catedral, bajando por la Avenida Mariño. 

En ese Cementerio una extensa parcela está separada del resto del camposanto por una muralla de casi tres metros de altura; tiene aproximadamente media hectárea, luce sembrada de mangos y palmeras y a ella se entra por una puerta grande, de hierro forjado, que permite, a través de una vereda, llegara la capilla funeral de Juan Vicente Gómez. El Monumento tiene aspecto mozárabe y está dominado por una cúpula blanca, que a través de un vitral rojo y amarillo deja pasar la luz. Debajo de la cúpula se ve un altar de mármol y bronce, con velas y lámparas encendidas y jarrones con flores frescas. En las paredes de la Capilla están colocadas muchas pequeñas placas, de mármol o de metal, que tienen grabada la misma o parecida frase: "gracias por el favor recibido". Delante del altar hay tres lápidas en el piso. La del medio corresponde a Juan Vicente Gómez, la de la derecha a su hijo José Vicente y la de la izquierda a su hijo Ali. A ambos lados del altar, se levantan en sendos pedestales, dos bustos, uno de José Vicente y otro de Ali, ejecutados ambos en mármol de Carrara. 

Durante más de cincuenta años ese monumento ha permanecido igual: perfectamente limpio y conservado, con la constante presencia de flores y de luces y el extraño incremento de placas de gratitud colocadas en las paredes. Nadie se ha atrevido a tocar de él parte alguna, ni tampoco a hacerle daño o de cualquier manera alterarlo. Está reflejada allí esa respuesta misteriosa, a veces inexplicable, de nuestra gente ante Juan Vicente Gómez, porque las flores, las placas, las luces y las velas no representan una actitud dirigida sino conducta espontánea, la misma que cautiva a quienes en gran número compran su retrato o su imagen en madera, bronce o cerámica y no dejan de ver, en la televisión, ninguno de los capítulos de las telenovelas en donde aparece el personaje. 

Mientras preparaba este libro encontré personas de buena fe que me advirtieron, con toda seriedad, que el hecho de estudiar a Juan Vicente Gómez era ya rendirle un homenaje y que él no merecía ninguno. Otras tuvieron la bondad de decirme que el público, acostumbrado a oír y a leer sobre Gómez sólo improperios, burlas o críticas, rechazaría una obra diferente y no faltó quien me indicara que nadie en Venezuela estaría dispuesto a patrocinar o apoyar, aunque fuere en forma indirecta, una obra sobre Juan Vicente Gómez. 

Las advertencias y comentarios indicados fueron tan numerosos, continuos, serios e importantes que llegué a considerar sensato desistir de mi proyecto y desmontar la investigación que ya tenía muy avanzada. Tuve entonces, casual y afortunadamente, la oportunidad de seguir, muy de cerca, las deliberaciones de la cuadragésima octava reunión del PEN Club Internacional, realizada en New York en enero de 1986. Allí estaban presentes escritores de casi todo el mundo y su queja común era el fenómeno, que actualmente se observa en muchas partes, (más de lo que puede creerse) de cómo se están utilizando los medios más diversos, que van desde el exilio en Siberia hasta el silencio organizado, con el fin de limitar la libertad que necesita todo escritor para escoger temas de inspiración y expresar las ideas que le susciten. En esa reunión de Nueva York la conclusión adoptada fue unánime e importante. El escritor debe defender, a toda costa, su derecho a decir lo que quiera sobre el tema que libremente escoja y la forma de hacerlo es, simplemente, escribiendo sin vacilar ante presiones y controles.

Esa actitud me invitó a seguir adelante con plena conciencia de los inconvenientes naturales de un trabajo semejante, pues los gomecistas a ultranza difícilmente admitirán las observaciones y comentarios negativos que tienen que hacerse sobre Juan Vicente Gómez y su avaricia, crueldad y prepotencia y los anti-gomecistas absolutos condenarán, con energía, que se destaque la cierta e importante acción de Juan Vicente Gómez cuando acabó con las guerras civiles, pagó la deuda pública, hizo por primera vez posible la comunicación menos difícil entre diferentes partes del territorio nacional, organizó el Ejército y la Hacienda Pública, unificó el País e inició el control de la inmensa riqueza petrolera venezolana. 

