EL SOCIALISMO,
HEREJÍA GNÓSTICA
La idea de realizar el Reino de Dios en la Tierra
está detrás de todas las revoluciones posteriores
a la puritana que pretenden cambiar la sociedad
Decía Ortega, que «hay épocas de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino». La actual es una de ellas. Pero el agnóstico John N. Gray afirma que «la política de la Edad Contemporánea constituye otro capítulo más de la historia de la religión».[1] Y es que, paradójicamente, han surgido y surgen religiones fundadas en el odium Dei. Formas modernas de la gnosis, decía Augusto del Noce, para la que son malos la Creación, el trabajo de Dios, de modo que el hombre tiene que reconstruir la materia, a la que contrapone la gnósis el espíritu.[2] El pensamiento gnóstico, decía Ortega en Dios a la vista, parte «de un profundo asco hacia el mundo», por lo que «no admite ni siquiera que lo haya hecho Dios».
El socialismo es un gnosticismo, que fomenta el ateísmo que está ganando terreno al cristianismo y otras religiones tradicionales, aboca al totalitarismo y concluye en el nihilismo profetizado por Nietzsche.
Su carácter religioso explica que subsista a pesar de los fracasos y desastres de todos los regímenes de esa ideología, una mimetización del cristianismo.
1.- El gnosticismo, fortalecido, no justificado, por el cientificismo, nunca ha sido probablemente tan intenso la Cristiandad, como en la época contemporánea. «La Fe, escribía Hilaire Belloc en 1938, está ahora en presencia, no de una herejía particular como en el pasado…ni tampoco está en presencia de una especie de herejía generalizada… El enemigo que tiene que enfrentar ahora la Fe, y que puede llamarse el «ataque moderno», es un asalto en masa contra los fundamentos de la Fe, contra la existencia misma de la Fe… El duelo es a muerte».[3]
Belloc confesaba no saber cómo nombrar el régimen de herejía bajo el que «estamos viviendo hoy», pues «sólo se distingue de los períodos anteriores, en que se ha generalizado el espíritu herético». Es tan difuso, que «cada uno debe darle su propio nombre».
Preocupado por el auge del estatismo[4] y quizá por falta de perspectiva histórica, consideraría Belloc el socialismo un mero fenómeno político —en Inglaterra el laborismo— y el leninismo una revolución política. En 1938, no era fácil interpretar, por ejemplo, el fascismo —políticamente una reacción contra el internacionalismo del socialismo soviético— o la guerra civil de España, como respuestas religiosas, nacionalista la primera, y nacional, aunque católica la segunda, a la versión comunista del socialismo religioso ruso. La gran herejía que no sabía nombrar Belloc, es el socialismo.
Voegelin sí achacó la creciente irreligiosidad postbélica, que venía de la revolución francesa y favorecía el desorden, al eterno gnosticismo, que, aliado con el racionalismo, promovió el despotismo de la razón[5] concretado en «la dictadura de la ciencia» y las ideologías cientificistas, prácticamente todas. Pero el gnosticismo, que acompaña al cristianismo desde el principio, no era la novedad. La novedad era el auge del socialismo, ciertamente un gnosticismo, igual que, prácticamente, todas las herejías cristianas. Herejía, que se podría describir como un cientificismo cristiano o un cristianismo cientificista. Pues una de sus ideas creencias inconscientes es la promesa del Reino de Dios, una de las causas de los milenarismos, que se presta a intentar realizarlo en este mundo mediante la política, cuando decae la fe viva o las emociones, los deseos, las pasiones o la injusticia obnubilan la sensibilidad y la razón. Constituyó el objetivo del grupo de la Quinta Monarquía, muy activo en la revolución puritana inglesa (1642-1649) contra el que recordaba Hobbes la frase de Cristo, «Mi reino no es de este mundo».[6]
La idea de realizar el Reino de Dios en la Tierra está detrás de todas las revoluciones posteriores a la puritana que pretenden cambiar la sociedad. Unida a la égalite y la fraternité de la francesa, impulsa las ideas socialistas. Peter Watson sugiere, que, según Habermas, es el Reino de Dios el exitoso contrapunto de la razón laica, generando la «incómoda» conciencia de que falta algo, como respaldan Thomas Nagel o el economicista Ronald Dworkin.[7] Una de las cosas que faltan es, decía Hannah Arendt, el sentido de la autoridad. Consecuencia de la crisis de la Iglesia, de cuya auctoritas dependía la legitimidad de los regímenes políticos.[8]
3.- La mayor, más importante y más decisiva culture War del tiempo presente es, en efecto, continuación de la lucha contra la religión, que comenzó con la Gran Revolución. Una contrarrevolución contra la revolución cristiana, la madre, en cierto modo, de todas las revoluciones al ser la religión de la libertad –»la Verdad os hará libres»-, para cambiar el orden socio-político determinado por el cristianismo.
