"Educación" y
Revolución Bolivariana.
Una pobre educación
para los pobres
Se hace un balance de las políticas públicas educativas implementadas en Venezuela por la revolución bolivariana. El resultado demuestra que el interés ha sido utilizar la educación como mecanismo de cohesión ideológica en torno al proyecto político que orienta a la nación hacia el modelo del socialismo del siglo XXI. El control político de docentes, la ideologización de estudiantes, el intento de implementar diseños curriculares sesgados, el cerco presupuestario para doblegar a la universidad autónoma, así como la creación de misiones educativas que han servido demagógicamente para captar adeptos a favor del gobierno revolucionario, son algunas de las políticas que han llevado a la educación pública venezolana, cuyos usuarios son los sectores más pobres de la sociedad, a niveles cada vez más altos de precariedad académica, lo que permite concluir que la revolución ha terminado construyendo una pobre educación para los pobres.
Introducción
La llamada revolución bolivariana que se impuso en Venezuela desde 1999 ha mantenido, como política de Estado, el interés por convertir a la educación en una suerte de “cabeza de playa” para imponer en las jóvenes generaciones los ideales del socialismo del siglo XXI. Desde el año 2001, cuando intentaron por vía de un Decreto Presidencial (Decreto 1011), destituir unilateralmente y sin procedimiento administrativo a docentes y directores de escuelas reacios a seguir las instrucciones del Despacho de Educación, se desataron reacciones de la sociedad civil que no solamente hicieron retroceder la aplicación del referido decreto, sino que prendieron señales de alarma sobre las verdaderas intenciones del gobierno en materia educativa.
De las políticas que más han generado controversia está la creación de las misiones educativas, los intentos de imponer diseños curriculares para educación primaria y secundaria comprobadamente ideologizados, la aplicación de los lineamientos para el sector esbozados en el inconstitucional Plan de la Patria, la ausencia de información sobre el tema de la calidad educativa, la elaboración de millones de textos escolares marcadamente sesgados y distribuidos gratuitamente en las escuela oficiales, los intentos por hacer de la educación privada una actividad económicamente insostenible, el cerco a las universidades autónomas a través de la asfixia presupuestaria y el cercenamiento de sus atribuciones autonómicas a través de la asunción unilateral e inconsulta de muchas de sus atribuciones legales por parte del gobierno. Sin embargo, la resistencia de la sociedad civil democrática a postergado en innumerables ocasiones estos intentos abiertos por convertir a la escuela en una prolongación de los núcleos de formación de cuadros políticos del partido de gobierno. Aunque, vale decir, el gobierno revolucionario ha avanzado mucho en sus pretensiones.
En este artículo se pretende mostrar algunas de estas políticas con la finalidad de evidenciar ante el mundo que, para la llamada revolución bolivariana, la educación nunca se ha asumido como mecanismo para el desarrollo y progreso individual y social y que, por el contrario, la misión que se le asigna es la de asegurar por parte de las generaciones que hoy día se están levantando, el apoyo y cohesión en torno a un proyecto político-partidista que pretende sustituir la democracia que se ha implantado en Venezuela desde 1958. El modelo político que se intenta implantar es similar a los socialismos autoritarios que han empobrecido a países de buena parte de Europa del Este y a países de la región, como es el caso del fracasado proyecto comunista de Cuba.
Educación en Revolución. Misión estratégica: ideologizar, no educar
Hugo Chávez siempre pensó a la educación como un arma para la guerra ideológica.
Su proyecto político nunca la concibió como mecanismo para la formación de profesionales para impulsar el desarrollo científico y tecnológico de Venezuela, mucho menos para formar ciudadanos con valores democráticos que contribuyan a la convivencia social. Al asumir la educación como un espacio para el control político, se actuó en consecuencia. Las políticas públicas diseñadas desde 1999 apuntaron hacia la alineación de la educación a la esfera de lo que denominó Gramsci como “Hegemonía Cultural” (2007), es decir, contribuir a la internalización de los valores socialistas con la finalidad de generar la superestructura ideológica y política necesaria para cohesionar a la sociedad en torno al modelo que se ha pretendido instaurar en Venezuela, vale decir, el modelo socialista de corte militarista.