Hay que manejar la sana crítica histórica, que analiza hechos realmente sucedidos, cifras indiscutibles y los documentos fehacientes que puedan obtener a pesar de que la costumbre de conservar documentos no ha sido característica de nuestra organización social. Aunque muchos se han perdido o destruido todavía son bastantes los que se pueden lograr mediante una cuidadosa investigación. Debo advertir enfáticamente que esta obra no es una historia del gomecismo ni de la época gomecista sino solamente una "aproximación biográfica" a Juan Vicente Gómez. Juan Vicente Gómez probablemente llegó a estar convencido de que él era la República actitud que, aunque no es posible aceptar, explica muchas de sus conductas. El formó parte, muy seria, de lo que en su tiempo era la República que desde luego es un valor más extenso que la simple existencia de cualquier hombre. 

Durante los años del gomecismo fueron muchos los venezolanos que actuaron en forma importante en todos los campos y a quienes no se puede ignorar sin incurrir en una notoria injusticia y en una evidente falta a la verdad. Sería un error creer que la Venezuela de los 36 primeros años del siglo XX está reducida al ámbito de la personalidad de Juan Vicente Gómez y también sería un error, quizás más grave, pensar que nada se hizo en nuestro país durante los años del gomecismo. Quien desee estudiar la historia completa de la época o del Régimen tendrá que tomar en cuenta otros factores que existen, aunque aquí no tengan lugar. 

No era entonces Venezuela un país muerto, porque creerlo es ignorar que Gallegos escribió Doña Bárbara, es pensar que no existen las páginas estupendas de Blanco Fombona, Díaz Rodríguez o de Pedro Emilio Coll, que los cuadros de Tito Salas nunca fueron pintados, que no está en ninguna parte la obra maravillosa de Caracciolo Parra León, que Razetti, José Gregorio Hernández o Teresa de la Parra no existieron, etc. Hubo bastantes venezolanos que entonces, en una u otra forma, trabajaron por la Patria y cuya obra perdura para beneficio y admiración de todos. Ignorarla o callarla sería una canallada. Existe una diferencia conceptual entre "importancia" y "grandeza". 

No es un problema de matiz, sino de valor. La grandeza supone especial categoría, actitud positiva, influencia credora. Bolívar, Beethoven o Cervantes, evidentemente tienen, tuvieron y tendrán grandeza. Lo "importante" es distinto. Puede o no estar unido a la grandeza. Se caracteriza por una influencia o presencia tan poderosa que, sin menoscabo de la verdad y de la objetividad, no puede dejar de ser apreciada. Un terremoto, una epidemia, una tempestad son "importantes"; pero carecen de "grandeza". Hay seres humanos importantes pero que carecieron o carecen de grandeza, aunque son personajes que, en un estudio histórico o sociológico no pueden omitirse sin afectar su seriedad. Juan Vicente Gómez evidentemente tiene "importancia" en la Historia de Venezuela aunque se le niegue o se le desconozca "grandeza". 

Por esa importancia merece la pena estudiar el personaje y tratar de acercarse a él para advertí, cómo era y qué hizo. Cuando estaba vivo muy pocos podían llegar hasta él pero, hace ya medio siglo que murió y sus restos, lo que de él queda físicamente, están tranquilamente depositados en la ciudad de Maracay dentro de ese mausoleo de mármol y bronce, que hemos mencionado. Ocasionó dolores y trastornos severos a un número de personas que es proporcionalmente elevado. Benefició a otro amplio grupo hasta darles un bienestar material que alcanzó a varias generaciones. Colocó a sus "amigos" en posiciones de honor y para bastantes de sus "enemigos" significó la ruina, el exilio, la cárcel o la muerte. Pero ninguna de esas características y situaciones le privan de importancia: 
La presencia de Gómez durante 36 años de nuestra Historia contemporánea es demasiado extensa para poder querer olvidarse de ella. La etapa gomecista, para bien o para mal, repercute fuertemente en la vida nacional durante el resto del siglo XX y es imposible no tomar en cuenta, destruir o dejar a un lado lo que se hizo o lo que pasó durante esos años. 

