El día en que Cuba
expulsó a 136 sacerdotes
En septiembre de 1961 un grupo integrado por sesenta sacerdotes españoles, cuarenta y cinco cubanos, cinco canadienses, un hondureño, un venezolano, un húngaro, un italiano, entre otros, fueron expulsados de Cuba.
El 17 de septiembre, se cumplieron 63 años de la expulsión de suelo cubano de 136 sacerdotes. Habría que remontarse a 1961 y desempolvar ocultados testimonios para llegar a esta página de la historia de Cuba.
Según relatan varias fuentes, el detonante de tal suceso se encuentra en una manifestación de cerca de cuatro mil católicos cubanos que, frente a la iglesia de La Caridad, coreaban consignas “Cuba sí, Rusia no”. El incidente, que enfrentó a manifestantes contra fuerzas del orden, se saldó con una veintena de heridos y un muerto por heridas de arma de fuego.
A raíz de esto y en consonancia con una postura de represión de las creencias religiosas y persecución del catolicismo, un grupo integrado por sesenta sacerdotes españoles, cuarenta y cinco cubanos, cinco canadienses, un hondureño, un venezolano, un húngaro, un italiano, entre otros, considerados contrarios al gobierno del recientemente instaurado en el poder Fidel Castro, fueron desterrados de la Isla. Detenidos en sus iglesias y conducidos directamente hacia el navío español Covadonga, los 136 religiosos –algunas fuentes hablan de algunos menos- fueron expulsados de las seis diócesis que había en aquel momento en el país.
El obispo Eduardo Boza Masvidal, que se encontraba en el grupo de los deportados, falleció en Venezuela a la edad de 87 años tras una vida dedicada a su fe y al cuidado y apoyo a exiliados cubanos. Agustín Román, quien fue obispo auxiliar de Miami y había sufrido igual destino que Boza, relató en ocasión de los cincuenta años de la ordenación episcopal de Boza cómo éste, a su llegada al muelle, bendijo a la multitud que los aplaudía y vitoreaba y a los milicianos que los habían conducido hasta allí y cómo mientras el navío se alejaba de La Habana rumbo a España, Boza, junto a otros sacerdotes expulsados, se mantuvieron en la cubierta del barco viendo como la distancia que los alejaba de la capital cubana se acrecentaba.
‘‘Pienso que un sacerdote no abandona a su pueblo, pero fui expulsado por ser sacerdote. Mi pecado, entonces, es ser sacerdote, y no me arrepiento de serlo'', declaró al Nuevo Herald en 2009, tres años antes de fallecer, monseñor Agustín Román.
Hoy, a pocos días de haberse producido la tercera visita de un Papa a Cuba desde la llegada al poder del gobierno revolucionario, y de haberse cumplido 54 años del destierro de los religiosos; hoy cuando la iglesia y el estado parecen tenderse la mano, acercar los discursos, las posturas y hasta los silencios, conviene recordar la historia de estos religiosos que fueron sacados de la Isla donde prestaban sus servicios.
Horas antes de que se produjera la invasión de Girón, el gobierno desató una ola de detenciones masivas en todo el país. Blanco preferido de estas detenciones fueron los católicos.
Todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, fueron retenidos en sus casas y custodiados por soldados o milicianos. Se cerraron y ocuparon todas las instalaciones de las organizaciones católicas. El Arzobispo de La Habana, Evelio Díaz y su Auxiliar. Eduardo Boza Masvidal, fueron encerrados durante varios días en el G2. El Cardenal Artega y el obispo de Pinar del Río, Rodríguez Rosas, buscaron refugio provisional en la Embajada de Argentina.
En la ciudad de Camagüey, fueron encerrados y vejados -en el colegio de los escolapios-, los sacerdotes junto al Obispo, Mons. Carlos Rui a quien le arrancaron la cruz pectoral. Las turbas del régimen asaltaron el convento de La Merced y la Iglesia de la Soledad, en esa ciudad. Acciones similares se llevaron a cabo en el resto de las provincias.
Durante las semanas siguientes los sacerdotes extranjeros fueron conminados a salir del país. No se promulgó ninguna ley al respecto, pero todos recibieron la visita de funcionarios del régimen para comunicarle verbalmente la expulsión.
El 6 de junio de 1961, se decretó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza. Unos 350 colegios católicos y 100 protestantes fueron confiscados en todo el país junto a dos universidades católicas, una protestante y otra de la masonería.
