El Papa Francisco recomendó una novela apocalíptica, de ciencia ficción y teología, escrita en 1907 por un anglicano converso al catolicismo, R. H. Benson: "(Amo) Señor del Mundo". En ella, el Anticristo es un líder político elegante, moderado, que habla de paz y de unidad, que seduce... pero que persigue y acosa a la Iglesia.
Hace cerca de 100 años, Robert Hugh Benson publicaba "El amo del mundo", una novela fantástica, cuya trama es político-religiosa. Todo católico, hoy, debería leerla y meditar sobre ella, así como todo el que está inmerso en la vida pública. La novela de Benson muestra una capacidad de previsión que linda con la profecía. Ilustra, por una parte, el necesario proceso por el cual el humanitarismo se ha convertido en el adversario más peligroso del cristianismo, y, a la vez, la causa de que la revuelta anticristiana de nuestro siglo halle en él su desembocadura. Y hoy comprobamos que en la lucha política y cultural, la lucha contra el catolicismo se hace desde la bandera del humanitarismo.
La novela se encuadra en las de ciencia ficción distópica, como "Nosotros" de Zamiatin (1921), "Un mundo feliz" de A.Huxley (1932) y "1984" de Owen, publicada en 1949. El lenguaje se utiliza con fines de adoctrinamiento, cuya clave principal es que a pesar de los conceptos de progreso, paz, derechos, tolerancia e igualdad, el poder absoluto cuando no tienen límites, corrompe. Aclaremos que se entiende por "distopía" lo contrario de "utopía", es decir, "una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de la sociedad ideal".
Robert Hugh Benson, el autor de "Amo del Mundo", fue un intelectual anglicano, hijo del arzobispo primado anglicano, que en 1903 se hizo católico, y posteriormente sacerdote. Escribió "Señor del Mundo" en 1907, diez años antes de la Revolución Rusa. Él murió en 1914: no pudo ver el desastre de la Primera Guerra Mundial, no supo nada de las profecías apocalípticas de Fátima, no vio cómo el comunismo asumía la retórica de su Anticristo, pero sí vio cómo en Occidente la proponían otros.
Esta novela, ficción político-religiosa, se sitúa hacia finales del siglo XX, o tal vez los últimos tiempos. El mundo está regido por partidos políticos enteramente racionalistas y materialistas. Parecen buscar la paz y la fraternidad entre los hombres. Pero se vive al ritmo de la naturaleza. La humanidad desorientada, vive un mundo insustancial, sin profundidad y sin valores.
"Era un mundo del que Dios parecía haberse retirado, dejándolo empero en un estado de alta complacencia, un estado sin fe ni esperanza verdadera" (p.103). Lo contrario también es verdad, es decir, la humanidad "le dio la espalda a Dios, y cuando creía que no le veía, se lanzó al ataque de sí misma. Así lo pensaba también Henry de Lubac, cuando decía que «no es verdad, como se dice en ocasiones, que el hombre no pueda organizar el mundo de espaldas a Dios. Lo que sí es verdad es que el hombre, si prescinde de Dios, lo único que puede organizar es un mundo contra el hombre».
En ese estado de cosas, surge un líder, Felsenburgh, políglota, que se convierte en Presidente de Europa y es aclamado por las multitudes como un nuevo Mesías. Se entiende bien con los representantes de las diferentes culturas y civilizaciones. Aparece como pacifista y destaca por su culto humanista. Pero el humanismo se desliza hacia el humanitarismo, sin dimensión religiosa.
"Los hombres no se dirigirán a un Dios que se empeña en mantenerse oculto, sino al Hombre, a quien ha sido revelada su propia esencia divina. Ha muerto lo sobrenatural, o, por mejor decir, sabemos hoy que nunca ha existido.... Habrá que destruir todos los códigos, eliminar barreras". Igualmente su discurso sobre la paz es sólo una tapadera de su ambición de poder. Muy pocos se dan cuenta. Le encanta establecer alianzas entre civilizaciones, y declara la guerra a la Iglesia Católica. Todo son palabras envolventes, de terciopelo, paz, justicia, verdad. Con su poder retórico absoluto. Pero de hecho la libertad, la religión y la misma humanidad están en peligro.
Se impone sutilmente, sin violencias, el humanitarismo y el pacifismo. Se controla a los católicos, que son tolerados en sus prácticas privadas pero que carecen de los derechos civiles. Todo debe reducirse al ámbito privado. Se impone el laicismo y el relativismo. Su verdad no es más que la mentira impuesta.
El discernimiento sobre el bien y el
mal se deja en manos de la conveniencia de cada cual. Por eso, hay muchas deserciones y abandonos de las convicciones de la fe. El personaje adopta un talante amable y conciliador, pero al mismo tiempo diabólicamente planificado para ir minando los grandes pilares y valores en los que se asienta la cristiandad. De este modo, cada vez es más fácil la manipulación y cosificación del ser humano. La eutanasia, por ejemplo, se practica como algo natural. Eliminados los principios éticos y morales, la dignidad humana desaparece. Percy Franklin, un sacerdote, viaja a Roma con la buena intención de convencer al Papa de que se modernice. Sin embargo allí comprende que debe profundizar
más en su fe y entregarse más a Dios. Posiblemente "El Señor del mundo" sea, el postrer enemigo.
En resumen:
Es una novela, armada con tanta maestría e ingenio que el lector puede descubrir paralelismos con la situación político-cultural actual. Algo difícil de imaginar a comienzos del siglo XX. Benson, sin dejar la ficción, consigue un retrato plausible del mayor enemigo de la humanidad y de la religión. El humanitarismo se ha vuelto muy peligroso, para la humanidad en general y para el cristianismo en particular, justamente porque prescinde de "lo divino" en el hombre. Ahora bien, el Enemigo posiblemente no haya que buscarlo sólo fuera, en alguien concreto y visible. Puede ser un grupo o muchos. El virus también puede estar en el interior de cada uno de nosotros. Son muchas las cosas que nos alejan de la luz y de la verdad, incluso del sentido común. Nuestro yo no admite imposiciones, ni acatamientos legales o religiosos. La corrupción está muy generalizada. Las ideologías muy activas y radicalizadas. Los ataques son cada vez más continuos. ¿Es el mal? La sociedad actual, ni aquí, ni en otros lugares reacciona. "Resulta peligrosa la facilidad con que todos nos habituamos a cualquier cosa, sometidos a un lento proceso de intoxicación". J. A. Marina.
Encontrarán en la lectura de esta obra quien es el verdadero Señor del mundo". Parece que hay que estar alerta, porque según termina diciendo el autor "sus alas giraban para conducirlo hasta el lugar donde se aprestaba a asestar el golpe definitivo".
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Un Mundo Feliz
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