La revolución francesa (1789) opuso el laicismo radical del Estado a la fe de la Iglesia. Oposición que llegó al paroxismo en el siglo XX al triunfar en Rusia la revolución marxista-leninista, que transformó el estatismo laicista jacobino en el comunismo religioso que promete la restauración del Paraíso en la Tierra. Decía Schumpeter: «El socialismo marxista pertenece a aquel subgrupo que promete el paraíso en este lado de la tumba».
4.- La manifestación más importante de la gran herejía es la marxista, sobre la que escribió Simone Weil (1909-1943) en 1943 en el manuscrito inconcluso ¿Hay una doctrina marxista?[9]: «El marxismo es enteramente una religión en el sentido más impuro del término. Tiene en común con todas las formas inferiores de la vida religiosa, el hecho de haber sido utilizado como opio del pueblo, según la exacta expresión de Marx».
Las ideas del Paraíso y Caída se encuentran en todas las culturas. Fundamentan las religiones del mundo mítico. Y el socialismo promete la restauración del Paraíso perdido por el pecado original al desobedecer Eva y Adán la prohibición por Dios de comer la fruta del árbol «del conocimiento del bien y del mal» (Génesis 2-3). Esa promesa es el gran atractivo subyacente de los socialismos, deudores también del conde Saint Simon (1760-1825). Quien, fascinado por el poder de la ciencia moderna, que no se distinguía entonces de la técnica, invirtió el antiquísimo mito de la Edad de Oro situándola en el futuro y concibió un nuevo cristianismo,[10] cuyo principio fundamental era «mejorar lo más rápidamente posible la existencia moral y física de la clase más pobre». Los apóstoles saintsimonianos y los seguidores positivistas de Augusto Comte, exsecretario del conde, que decretó había comenzado con la ciencia el estado último y definitivo de la historia de la Humanidad, divulgaron el mito de la Edad de Oro. El pensamiento de Carlos Marx, cuyo punto de partida era hegeliano, pues Hegel fue el primer metafísico interesado seriamente por la economía política, no se entiende bien sin tener en cuenta las ideas saintsimonianas y comteanas.
El mito, decía Benito Mussolini, «es fe, pasión, no es preciso que sea realidad». Y el mito de la Edad de Oro es una de las ideas creencia impulsoras del modo ideológico de pensar, que pugna por sustituir a las religiones tradicionales. Las míticas, porque sitúan la Edad de Oro en el pasado. Las monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam —una herejía de aquellas dice Belloc—, porque consideran la Edad de Oro un mito (el islam no tanto, aunque no utiliza esa expresión).
5.- El culto a lo divino, es tan antiguo como la humanidad. Quizá por eso no está de moda. Las Iglesias, “el depósito de la fe”, y el sacerdocio están en horas bajas en el mundo que puede llamarse culturalmente cristiano afectado por el progresismo, una derivación claramente gnóstica del socialismo, cuyo santo patrón es, según el historiador inglés John Lukacs, Adolfo Hitler, un gnóstico socialista.[11]
Sin embargo, la religión es fundamental en la vida humana. No sólo por la conocida frase de Dostoyevski, «Si Dios no existe, está permitido todo». Como dice René Girard, cuya concepción cristocéntrica de la historia tiene cada vez más seguidores creyentes y no creyentes, «la humanidad es hija de lo religioso» y «lo religioso es la madre de todo». Zubiri lo expresaba así: «El hombre no tiene religión: es religión». «Las dos esferas de la religión sistemática y de la política, lejos de ser independientes, son en principio idénticas», escribió el agnóstico Jorge Santayana. «Un pueblo está muerto cuando están muertos sus dioses», hace decir Dostoiewski a uno de sus personajes.