Monjas expulsadas de Cuba.
En esa fecha, quedaban en Cuba 723 sacerdotes, de los cuales 483 eran miembros de órdenes religiosas, casi todos dedicados a la enseñanza. Lo mismo sucedió con las 2,225 monjas y religiosas, en su mayoría educadoras. Todos quedaron de inmediato sin techo y sin trabajo y abandonaron el país enviados por sus superiores a otros países de América Latina o Europa.
El golpe de gracia se produjo el 8 de septiembre de 1961. Ese día el gobierno prohibió horas antes la tradicional procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, en la parroquia habanera que regía entonces, Mons. Eduardo Boza Masvidal, quien cerró el templo para evitar incidentes.
A pesar de la suspensión, unas cuatro mil personas se concentraron frente al templo a la hora señalada para la procesión. Después de tomar una imagen de La Caridad de una casa cercana se dirigieron hacia el Palacio Presidencial, gritando Cuba Si, Rusia No, y Viva Cristo Rey.
El choque con la policía fue inevitable. Hubo porrazos, disparos, heridos y un muerto: Armando Socorro, miembro de la Juventud Obrera Católica. El gobierno recuperó el cadáver, lo alejó de su familia y lo presentó como un mártir revolucionario.
La Central de Trabajadores de Cuba, controlada por los comunistas culpó a “un francotirador, el sacerdote Agnerio Blanco Blanco” de su muerte. La mentira fue publicada en los medios de prensa, aunque no pudo ser sustentada legalmente: El padre Blanco, coadjutor de la parroquia La Caridad, se encontraba ese día en Nueva Gerona.
Como reacción a estos hechos el gobierno desató una ola de asaltos a las principales iglesias del país y la detención de números sacerdotes y religiosos que en número de 132 fueron expulsados de Cuba, nueve días más tarde, el 17 de septiembre de 1961 en el buque Covadonga, que los trasladó a España. El Obispo Auxiliar de La Habana, Monseñor Eduardo Boza Masvidal, formó parte de los deportados.
Para fines de 1961 el gobierno había completado desmantelamiento de las estructuras eclesiales y los movimientos de acción católica en la isla.
Decenas de sus miembros, involucrados en movimientos políticos anticomunistas, enfrentaron el paredón de fusilamiento en nombre de la fe que profesaban.
Los jóvenes Virgilio Campanería, Ángel y Alberto Tapia Ruano, miembros del Directorio Revolucionario Estudiantil, integrado en su mayoría por jóvenes cristianos, enviaron a sus familiares sendas cartas de despedida, horas antes de su fusilamiento en La Cabaña el 17 de abril de 1961, que pueden citarse entre muchas otras a manera de ejemplo.
“Puedo asegurarles que nunca he tenido tanta tranquilidad espiritual como en este momento; me siento con sinceridad muy contento presintiendo que dentro de poco estaré con Dios, esperando y rezando por Uds.”, escribió Virgilio.
Ambos enfrentaron el fusilamiento al grito de Viva Cristo Rey, al igual que lo hicieron cientos de otros jóvenes durante los duros años de la represión política.
Tras sucesos de 1961 se produjo el silencio. La Iglesia y los católicos fueron mantenidos dentro de estrechos límites de supervivencia.
En 1963 murió en La Habana el Cardenal Manuel Arteaga y el gobierno negoció con la Nunciatura Apostólica que no se celebrara un funeral público a cambio de la liberación de cuatro sacerdotes que cumplían largas condenas de cárcel.
Fueron liberados los sacerdotes José Luis Rojo, José Ramón Fidalgo, Francisco Fernández y Reinerio Lebroc, que se habían incorporado a principios de los 60 como capellanes de los grupos guerrilleros anticomunistas y fueron acusados de bandidos y contrarrevolucionarios.
La dictadura comunista olvidaba que durante la lucha armada en la Sierra Maestra, media docena de sacerdotes acompañó como capellanes a los rebeldes. Entre ellos, la propaganda destacó al padre Guillermo Sardiñas Méndez, párroco de Nueva Gerona, en Isla de Pinos, primer capellán del Ejército Rebelde, con autorización del Arzobispado de La Habana, quien alcanzó el grado de comandante.
Iglesia casi vacía en Cuba.
