LOS DERECHOS DE DIOS
PARA UN JUDÍO, EL PRIMER PRONOMBRE PERSONAL
DE LA PRIMERA PERSONA DEL SINGULAR
NO ES "YO", SINO "ÉL" (DIOS)
Cristo dice: "Yo te creé, soy tu Señor y Rey. Tengo Mis propios derechos, y son superiores a los tuyos te guste o no".
Hoy en día es común escuchar continuamente sobre los derechos humanos. Se hace pompa y alarde de la necesidad de defender como un principio esencial de la sociedad los derechos humanos. Recordemos que fue fruto del espíritu filosófico del siglo XVIII, del liberalismo y enciclopedismo francés que surge la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, inspirada en la declaración de independencia estadounidense de 1776.
Más adelante, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Tras este acto histórico, la Asamblea pidió a todos los Países Miembros que publicaran el texto de la Declaración y dispusieran que fuera "distribuido, expuesto, leído y comentado en las escuelas y otros establecimientos de enseñanza, sin distinción fundada en la condición política de los países o de los territorios". Cuando se dio la proclamación de los "Derechos Humanos", el 10 de Diciembre de 1948, se cumplió esta Palabra: "Los reyes de la tierra se sublevan, y los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Cristo: 'Rompamos sus ataduras, librémonos de su yugo'. " (Salmo II, 2-3)
Dentro de este movimiento secular y revolucionario en que se ha vuelto inmersa la sociedad de los siglos XIX y XX, hemos asistido a un engrandecimiento de los derechos del hombre pero al mismo tiempo a un empequeñecimiento de los derechos de Dios, sino es que a su total censura y anulación. Así es, hoy es común hablar de la libertad de prensa, libertad de culto, de enseñanza; de matrimonio y divorcio civil; del estado laico y del pueblo soberano; de la conciencia libre del hombre y del derecho a expresar nuestra propia opinión; del derecho al aborto, al propio sexo o género decidiendo así por optar el ser bisexual, homosexual o lesbiana, incluso el reconocimiento jurídico de las uniones homosexuales y su derecho a la adopción. El derecho a usar el condón o la pastilla del día siguiente para evitar embarazos no deseados, y un largo etcétera.
Pero la realidad de las cosas es que por encima de los derechos del hombre deben estar, guste o no, los derechos de Dios, que son precisamente aquellos derechos inherentes a Dios respecto a sus criaturas hechas a Su Imagen y Semejanza.
Los derechos de Dios tienen, por decirlo así, cuatro características:Son inalienables, es decir, no pueden ser enajenados por Dios, Fuente Suprema y Único Ser Necesario.
Son imprescriptibles, es decir, que subsisten en el tiempo y en la eternidad.
Son irrenunciables, que quiere decir que Dios no puede renunciar a que sus criaturas actúen y respeten sus Derechos Divinos.
Son indiscutibles, es decir, que por nuestra absoluta dependencia de Él en todo y por ser criaturas a Su Imagen y Semejanza, no podemos siquiera ponerlos en duda ni menos discutir sobre ellos.
Son perfectamente exigibles debido al poder coercitivo que Dios ejerce como Legislador Supremo de todos los hombres.
Además de lo anterior, los derechos de Dios son perfectamente exigibles, por cuanto al poder coercitivo que Dios ejerce como Legislador Supremo de todos los hombres.
Con el actual deterioro que vive la sociedad y dentro de un sinnúmero de falacias y errores que se propagan, el hombre de hoy en aras de hacer valer sus "derechos" viola sistemáticamente los Derechos Divinos. Hoy se habla mucho de democracia y soberanía, pero ni lo uno ni lo otro están debidamente fundados, pues la democracia ni en su esencia ni en su origen vienen de Dios, y el único soberano que existe es Dios, pues ni el pueblo ni el estado lo son.
Así pues, conviene repasar cuáles son los Derechos de Dios y que cada quien se atenga a las consecuencias de querer ignorarlos, suprimirlos o ajustarlos a la supuesta suprema voluntad del hombre, tal y como hoy en día hace la inmensa mayoría de los gobiernos.
Estos Derechos de Dios son los que deben regir por encima de los derechos humanos, pues no es el hombre el que debe rendirse culto a sí mismo, sino es a Dios a quien se debe tributar todo honor y toda gloria por parte de sus criaturas hechas a Su Imagen y Semejanza.