En las primeras de cambio, estas políticas se concentraron en el control de los maestros a través de la implantación del Decreto 1011 del año 2001. Con este decreto presidencial se creó la figura de los Supervisores Itinerantes, suerte de comisarios políticos del Ministerio de Educación, con la competencia de sancionar y destituir, sin procedimiento administrativo previo, tal como estable la Ley, a docentes y directores que sospechosos de no acatar las instrucciones ministeriales. Por supuesto, ese celo por el acatamiento, no era más que la excusa para, sin fórmula de juicio, destituir a quienes eran catalogados como “escuálidos” (el régimen cubano llama “gusanos” a sus opositores en Miami), o no afectos al régimen. Esta política generó la primera reacción de la sociedad civil que el gobierno de Chávez conoció.
Bajo el lema “Con mis hijos no te metas”, las calles de Caracas fueron testigos de las protestas de padres y representantes, quienes desde temprano advirtieron la indebida intromisión de estos supervisores nombrados ad hoc, en las escuelas privadas. Fue la primera derrota en la calle del gobierno. Finalmente, aunque el decreto no ha sido derogado, por la vía de los hechos el gobierno desistió de aplicarlo. Otra de las políticas gubernamentales que se evidenciaron desde los primeros años de la revolución bolivariana fue la creación de gremios docentes paralelos a los existentes, con el fin de dividir el movimiento magisterial. Pero eso no sería un inconveniente dado que la democracia venezolana a través de sus leyes permite la libertad de asociación sindical. El asunto es que siendo un sindicato donde nunca se realizaron elecciones para elegir su Directiva, el gobierno lo reconoció como único vocero válido para la discusión de los contratos colectivos. Con esta maniobra digna de los regímenes fascistas, se marginaron a las federaciones gremiales.
Las Misiones educativas o como ganar elecciones gracias a la demagogia
En el año 2002 el país exigió al Consejo Nacional Electoral (CNE), organizar un referendo revocatorio del presidente Hugo Chávez. Se cumplía la mitad del período presidencial y por mandato constitucional, el pueblo podía solicitar esa revocatoria. Ya habían transcurridos los sucesos del llamado paro petrolero con sus secuelas de despidos de toda la masa crítica de la industria petrolera PDVSA. El organismo electoral recurrió a todas las trabas posibles para evitar ese referendo. Esto permitió que Hugo Chávez implantara una serie de políticas tendentes a recuperar el favor popular e ir en mejores condiciones a la justa electoral. Así, para el año 2003 crea unos programas asistenciales que dio en llamar Misiones.
El objetivo fue atender de manera directa algunas de las necesidades más inmediatas de la población. Una de ellas fue la Misión Barrio Adentro (Decreto del Ejecutivo No. 2745 de fecha 26-01-04), la cual consistía en instalar módulos de atención primaria en salud en las barriadas más depauperadas de la capital y en las zonas marginales de las ciudades más importantes del país. La falta de personal médico disponible en lo inmediato lo llevó a establecer un convenio con Cuba. A cambio de petróleo, Cuba enviaría médicos que prestarían atención a la población a cambio de un sueldo (buena parte de éste era pagado al gobierno cubano en dólares, quedando a los galenos una mínima parte en bolívares). Por supuesto, esta iniciativa le granjeó muchas simpatías al presidente ya que la atención gubernamental en el área a ese sector de la población se había deteriorado con el paso del tiempo por la insuficiencia de recursos y la mala administración de los pocos que había.
Otra de las iniciativas fue la creación de la Misión Robinson (Decreto del Ejecutivo No. 2434 del 02-06-03). Su objetivo, alfabetizar a la población que no había tenido la oportunidad de ingresar al sistema escolar formal. Al igual que con la Misión Barrio Adentro, el gobierno de Chávez estableció un convenio con Cuba, el cual proveyó de material audiovisual y facilitadores a cambio de ventajas en la venta de petróleo. Ambas misiones fueron impulsadas por un aparato propagandístico que, con ingenio y agresividad, posicionó en el inconsciente colectivo la idea de que el gobierno atendía de manera eficaz, y sin nada a cambio, a los pobres de Venezuela. Los resultados se vieron al momento de contarse los votos en el referendo revocatorio.