Inspirado por el éxito histórico de Europa y el de la ciencia y la técnica europeas —posibles gracias al cristianismo, que desmitifica la Naturaleza—, el modo de pensamiento político utópico que busca la perfección y parece ser exclusivo de la cultura y la civilización moldeada por el cristianismo, irrumpió en el Romanticismo, en cuyo ambiente empezaron a enraizar las ideas socialistas. El hombre, decía Ortega, es un ser utópico, romántico. Sueña e imagina una realidad mejor. Y la revolución industrial y la cuestión social coincidieron con el movimiento romántico, que impregnó el espíritu del socialismo.
El modo de pensamiento utópico potenció a su vez el modo ideológico de pensar —la ilusión de que la naturaleza humana y la sociedad pueden remodelarse caprichosamente—[12], que compite con las religiones con ánimo de sustituir la verdad religiosa fundada en la fe, por la verdad ideológica fundada en la razón pura que orienta la razón práctica.[13] La filosofía de la praxis es la filosofía democrática, decía Gramsci.
6.- Prescindiendo de antecedentes, detalles y variantes del colectivismo, fue el cientificismo marxista el que asentó el pensamiento ideológico invirtiendo al teólogo luterano Hegel.[14] para quien depende todo de la voluntad de Dios y el cristianismo.[15]
De acuerdo con Gray, los grandes conflictos políticos del siglo XX, cuyas consecuencias no han desaparecido, fueron conflictos religiosos inducidos por la fe cientificista del marxismo-leninismo. Sobre todo, la fe religiosa de Lenin en el poder de la ciencia. Sin Lenin, no hubiera sido «devastado por la demiurgia de los totalitarismos, que respondían a intentos de transfigurar el mundo humano».[16]
A la verdad, la ciencia debiera limitarse a recomendar la religión como una terapia para curar las psicopatías en constante aumento, debido, en buena medida, a la crisis de las religiones tradicionales.[17] Pero los hechos mandan: si el siglo XX fue el siglo del socialismo, sigue siéndolo el XXI, aunque la religiosidad socialista strictu sensu esté también en decadencia. Afectada por el ateísmo, del que es una de las causas, funge como un pretexto de las oligarquías para hacerse con el poder. No obstante, sigue reclutando fieles atraídos por su éxito, como es normal, por la propaganda o por conveniencia, que es también normal.
Como fenómeno religioso, el socialismo es un revival contemporáneo de la antiquísima herejía de la apokatástasis, próxima, según el gran teólogo von Balthasar, al gnosticismo, como es sólito en las herejías. La apokatástasis (restitución a su condición origina) por decirlo así, oculta, pero muy extendida, interpreta «instaurar todas las cosas en Cristo» (Ef 1,10), como el retorno de todas las cosas a su situación original. Incluye que todos se salvarán, pues el infierno no es eterno. Según san Gregorio de Nisa, incluso el demonio.
7.- La religión es madre de las culturas y las civilizaciones. Inseparable empero de la política, que presupone que unos mandan y otros —la mayoría— obedecen, la infraestructura esencial de los pueblos es la poderosidad del espíritu religioso encarnado en las costumbres, tradiciones e instituciones: Wer Religion verkennt, erkennt Politik nicht (quien no comprende la religión, no entiende la política).[18]
Así, el anarcocapitalista ateo o no creyente Murray R. Rothbard reconocía que, en toda sociedad, tiene que haber una religión predominante: «Si el cristianismo, por ejemplo, es despreciado y desechado, alguna forma horrenda de religión va a ocupará su lugar: ya sea el comunismo, el ocultismo de la Nueva Era, el feminismo o el puritanismo de izquierda».
8.- Lo comprendió muy bien Thomas Hobbes (1588-1679). Para poner fin a las guerras de su tiempo por motivos religiosos (aunque mezclados con los políticos[19]), recluyó las confesiones religiosas en el fuero íntimo y postuló una religión civil obligatoria del Estado, deus mortalis neutral como el theós inmóvil de Aristóteles. El Estado deus mortalis concentra el poder, y del poder, que conlleva religación, fuente de la obediencia, emana la religiosidad civil, que sería con el tiempo la de las ideologías. Religiones laicas cuya naturaleza religiosa fue quizá Carl Ch. Bry (seudónimo de Carl Decke, 1892-1926), el primero en percibir. Denominó «religiones encubiertas» al comunismo soviético, al fascismo y al nacionalsocialismo.[20] Raymond Aron y Jules Monnerot las bautizaron religiones seculares.[21] Otras denominaciones corrientes son: Voegelin, influido por Bry religiones políticas; Emilio Gentile religiones de la política; Marco Revelli religiones de la guerra por «la fusión imprevista de religión y política».