Pareciera esto fuerte, pero la realidad es que los enemigos de Dios hoy proclaman su triunfo, pero el rigor de la Justicia Divina los castigará y les hará recordar en el tiempo, para la historia y la eternidad, que sólo Él es el Señor, y a Él sólo se le ha de servir y amar por sobre todas las cosas.
Toda la Gloria, el Poder y el Reino sean dados a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la Bienaventurada Virgen María, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Finalmente, conviene recordar cómo Su Santidad León XIII en su encíclica Tametsis Futura en el año 1900, de manera profética, señaló la importancia de hablar sobre los Derechos de Dios por encima de los derechos del Hombre. El Santo Padre León XIII decía al respecto:
"Ya ha oído hablar la muchedumbre durante bastante largo tiempo de lo que se llama los derechos del hombre; que oiga alguna vez hablar de los DERECHOS DE DIOS".
Los derechos de Dios:
- Son inalienables, es decir, no pueden ser enajenados por Dios, Fuente Suprema y Único Ser Necesario.
- Son imprescriptibles, es decir, que subsisten en el tiempo y en la eternidad.
- Son irrenunciables, que quiere decir que Dios no puede renunciar a que sus criaturas actúen y respeten sus Derechos Divinos.
- Finalmente, son indiscutibles, es decir, que por nuestra absoluta dependencia de Él en todo y por ser criaturas a Su Imagen y Semejanza, no podemos siquiera ponerlos en duda ni menos discutir sobre ellos.
- Perfectamente exigibles debido al poder coercitivo que Dios ejerce como Legislador Supremo de todos los hombres.
«En realidad, el problema radical del universo está ya fundamentalmente resuelto y se apoya en la importante disyuntiva que jamás se había planteado a la libertad humana: con Dios o contra Dios. Esta es la elección que hoy planea sobre el destino de la humanidad».
EL PRIMER DERECHO DE DIOS/
LA PRIMERA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE
"Ante Mí, los "derechos humanos" que tanto predican los masones NO SON SINO PRETENSIONES. Uno sólo de los Derechos que Yo tengo desde la Eternidad valen más que todas las declaraciones que dé el mundo." (Yahveh Dios)
Es bien sabido que Dios, en cuanto al hombre, solo tiene derechos, y es consecuencia de esto que el hombre, en cuanto a Dios, solo tenga obligaciones....
¿Y esto, por que? ¡Porque el Creador es Dios, y los creados somos nosotros!
Luego entonces, Dios puede disponer segun su criterio de sus creaciones, y nosotros, sus creaturas, debemos todo (en justicia), hasta el mismo ser a Dios...
Ahora bien: Dios, como es Dios, ¿a que tiene derecho, en primer lugar, de parte de sus creaciones?
Dios tiene derecho, antes que nada, a ser a ser AMADO por sus creaturas POR LO QUE ES en si mismo, y por lo que representa para sus creaciones...
¿Y que es Dios en si mismo? Dios es el ser que compendia y que es fuente de todos los bienes... ni más ni menos... Todo lo deseable (en cuanto a cosa buena para las finalidades propias del ser) nos viene de Dios, así que somos DEUDORES totales a Dios...
¿Y que significa esto para nosotros (si, nosotros: yo, tú, el, la ciudad entera, el continente entero... y aunque no quiera, la humanidad entera)?
Significa que a Dios le debemos EN JUSTICIA Y POR LO MENOS, AMOR POR LO QUE ES Y POR HABERNOS DADO LO QUE SOMOS (el ser y la existencia).
Asi que, en resumidas cuentas, a Dios le corresponde el amor, y la obediencia incondicional de sus creaciones, y a las creaturas, nos toca el deber de ser cumplir al menos con lo justo.
Amar (obedecer, seguir, corresponder) a quien nos amó primero.
Nuestro Señor Jesucristo, perfecto en sus razones y en la semántica de todas sus expresiones, utilizó el término “perdona nuestras deudas”, que señala el significado exacto de lo que realmente quiso decir, mismo que tiene dos tipos de dimensiones de infinito alcance:
La primera es, pedirle al Señor que nos absuelva totalmente de ambos delitos: pecado y pena, a efectos de la gracia de su redención; además de añadir una forma de reparación por éstas, mediante el compromiso de perdonar en igual forma la conducta del prójimo hacia nosotros: sea cuando nos hayan agraviado gravemente o por haber inadvertido cualquier gesto de generosidad con que los hallamos procurado.