El resumen más apretado de una historia de nuestro país si omite a Juan Vicente Gómez, sería absurdo. Resulta, por tanto, indispensable, para poder comprender a la Venezuela contemporánea, tratar de estudiar imparcialmente a Juan Vicente Gómez. Se puede olvidar o dejar de mencionar a otros personajes sin que la Historia pierda objetividad, pero ello no puede hacerse con Juan Vicente Gómez. Lo difícil, al estudiarlo, es tratar de no dejarse influenciar por los odios y los afectos. Merece ahora la pena recordar, acá, aquel pasaje de la parte final del "Otelo" de Shakespeare, cuando al ser llevado a juicio el propio Otelo dice a Ludovico: "...hablad de mi tal como soy; no atenuéis nada, pero no añadáis nada por malicia...". 

Parece ser esa una buena guía para acercarse a Juan Vicente Gómez. No tengo personalmente gratitudes hacia Gómez que me obliguen a ocultar verdades ni guardo rencores que me muevan a omitir situaciones positivas. La bibliografía existente sobre Juan Vicente Gómez es muy amplia, más de lo que puede imaginarse pero he procurado en el libro citar únicamente documentos y testimonios directos y no opiniones. Por eso se encontrarán muy pocas referencias bibliográficas, precisamente por respeto a los criterios que expresan los autores de esos trabajos que han tenido y tienen derecho a orientarlos como les parezca. El personaje atrae a los escritores porque se presta a toda clase de interpretaciones en el ensayo, la novela, la monografía histórica y ahora libretos y obras preparadas para la televisión. 

Las caricaturas, las anécdotas son innumerables. Abundan historietas y cuentos despectivos no siempre faltos de gracia. Todo ha contribuido, junto con la necesaria libertad de expresión del pensamiento, que permite manifestar sin limitaciones las más extremas opiniones personales, a crear una imagen de Juan Vicente Gómez alejada de la verdad porque un hombre zafio e ignorante, un campesino iletrado solamente conocedor de vacas, caballos y pastos y con una lujuria insaciables, no puede haber manejado un país durante 35 años y seguir después de 50 años de muerto, en la primera plana de figuración política. El personaje debe haber sido distinto ¿Pero, cuál fue "su" verdad? 

El proceso, para llegar a esa verdad, ha sido evidentemente favorecido por las "Confidencias Imaginarias" que hace algunos años publicó el Dr. Ramón J. Velásquez y en las cuales se percibe un Gómez diferente del que aparecía en las caricaturas de "Fantoches" o en las furibundas diatribas de Rufino Blanco Fombona y José Rafael Pocaterra. La orientación necesaria para caminar, en medio de la inmensa documentación que sobre Juan Vicente Gómez y su época existe, dentro y fuera de Venezuela, obliga a trazar grandes líneas que permitan no perder tiempo ni energías en otras cuestiones importantes o no, serias o subalternas, principales o secundarias. Con esos puntos de vista Juan Vicente Gómez como sujeto de un estudio biográfico, resulta tema de gran atracción. 

¿Por qué apareció?, ¿de dónde venía?, ¿cómo era?, ¿en qué forma va cambiando su actitud respecto a Castro, desde el amigo útil hasta el hombre indispensable?, ¿cuáles fueron las ambiciones que tenía?, ¿cuáles eran sus angustias?, ¿cuáles fueron las influencias que recibió?, ¿cómo era físicamente un hombre que vive 78 años y que sólo se enferma de una simple y natural inflamación de la próstata?, ¿cómo pudo ese hombre ser padre de más de 80 hijos y ser dueño de más de 150 millones de los bolívares en su época?, ¿cómo podía tener a su lado gente tan distinta como Gil Fortoul y Tarazona, don Eustoquio y Manuel Díaz Rodríguez, José Ignacio Cárdenas y Pedro Emilio Coll? 