El presidente Chávez obtuvo los suficientes para permanecer en el poder. Pero analicemos con un poco más de detalle lo referido a la Misión Robinson. El aparato propagandístico del gobierno vendió la idea de un despliegue envolvente hacia todo el país por parte de los alfabetizadores. Se utilizaron las mismas técnicas propagandísticas que usaron los cubanos en su campaña de alfabetización del año 1961. Constantemente se veían por los medios de comunicación a los muchachos facilitadores, morral en ristre, alegres por la misión que llevaban adelante. En no pocas oportunidades transmitían escenas conmovedoras de supuestos alfabetizados, dando gracias a la revolución por haberles dado la oportunidad de conseguir la luz a través de las letras. Más de un país aliado congratulaba al gobierno revolucionario por tan hermosa iniciativa. El gobierno llegó a señalar en un acto público del año 2005 que la UNESCO había decretado a Venezuela como “Territorio Libre de Analfabetismo” y la colocaba como ejemplo para los pueblos del mundo. Pero la mentira siempre ha tenido patas cortas.
La propia UNESCO desmintió tal comunicado. En realidad, esta oficina dependiente de la ONU, lo que hizo fue transmitirle al gobierno venezolano el reconocimiento de los avances en materia de alfabetización. Sin embargo, las autoridades venezolanas sacaron provecho de tal parabién, colocándole como aderezo algo que nunca dijeron los expertos de la UNESCO. El investigador venezolano Luís Bravo ha catalogado este episodio como “La mentira pedagógica más grande jamás contada” (Bravo 2006, Ramírez 2009). Las cifras que se presentan a continuación rebelan que la afirmación de Bravo no es exagerada. En 2006 el para entonces ministro de educación, Aristóbulo Istúriz tuvo que admitir públicamente que la declaración de Territorio Libre de Analfabetismo no la otorgo el organismo internacional, sino que fue “una declaración soberana de Venezuela”.
Se podrá observar que, si bien para el año 2001 el analfabetismo en Venezuela alcanzaba un porcentaje de 6,4, para el año 2011, año del último censo en el país, el registro de analfabetas es de casi un 5% (INE, 2011). A pesar de la millonaria propaganda, la enorme cantidad de recursos públicos que se erogaron para llevar adelante esa campaña y la firma de convenios leoninos con Cuba para intercambiar petróleo por servicios, el impacto real sobre la población analfabeta en Venezuela fue prácticamente imperceptible estadísticamente hablando. La UNESCO califica como superado el analfabetismo cuando la población con esta condición no es superior al 4%.
Las cifras hablan por sí solas, con el aditamento que no son independientes sino emanadas por un organismo oficial como es el Instituto Nacional de Estadísticas.
Si bien no se cumplió el cometido pedagógico, esta misión si contribuyó a lograr el objetivo electoral. Para 2017, 14 años después, la Misión Robinson es un programa casi en extinción, no porque hayan desaparecido los analfabetos, como falsamente insiste el gobierno (persiste en un 5% de la población), sino porque su cometido político se agotó y porque con la caída de los precios del petróleo no hay recursos para mantener la burocracia que soportaba tal programa.
Es pertinente señalar que paralelamente a la solicitud de referendo que se inicia en febrero de 2003, Chávez dio a conocer no solo el decreto que crea a la Misión Robinson I (para alfabetizar) y II ( para completar la primaria en brevísimo tiempo); también crea la Misión Rivas (Resolución ministerial No. 47 del 09.06.2004), para culminar el Bachillerato en un lapso de 2 años, sin cursar asignaturas como Química, Física, Biología y Matemática; y la Misión Sucre (Decreto Presidencial Nro. 2604 de 09.09.2003), para cursar carreras universitarias en instalaciones ad hoc, con titulación certificada por universidades experimentales creadas por la revolución a partir del año 2005. Como se podrá observar se creó un circuito escolar paralelo al formal, con menos exigencias académicas, pero con el firme propósito de generar una clientela “satisfecha” por haber tenido la oportunidad de obtener un Título Universitario de muy baja estima en el mercado laboral (Ramírez, 2009).
Conclusión:
La revolución bolivariana ha construido una pobre educación para los pobres Una panorámica de la educación venezolana en tiempos de revolución chavista deja un saldo negativo. Las políticas públicas chavistas no apuntaron al mejoramiento de la calidad educativa. Por el contrario, la demagogia y el uso de la escuela como espacio para la ideologización y la partidización de los sectores más vulnerables de la sociedad (niños y adolescentes), ha signado todo este período. Las promesas de inclusión y de una educación de calidad para todos, muy tempranamente cayeron en el olvido. Si bien es cierto que la matrícula escolar aumento a cifras importantes, no fue acompañada por políticas que garantizaran que en las escuelas públicas donde asisten los más pobres, se impartiera una educación de igual o superior calidad a la impartida en los más emblemáticos colegios privados de Venezuela.