Las ideologías son inmanentismos «nostálgicos de lo absoluto» (G. Steiner), que tienden a sustituir al cristianismo, religión trascendente. Elevando valores temporales a dogmas metafísicos, constriñen como camisas de fuerza el pensamiento libre y el sentido común, basado en las ideas creencia tradicionales y la experiencia de la vida. A. de Muralt proponía esta definición de la ideología: «conjunto de ideas vinculadas orgánicamente en un progreso discursivo aparentemente necesario, que representan las aspiraciones pasionales humanas a la racionalidad y la verdad, por una parte, y a la paz, la felicidad y la seguridad, por otra».[22]
9.- Hoy son indistinguibles el socialismo de Marx y el de Lenin. Pero hay diferencias. Para Marx, die Religion ist das Opium des Volkes (la religión es el opio del pueblo), un mito. Lenin era más tajante. Como era ruso y en Rusia, atestiguaba Walter Schubart, es todo religioso, el ateísmo no es indiferentismo sino reproche, oposición u odio a Dios: «Cada pensamiento dedicado a Dios es una vileza indecible» es la frase de Lenin equivalente a la del alemán cosmopolita. La ideología socialista tiene la ventaja de que, al ser atea, no le afectan la cuestión de la legitimad ni el derecho de resistencia porque, como decía Dostoyevski, está todo permitido. De ahí, según algunos, la amoralidad absoluta que caracteriza al socialismo, que no da importancia la corrupción y a los delitos de sus partidarios.
El marxismo es una inversión del luteranismo hegeliano. El leninismo una inversión del cristianismo ortodoxo apoyada en el mito de la Tercera Roma: «Escúchame, piadoso zar, había escrito el monje Filoteo en 1511: todos los reinos cristianos han convergido en el tuyo… Bizancio, es la segunda Roma; la tercera será Moscú. Cuando esta caiga, no habrá más».[23]
Robespierre había dicho: «La mitad de la revolución mundial ya se ha llevado a cabo; la otra mitad queda por realizar». Y el jacobino Marechall escribió en el Manifiesto de los iguales (1794): «La Revolución Francesa no es más que la precursora de otra revolución, mucho más grande, mucho más solemne y que será la última». Lenin, espíritu religioso admirador de los jacobinos, se impuso la obligación de realizar la mitad que faltaba. Evocaba a Robespierre y Marechall cuando proclamó malgré tout, la última y definitiva translatio imperii con el mito de Moscú como la Tercera Roma en arrière pensée: «Rusia no es más que una etapa hacia la dominación mundial». Su objetivo era instaurar el único Imperio deseado por Dios. Por los dioses, decían los antiguos. Aunque Marx y su discípulo dirían por la Historia, el gran truchimán, Ersatz de Dios en el marxismo y en el leninismo. No ha sido así, pero las iglesias socialistas tienen una deuda impagable con Lenin. Si Marx fue Moisés, Lenin fue el Josué, que derribó los obstáculos para hacer del socialismo una —en su intención, la— religión mundial. Paradójicamente, los misioneros socialistas han esparcido por todo el mundo ideas cristianas como las de que todos los hombres son libres e iguales. Una causa de la confusión actual sobre en qué consisten la libertad y la igualdad y cómo se garantizan.
Decía Schubart del socialismo bolchevique, que ha dejado su impronta en todos los socialismos: «Es una lucha, contra la religión y por la religión»… «es una parodia, una pseudomórfosis de la religión. Una nueva doctrina de salvación (Heilslehre) sin dios. Quiere ser aquí la religión política y que el Estado sea la iglesia. Combate por eso a la Iglesia y a la religión. Pero esta lucha contra la fe, no la destruye sino que la aviva (aufrüttelt)».[24]
10.- Situaciones, tendencias e ideas tribalistas y colectivistas ha habido siempre y existirán siempre. El socialismo, que es hoy el verdadero opio del pueblo, fomenta el tribalismo y el colectivismo.