Al Señor le debemos nuestra vida terrenal, de modo que siendo Él, dueño de nuestra vida, nadie puede atentar contra ella desde su concepción; pues gracias a la cual tenemos la oportunidad de conocerlo, amarlo y con nuestras acciones del día a día, hacernos dignos de una eternidad a su lado, considerando que las puertas del cielo ya han sido abiertas por la redención de Nuestro Señor Jesucristo.
A Dios le debemos el alimento y el vestido, porque aunque se compren con nuestra remuneración o sean procesadas por nuestras propias faenas; sus materias primas nacen de la tierra a la cual Dios le ha dado la fecundidad de generarlas, a fin de atender las necesidades del hombre, cosechando los productos del campo que le son necesarios; así como el proveerse de animales comestibles mamíferos y aves; además de la carne y frutos que surgen del vasto ámbito del mar para su sustento.
A Dios le debemos la cultura, la ciencia y la tecnología, porque el hombre a través de su razonamiento concedido, puede descubrir las maravillas de la naturaleza, industrializarlas y obtener beneficio de ellas.
A Dios le debemos nuestros talentos que nos permite servirle en la vida a través del servicio al prójimo, con el cual ganarnos el salario o remuneración cuando lo convertimos en una profesión u oficio para ganar el pan para nosotros y de nuestra familia.
Pero también tenemos deuda con Dios por mostrarle desatenciones: no saludarle al despertar o despedirnos al dormir, no rezarle siquiera una jaculatoria durante el día, menos aún compartirle nuestras alegrías y progresos.
A Dios le debemos los Mandamientos de su Ley y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, que nos sirven de guía para hacer de esta vida un preludio de la vida eterna.
A Dios le debemos la Santa Misa y demás Sacramentos como canales de su gracia santificante y ayuda para no caer en las tentaciones. A Dios le debemos que nos haya dado a su propia Madre, como nuestra Madre Celestial: Abogada, Medianera, Auxilio (espiritual) y Socorro (material) para toda ocasión.
A Dios le debemos el haber sido elevados a ser sus hijos y herederos del cielo por medio de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo que nos abrió el Paraíso de vida eterna con su crucifixión, muerte, y su resurrección.
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De lo que se ha llamado derechos del hombre demasiadas cosas ha oído el pueblo; oiga alguna vez por fin, algo de los derechos de Dios. Que éste sea el tiempo más oportuno para ello lo indican el amor de muchos a las cosas de piedad recientemente despertado, como dijimos, y de un modo particular la devoción tan manifiesta a la persona del Redentor que hemos de legar, Dios mediante, al siglo venidero en prenda de mejores días. Pero como se trata de una cosa que no hay que esperar de otra parte a no ser de la gracia divina, unidos en afán y caridad instemos con súplicas fervientes a la misericordia del Todopoderoso, a fin de que no permita que perezcan aquellos a quienes libró con su preciosa sangre derramada, que mire propicio a la generación presente que mucho ciertamente delinquió, pero mucho también a su vez ha sufrido y muy ásperamente en expiación de su delito y que abrazando con benignidad a todos los hombres y pueblos, se acuerde de aquellas palabras suyas: Yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré todas las cosas a Mí (Juan 12, 32).
En prenda, pues, de los dones celestiales y en testimonio de Nuestra paternal benevolencia, os damos a vosotros, Venerables Hermanos, y al clero y pueblo vuestro, de todo corazón la Bendición Apostólica.
Dado en Roma en San Pedro,
el 1º de noviembre de 1900,
de Nuestro pontificado el vigésimo tercero. LEÓN XIII
1. Derecho a ser reconocido y a hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera, sin dar explicaciones a nadie.
2. Derecho a ser amado y alabado en todas y sobre todas las cosas, por ser quien ES y por ser el Creador, el Redentor y el Salvador.
3. Derecho a ser obedecido y servido antes que a cualquier otra autoridad por legítima que sea.
4. Derecho a ser obedecido, a exigir en conciencia el cumplimiento de su Santa Ley, ya sea Revelada, ya sea la misma Ley Natural.
5. Derecho al total e incondicional sometimiento de toda ley humana (civil o eclesial) a la Ley Eterna (escrita en los diez Mandamientos).