El gobierno no llego hasta allí, quizás por temor a lo que manifestó el exministro de Educación Héctor Rodríguez: “no crean que los vamos a educar a todos para que después mejoren sui posición social y se conviertan en escuálidos”. Para que el lector pueda interpretar correctamente esta declaración pública de este alto funcionario del gobierno, debe saber que “escuálidos”, fue la expresión con la que Chávez estigmatizó a todo aquél que disintiera de su proyecto político. No se exagera ni se peca de insidioso cuando se afirma que la educación que se gestionó desde la concepción del denominado socialismo del siglo XXI, pasó de tener una calidad medianamente aceptable (basta con escuchar los constantes reconocimientos a nuestros graduados universitarios en el exterior), a ser una educación de dudosa calidad.
Debemos confesar que esta afirmación tan taxativa no está respaldada por datos o investigaciones que así lo corroboren. El gobierno nacional y sus autoridades educativas a todos los niveles son reacios a suministrar datos y no permiten el acceso a las escuelas públicas para conocer de primera mano la situación de aprovechamiento académico de nuestros estudiantes. Vale la pena anotar que el gobierno nacional eliminó desde el año 2002 los mecanismos de evaluación de los aprendizajes que se diseñaron desde una de las oficinas ministeriales, además se ha negado rotundamente a participar en las pruebas PISA, lo que impide saber el rendimiento de nuestros estudiantes en comparación con el de sus pares en la región y el mundo. Sin embargo, pese a esta política de ocultar información, existen indicadores que señalan que la educación de los niños y adolescentes venezolanos, sobre todo los de los sectores más pobres, ha bajado estrepitosamente de calidad durante la llamada revolución humanista.
El inventario para llegar a esta conclusión pesimista con respecto a la educación en Venezuela está a la vista: la mayoría de los bachilleres de los liceos públicos no tienen la más mínima posibilidad de enfrentar exitosamente ningún mecanismo de evaluación para ingresar a las universidades de mayor prestigio en el país; un circuito escolar (las Misiones) que se constituyeron en una pobre educación para los pobres; rezago en el uso educativo de las nuevas tecnologías; poco o ningún estímulo para el estudio y ejercicio de la carrera docente por los precarios salarios y peores beneficios socioeconómicos, amén de las preocupantes cifras de deserción escolar que está revirtiendo la política de inclusión que impulsó el gobierno a sus inicios.
A todo esto, se le suma la poca inversión en construcción de escuelas y en el mantenimiento de las existentes. Para el día de hoy hacen falta por lo menos 4000 escuelas en todo el país y todo apunta a que esta deuda social no será saldada en los próximos años por las graves condiciones económicas en las que se encuentra el país gracias a la pésima administración de sus recursos. Cómo explicar tanto descuido y desinversión social en materia educativa en los últimos 18 años? Pensamos que no se trata sólo de ineptitud y falta de conocimiento sobre la realidad educativa del país. Todo apunta a que la finalidad que le ha atribuido la revolución a la educación es la que le ha dado coherencia a estas políticas aparentemente reñidas con los estándares de excelencia que exige el mundo globalizado de hoy.
La desvalorización de la meritocracia en aras de un pretendido “diálogo de saberes”, no ha hecho más que minimizar la fuerza de la ciencia y la tecnología bajo el argumento de estar “al servicio del capitalismo”. Con discursos como este, difícilmente podremos aspirar a construir un sistema educativo capaz de generar los talentos que mañana puedan sustituir al petróleo como la materia prima más importante y rentable del país.
Para el régimen impuesto en Venezuela desde 1999, la escuela se erige como el taller para moldear conciencias y sensibilizar almas en torno a un proyecto político partidista. Bajo este esquema la formación profesional es colateral y siempre en función de las necesidades planteadas por el Estado-Partido. ¡Qué sean como el Che!, decía Fidel en alusión al ideario de la educación en la isla caribeña, en Venezuela el eslogan es ¡Qué sean como Chávez! (tal como lo manifestó a la prensa nacional la ex Jefe de Gobierno de Caracas Jaqueline Farías, con motivo de la remodelación de una escuela en 2007). Ese será la educación que le espera a las generaciones nacidas en revolución.
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RÉGIMEN COMUNISTA
impone ideologización
en el sistema educativo
Con la distribución de libros en los cuales se destaca la figura de Hugo Chávez, se está haciendo realidad el viejo planteamiento del Gobierno nacional de convertir la educación en un mecanismo de ideologización y adoctrinamiento, denunció el doctor Tulio Ramírez, profesor de postgrado de la Universidad Central de Venezuela, entrevistado, vía telefónica, por reporteros de EL IMPULSO.
