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EL PRIMER MANUAL DE LA BANDA TERRORISTA
El abominable libro ideológico NAZI oculto
del adoctrinamiento de ETA
La organización ETARRA mató a más de 800 personas. Y la justificación ideológica aparece en este libro, de lectura obligatoria para los primeros etarras, hallado en un depósito judicial
El bautizo de ETA sucedió en 1959, y un año después ya empezó a distribuir entre sus militantes un libro clandestino, su semilla ideológica. Hasta ahora, solo se conocía la existencia de un ejemplar atesorado en el archivo del monasterio de Lazkao, pero otro original ha caído en nuestras manos. Torpemente mecanografiado, encuadernado de cualquier forma y rematado con tiras de esparadrapo que dan cuenta de su paso por muchos militantes, lo salvó de la destrucción rutinaria de archivos de un depósito judicial un agente de la Policía que se fijó en él y lo hurtó. Años después, su hija, abogada, lo encuentra en casa y trata de averiguar qué es.
El historiador Gaizka Fernández, archivero del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, no tarda en identificarlo cuando le enviamos unas fotos: “Es el Libro Blanco de ETA. Yo no había visto nunca un ejemplar original, deben quedar poquísimos, por lo que resulta valioso por sí mismo”. Su contenido, nos dice, está transcrito en ‘Documentos Y’, el compendio de 18 volúmenes que aglutina todo el material escrito que dejó la banda terrorista desde su fundación hasta 1977, pero añade: “Dudo que nadie más que unos cuantos especialistas sepa de su existencia ni de su importancia”. ¿La tiene? “Sin duda”.
ETA mató por primera vez en 1968, con el asesinato del guardia civil Pardines, pero el terror empezó a gestarse una década antes. Fernández señala que “los primeros años de ETA son los menos conocidos y, en cambio, ya estaba prefigurado mucho de lo que luego fue”. Sin embargo, hasta el magnicidio de Carrero Blanco en 1973, la Policía tuvo a la banda por un grupo menos amenazador que otros que atentaban en nombre del comunismo o la anarquía, y que dejaron un olvidado reguero de muertos en España. Pese a que no tardaron en requisar ejemplares del pequeño libro clandestino que los aprendices de brujo etarras estaban obligados a leer, nadie le prestó demasiada atención a su contenido.
Teo Uriarte, miembro de aquella ETA germinal y posteriormente uno de los fundadores de la plataforma Basta Ya, reacciona casi con alegría al recordarle el Libro Blanco. “¡Hombre! Por supuesto, pasó por mis manos. Era el tratado de sincretismo subversivo más alucinante que he visto en mi vida. Traía casos de revoluciones nacionalistas victoriosas para mostrar a los ingenuos y futuros mártires de la teología nacional vasca todos los caminos de subversión armada que habían servido para la constitución de estados”.
“Era el tratado de sincretismo subversivo más alucinante que he visto en mi vida” Teo Uriarte
Juaristi, también miembro de aquella ETA bisoña y más tarde conocido luchador antiterrorista, lo recuerda con la misma viveza: “Te lo daban al entrar a ETA y lo tenías que devolver a la fuente, que en mi caso era mi primo. Era un prontuario ideológico y táctico bastante ingenuo, por no decir bastante idiota. Mi ejemplar medía unos cinco centímetros, para que se ocultase mejor”. Ambos describen la entrega del librito como una ceremonia de bautismo.
“Mi primo —dice Juaristi— me puso un disco de un cantautor nacionalista, tomamos un café en su casa, frente al parque en Bilbao, y me dijo que el pueblo vasco estaba a punto de extinguirse, que había que tomar una determinación y entregarse”. Uriarte relata un episodio parecido: “Tenía 19 años y estaba en la Facultad de Económicas. Me lo dio Emilio López Adán, liberado de ETA, en un ritual como de ‘boy scout’, pero con más trascendencia: sentías que te metías en la dimensión de la historia y que ahora tú podías ser protagonista”.
El comisario Moisés Pérez Cornejo, recientemente jubilado, ha sido uno de los principales estudiosos policiales de la ideología etarra. Nos dice por teléfono que el libro es muy importante porque “lo que está en origen de ETA ha permanecido luego a lo largo del tiempo. Las ideas primigenias aparecen en ese libro, que pone las bases para una organización muy incipiente y muy básica, casi infantil, pero destinada a la persistencia, como sabemos, y al asesinato masivo, como sabemos también. Sin duda, este libro es el embrión ideológico de ETA. Ahí están las ideas que justifican la violencia”.