En 1965 el gobierno arremetió contra los pequeños grupos de católicos que quedaban organizados en distintas provincias de la isla. Sus miembros fueron internados en los campos de concentración de las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Los sacerdotes Alfredo Petit, párroco de la Catedral de La Habana, Armando Martínez, párroco de San Juan Bautista de Matanzas y Jaime Ortega, párroco de Cárdenas, fueron también reclutados para la UMAP.
Para entonces el gobierno había creado la Oficina de Asuntos Religiosos, perteneciente al Comité Central del Partido Comunista de Cuba que, copiadas del modelo soviético y chino, controlaba de las actividades religiosas en el país. Una de esas funciones fue mantener en aproximadamente 110, el total de sacerdotes que durante tres décadas pudieron ejercer en el país.
En abril de 1966, el entonces ministro del Interior, Ramiro Valdés, organizó un complot para incriminar al sacerdote franciscano, Miguel Ángel Loredo, párroco de Guanabacoa, quien disfrutaba a la sazón de una gran popularidad entre los jóvenes.
Loredo fue acusado de dar albergue en el Convento franciscano de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, al ingeniero de vuelo Ángel María Betancourt, quien se encontraba prófugo, tras un frustrado intento de secuestro de un avión de Cubana de Aviación, durante el cual murió el piloto.
En realidad, Betancourt había sido localizado por la Seguridad del Estado en una pequeña finca en las afueras de La Habana. El plan consistió en llevarlo escondido al convento San Francisco, con la ayuda del ex seminarista, Gerardo Pérez, colaborador del régimen y supuesto amigo de Loredo.
Con la presencia de la prensa, citada previamente al lugar, se presentó a Betancourt en el interior del Convento. Loredo se encontraba en ese momento en Guanabo, en compañía de unos amigos. El padre Serafín Ajuria, superior de la Orden, se encontraba en el convento de San Antonio en Miramar. Ambos fueron detenidos. Ajuria, ciudadano español, fue liberado por la mediación de la Embajada de España.
El Convento fue confiscado, así como la imprenta donde antes se editaba la revista La Quincena y que todavía se utilizaba para imprimir algunas publicaciones de la Iglesia.
A Loredo se le acusó de esconder armas. Condenado a 15 años, sufrió el rigor de golpizas, vejaciones y trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe, hasta que fue liberado en 1981.
A fines de la década del 60 se suprimió la Semana Santa y la Navidad. La mayoría de los cubanos dejó de asistir a los templos, de bautizar a sus hijos y celebrar bodas religiosas. En los hogares, se ocultaron las imágenes de los santos.
La dictadura comunista de Cuba dejaba morir en paz a la Iglesia en la isla. Por ese entonces proclamaba su “alianza estratégica” con los cristianos latinoamericanos para procurar su apoyo a la subversión en la región.-
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Cuba 60 años | Parte 2 de 7
"Grupos del exilio cubano han participado este domingo en una vigilia para mantener viva la llama de "un cambio hacia la democracia en Cuba", durante la cual abundaron las críticas a la Iglesia católica cubana por su mensaje sobre la enfermedad del dictador Fidel Castro. "Aquí hay felicidad no porque Fidel Castro se esté muriendo, sino porque (la enfermedad) separó a un dictador del poder", ha dicho Ramón Saúl Sánchez, presidente del Movimiento Democracia. Sánchez ha manifestado que como institución religiosa la Iglesia católica de la isla debe transmitir un mensaje "consolador", pero ésta ha obviado "el dolor que vive el pueblo de Cuba y los crímenes que se han cometido contra él".
Grupos del exilio cubano han participado este domingo en una vigilia para mantener viva la llama de "un cambio hacia la democracia en Cuba", durante la cual abundaron las críticas a la Iglesia católica cubana por su mensaje sobre la enfermedad del dictador Fidel Castro. "Aquí hay felicidad no porque Fidel Castro se esté muriendo, sino porque (la enfermedad) separó a un dictador del poder", ha dicho Ramón Saúl Sánchez, presidente del Movimiento Democracia. Sánchez ha manifestado que como institución religiosa la Iglesia católica de la isla debe transmitir un mensaje "consolador", pero ésta ha obviado "el dolor que vive el pueblo de Cuba y los crímenes que se han cometido contra él".
