EL Rincón de Yanka: "REZA POR MÍ" por MIGUEL ÁNGEL ROBLES 🙏

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viernes, 30 de diciembre de 2022

"REZA POR MÍ" por MIGUEL ÁNGEL ROBLES 🙏



REZA POR MÍ
Rezar es una forma extrema de independencia, una actividad casi contracultural, lo más punki que se puede hacer una tarde de domingo
Rezar es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te antecedieron y la oración para seguir su ejemplo. Rezar es pedir por ellos. Y también pedirles a ellos por los que estamos aquí. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros. Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia. Es pasar por la Iglesia de San Pedro, de camino al colegio, y rezarle al Cristo de Burgos un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.

Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta, porque ya lo dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios). Rezar no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.

Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad. Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad. Rezar es resignación cuando procede, pero también arrebato y pundonor cuando toca. Es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser. Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir, como en la canción, erguido frente a todo, y es mi padre antes de morir. Rezar es fragilidad y entereza.

Rezar es curar las heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te han hecho. Pasar página y empezar de cero. Perdonar las ofensas y también pedir perdón. Y sobre todo tener gratitud. Rezar es dar las gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado. Es despertarse con las ilusiones renovadas. Aferrarse desesperadamente a lo inmaterial. Acordarse de lo que de verdad importa, y relativizar todo lo demás. Es establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu mesa, buscar la trascendencia, pensar a lo grande.

Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura. Rezar es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.

Rezar es una forma extrema de independencia, una actividad casi contracultural, lo más punki que se puede hacer una tarde de domingo. Es la forma más radical de practicar “mindfullness”, tan pasada de moda que cualquier día se volverá extraordinariamente “cool”. Rezar podría computar como horas de trabajo para los empleados públicos, pero no sirve porque es una práctica “antisistema”, sin reconocimiento alguno del “establishment”. Tan políticamente incorrecta que la gente oculta que reza como esconde la tripa para la foto. Rezar es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita cierta oscuridad y mucha, mucha, confianza.

Rezar es desnudarse y abrir tu alma a la persona con la que rezas. Y es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti. Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho más que estar solo en su memoria. Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti. ¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?

Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios. Rezar es la maestría de niños y abuelos. Y es un súper poder que nos predispone al bien. Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor.
Rezar es hoy igual que será mañana y que fue ayer y hace cinco años.
Rezar es siempre un regalo para el que lo que recibe y para el que lo da.
REZAR es vacunarse contra el pesimismo. No es el miedo, sino la superación del mie­do. No es la desesperación, sino la con­fianza. Y son los problemas en ese preci­so momento en que se empieza a salir de ellos. Re­zar es el inicio de la solución, aunque la solución no sea rezar. Es la inteligencia trabajando contra sus temores y aprendiendo de sus advertencias. Rezar es encontrar el valor, pensar con alas, ele­varse por encima de las dificultades. Es la angus­tia vencida por la determinación. La seguridad gobernando sobre la incertidumbre. Es creer cuan­do todo invita a dejar de hacerlo. Y es, por ello, nuestra experiencia a punto de expandirse.

Rezar es superarse y negarse a aceptar que la realidad no puede ser de otra forma. Es pensa­miento de utopía y voluntad de reforma. Quien reza siempre piensa a la grande y obra en lo pe­queño. Rezar es soñar el milagro imposible y lo­grar el prodigio posible. Es resiliencia tan de moda, rechazar la derrota antes del final, y asumirla se­renamente después. Rezar es renunciar a la renuncia, cuando la renuncia aún no procede, y des­cartar la protesta incluso cuando procede. Rezar es esperanza previa y consuelo postrero. Es confortarse en el pensamientode que no se pudo ha­cer más, y es siempre un desahogo del alma. Re­zar es prepararse en la mala suerte para la buena y en la buena para la mala. Es adaptarse a lo que venga, no rendirse al mal humor, no exagerar las cosas, conocerse a sí mismo y no perderse el res­peto ni la compostura.