6. Derecho a recibir Culto público, cualquiera que sea el pueblo, el Estado o la Comunidad de Naciones. ¡Una política sin Dios es una gravísima injusticia de consecuencias inimaginables!
7. Derecho a que los actos humanos sean conformes no sólo a la Ley civil sino también a la Ley Moral (no confundiendo «legalidad» con «moralidad»).
8. Derecho a que se respete siempre la «libertad religiosa» bien entendida, o sea, la libertad de acción y de culto de la única religión verdadera; no como el el indiferentismo religioso o el falso ecumenismo, como si todas las religiones fueran iguales.
9. Derecho a repartir sus dones (naturales o sobrenaturales) conforme a su Divina Voluntad, sin acepción de personas.
10. Derecho a «tentar» (probar) al hombre a fin de probar su fidelidad, nunca por encima de sus fuerzas sino poniendo todos los medios a su alcance.
11. Derecho de soberanía, de legislar y de gobierno, a que se reconozca tanto la Soberanía del Estado (en el orden temporal) como la de la Iglesia (en el orden espiritual) y en consecuencia el derecho de la Esposa de Cristo a emitir siempre su «juicio moral», en razón del sentido ultimo del hombre (ciudadano) que es sobrenatural (cristiano). Cómo dijo Jesús: «Dad al César lo que es del César y Dios lo que es de Dios» (S. Mt. 21,22). Pero como el César no es Dios, entonces también el César debe dar a Dios lo que es de Dios.
12. Derecho a que se respete siempre la vida humana, desde el comienzo de su concepción hasta la muerte natural inclusive (no al aborto y a la eutanasia).
13. Derecho a exigir el «sacrificio» del acto de la fe en los Misterios de la Divina Revelación, que trascienden al alcance de la sola razón.
14. DIOS TIENE DERECHO DE SALVAR: Gracias al ejercicio del mismo es por el que todos aquellos que vienen a Jesucristo en arrepentimiento y fe reciben perdón y salvación: «Yo, yo soy el Señor, fuera de mí no hay ningún otro salvador.» (Isaías 43:11, NVI)
15. Derecho a darnos a la Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre de Cristo, por Madre, Corredentora, Abogada, Modelo y Signo de predestinación.
16. Derecho a ser universalmente reconocido como «Rey de Reyes y Señor de Señores» (Apoc. 19,16). Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo.
17. Derecho de juzgar, en fin, como Único Juez Soberano, a premiar o a castigar al hombre, en esta vida y en la otra (con el Cielo o con el Infierno) por toda la eternidad.
Lo que caracterizó a los profetas es que predicaron celosamente los derechos de Dios (siendo subsidiarios de los mismos los derechos humanos) y denunciaron invariablemente su desprecio por parte de los gobernantes y el pueblo. Algo que les costó la persecución e incluso la vida. Negar los derechos de Dios sobre nosotros es equivalente a negar la existencia de los nuestros; pues si alguna dignidad tenemos esta se debe a su imagen en nosotros. Que sigamos en sus pasos, en medio de esta generación negadora de los derechos de Dios.
DECLARACIÓN
DE LOS DERECHOS DE DIOS
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ART. 1. Dios tiene pleno derecho sobre el hombre creado a Su Imagen y Semejanza, para que dichas criaturas le rindan homenaje de adoración, gratitud, alabanza y goria que le son debidos.
ART. 2. Dios tiene derecho a nuestro total y absoluto sometimiento de índole personal y social a Sus Santos Mandamientos, de los cuales pedirá cuenta estricta, como Juez Supremo de todos los hombres.
ART. 3. Dios tiene derecho al total y absoluto sometimiento de nuestras leyes humanas a Su Ley Eterna, como fundamento esencial de aquéllas, sin la cual el derecho dejaría de existir.
ART. 4. Dios tiene derecho a ser reconocido por todas las naciones del mundo como Único Soberano y Supremo Juez de todos los hombres.
ART. 5. Dios tiene derecho a que los gobernantes de todas las naciones legislen y promulguen leyes que estén en perfecta armonía con la ley Eterna.
ART. 6. Dios tiene derecho a que se respete la vida humana en todas sus formas.
ART. 7. Dios tiene derecho a que Su Santísimo Nombre no se suprima de Constitución Política alguna (ni que se le ponga en los últimos renglones del preámbulo).
ART. 8. Dios tiene derecho a que se respeten los días festivos destinados a Su Culto Público.