Sobre el mensaje de la Iglesia católica cubana en el que pidió a Dios que iluminase las mentes de los responsables del gobierno provisional encabezado por Raúl Castro y aliviase los dolores de Fidel Castro en su lecho de enfermo, Ramón Saúl Sánchez, presidente del Movimiento Democracia, dijo que como institución religiosa, la Iglesia católica debe transmitir un mensaje "consolador", pero éste ha obviado "el dolor que vive el pueblo de Cuba y los crímenes que se han cometido contra él", resaltó. "Le falta (al mensaje) un párrafo, la mitad", agregó.
Asimismo, Saúl Sánchez reclamó el derecho de los cubanos de "poder regresar" a Cuba y "luchar por la patria", en una clara alusión a la advertencia de Estados Unidos de impedir la partida de flotillas desde el sur de Florida. Aunque aseguró no desear llevar a cabo "una locura", Saúl Sánchez anunció que zarpará con la flotilla de su organización hacia la isla en el caso de que Raúl Castro "comience la represión contra la oposición interna". También "saldremos enseguida (hacia Cuba) si comienza el resquebrajamiento del régimen para unirnos" a la disidencia interna.
Por su parte, Tomás Rodríguez, director de Agenda Cuba, abogó por "un proceso de transición" y la "liberación inmediata de todos los presos políticos". Rodríguez se decantó por un gobierno transitorio cívico-militar en Cuba del que formen parte "miembros de los movimientos opositores" internos, al tiempo que, "con todo respeto", sostuvo que la Iglesia Católica Cubana debía haber mantenido una posición de "reserva o silencio".
Para Daniel Hernández, catedrático de Estudios Religiosos de la Universidad Internacional de Miami (FIU), la Iglesia católica de Cuba "puede orar por el alma de Castro", pero el mensaje de la "jerarquía" no toca un aspecto fundamental: "la identificación con la libertad del pueblo de Cuba y no tener miedo a hacerlo". "Este no es un momento de cobardía sino de valentía e integridad y la Iglesia católica debe posicionarse al frente de la libertad y la democracia en Cuba", subrayó Hernández. El catedrático opinó que, aun reconociendo "el mensaje de perdón", es una obligación de la Iglesia valorar que se trata de "una dictadura, de un sistema totalitario".
El lugar elegido para la vigilia fue el restaurante Versailles, centro neurálgico de cubanos exiliados por culpa de la dictadura, y a todos los participantes se les entregó una rosa blanca como símbolo del espíritu de "lucha pacífica".
Entre los asistentes a la vigilia se encontraba Blanca Rojas y Bárbara Rángel, hija y nieta, respectivamente, del general Cornelio Rojas, fusilado a principios de 1959 por las fuerzas revolucionarias. "Lo arrojaron a una zanja después de fusilarle vilmente y jamás entregaron el cuerpo a la familia, ni supimos dónde lo enterraron", recordó con dolor Rojas, de 70 años.
Bárbara Rangel, por su parte, aseguró que la petición de la Iglesia católica cubana de que los fieles ofrezcan oraciones para que Dios acompañe en su enfermedad a Fidel Castro es una prueba de que "está comprada por el comunismo".
“Cómplices de la dictadura”:
así reaccionaron los cubanos
al rechazo de la ayuda humanitaria
por parte del Consejo de Iglesias de Cuba
La institución en aras de apoyar al regimen castrista, rechazó alimentos, medicamentos e insumos de aseo personal, en el momento que el pueblo más los necesita.
"Cómplices de la dictadura": así reaccionaron los cubanos al rechazo de la ayuda humanitaria por parte del Consejo de Iglesias de Cuba. Foto/Referencial/CubaSi
Luego de que el Consejo de Iglesias de Cuba rechazara este jueves la ayuda humanitaria enviada por la diáspora en Miami a la isla, los cubanos reaccionaron con molestia, asegurando que estos “religiosos” actúan como “cómplices de la dictadura”.
El Consejo de Iglesias de Cuba aseguró que la ayuda humanitaria fue rechazada porque la misma no es más que una “ofensiva campaña de la plataforma Cuba Decide y su líder Rosa María Payá”, por lo tanto los insumos recaudos por los cubanos en el exilio “no corresponden con la respuesta que necesita el país”, afirmó la institución religiosa en un comunicado.
Las afirmaciones del Consejo de Iglesias en Cuba, como era de esperarse, levantaron comentarios en en contra de su accionar, en vista de que la institución en aras de apoyar al regimen castrista, rechazó alimentos, medicamentos e insumos de aseo personal, en el momento que el pueblo más los necesita.