Rezar es una actividad densa para la vida líqui­da, 'slow life' en medio del vértigo, quedarse quie­to cuando nadie aguanta más dos minutos sentado. Rezar no es una 'experience', o si lo es, pero es la única que ni se vende ni ha sido gamificada. Es el niño aprendiendo a ser adulto y el adulto recor­dando cuando era niño. Rezar es vaciar la agen­da, y perderse cosas supuestamente 'amazing' e 'inspiring' que no deberíamos perdernos, o eso nos dicen. Rezar no es 'exciting', ni 'surprising', ni 'funny', y es, por todo ello, una expresión de carác­ter en una sociedad despersonalizada. Es aisla­miento voluntario en tiempos de hiperconexión . Y un retiro que nos acerca a las personas mucho más de lo que lo hace el 'wasap'.

Rezar es el hilo invisible que nos une a los que más queremos, y es ingeniería móvil para la co­municación con la eternidad. Rezar es llamar a los que ya no pueden contestarnos de otra mane­ra. Y es una forma de sentirse unido al río de la vida y a la corriente que nos lleva a todos, los ma­yores que se van y los recién nacidos que llegan. Rezar es la inclusión social hoy más urgente, la de los abuelos con sus nietos. Es un paseo por tu geografía emocional, caminar por las calles de tu infancia, y el 'selfie' que le mandas a Dios rodeado de las personas que te importan para que se acuerde de ellas. Rezar es el humanitarismo de pedir más por las causas ajenas que por las pro­pias. Y es la contención de saber que la oración es como la alabanza. La que agrada a Dios (y a los hombres y a nuestra dignidad) es la que tú haces de los demás y los demás de ti.

Rezar es moderar el deseo, templar la impa­ciencia, poner distancia, ampliar la perspectiva y darle una oportunidad a la alegría. Es un atajo para reengancharse a la vida y a Dios. Y es querer creer, luchar contra las dudas y buscarle un sen­tido a lo que parece que no lo tiene. Tal vez rezar sea una superstición, pero, si lo es, es una ilusión inocua y probablemente benefactora, un pensa­miento positivo que nos ayuda a ir tirando, sin engañarnos con falsas promesas para esta vida. que son las peores. Rezar es prepararse para hacer lo que está bien y convencerse de que la felicidad vendrá con el deber, y nunca sucederá al revés. Es concedernos la posibilidad de ser más felices li­berándonos de la obligación de serlo. Es huir de la queja y de los tristes. Y es fijarse siempre en lo bueno de cada cosa y en lo mejor de las personas. 

Rezar es saber olvidar lo que nos hace mal y sa­ber recordar lo que nos hace bien. Es templanza en un escenario de exaltación, y es el espíritu dis­puesto a perdonar y a pedir perdón, y sobretodo a no pelearse. Rezar revela una convicción firme y un corazón blando. Rezar es acercarse y enten­derse, y es silencio y es paz. Es una plaza alboro­tada en la que de pronto todos se van y ya solo se oye el caño de una fuente. Rezar es monotonía he­terodoxa y repetición subversiva. Una reivindica­ción herética de la memoria. Es la consciencia fun­cionando de forma inconsciente y por tanto más creativa. Es el conocimiento asentado, en modo automático, y la inteligencia liberada para rela­cionar experiencias, encontrar hallazgos e inven­tar cosas nuevas. Rezar es la utilidad de lo inútil. Rezar es hoy igual que será mañana y que fue ayer y hace cinco años, cuando escribí un articu­lo como este. Rezar es siempre un regalo para el que lo recibe y para el que lo da. Es el verdadero espíritu de estas fiestas, o su magia, como se dice ahora,  y es la ilusión de reencontrarse, y de vol­ver a casa por Navidad, como los turrones. Rezar, perdónenme la frivolidad, es la expresión del buen gusto en tiempos de tardeo y copa de balón, y es hoy probablemente la forma más elegante y rebelde de celebrar estas fiestas.

Reza Por Mi (Miguel Angel Robles)