Recordemos que el entonces ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, planteó, públicamente, en una oportunidad, que era normal la ideologización y adoctrinamiento en la educación.
Los textos que son distribuidos son una consecuencia de esa doctrina. Y lo hemos observado con mucha profundidad en los libros relacionados con los temas sociales, específicamente en los del sexto grado, por cuanto hay una tergiversación de la historia reciente de Venezuela, desde 1958 hasta el 2006-2007.
Al respecto, el doctor Ramírez indica que hay una carga cuantitativa sobre el período de Hugo Chávez, a quien se le dedican 26 páginas y media. El resto corresponde a nueve presidentes, desde la junta de gobierno hasta Rafael Caldera. Tanto a Jaime Lusinchi como a Luis Herrera Campins se le asignan media página nada más.
En cambio a Chávez, entre el periodo en si mismo más capítulos alegóricos a la obra de gobierno se le dedican casi 62 por ciento de los contenidos presidenciales.
El problema tiene que ver también con los contenidos, es decir, en los períodos pre-chavistas se destaca solamente lo malo y se hace alegoría de lo que fue la historia insurreccional en Venezuela, desde los años 60 hasta el momento del intento del golpe del 4 de febrero del 92.
Se resaltan episodios y anécdotas sobre la lucha armada, la insurrección y la organización de la izquierda en Venezuela. Y se despotrica de la gestión de esos nueve presidentes.
Al hacer un cuadro comparativo para evaluar lo positivo y lo negativo, tal como lo hicimos con los presidentes previos, encontramos que no hay ningún comentario negativo sobre Chávez. Es una historia muy edulcorada.
Lo más grave es que ocultan episodios recientes que resultan muy graves, porque fueron notorios y millones de personas conocen: el 11 de abril y la presencia de pistoleros en Puente Llaguno, ni tampoco el llamado del presidente a aplicar el Plan Ávila, ni la alocución de Lucas Rincón diciendo que el presidente había aceptado la renuncia. Tampoco por ningún lado aparece que Chávez despidió a 18 mil profesionales de Pdvsa.
Venezuela y los textos escolares
que «satanizan el cristianismo»
Expertos coinciden en que el adoctrinamiento en las aulas venezolanas es una política de Estado alineada con fines ideológicos y propagandistas. No obstante, sugieren usarlos para demostrar las mentiras vertidas durante el período chavista
Los más de setenta libros que integran la Colección Bicentenario diseñada e impuesta por el oficialismo en Venezuela son usados como mecanismo de ideologización, el cual consolida el modelo comunista y apunta a la formación de cuadros políticos.
Lo advierte un equipo de investigadores de varias casas de estudio al presentar hallazgos sobre los textos de uso obligatorio en las aulas, en el marco de las jornadas: “El texto escolar como problema. Diversas miradas” a cuyo lanzamiento acudió Aleteia.
Elementos de distorsión en las verdades históricas y culturales están presentes en los contenidos oficiales que se emplean como “fuente de ideologización en los que se sataniza al empresario” y se “anula a los partidos políticos” como base de una democracia.
Al menos 20 especialistas participan en el coloquio sobre materiales elaborados por el Ministerio de Educación. Coinciden en sus denuncias contra el peculiar diseño curricular venezolano desde 2011, pero también contra este “mecanismo de adoctrinamiento”.
Impulsan una población pasiva
Carmen Arteaga, investigadora de la Universidad Simón Bolívar (USB), explica que abundan elementos para construir un “ciudadano pasivo que se someta ciegamente a los dictámenes de un líder carismático”.
Advierte que “hay elementos ideologizadores no sólo en los contenidos de Ciencias Sociales”, sino también en “textos de Matemática y Ciencias Naturales”.
Son textos cargados de “elementos propagandísticos”, en los cuales se impulsa la visión de “Hugo Chávez como refundador” de Venezuela; y en los que además se sataniza al cristianismo, a pesar de que más del 90% de la población se confiesa católica.
La especialista destacó que en el “proyecto curricular” del “Socialismo del Siglo XXI” se ve a “la educación como un mecanismo para crear cuadros políticos”, y sostuvo que fue esa la razón para que se ordenara la 1era edición de la Colección Bicentenario.
