
«La infancia es el período más importante de la vida porque es cuando se forma la persona, y la mía fue frustrante y llena de sufrimiento. Mi crecimiento se frenó y hay muchos aspectos en los que aún tengo que madurar: convivencia, sociabilidad, conocerme mejor y saber quién soy...».
Durante estos años de libertad desde su regreso a Madrid, el joven dice «sorprenderse a sí mismo» con reacciones inesperadas. La mitad de su vida, pasada por el tamiz del adoctrinamiento religioso, le ha dejado huella. «Con 14 meses ya me habían reconocido y llevado a la India. Me vistieron con un gorro amarillo, me sentaron en un trono, la gente me veneraba...
Me sacaron de mi familia y me metieron en una situación medieval en la que he sufrido muchísimo», relata.
Me sacaron de mi familia y me metieron en una situación medieval en la que he sufrido muchísimo», relata.
Ahora, Osel ha vuelto para quedarse y, aunque recuerda al Lama Thubet Yeshe como un hombre cordial, cercano y risueño, se confiesa «desnortado». Se ha dejado melena y perilla para intentar que nadie le señale.

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