Llegué a este librito por una nota a pie de página en otro. Su lectura ha sido un hallazgo interesante. Su autor, Ricardo Levene (1885-1959), fue un historiador, abogado y sociólogo. Las Indias no eran colonias, en la edición de bolsillo de Austral, es una colección de ensayos/ artículos/notas alrededor de la historia de América y la historia del Derecho. Se trata de doce trabajos, de desigual extensión, algunas de cuyas ideas se solapan o reciclan para sostener la propuesta recogida en el título del volumen. Levene afirma que las Indias / América / el Nuevo Mundo no eran colonias porque eran, jurídicamente, territorio español o bajo el dominio de la Corona y no eran simples “poblaciones”, que es el sentido que tenía el término colonia antiguamente: no se trataba de grupos humanos a los que se trasladó a un territorio lejano para asentarse, pues todo el marco legal y administrativo que se organizó para el territorio americano era el reflejo del elaborado en la península, sin mucha distinción al principio. Junto al sentido de “población”, colonia se entendía como “factoría”, a la manera de lo que tenían los portugueses en las costas africanas, para el intercambio comercial, cosa que las Indias tampoco eran precisamente. Por eso, no se encuentra, en documentos de los siglos XVI y XVII, la palabra colonias para designar a los nuevos territorios, sino reinos, provincias y virreinatos, cuando se instituye este régimen.
Levene relata cómo, desde los primeros documentos sobre el Nuevo Mundo, este es, gracias a la bula del Papa Alejandro, propiedad de los Reyes Católicos y territorio inajenable. Ello es lo que explica que los indígenas americanos fueran considerados vasallos, sujetos con derechos y deberes, y no objeto de comercio. Levene insiste igualmente en que la ley asumía la igualdad entre españoles e indígenas. Si bien eso es cierto, eso no quiere decir que no hubiera discriminación por calidad (no era lo mismo ser un indígena común que un cacique o curaca) o que no hubiera cargos y privilegios distintos según la casta (a los indígenas se les impedía ordenarse, pues se les consideraba todavía inexpertos en materia de religión católica). Ahora bien, esta legislación transferida al Nuevo Mundo se adapta pronto, por las evidentes diferencias (geográficas y culturales, por lo que da paso al llamado Derecho indiano. Uno de los capítulos más ricos del libro se dedica a la figura de Juan de Solórzano Pereira, el gran recopilador de las leyes y ordenanzas americanas y autor de la Política Indiana (1647).
Al llegar al siglo XVIII, el panorama cambia. Para empezar, aparece ya, aunque tímidamente, el término colonia en los documentos peninsulares, en respuesta a la propaganda antiespañola, que nutría ya las luchas por la causa criolla en América. Como admite Levene, las Indias no eran colonias, pero las leyes no se cumplían, por lo que la supuesta igualdad era motivo de conflicto. Paradójicamente, siempre según Levene, los criollos que forjaron las independencias de países hispanoamericanos a inicios del siglo XIX se apoyaron grandemente en el Derecho Indiano, es decir la legislación vernacular basada en el Derecho español (sin descartar lecturas ilustradas francesas). En otras palabras: los orígenes de las independencias ya se encontraban, en ciernes, en el sistema virreinal como cuerpo de leyes organizativo para las sociedades americanas. Según reza el largo título de uno de sus capítulos: “España ha fundado en América naciones para la independencia y la libertad”. En parte, no deja de llevar razón: las juntas que proclamaron las primeras independencias, en el contexto de la invasión napoleónica y el cautiverio de Fernando VII, se apoyaban en la autonomía de los cabildos peninsulares, la misma potestad que, cuatro siglos antes, había empleado Hernán Cortés para llevar a cabo la conquista de México y deshacerse de la autoridad de Diego de Velázquez fundando la ciudad de Veracruz y repartiendo cargos.
El libro incluye otros capítulos de tema algo más dispar: un discurso a la inauguración de la estatua del Cid en Buenos Aires, un texto dedicado a las ideas sociales y políticas del Quijote, otro sobre los lazos históricos entre España y Argentina. Lo que exuda de cada página de Las Indias no eran colonias es una pasión por la historia hispanoamericana, indesligable, para el ensayista, de la epopeya castellana. Para Levene, el sentimiento hispanófilo no excluye la identidad nacional propia. Las Indias no eran colonias no deja de traer a cuento evidencia de interés para meditar en torno a la conquista como al largo periodo de dominación española. Si bien su época tenía mucha más disposición a reconocer y exaltar el vínculo con España (lejos estaban los tiempos de defenestrar a Colón y cuestionar otros episodios del descubrimiento y la conquista de antemano), su planteamiento no dejaba de ser polémico. El libro se cierra con una “Declaración de la Academia Nacional de la Historia sobre la denominación de colonial a un periodo de la historia de Argentina”. El debate, que no tiene pierde, lanza alternativas a periodo colonial que aún ahora merecerían reflexión: periodo protovirreinal y virreinal, periodo hispánico, inclusive periodo español.
Las_Indias_no_eran_Colonias... by alex
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