Empezó a configurarse como una religión mítica tras la Gran Revolución y es hoy la religión encubierta, secular, política, de la política o de la guerra dominante en el mundo de la cultura y la civilización determinadas por la desmitificadora religión de la libertad. No sólo compite con el cristianismo, sino que lo está derrotando por la incapacidad intelectual de las iglesias cristianas para hacerle frente o por la mundanización que las lleva a interesarse en asuntos ajenos a la religión; por ejemplo, los mitos de la justicia social y el del cambio climático. ¿Acabará instaurando el papa Francisco una Iglesia de la Climatología? Se podría decir, que, mientras el socialismo y su ídolo, el Estado, siguen siendo religiosos, las iglesias, el sacerdocio y los cristianos y se desentienden de la religión.[25]
Donoso Cortés advirtió hace casi dos siglos el carácter religioso del socialismo: «El socialismo no es fuerte (más fuerte que el liberalismo), sino porque es una teología satánica. Las escuelas socialistas prevalecerán por lo que tienen de teológicas, sobre la liberal por lo que ésta tiene de antiteológica y escéptica».[26] Mas recientemente, el famoso matemático ruso Igor R. Shafarevich (1923-2017), que vivió bajo el sistema soviético, insistió en su gran libro El fenómeno socialista,[27] publicado clandestinamente en la URSS, en el carácter religioso del socialismo: «Las ideas socialistas jugaban frecuentemente un papel, de una u otra forma, en los movimientos y sectas que surgían en torno al cristianismo naciente«.[28]
11.- La fe gnóstica en la primacía del conocimiento sobre la fe religiosa connatural al ser humano, confirmada aparentemente por la ciencia y la técnica modernas, imposibles sin la desmitificación de la Naturaleza por el cristianismo, avigora la religiosidad «impura» que decía Weil, del socialismo contemporáneo. Cuya idea creencia rectora es la fe en la auto-redención terrenal de la humanidad. Una secularización o politización de la creencia cristiana en la vida eterna y del Reino de Dios del Padrenuestro y otros lugares. Mediante la revolución en el caso del comunismo, el socialismo radical, o mediante el revolucionarismo de que hablaba Monnerot, transformando legalmente las estructuras.
La mentalidad revolucionaria es antihistórica: quiere cambiar la historia para detenerla una vez conseguido su objetivo (o los revolucionarios están bien instalados). El antihistorismo es una actitud típicamente gnóstica. Lo decía J. Ratzinger: «Una fe que deja de lado lo histórico se convierte en realidad en «gnosticismo»». [29]
12.- El fundamento metafísico de la fe socialista es la absolutización del principio de inmanencia por el racionalismo subjetivista influido por el protestantismo, que elimina la espiritualidad inherente a la trascendencia sustituyéndola por la gnóstica.[30] En la URSS, el espíritu religioso de los rusos, descrito por Walter Schubart en Europa y el alma de Oriente (1938)[31] explica que comunistas convencidos a los que mandó ejecutar Stalin, murieran gritando «Viva Stalin». Actitud compartida por muchos comunistas —los «rígidos» del socialismo diría el papa Francisco— y socialistas de otros tiempos. Pues flaquea la fe viva de los sacerdotes socialistas hodiernos. Naturalmente hay muchos de buena fe. Pero la mayoría, e incluso los de buena fe cuando se dejan llevar sin darse cuenta por la corriente o tendencia dominante, son demagogos —demagogo no es por cierto, sinónimo de populista, aunque puede serlo—[32] que, proclamándose demócratas, hoy conditio sine qua non, para cualquier cosa —«dime de qué presumes y te diré de qué careces»—, aprovechan la credulidad de los creyentes en die wahre Demokratie, la democracia verdadera o auténtica prometida por Marx. En puridad, el socialismo real sólo beneficia, en parte por necesidad, a los que mandan, a sus allegados, a la burocracia y a las clientelas. Se caracteriza por el uso de erística, la retórica de la mentira. Lo único que hace bien, dicen los detractores, muchos con buenas razones, es la propaganda. De ahí su afán por controlar los medios de información, que son hoy casi todos de desinformación, y la educación.