“Moral de resistencia”
No tardamos en hallar en el libro la primera justificación “moral” de la violencia: “La moral permite a los resistentes acciones que, si fueran hechas con fines particulares, serían totalmente inmorales, pero que en el plano de la resistencia nacional no solo son lícitas sino que en ocasiones tienen carácter de obligatoriedad”, dice en la página 48. Después de usar como ejemplo de esos actos el uso de nombres falsos, el manual va al meollo de la violencia:
“Hay que inocular en el pueblo que la liberación de manos de nuestros opresores requiere el empleo de armas cuyo uso particular es reprobable. La violencia como última razón y en el momento oportuno ha de ser admitida por todos los patriotas. Hay que acabar con la blandenguería que, en general, no es más que simple pretexto para no hacer nada y no complicarse la vida”. Y subraya: “En la conciencia vasca es preciso alentar la idea de que hay que resistir por todos los medios, incluso, si preciso fuere, por la violencia y por otros medios que podrían considerarse inmorales, pero que en nuestra situación no lo son”. (p 49).
Lo que justifica para ellos la violencia es la amenaza que se cierne sobre el “alma vaca”, expresión que demuestra que el nacionalismo y la religión eran casi indistinguibles en los primeros compases. La misión de salvar Euskadi del invasor español se plantea como una cruzada, con una retórica de aroma falangista que no extraña a Juaristi, puesto que “a mi generación, por muy ‘abertzale’ que pudiera ser uno, la educó el Movimiento”. Dice el libro: “Sin independencia política no cabe de hecho salvar el alma vasca. (…) La libertad nacional es un derecho. Pero conviene tener presente que este derecho no nos será reconocido desde fuera si nosotros no lo hacemos respetar con nuestra sangre si es preciso”.
“La película que les ponía cachondos era ‘Éxodo”, recuerda Uriarte. “Esa conexión con la liberación de Israel, ese pueblo elegido por Dios, era el sabinismo. En ese contexto de exaltación ideológica, la sensación de futuro de encontrarte con un texto que te anima a ser Dios era inmensa. Veías que el uso de la muerte estaba presente y que todos esos movimientos antiguos de los judíos fueron insurreccionales, violentos. El hecho de pasar de una actitud de oprimido a una actitud de opresor te convertía en un pequeño Dios. Era un chute grandioso”.
Una de esas casualidades históricas divertidas, que nos señala el periodista Alejandro Requeijo: el nombre ETA aparece por primera vez el 31 de julio de 1959, día de San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. Uriarte señala con sorna que por aquel entonces había en la banda más jesuitas que bolcheviques, pero no será a San Ignacio, ni a Cristo, a quien colocan en el trono divino, sino a Sabino Arana: “Gracias a esta conciencia perfecta de su responsabilidad, pudo legar a Euzkadi su nacionalismo. La inteligencia poderosa de Arana y Guiri penetró pronto en los arcanos del sentimiento patrio y no tardó más su magnánimo corazón en sentirse cautivado por la belleza, por la justicia de la nueva Idea, con la emoción inenarrable del hijo que llega a conocer a su propia madre, abandonada al presagio de una muerte cercana”.
De Arana, a quien abandonarían más tarde, recogen estas palabras: “Y levantando el corazón a Dios, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria, y juré trabajar en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se pusieran enfrente y disponiéndome en caso necesario al sacrificio de todos mis afectos, desde mi familia y amistades, hasta las conveniencias sociales, la hacienda y la vida misma.” (p 19). Es decir: la misión de liberar Euskadi es santa, y hay que prepararse para la inmolación.
Instrucciones para un terrorista
No hay en el “Libro Blanco” instrucciones concretas de combate, ni de manejo de armas, ni de fabricación de bombas. Todo esto llegará más adelante, según Pérez Cornejo, con otros manuales y publicaciones. Juaristi dice que hasta mediados de los años 60 no empieza un entrenamiento serio, en Argelia y Cuba, de los terroristas. En cuanto a la vida clandestina, el “Libro Blanco” solo recoge consejos algo bisoños, como el uso de nombres falsos, los números de teléfono en código o estrategias simples de cara a los interrogatorios policiales.
Sobre la organización no se dice una palabra, ni siquiera se menciona el nombre de ETA, pero este pasaje del libro ya permite intuir su forma y su funcionamiento: células separadas, compuestas por personas que no se conocen entre sí, pero regidas por la más estricta jerarquía y con la obediencia total como correa de transmisión. “Deben evitarse las listas de nombres y dirección de gente patriótica. (…) Debe evitarse todo conocimiento de personas y hechos innecesarios. Hay que huir de la curiosidad, pues caso de interrogatorio nadie puede decir lo que ignora. (…) El activista debe estar enterado únicamente de aquello que sea imprescindible para el desarrollo de su labor”, etcétera.