Dijo que “en los textos escolares está reflejado el relato sobre la historia de la nación”, y destacó que en niños y jóvenes están inculcando ideas distorsionadas que luego son “inamovibles”.
La lucha entre clases sociales
Insistió en que en los textos escolares diseñados por el oficialismo como herramienta de formación obligatoria “existe una representación que se ajusta a la visión marxista de la historia”.
La investigadora estuvo al frente de un seminario sobre Representaciones Discursivas en Textos Escolares que se hicieron en el Doctorado de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), patrocinante de este evento.
Pero no son los únicos que lo afirman. La actividad académica cuenta con docentes de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad Metropolitana (Unimet), la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel); y representantes de la Academia Nacional de la Historia; así como de la Universidad de Pereira de Colombia.
Entre los investigadores que respaldan los resultados de los estudios figuran Tulio Ramírez, director del Doctorado en Educación (UCAB); Inés Quintero, directora de la Academia Nacional de Historia; Migdalia Lezama, jefa del Departamento de Ciencias Sociales de la Escuela de Educación; Leonardo Carvajal, Pedro Alemán (UCV), Tomás Straka y el investigador colombiano Miguel Gómez Mendoza.
De acuerdo con los especialistas, en los textos se enseña que el pobre lo es porque no se permite que “la riqueza baje” hasta él. En este aspecto, Carmen Arteaga ironiza: “¿Qué significa que la riqueza baja? ¿Acaso no la tenemos qué producir o generar?”.
Dominación y dependencia
Ejemplarizó igualmente que cuando un texto escolar dice que “el pueblo entendió, siguió, admiró, comprendió o aceptó lo que dijo su líder, usted no está creando un ciudadano, sino un esclavo”. Además, “no se menciona a los partidos políticos”, o “son representados en términos negativos”.
Sostuvo que en los textos de la Colección Bicentenario hay “actores de la sociedad legítimos, como los empresarios, (que) son representados sistemáticamente en términos negativos”, pues se los vende como “explotadores”, y al empleado como “víctima”.
La profesora universitaria asegura que los textos tergiversan “nuestra base cultural” y mostró preocupación en cuanto a los dogmas que impulsan para contrariar visiones propias de “la mayoría de nosotros como cristianos”.
Los venezolanos “tenemos una base cultural hispánica; por eso hablamos castellano. Cuando yo satanizo ese elemento propio de nuestra identidad, estoy incorporando un elemento problemático para la construcción de una identidad positiva, reconciliada en una sociedad que pueda hacerse dueña de su destino”.
Sesgo ideológico como política de Estado
Otra advertencia es el sesgo, pero no como un elemento propio de las inclinaciones naturales de quien escribe, sino como una política con propagandistas e ideológicos. Lo advierten el doctor Tulio Ramírez y el profesor universitario Leonardo Carvajal, investigadores que participan en las jornadas.
“Una cosa es el sesgo que un texto escolar puede tener en cualquier lugar del mundo. Y otra son los sesgos como política de Estado”, sostienen.
Recuerdan que para minimizar esta inclinación se establecían equipos de supervisión, pues “en toda obra humana hay valoraciones, imperfecciones e ideologías. Pero por ello, un ministerio de Educación debe velar por minimizarlos”.
No obstante, en 1998 desaparece esa supervisión como parte de una estrategia para fomentar el adoctrinamiento oficialista en las aulas. Esto lo lidera “un gobierno que impone su visión unilateral, de pensamiento único e inconstitucional”.
Aunque aseguran que “la pretensión del gobierno (de Nicolás Maduro) sobre el uso de ese texto escolar en Venezuela fracasó”, pues “no se usa” como pretendieron, “eso no nos deja exentos de peligros”.
“¡No se puede sacar a Dios de las escuelas!”
Y es que “son más de 12 millones de libros circulando”. Pero “es algo que está allí y no lo podemos desaparecer por un arranque de venganza ideológica”. Estiman en tal sentido que pueden ser útiles “para mostrar lo falsos que son”.
“Eso sí: en un ambiente de libertad, democrático (…) Pueden convertirse en insumo para evaluar lo que fue la educación durante el período chavista”.
En 2009, a través del documento “La enseñanza religiosa en las escuelas”, el entonces Arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa, exclamó: “¡No se puede sacar a Dios de las escuelas!”. Su denuncia profética también recordó que: “Dios es importante para Venezuela”.
Hoy su clamor resuena con más fuerza que nunca.
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