La religiosidad socialista se conserva más pura y sincera entre la masa popular que sigue, vota o apoya a los gurús. Bien por tradición o costumbre, bien por los abusos de las oligarquías dirigentes no socialistas —generalmente estatistas—[33], por descontento con el estatus social —la envidia igualitaria—, por la educación y la propaganda, por resentimiento y otros motivos. La masa de los creyentes socialistas radicales y moderados, entre los que abundan los cristianos socialistas y los socialistas cristianos, cree sinceramente, consciente o inconscientemente, que die wahre Demokratie, inversión de la expresión de Hegel der wahre Geist, el Espíritu o forma de ser auténtico o verdadero, es el Paraíso perdido y recuperado, «cuyo Reino no tendrá fin», como dice el Credo cristiano
13.- El socialismo es un típico mito político basado en la envidia igualitaria, «el sentimiento social reaccionario por excelencia», decía Gonzalo Fernández de la Mora.[34] Envidia libre del sentimiento de culpa, que suele ser la causa del resentimiento, al ser colectiva. La envidia, «raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes», decía Cervantes, es parte de la condición humana. Las virtudes la controlan normalmente relegándola a la vida privada, y hay una envidia sana que induce a emular a los mejores. En economía, la competencia criticada por muchos socialistas, estimula, si no está viciada, la innovación creadora schumpeteriana. Y como dice Pedro Schwartz, es muy importante para limitar el poder de los ricos.[35]
La mentalidad o espíritu de la herejía de la apokatástasis, combinados con los de la irenista, hoy casi normal más o menos conscientemente —el pacifismo hedonista a toda costa— y la galicana o regalista de las monarquías absolutas fundamentada en su mítico droit divine des rois (Bossuet), derecho divino a reinar, de origen protestante, atribuido a las dinastías, la trasladó Rousseau a la volonté générale del pueblo, preparando sin darse cuenta la mentalidad colectivista del socialismo. Cuyo gnosticismo rechaza empero con razón, el mítico derecho divino de los reyes —la única justificación de la Monarquía hereditaria decía Jouvenel— inventado por Jacobo I de Inglaterra y IV de Escocia (1566-1625).[36]
14.- El carácter religioso del socialismo explica quizá actitudes como la del filósofo Alexander Zinóviev (1922-2006), oscilante entre la Rusia soviética y el mundo libre capitalista. Formado en la ortodoxia, en el ambiente socialista, pero opuesto al totalitarismo, fue muy crítico con el intento de Gorbachov (1931-2022) de salvar la Unión Soviética, que estaba en coma, con la perestroika (restructuración) y la glasnost (transparencia) —Fidel Castro comentó que «pasaban cosas tristes» en los países de Europa Central y Oriental—, porque admitía cierto grado de capitalismo o libre iniciativa en la economía. Zinóviev[37] pensaba que el mundo capitalista tendía también hacia el totalitarismo y apoyó al partido comunista contra Gorbachov. Solzhenitsyn y otros disidentes rusos anticomunistas compartían su opinión sobre Occidente. Bukowski decía de Europa, que era la nueva Unión Soviética. A la verdad, no se equivocaron.
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[1] Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía. Barcelona, Paidós 2008. Gray tiene en cuenta el libro de 1957 de N. Cohn En pos del milenio: revolucionarios, milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. Barcelona, Barral 1972.
[2] El origen de la gnósis, a la que no es ajeno el maniqueísmo combatido por san Agustín, son ideas míticas persas y griegas. La idea clave es que el espíritu y la materia son los dos principios increados, que luchan eternamente por determinar el orden del mundo. El espíritu es el principio bueno y luminoso; la materia, el principio del mal, la causa del mundo físico, del cuerpo, el sexo, etc., que son, por tanto, malos. Sobre el gnosticismo: E. Voegelin, Nueva ciencia de la política (Buenos Aires, Katz 2006) y Los movimientos de masas gnósticos como sucedáneos de la religión. Madrid, Rialp 1966. H. Jonas, La gnosis y el espíritu de la antigüedad tardía. De la mitología a la filosofía mística. Valencia, Alfons el Magnánim 2000. Del mismo, La religión gnóstica: el mensaje del Dios extraño y los comienzos del cristianismo, Madrid, Siruela 2000. Ch. Markschies, La gnosis. Barcelona, Herder 2007.
[3] Las grandes herejías Buenos Aires, Sudamericana 1946. Pp. 216 y 219.
[4] Vid. El Estado servil (1911). Madrid, El buey mudo 2010.
[5] A. Adam. Despotie der Vernunft? Hobbes, Rousseau, Kant, Hegel. Friburgo/Munich, Karl Albert Verlag 2002.
[6] «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí» (Jn 18, 36-37). Vid. M. Walzer, La revolución de los santos. Estudio sobre los orígenes de la política radical. Buenos Aires, Katz 2008
[7] La edad de la nada. El mundo después de la muerte de Dios. Barcelona, Crítica 2014. Intr. p. 15.