Se muestra sardónico Juaristi: “Las advertencias de clandestinidad y seguridad eran un poco estúpidas, imposibles de mantener. Bilbao era una ciudad pequeña donde las familias abiertamente nacionalistas se conocían entre sí. Me pasó con la primera cita que me dieron: los dos eran estudiantes como yo y los conocía perfectamente, y ellos a mí”. “Tienes que ponerte un nombre de guerra”, me dijeron. “Pero para qué coño me voy a poner un nombre de guerra si ya te conozco”. “Otra vez quedamos en un piso en Getxo y teníamos que ir con caretas aunque los cinco nos conocíamos sobradamente. Unos gilipollas”.
Sin embargo, entre estas normas para principiantes hay algo que se convertirá en medular de ETA: como quien entra en una secta, habrá que romper los lazos que hasta entonces se habían tenido, es decir, con la familia y los amigos. Dice el libro: “En el plano personal, para que nuestra actitud sea eficaz y a la vez natural, exigirá a muchos cambios radicales de ambiente, amigos, estilo, etc., sin cuyo cambio no será posible dar naturalidad a ciertas acciones. La eficacia exigirá entrega absoluta, por lo que habrá de romperse, con la debida cautela, con costumbres adquiridas, compromisos, en relación a la familia, amigos, etc.”.
La democracia del ‘maketo’
Lo más interesante está en el plano del adoctrinamiento ideológico. Ahí encontramos los indicios de que, con ETA, pasaría lo que los más optimistas demócratas se negaban a creer: la banda seguiría matando después de la Ley de Amnistía, después de la Constitución y durante la mayor parte de la democracia. Deja escrito que, si los vascos aceptasen formar partidos de oposición dentro de la “legalidad republicana” que desde el exilio y desde la clandestinidad trataban de restaurar la democracia en España, “nuestra actuación iría encaminada entonces a la restauración de un régimen democrático en casa de nuestros invasores”.
Algo impensable para un verdadero patriota vasco, pues sería “como si los argelinos hablaran de sus enemigos los degaullistas o los chipriotas de sus opresores conservadores británicos”, cuando el problema es “nacional y no político”. Los enemigos son los españoles de izquierdas o derechas, y la política es secundaria, ya sea España dictadura o democracia. Escriben: “Cierto que la acción política no es de desdeñar; antes bien debe prestársele la mayor importancia. Pero esta acción debe basarse en la Resistencia, la cual no sabe de política y debe actuar frente al invasor, independientemente del panorama político. Nuestra Moral de Resistencia no reconoce límites más estrechos que los que se acaban de señalar y nuestra finalidad patriótica justifica los actos que emprendamos contra el invasor asimilista”.
Pese a estar escrito en plena dictadura, llama la atención qué poco lugar ocupa la represión de las fuerzas del Estado franquista en los motivos de la rebelión
El libro coloca tres elementos como factores diferenciales de lo vasco: “raza, idioma, instituciones”. Pese a estar escrito en plena dictadura, llama la atención qué poco lugar ocupa la represión de las fuerzas del Estado franquista en los motivos de la rebelión y lo mucho que se habla de la corrosión sutil de “lo vasco”, es decir, de identidad. De ahí que llame a los “patriotas” no tanto a la guerra abierta contra el Estado y sus mecanismos de poder, sino a execrar “todo aquello que hoy, por español, determine el más ligero menoscabo de la integridad de Euzkadi, desde la bandera gualdirroja, hasta el exótico espectáculo de los toros, el género chico español, o la simple inexactitud de la frase ‘aquí en España”.
Incluso hablar bien de los vascos les parece ofensivo si lo hace un español: “Una de las formas que eligen nuestros opresores es la de elogiarnos en lo accidental para atacarnos en lo fundamental. Se elogia el fútbol vasco, las danzas más o menos mixtificadas, y se intenta por todos los medios ganar la simpatía de los estúpidos que creen que ‘en Madrid se nos quiere, se nos respeta y aun se nos admira’. (…) Contra todo esto hay que reaccionar. Nosotros no somos España: ni lo mejor, ni lo peor. (…) Reaccionemos a estos ataques encubiertos bajo el canto de sirena. Tengamos Moral de Resistencia para enfrentarnos al halago hipócrita y mixtificador”.
