EL Rincón de Yanka: LA MIRADA IMPAR Y UN REGALO PARA FRANCISCO

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lunes, 18 de noviembre de 2013

LA MIRADA IMPAR Y UN REGALO PARA FRANCISCO



Alejandro Guillermo Roemmers, autor de libros como "El regreso del joven Príncipe" (Planeta) y de los poemarios "Soñadores", "Ancla" y "Fugaz", Roemmers acaba de publicar en Argentina "La mirada impar" (Prosa), un libro de poesía en el que, además del poema "Un regalo para Francisco" * dedicado al Papa, se recogen aquellas experiencias vitales que le han "seducido" a este empresario.

"Toda la poesía tiene que ver con mi vida, no escribo porque sí, si no escribiría novelas de entretenimiento. Siempre escribo aquello que me emociona de una manera especial, cosas que voy aprendiendo en la vida", argumenta este escritor nombrado Embajador de las Letras Argentinas por la Sociedad Argentina de Escritores.

Precisamente este poemario es una mirada impar porque es su mirada, una visión única y personal de este mundo, cargada de esa "espiritualidad" que le acompaña en su vida. Su fe y su religiosidad se ven reflejadas en las poesías que dirige a un Dios que no concibe como una idea "lejana o filosófica, sino como una presencia muy cercana que está en nuestras vidas".

"La mirada impar es porque cada uno tiene una mirada especial de la realidad, cada uno tiene una pincelada, una nota de la gran sinfonía de la humanidad. Si cada uno compartiese su mirada individual, sin sentir que esa es la única, ni la verdadera, tendríamos un cuadro mucho más rico y completo de lo que es la humanidad y la creación", defiende.

Aunque de joven soñaba con dedicarse a la filosofía y la escritura, su familia demandaba que se hiciese cargo del negocio familiar, un camino que se vio obligado a tomar y que ahora trata de impregnar del espíritu de esa poesía capaz de "conectar con la bondad".

"Hace falta la poesía en todos lados, me han llamado de algunas universidades, incluso de Harvard, porque dicen que es muy raro que un empresario sea poeta. En las empresas, el ser humano da lo mejor de sí mismo cuando está en un proyecto que le representa, que le hace sentir bien, es muy importante la parte humana y la poesía es una forma de conseguirlo", defiende.

«Para mí la poesía ha sido un camino de perfección espiritual». «Escriba o no escriba, la poesía es una forma de vida»

Cargado de sencillez, "La Mirada Impar" recoge poemas que reflexionan sobre la religión, el orgullo que en ocasiones domina al género humano, o que se acercan a la religión.

En él también se incluye uno dedicado a su hermano, que fue escrito un día después de que perdiese la vida en un accidente, un texto que le permitió "refugiarse y buscar consuelo" y que hasta ahora había preferido guardar.

Religión, literatura y empresa se mimetizan en la vida de Roemmers, todas ellas cargadas de ese halo de espiritualidad que desprende su poesía, porque "lo importante más que escribir, es vivir poéticamente y eso no lo voy a dejar nunca".



* Un regalo para Francisco

Quise encontrar un obsequio,
el más sencillo, el más humilde,
el que en su pequeñez
pudieras aceptar sin ofenderte.
Pensé que podría comprarlo y fui a la tienda
pero ningún objeto me conformaba.
Entonces escuché una voz santa que me dijo:
"... a quien tiene a Dios, nada le falta,
sólo Dios, basta."

Creí ser poeta para ofrecerte palabras: 
pero las hallé superfluas, pomposas, gastadas...
Hui de mí y perseverante
busqué en la tierra
pero hasta una semilla me pareció excesiva 
pues podría albergar un árbol.
Cuando divisé la pradera
mi corazón vibró alegre,
pero intuí al momento que tú no aprobarías 
que le restara una sola de sus flores silvestres.
Busqué entonces en el mar
y no hallé un confín 
que tu nombre no hubiera alcanzado
y en toda su inmensidad
sólo tenías amigos.

Desafiante, me atreví hasta el abismo
y como un cielo vuelto al revés
lo encontré poblado de estrellas marinas.
Pero cuando tuve una en mis manos
creí que no podrías ser feliz
sabiendo que cada noche al cielo marino 
le faltaría esa estrella...

Busqué entonces en el aire
respetando las abejas, luciérnagas, mariposas
y todas las criaturas vivientes,
pues tú no querrías detener sus alas
ni perturbar su vuelo. 
Procuré traerte el aroma 
sosegado y puro de las hierbas,
del hogar encendido y los jazmines...
pero no pude conservarlos.

Quise igualar el canto de la alondra,
el murmullo del río, el silbido del viento
cuando exhala en los campos profundos...
pero mi voz fue demasiado torpe.
Por un largo instante logré retener,
resbalando por mis dedos,
unas gotas del rocío temprano...
pero frescas y transparentes retornaron al aire.

Quedé entonces en silencio, desconsolado,
bajo el azul infinito
que mis ojos no podrían reflejar...
¿Francisco, pensé, en tu amorosa humildad,
es que no hallaría nada que pudiera agradarte...?
De pronto un árbol dejó caer una de sus hojas
que se depositó frente a mí en el suelo.
Luego otra, que llegó meciéndose en la brisa
hasta mis manos que la recibieron sin querer.
Luego otra, otra, y otra más, 
hasta que sentí que el árbol, compasivo,
estaba dispuesto a entregarse por entero
y desnudar sus ramas 
con tal de consolarme.

Tanto era su amor
que brotaron mis lágrimas
como un manantial redentor y agradecido.
Las hojas del árbol
continuaron descendiendo generosas
en una bendición inacabable...
Entonces pude comprender... y sonreí.
Y sonrieron conmigo los campos, las aves y los arroyos. 
La brisa se detuvo
y ya no volvieron a caer más hojas... 
El regalo que produjo la sensibilidad de aquél árbol
es el que ahora quiero ofrecerte:
el amor de una sonrisa.
Un obsequio humilde y efímero
que puedes multiplicar y compartir sin miedo 
como los panes y los peces,
hasta que todos unidos a Jesús
habitemos finalmente el Reino de Dios.

Alejandro Guillermo Roemmers 
Ciudad del Vaticano, 18/09/13