ART. 9. Diostiene derecho a que se acate y se respete a la Santa Madre Iglesia Católica y Apostólica, fundada por Su Único Hijo Jesucristo.
ART. 10. Dios tiene derecho a que se le adore en la Sagrada Eucarlstía ,en la que está presente con Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
ART. 11. Dios tiene derecho a que no se desacralicen sus Templos ni se disponga de sus bienes.
ART. 12. Dios tiene derecho a que no se enseñen doctrinas falsas que ofendan Su Divindad.
ART. 13. Dios tiene derecho y mandato a que sólo se le adore a Él (“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”). Marcos 12:30, por cuanto, que Él es el Único Dios Verdadero en Tres Personas: Padre, Hjo y Espírltu Santo.
ART. 14. Dios tiene derecho a que como Fuente Suprema de toda autoridad, que sus hijos impidan la libertad para ofender Su Divlna Majestad, sea de palabra o por escrito.
ART. 15. Dios tiene derecho a que se prohíban los sacrilegios y profanaciones de sus Templos.
ART.16. Dios tiene derecho a que se prohíban injurias a Su Divina Majestad, así como a la Santísima Virgen y contra los santos, mediante películas blasfemas y libros heréticos.
ART. 17. Dios tiene derecho a que se hagan manifestaciones públicas de adoración, reparación y desagravio por tantas ofensas recibidas.
ART.18. Dios tiene derecho a que sus criaturas protesten ante las autoridades contra el divorcio, matrimonio civi, unión libre, aborto, exhibición de películas blasfemas, pornografía y demás formas de corrupción que existen hoy en día en la sociedad.
ART. 19. Dios tiene derecho a que los padres de familia e instituciones educativas enseñen el Catecismo de la Doctrina Cristiana.
ART. 20. Dios tiene derecho a que se mantenga la dignidad de la persona humana creada a Su Imagen y Semejanza, impidiendo la depravación mediante programas de televisión inmorales, periódicos, revistas, clonación, manipulación genética y demás actos tendientes a manipular en cualquiera de sus formas la vida humana para cualquier fin.
ART. 21. Dios tiene derecho a establecer en la tierra sobre todos y sobre todo el Reinado Social de Su Hijo Jesucristo, y que por cierto ya está a las puertas.
ART. 22. Dios tiene derecho a premiar a los hombres de buena voluntad que con amor cumplen Sus Mandamientos.
ART. 23. Dios tiene derecho a purificar y quebrantar a los hombres materialistas, inmorales, depravados, enemigos de lo bueno, amadores de los placeres, apóstatas, herejes, injustos, blasfemos, acumuladores de riqueza con el sudor del prójimo; en suma, quienes desobedecen Sus Santos Mandamientos y quienes legislan en contra de sus Leyes Divinas, fuente de todo derecho. Asimismo, Dios tiene derecho a permitir que haya en la tierra guerra, peste, enfermedades, gobiernos injustos que esclavicen, desastres, terremotos, inundaciones, maremotos, erupciones volcánicas, muertes violentas, etc. con objeto de que el hombre vuelva a Él y esté siempre preparado con santo temor cumpliendo Sus Leyes.
Los Derechos
de Dios Sobre Tu Vida
«…NO SOIS… VUESTROS PROPIOS DUEÑOS» (1 Corintios 6:19)
Imagínate a dos personas enfrente de una casa. Una de ellas dice: ‘Ésta es mi casa’. La otra pregunta: ‘¿Cómo así?’ El primero contesta: ‘Por tres razones: Yo la edifiqué, la pagué y vivo en ella’. Consideremos la primera razón de por qué le perteneces a Dios: La Creación. Hay quienes sostienen que procedemos de una ameba. El problema es que no saben decirnos de dónde viene la ameba. La Biblia afirma: «Y creó Dios al hombre a su imagen… varón y hembra los creó» (Génesis 1:27).
Hay muchos otros que sostienen que el origen de la tierra fue una increíble explosión, la llamada teoría del big bang. Pero si les refutaras diciendo: ‘El vehículo que conduces ahora es el resultado de una explosión en la fábrica de automóviles’, pensarían que estás loco. Si hay un producto, es porque alguien lo diseñó; si hay una creación, tiene que haber un Creador. Y puesto que Dios te hizo, tiene derechos sobre tu vida.
