Contra los historiadores
antiespañoles subvencionados
o historiadores autonomistas
subvencionados.
Los pasos que hoy se están dando en España amenazan con dinamitar de forma acelerada al propio estado y a la nación española. Lo hemos dicho muchas veces el estado de derecho se está rompiendo porque el estado de hecho se está rompiendo. El principio de igualdad jurídica entre españoles se está rompiendo porque la soberanía nacional se está recortando en función de la lengua, del lugar de nacimiento, o del sentimiento, que es peor todavía.
En efecto, a medida que profundizábamos en los defectos estructurales propios del régimen del 78 y, en los errores coyunturales propios de cada uno de nuestros equipos de gobierno. Se han ido derivando funciones del estado para crear protoestados, "protoestaditos".
En otras palabras, se está desestructurando al Estado de referencia que es España para estructurar nuevos estados. Basta observar que todas las exigencias de los secesionistas, sobre todo de Cataluña y de país Vasco que están ya muy adelantados pues todas sus exigencias se refieren a cuestiones como fiscalidad, sistema educativo, control de la inmigración, con todo lo que eso comporta de cara a las fronteras, sistema sanitario, políticas lingüísticas, caja única de las pensiones, policía, Renfe, empresas, ejército, diplomacia con sedes en el extranjero y, por supuesto, plurinacionalidad y señas de identidad para reivindicar que son una nación singular y que tienen derecho a un estado propio, para ellos solitos.
Tal acometida se está profundizando, entre otras razones, gracias a la apelación constante a una historia ficción escrita por ciertos historiadores subvencionados, una historia deliberadamente falseada, despreciada y a la postre esclavizada hasta extremos inauditos, por unas élites políticas que dicen actuar en nombre de sentimientos identitarios, verdad, y de clamores populares, es que el pueblo lo reclama, verdad, pero resulta que cuando uno se pone a analizar estas cuestiones, pues ve claramente que estas ideologías secesionistas eran prácticamente insignificantes hasta hace poco más de 10, 15 años y que si ahora tienen tanta fuerza es gracias a que se han administrado desde arriba, desde ciertas élites, hacia abajo.
Lamentablemente son muchos los historiadores empeñados en recrear el pasado en función de los intereses particularistas de ciertas élites políticas y económicas, a estos historiadores los llamamos historiadores antiespañoles subvencionados.
Las inútiles concesiones que a lo largo de los años se han ido poniendo en marcha para calmar la voracidad Insaciable de los nacionalismos fraccionarios, esperando ingenuamente que de este modo pues se podrían embridar sus ansias secesionistas; pues bien, todas estas inútiles concesiones no solo han resultado infructuosas sino que han agravado la situación, dado que el reivindicacionismo etnolingüístico pues ha generado un proceso de mímesis imparable que ahora se replica por otras regiones españolas, engendrando nuevos separatismos: el balear, el leonés, el valenciano, el andaluz, el asturiano, etcétera, esto es un sin parar...
Los rasgos y la dimensión agravada de este proceso, así como las apelaciones constantes a la historia, pero claro, a una historia ficción, a una historia deformada ideológicamente. Pues bien, todo esto ha superado ya el límite de lo ridículo y hasta de lo grotesco para convertirse en una amenaza objetiva para España, como estamos, viendo todos en los últimos tiempos. No es ya un problema de los juristas ni de los constitucionalistas sino que es un problema del común de la ciudadanía española y, entre ellos, hoy el historiador, en tanto ciudadano, está obligado a redoblar su compromiso con toda la sociedad para denunciar que la razón política, la razón histórica y la razón filosófica están siendo gravemente agredidas, así que todos los historiadores de bien o patriotas; pues en pie, la realidad es más amarga aún cuando se advierte el sectarismo que que se ha instalado en las propias universidades españolas para acallar al disidente.
Y esto no ocurre únicamente en los ámbitos académicos del país Vasco y de Cataluña porque resulta que las ideologías disolventes, particularistas e identitarias atraviesan todo el sistema educativo español, de arriba a abajo, en todos los niveles y en todos los territorios; vamos que estamos hechos un Cristo.
Permítanme ahora que les lea una cita del politólogo francés Alain Minc escribió: "que el suyo, es un país cuyos historiadores son sus reyes y que su auténtica riqueza, la auténtica riqueza de Francia consiste esencialmente en preservar nuestro estado-nación; evitar cualquier desmembramiento y salvaguardar su eficacia" -cerramos comillas-, y nosotros decimos que sí, que efectivamente ese es el objetivo de la política, la conservación de la sociedad política en su conjunto a lo largo del tiempo, tal y como la definió el filósofo español Gustavo Bueno.
Aquí muchos de nuestros historiadores orientan sus investigaciones hacia el proyecto de la Europa de los pueblos, como ya saben ustedes, y desde ahí, pues interpretan a España como una estructura artificial y opresora, una prisión de naciones puras y cristalinas, poseedoras de una cultura profunda y eterna o cuasi eterna que solo podrá expresarse plenamente cuando consigan un "estado propio".
España se encamina hacia la fragmentación, poniendo la soberanía al alcance de "CUALQUIER TRIBU", al alcance de "CUALQUIER TRIBU", repetimos, orientando a España hacia una era neofeudalizante donde las ideologías sentimentaloides y las pulsiones egoístas más primarias se imponen sobre el bien común de la nación y en provecho de los poderes particularistas, y todo esto se está haciendo en nombre del progreso. Por mucho que insistan tantos y tantos historiadores, autonomistas, antiespañoles, subvencionados.
La labor del historiador no consiste en reconstruir psicológica e ideológicamente la historia con fines sectarios y propagandísticos, eso es propio de comisarios políticos.
La herramienta del historiador debe ser la razón crítica, no la memoria.
Debemos hacer todo lo posible para evitar que la fabulación sobre el pasado quiebre nuestro futuro como nación y, en ese sentido también, los historiadores deben alertar del riesgo extremo que corre España.
El primer hombre que llegó a la luna era un catalán de Vich
que se llamaba Nil Armengol que cuando tenía cinco años
emigró junto a sus padres a Estados Unidos
donde le tradujeron el nombre a Neil Armstrong.
Fuente: Institut Nova Historia.
VER+:
El Cid, prototipo de hidalgo castellano, nunca fue tal, sinoun linaje catalán. Un linaje que pasaba de padres a hijos. O sea, el Cid no existió. Y Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, tampoco era tal, sino un individuo llamado Ferran Ramon Folch de Cardona. En una delirante historiología, algunos pseudohistoriadores catalanes agrupados en el seno del Institut Nova Història (INH) han rebautizado la Guerra de Sucesión, que acabó con la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714, como Guerra de Sumisión. ¡Ahí es nada! Mayor épica, imposible. Y mayor falsificación, tampoco.
Las últimas teorías son incluso más hilarantes. Ni los Monthy Pyton lo hubiesen hecho mejor: la reconquista no fue una cosa de Don Pelayo. Ni mucho menos. La reconquista fue llevada a cabo por nobles catalanes que habían ocupado “el territorio astur-leonés a cargo de fuerzas católicas procedentes de los territorios catalanes. Unas fuerzas dirigidas por unos señores feudales que aún tenían en la cabeza la división romana de la península Ibérica y que se impusieron la tarea de expandir sus feudos y su credo a toda la antigua demarcación de la Tarraconensis”.
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