Dicen también que “África empieza en el Ebro” (p 18) y este menosprecio xenófobo de los españoles queda perfectamente retratado en el capítulo sobre inmigración. Pese a que los autores del Libro Blanco no comparten el dogma típico del PNV de los ocho apellidos vascos y admiten como vascos a quienes aprendan euskera y se asimilen a la cultura local, tildan a los españoles de inmigrantes e incluso agentes extranjeros, en estos términos: “El alma nacional no está afectada por un individuo español o croata (...) a no ser que se trate de una persona especialísima. (…) Pero no es ese el problema nuestro de la inmigración. En realidad la inmigración es MASIVA, y dada la situación política del país, es GENOCIDA”.
El diagnóstico es el siguiente: además de los problemas de desnaturalización de la juventud vasca, que no sabe euskera ni se compromete masivamente en política, el régimen de Franco ha fomentado “descaradamente la inmigración masiva. Grandes zonas de nuestro país se han visto invadidas por advenedizos que, ni en su modo de pensar ni en el de obrar, se pueden identificar con el genuino carácter vasco” (p 88). Argumentos similares, por cierto, a los que encontraríamos en Cataluña con Pujol y sus sucesores, y con partidos del nacionalpopulismo europeo, como Vox, hacia los foráneos musulmanes: la amenaza es la corrosión cultural, la pérdida de la pureza.
“La inmigración es un instrumento español al servicio del genocidio, (…) una maniobra alevosa de España para acabar con Euzkadi”
“La inmigración es un instrumento español AL SERVICIO DEL GENOCIDIO, (…) una maniobra alevosa de España para acabar con Euzkadi. Ningún norteñista ve mal la inmigración, porque ve en los inmigrantes excelentes agentes españoles al servicio del genocidio. (…) Los inmigrantes tienen derechos: Y NOSOTROS TAMBIÉN. (…) Para los españoles no hay alma vasca que salvar, para nosotros, los ‘abertzales’, sí. (…) Reconoceremos sus derechos solo a los inmigrantes que reconozcan los nuestros. A los otros los consideraremos como ‘maketos’ al servicio del genocidio español y los trataremos como agentes extranjeros”.
Hay que reconocer que, en este sentido, cumplieron su palabra.
Nacionalistasde principio a fin
Otra cosa destacable es que el libro contiene una crítica feroz al marxismo que más tarde abrazarán como bandera. Sobre esta cuestión, dice Juaristi que “el hecho de que el libro blanco de ETA sea antimarxista y celebre movimientos de emancipación nacionalista como el turco o el argelino, deja claro que el fundamentalismo patriótico es la única fuente de moral ahí, es decir, que las sucesivas capas de marxismo en ETA son un complemento. No extraña si pensamos que las escisiones de la banda, más o menos desde la sexta asamblea, siempre se van a producir por la izquierda. Se irán quedando con las armas, en el fondo de la olla, los que están en el sustrato más ultranacionalista. Y esto es lo que está ya en el Libro blanco”.
El comisario Pérez Cornejo recuerda “a un tío con 14 asesinatos a la espalda, en el año 85, que estuvo 10 días en los calabozos de la Puerta del Sol de Madrid. Yo le pregunté, esas noches que pasaba allí, si era marxista o ‘abertzale’, y descubrí que no había leído nada, no sabía nada de nada. Era marxista como podía ser del Athletic. El nacionalismo es un sentimiento, pero ser marxista no, requiere un desarrollo intelectual”. Uriarte señala, de hecho que “el marxismo en el seno de ETA era casi un humanismo y, por tanto, provocaba crisis, dudas. Era desde ese lado que se cuestionaba más la violencia, no desde el lado más nacionalista”.
Dedican un capítulo entero, sin embargo, a extraer de la lucha bolchevique todos los elementos útiles para la liberación nacional, pero colocan a su lado a la Juventud Obrera Católica como ejemplo a seguir. “Después de todo”, dice Uriarte, “en aquel momento, los miembros de ETA eran más jesuitas que bolcheviques”. Y subraya la idea compartida con Juaristi de que la historia de ETA puede leerse, por tanto, como un viaje en círculo. Uriarte lo explica así: “Empezaron matando por la patria y terminaron matando por la patria, sin más disfraces. El marxismo simplemente encajaba bien en el plano de los movimientos de emancipación de la época”.
Llama la atención, también, la defensa explícita que el Libro Blanco hace de la energía nuclear si tenemos en cuenta que años después ETA conseguiría paralizar la puesta en marcha de la central nuclear de Lemóniz con una serie de secuestros, atentados y amenazas. Y, sobre todo, la forma en la que se utiliza el relato victorioso de la emancipación nacional de Túnez, Irlanda, Argelia, Chipre e incluso Israel como un ejemplo a seguir. Lo cual es muy importante, porque apunta a la médula de ETA: un pueblo oprimido y elegido por Dios. Un pueblo que tiene derecho a matar para defenderse. Tierra santa, entre caseríos.
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