La Biblia dice: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:19-20). Dios no sólo te creó, sino que te también te dio ciertos dones para que puedas cumplir Sus propósitos y darle gloria. Entonces, antes de que escriban tu esquela mortuoria, pregúntale a Dios para qué has nacido. A menos que cumplas el propósito para el que fuiste creado, no podrás llenar ese vacío interior que tiene la forma de Dios.
«…HABÉIS SIDO COMPRADOS POR PRECIO…» (1 Corintios 6:20)
El segundo derecho de Dios sobre tu vida se lo da el Calvario.
Se cuenta la historia de dos amigos que estudiaron la carrera de Derecho juntos. Uno llegó a ser juez, el otro violó la ley y acabo en el juzgado. ¿Y quién era el juez? Su amigo. ¿Cómo podía ser misericordioso y justo al mismo tiempo? Se quitó la toga de juez, se fue al banquillo del acusado y dijo: ‘No sólo soy amigo de este hombre; hoy soy su salvador. Pagaré todas sus deudas’. En la cruz, Dios tomó todos tus pecados y los puso en la cuenta de Jesús, y tomó toda la justicia de Cristo y la puso en tu cuenta. En el momento en que confías en Jesucristo como tu Salvador, ya no estás bajo la sentencia de muerte.
El valor de algo viene determinado por el precio que el comprador esté dispuesto a pagar. En el Calvario, Dios dijo: ‘Así es como te amo’. Y tu Creador se convirtió en tu Redentor. Como dice el himno: «El Creador del universo se hizo hombre y por el hombre se hizo maldición. Pagó la justicia de la ley con el precio más alto de su propia vida». Dios siempre eligió a algún hombre para cumplir Sus propósitos en la tierra. Para sacar a los israelitas de Egipto, usó a Moisés; para desafiar a los profetas de Baal, usó a Elías. Pero cuando se trató de nuestra salvación, Dios «vio que no había nadie y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese…» (Isaías 59:16). Lo bueno es que cuando Dios no pudo encontrar un hombre idóneo, Él mismo se hizo hombre, a fin de que nosotros que somos hijos de hombres llegáramos a ser hijos de Dios. ¡Qué impresionante!
«…GLORIFICAD, PUES, A DIOS EN VUESTRO CUERPO Y EN VUESTRO ESPÍRITU, LOS CUALES SON DE DIOS (1 Corintios 6:20)
Otro de los derechos de Dios sobre tu vida está basado en la consagración
No es ésta una palabra que oigamos mucho en nuestros días; significa «ser apartado para uso exclusivo de algo o alguien». Seguro que piensas: ‘Pero si yo tengo tantos defectos…’ Dios no está buscando perfección, sino disponibilidad.
La Biblia nos dice: «Porque todo sumo sacerdote [fue] escogido de entre los hombres…» (Hebreos 5:1).
Las personas a quienes Dios llama y usa son todas humanas y con ciertas imperfecciones. ¿Por qué va a llamar a Dios a alguien así? Porque de esa manera el escogido «…puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad» (Hebreos 5:2). Hay quien dice:
‘Mis padres quieren que vaya a un instituto bíblico para ser ministro del evangelio’. Lo bueno de esto es que allí se profundizará tu devoción a Cristo y aumentarás el conocimiento de la Palabra. Pero lo malo es que tus padres no pueden darte el llamado, ¡sólo Dios! «… Nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios…» (Hebreos 5:4).
Si no sabes de cierto si has sido llamado al ministerio cristiano, hay una clave: el fruto. Cuando se desató una polémica en el pueblo de Israel sobre quién debería estar en liderazgo, Dios le dijo a Moisés que eligiera a un hombre de cada una de las doce tribus. Luego colocaba la vara de esos hombres en el Arca del Pacto por la noche, y por la mañana aquél cuya vara había florecido era el escogido de Dios (Números 17:1-5, 8).
Leemos en la Biblia: «La dádiva del hombre le abre camino…» (Proverbios 18:16).
Cuando Dios te llama, abrirá puertas, te dará los contactos y te facilitará los recursos. Lo único que te pide es una vida consagrada a hacer Su voluntad.
VER+:
"ELLOS CONOCEN LA DOCTRINA Y LA ESTÁN NEGANDO A PROPÓSITO"
DOCTORA DOÑA ENELIA GRAJALES (3ª PARTE)
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