[8] R. Lazu Kmita, «Hannah Arendt y la desaparición de la autoridad». eldebate.com (9. X. 2023).
[9] En Internet. Impreso en S. Weil, Opresión y Libertad. Buenos Aires,Editorial Sudamericana 1957.
[10] El nuevo cristianismo. Diálogos entre un conservador y un innovador. Madrid, Instituto de Estudios Políticos 1981. La historia de las ideas da poca importancia al pensamiento de Saint Simon, porque Marx y Engels lo clasificaron como «socialista utópico». Pero Marx y Engels serían seguramente desconocidos sin Saint Simon. Y sin su discípulo Augusto Comte, Inventor de la Religión de la Humanidad, que es el trasfondo de la ideología humanitarista en boga, que justifica lo que era antes injustificable. Por ejemplo, el aborto, la eutanasia, la histeria woke, etc.
[11] Cinco días en Londres, mayo de 1940. Churchill solo frente a Hitler. Madrid, Fondo de Cultura 2002. VII, p. 218. Sobre el gnosticismo y el nacionalsocialismo, Abbé Alain René Arbez, «Hitler, el ocultismo y el nazismo«. dreuz.info.com (11. IX. 2023).
[12] Vid. M. Desmet, Psychology of Totalitarianism. Vermont, Chelsea Green Publishing 2022.
[13] Si, como decían Según Comte y Picavet, fue Hobbes el primero de los grandes ideólogos, tenía razón Marx, en que el Estado es una superestructura. Según Michael Walzer, fue Calvino quien hizo derivar la teología hacia ideología y el pensamiento político moderno lleva su sello.
[14] G. A. Wetter, Die Umkehrung Hegels. Grundzüge und Ursprünge der Sowjetphilosophie. Colonia, Wissenschaft u. Politik 1963
[15] Sobre este mito, una versión eslavófila de la teología de la historia, O. Novikova, La Tercera Roma. Antología del pensamiento político ruso de los siglos XI al XVIII. Madrid, Tecnos 2000.
[16] Ch. Delsol, La haine du monde. Totalitarismes et modernité. París, Le Cerf 2016. Al comienzo.
[17] La religión como terapia democrática cientificista moralizante, que habría llegado a Europa, está sustituyendo la fe religiosa en Norteamérica según B. S. Gregory, The Unintended Revolution. How a Religious Revolution secularized Society. Harvard U. Press 2012. R. A. Rappaport —Ritual y religión en la formación de la humanidad. Madrid, Akal 2016— no recomienda expresamente la religión como terapia, pero se infiere de su estudio. Esta función subyace también en la religión sincrética en boga. Una ideología que pretende sustituir la religión por la educación ideológica de la conciencia. Su trasfondo sería el movimiento «Nueva era», que busca crear «una nueva conciencia».
[18] Título del libro colectivo editado por C.-E. Bärsch, P. Berghoff, R. Sonnenschmidt, subtitulado Perspektiven der Religionspolitologie. Würzburg, Königshausen & Neumann 2005. El libro responde a la necesidad de entender la religión sin confundirla con la teología política para poder entender la política. Como «lo Político procedía originalmente «del espíritu de la religión»», son obvias «las implicaciones religiosas de la política y la implicatio política de la religión».
[19] Vid. W. T. Cavanaugh, El mito de la violencia religiosa. Granada, Nuevo Inicio 2010.
[20] Verkappte Religionen. Kritik des kollectiven Wahns (1924). Munich, Ehrenwirth Verlag 1984. Bry militó en el NSDAP y lo abandonó cuando el Putsch muniqués de Hitler, de quien fue uno de los primeros críticos. El libro es una obra «maestra» dice Sloterdijk.
[21] Vid. J. Molina, Raymond Aron, realista político. Del maquiavelismo a la crítica de las religiones seculares. ICP Ediciones 2021. De Monnerot, Sociología del comunismo (1949). Madrid, Guadarrama 1968.
[22] La estructura de la filosofía política moderna. Sus orígenes medievales en Escoto, Ockham y Suárez. Madrid, Istmo 2002. II, p. 131.
[23] Vid. O. Novikova (ed.), La Tercera Roma. Antología del pensamiento ruso de los siglos XI al XVIII. Madrid, Tecnos 2000.
[24] Dostojewski und Nietzsche. Sowie Aufsätze zum geistigen Verhältnis von Russland und Europa (1939). BoD Norderstedt 2020P. 198.
