EL Rincón de Yanka: CARTA ABIERTA A LOS FANÁTICOS DE SIEMPRE: LOS HABLAPAJAS por ALBERTO BENEGAS LYNCH

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jueves, 7 de marzo de 2024

CARTA ABIERTA A LOS FANÁTICOS DE SIEMPRE: LOS HABLAPAJAS por ALBERTO BENEGAS LYNCH


Carta abierta 
a los fanáticos de siempre
Alberto Benegas Lynch (h) dice que en más de una ocasión el Papa Francisco ha defendido el rol del Estado en la redistribución de la riqueza, pero que afortunadamente hay muchos miembros de la Iglesia que cuestionan lo que sucede en sus más altos niveles.

En estas reflexiones telegráficas me refiero a los que operan a ciegas en materia de la religión católica, aquellos que no usan la bendición del raciocinio y el consecuente libre albedrío y todo lo aceptan sin chistar como meros robots. Si por ellos fuera todavía estaríamos con los Borgia.

Se acaba de inaugurar en Buenos Aires la sede del Comité Panamericano de Juezas y Jueces para los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (COPAJU) que se instaló originalmente en el Vaticano el 4 de junio de 2019 bajo la expresa inspiración del Papa Francisco. Ahora en esta inauguración, a la que asistieron entre otros el abolicionista Eugenio Zaffaroni –contratado en el Vaticano– Hugo Yasky –secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos– el ministro de justicia bonaerense de La Cámpora Juan Martin Mena, magistrados de Justicia Legítima, Juan Grabois, Carolina Stanley, Julio Piumato, Héctor Daer y otros. En esa oportunidad el Papa envió un mensaje por video de cuatro minutos donde subraya que “el Estado es hoy más importante que nunca y está llamado a ejercer el papel central de la redistribución y la justicia social”.

Esta aseveración no hace más que reiterar su honestidad intelectual al proclamar la necesidad que el aparato estatal se apropie de recursos de unos para entregarlos graciosamente a otros en el contexto de la llamada justicia social. Esta última expresión solo tiene dos acepciones: o constituye una redundancia grotesca ya que la justicia no es vegetal, mineral o animal o en su empleo habitual que significa que el monopolio de la fuerza les arranca a unos su propiedad para regalar a otros el fruto del trabajo ajeno.

Es que el bienestar de la gente no puede establecerse por decreto ni es consecuencia del voluntarismo, los salarios e ingresos en términos reales con inexorable consecuencia de las tasas de capitalización, esto es, maquinarias, herramientas, instalaciones y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico para aumentar sus rendimientos. Esa es la diferencia entre los ingresos en Alemania respecto a los de Uganda, son marcos institucionales que en la medida en que respetan derechos en un contexto civilizado a contramano de las recetas papales de hoy que han sido una y otra vez probadas con la inevitable consecuencia de la pobreza y la marginalidad. No se trata tampoco de recursos naturales, véase el caso de Japón que es un cascote del que solo es habitable en veinte por ciento, préstese atención a Suiza y Singapur que no cuentan con recursos naturales, mientras que el continente africano reúne los mayores recursos naturales del planeta y la mayor parte de su gente fenece por hambrunas e infecciones varias el climas estatistas, es decir, impuestos insoportables, inflaciones galopantes, endeudamientos colosales, legislaciones laborales contra el trabajo y regulaciones asfixiantes para redistribuciones que imponen los megalómanos de siempre. Por su parte, las extraordinarias recetas liberales estimulan a los genuinos empresarios que al acertar en los gustos y preferencias de la gente obtienen ganancias y si yerran incurren en quebrantos a diferencia de los pseduoempresarios que explotan miserablemente a todos con sus alianzas hediondas con el poder de turno para obtener privilegios a contracorriente del mercado abierto.

Estas diatribas –diplomacias aparte– vienen en línea con otros de los postulados del Papa Francisco. En otras circunstancias me he referido en detalle a sus documentos y a sus declaraciones en Cuba, Paraguay, Perú, Brasil y Chile pero en esta ocasión me circunscribo a tres manifestaciones. Declaró en entrevista de Eugenio Scalfari –director de La Reppublica– al Papa Francisco, publicada el 11 de noviembre de 2016 en el mencionado diario, donde el periodista le preguntó qué opinaba que en muchas ocasiones se lo acuse de comunista a lo que respondió: “Mi respuesta siempre ha sido que en todo caso son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

En su mensaje a la OIT –reproducido en YouTube desde el Vaticano– afirmó que “siempre junto al derecho de propiedad privada está el más importante anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y por tanto el derecho de todos a su uso. Al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario que depende de ese derecho primario que es el destino universal de los bienes”. A nadie se le escapa que con este peculiar silogismo la propiedad privada queda sin efecto e irrumpe lo que en ciencia política se conoce como la tragedia de los comunes, es decir, lo que es de todos no es de nadie, lo cual perjudica muy especialmente a los más vulnerables debido a la extensión de la pobreza que significa el derroche de los siempre escasos recursos.

Por último, el Papa ha escrito en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium que el mercado mata sin percatarse que el mercado somos todos: el sacerdote que adquiere su sotana, el que toma un taxi, el que usa la heladera, el que compra un medicamento, el que recurre al transporte etc etc. En este contexto, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe: “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”. 
¿El Pontífice está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o de su banco o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y la han adquirido lícitamente? El respeto a la propiedad privada constituye parte del basamento moral de la sociedad libre que recogen los mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos, a contracorriente de la propuesta central de Marx de abolir la propiedad. Es de interés apuntar que San Juan Crisóstomo en el siglo primero con el título de Adversus Judaeos vocifera criminalmente que los judíos “son bestias salvajes” que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal”.

Como he apuntado antes, el sacerdote polaco Miguel Poradowski –doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología– en uno de sus libros titulado "El marxismo en la teología" consigna que: “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido. Desgraciadamente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensado ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.

En este contexto es pertinente reiterar que en la Encíclica Rerum Novarum se lee: 
“Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es este afán, y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma, grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad en la fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad; porque necesitan para su gobierno la vida común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la fortuna de cada uno”.
Pio XI ha señalado en Quadragesimo Anno que “Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero” y Juan Pablo II ha aclarado bien el significado del capitalismo especialmente en la sección 42 de Centesimus Annus.

42. Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?
La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.
La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.

En este cuadro de situación es importante siempre tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Cuando pronuncié la conferencia inaugural en el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) el 30 de junio de 1998 en Tegucigalpa expresé que si se piensa que la pobreza material –y no la evangélica de espíritu– es una virtud debería condenarse la caridad puesto que mejora la condición del receptor y si se estima que los pobres materiales están salvados los sacerdotes debieran dedicarse solo a los ricos.

Como una nota al pie sostengo que el Estado Vaticano consolidado por Mussolini vía el Tratado de Letrán es a contracorriente de aquello de “mi reino no es de este mundo”, para no decir nada de su banco…¿no era según este Papa que “el dinero es el estiércol del diablo”?
Celebro que muchos no se resignan a lo que sucede en parte del seno de nuestra Iglesia.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 1 de marzo de 2024.



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