“Una iglesia que no está al lado del pueblo, que no escucha la voz del pueblo y no sufre junto a su pueblo, no ora por el pueblo, no intercede ni delante de Dios ni de los gobernantes por el pueblo, es iglesia muerta. Lo peor que la ha pasado al cristianismo cubano es ese saco de basura llamado Consejo de Iglesias”, precisó un cubano molesto por el rechazo de la ayuda humanitaria.
El hecho es que varios usuarios repudiaron la actitud del Consejo de Iglesias de Cuba, el cual ha estado al servicio del régimen castrista y ahora pasa por encima de la crisis que viven los cubanos:
“Si la iglesia rechaza una ayuda humanitaria enviada para personas necesitadas, una ayuda que representa un acto de amor de parte de los cubanos que están afuera, pues queda más que claro que la decisión de este consejo está manipulada e influenciada por el gobierno comunista”.
“¿Qué será lo próximo? Será que si la aceptarán para venderla en dólares”.
“Se unieron a la dictadura y son cómplices del maltrato, del hambre y las desgracias que vive el pueblo cubano. Siempre han sido así, callados y sin meterse en la política”.
“El Consejo de Iglesias no representa la iglesia cubana, ni es la iglesia. Ellos representan a un gobierno tiránico”.
... Que alguien me explique por qué se ha prohibido a las Damas de Blanco asistir cada domingo a misa, a esas celebraciones en la iglesia de Santa Rita. ¿Acaso ellas no son hijas de Dios? A esas mujeres no les permiten dar más de cinco pasos fuera de sus casas; uno más y aparecen las tropas represoras que las humillan y golpean brutalmente. Y de nuevo aparece el silencio, un silencio cómplice de quienes debían levantar su voz.
Imaginemos cuánto podría hacer Juan García Rodríguez, Arzobispo de La Habana. Mucho podría hacer, pero no hace otra cosa que propiciar el silencio, y actúa como si esas vejaciones no fueran de su incumbencia. Sin dudas el nuevo jefe de la Iglesia cubana seguirá el camino de su predecesor, este, como el otro, se plegará al poder totalitario, olvidando incluso que es hijo de un preso político. Y cómo puede hacer silencio un hijo que tuvo a su padre preso por el simple hecho de pensar diferente a lo establecido por la dictadura. No hay dudas de que este nuevo jefe de la Iglesia cubana solo se siente hijo de Dios, y yo me pregunto si Dios lo mirará con buenos ojos.
La Iglesia cubana calla, y quizá hasta aplaude a las autoridades policiales que no permiten a las Damas de Blanco llegar hasta la iglesia de Santa Rita. Aunque Jaime Ortega sufrió en carne propia el injusto encarcelamiento en aquellos campos de concentración que fueron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), se hizo cómplice luego del mismo régimen totalitario que lo mantuvo allí, y hasta fue capaz de negar que en Cuba existieran presos políticos, aun cuando él mismo había visitado a algunos en su encierro, y hasta les prometió mediar con las autoridades, lo que jamás hizo.
Este Ortega, en una frívola entrevista, llamó “mujeres que visten de blanco”, a aquellas valientes señoras, y todo por no pronunciar el “Damas” que las distingue. El Cardenal no debió creer que damas eran, como indica una de las acepciones del diccionario de la Real Academia Española, mujeres nobles y distinguidas, para él sería más cómodo usar la cuarta de las acepciones, esa que dice que dama es la actriz que desempeña el papel principal de una comedia. Él las llamó “mujeres que visten de blanco”, y perdió la oportunidad, quizá histórica, de enunciar el verdadero apelativo de esas damas.
No es por gusto que la oposición perdió todas las esperanzas de que la jerarquía eclesiástica tenga una postura noble y consecuente. Hoy se conforma la Iglesia cubana con no ser atacada como ocurrió después del triunfo comunista. La Iglesia de este país baja la cabeza para sobrevivir, baja la cabeza para que sus templos no vuelvan a ser cerrados, para que los curas no sean expulsados, y es así como olvidan su verdadera esencia, cuidando sus perfume, es decir sus esencias, para volver a usar la primera y la cuarta de las acepciones que tiene esa palabra en el diccionario de la lengua española.
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