[25] Laicos hispanoamericanos han sentido la necesidad de fundar un Ejército Cristero Internacional para afirmar el reinado social de Cristo mediante una contrarrevolución cultural. Vid. del mejicano Raúl Tortolero, uno de los animadores del movimiento, La Nueva Derecha: El Retorno de Dios a la Cultura ante el Supremacismo Progresista, México, Ed. Kabod 2023.
[26] Cit. por A. de Villalmonte, «El pensamiento político de Donoso Cortés y el dogma del pecado original». Cauriensia, Vol. IV (2009). Villamonte remitía a «La política del paraíso» de E. Pagels, Adán, Eva y la serpiente, Barcelona, Crítica 1990.
[27] Málaga, Sepha 2015. Cap. I, p. 66.
[28] La secta de los nicolaítas o nicolasinos mencionada en el Apocalípsis (siglo I d. C.), fue, según Shafarevich, la primera manifestación del socialismo. (Cap. I, p. 66). Shafarevich, coincidía empero con Popper en considerar —erróneamente— a Platón, uno de los precursores del socialismo totalitario. En Grecia, Roma y en general en las civilizaciones antiguas, los gobernantes respetaban las costumbres, no se entremetían en la vida de las familias y, si bien existía el clientelismo, no puede hablarse de socialismo en el sentido actual. Sobre el clientelismo, C. Yarvin, «Tanto el socialismo como el capitalismo son falsos». La Gaceta de la Iberosfera.com (5. VIII. 2023).
[29] Jesús de Nazaret. Madrid, Encuentro 2011. 8, 1, P. 272.
[30] Sobre el auge de la inmanencia y la devaluación de la trascendencia, W. Weier, Die Grundlegung der Neuzeit. Typologie der Philosophiegeschichte. Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft 1988.7-9, pp. 109ss.
[31] Tarragona, Ed. Fides 2018.
[32] El primer populismo conocido fue el de la plebe romana, cuando se retiró, en el año 448 a. C., al monte Aventino, que controlaba el tráfico comercial por el río Tíber, para amenazar a la oligarquía senatorial que gobernaba la República Romana. Los senadores tuvieron que ceder, y concedieron al pueblo participar en el gobierno de la res publica. Es el origen de la divisa del Imperio Romano SPQR, senatus populusque romanus. Erriguel distingue populismos de izquierda, falsos populismos de la tendencia socialdemócrata postmoderna, y populismos de derecha. Estos últimos siguen el modelo romano.
[33] El estatismo no es necesariamente socialista, aunque tiende a serlo y le prepara el terreno con frecuencia. Marx y Lenin eran antiestatistas, pero sobre todo Lenin, consideraban necesario el Estado para conseguir el paraíso. Luego se extinguiría. Estatista era Federico Lassalle, el rival socialdemócrata de Marx en Alemania. Es famosa su frase der Staat ist Gott, el Estado es Dios.
[34] La envidia igualitaria (1984). Madrid, Áltera 2011.También, H. Schoeck, La envidia y la sociedad (1968). Madrid, Unión Editorial 1999. J.-P. Dupuy, El sacrificio y la envidia. El liberalismo frente a la justicia social. Barcelona, Gedisa 1998.
[35] En busca de Montesquieu. Madrid, Encuentro 2007.
[36] Yahwéh se resistió, según la Biblia, a darles un rey a los judíos. Vid. el primer libro de Samuel. Comenta Rémi Brague: «La Biblia es el único texto antiguo que conservamos, que contiene una crítica semejante de la monarquía; no de tal o cual rey concreto o como opuesto a otro sistema político. La única dominación legítima considerada es el reino directo de Dios», que admite la libre discusión con Él, siendo la libertad el fin de la redención. Brague cita a San Pablo: «Cristo nos ha liberado para que seamos libres» (Gálatas 5, 1). Sur la religion. París, Flammarion 2018. 7, pp. 184ss. La tendencia de la civilización europea desde sus orígenes greco-romanos es hacia la democracia, cuya forma de gobierno es la República. La desvió la Monarquía absoluta. Vid. P. Manent, Cours familier de philosophie politique. París, Fayard, 2001. IV.
[37] En español, La caída del Imperio del mal. Ensayo sobre la tragedia de Rusia. Barcelona, Bellaterra 1999. Interesante prólogo de F. Fernández Buey.
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