Tratar de responder a esas y otras preguntas resulta un apasionante estudio cuyo atractivo no puede negarse. En diferentes partes del libro expreso mi gratitud a quienes me prestaron su colaboración para aspectos específicos del trabajo. Hay ciertos casos que me obligan a un reconocimiento especial. Me refiero, en primer lugar, a los Drs. Tulio Chiossone, Ramón J. Velásquez, Guillermo Morón, Fernando Risquez y Eduardo Machado Rivero, quienes tuvieron la bondad de leer el borrador inicial del libro y hacerme sobre el mismo útiles e inteligentes observaciones y sugerencias. Mención particular debo hacer de la señora Andreína Pietri Montemayor, propietaria de los originales de aquellos documentos personales de Juan Vicente Gómez que se citan o transcriben en el libro. 

La Sra. Pietri, con su gentileza y bondad características, me facilitó conocer esos documentos y me autorizó para hacer uso de ellos *. Sin duda permiten considerar aspectos de la personalidad del biografiado desde ángulos de carácter muy íntimo, hasta ahora imposibles de conocer pero necesarios para acercarse más y en mejor y precisa forma a lo que fue como ser humano. El Dr. Roberto Díaz Hernáiz puso a mi disposición cintas de películas tomadas en vida a Juan Vicente Gómez y que transferidas a “video tape" hicieron fácil estudiar la figura y características físicas del personaje en sus últimos años. 

Como quiera que varias personas, unidas a Juan Vicente Gómez por vínculos muy respetables, tuvieron la amabilidad de dedicarme parte de su tiempo y de sus recuerdos para ayudar mi trabajo, me siento obligado a ofrecerles mis excusas para el caso de que puedan considerar lastimados sus sentimientos por expresiones o apreciaciones que el libro contiene. Seguramente comprenderán que un personaje como Juan Vicente Gómez, que hace más de medio siglo entró a la Historia, no está exento de que se señalen en él aspectos no positivos y cuyo conocimiento contribuye a saber mejor quién era y cómo era. Igualmente, a quienes están en sentido opuesto, les pido advertir que un estudio que quiera ser objetivo no puede omitir la referencia adecuada a aquello en lo cual Juan Vicente Gómez contribuyó, como otros venezolanos, a construir la Patria de todos. 

Este libro, como los otros míos, no hubiera podido cobrar vida sin la presencia constante, colaboración intensa, apoyo decidido y amorosa dedicación de María Antonia, no solamente con la cuidadosa transcripción manuscrita de mi dictado de prácticamente todos los capítulos, sino después, leyéndome en voz alta las repetidas versiones que mi secretaria, Beatriz de León, pacientemente fue obteniendo del procesador de palabras. Hay que aclarar que el único propósito de esta obra es estudiar la vida y la personalidad de Juan Vicente Gómez pues para los venezolanos y para Venezuela Juan Vicente Gómez debe ser estudiado y analizado cuidadosamente, aunque se le odie con intensidad o se le rechace con altivez enérgica. Comprendo que este libro es un reto y un riesgo. 

Un reto por el personaje y un riesgo por las reacciones que produce todavía. Acepto el uno y corro el otro. Sin retos la vida no tiene sentido y sin riesgos solamente se está después de muerto... En garantía de la objetividad de la obra quiero advertir expresamente que, si alguien me demuestra que una afirmación hecha en el libro es falsa, no vacilaré en rectificarla y si se me explica en forma suficiente que una apreciación no está bien fundada, también la rectificaré. Me interesa buscar la verdad y no sostener a toda costa criterios que no tengan fundamento.

* La señora Andreína Pietri Montemayor me ratificó esa autorización en carta, de fecha 13 de marzo de 1990, que reposa en mi poder. 


Juan Vicente Gómez: La Historia No Contada del «Pacificador de Venezuela»

La Palabra Compartida #1 - Juan Vicente Gómez

Juan Vicente Gómez _ Aproximación a Una Biografía 

-- Polanco Alcántara, Tomás , 1927- -- 1_ Ed_ Venezolana_... by De Perera