EL Rincón de Yanka: HUMBERTO AK´ABAL, EL POETA MAYA K´ICHE´ JAGUAR DE LA AURORA

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martes, 30 de abril de 2019

HUMBERTO AK´ABAL, EL POETA MAYA K´ICHE´ JAGUAR DE LA AURORA




La poesía es fuego,
quema dentro de uno
y dentro del otro.

Si no, será cualquier cosa,
no poesía”.

"Somos hombres de maíz. 

Nuestro maíz morirá el día que muera el sol"



(Momostenango, Guatemala, 1952) En la actualidad es uno de los poetas guatemaltecos más conocidos en Europa y Sudamérica. Sus obras ya han sido traducidas al francés, inglés, alemán e italiano. Escribe su obra en lengua K'iché y los traduce al castellano. Sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas de Guatemala, Centro América, México, Estados Unidos, Venezuela, Brasil, Colombia, España, Francia, Austria, Suiza, Alemania e Italia. Su poemario "Ajkem Tzij" ( Tejedor de palabras) fue editado por la UNESCO en 1996. Su libro "Guardián de la caída de agua" recibió una nominación a Libro del Año en 1993 y recibió el galardón "El Quetzal de Oro APG 1993" otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala. En 1995 recibió el diploma emeritissimum por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Y en 1997 recibió el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars de Neuchatel, Suiza; entre otras distinciones.

En 2003 rechazó el Premio Nacional de literatura Miguel Ángel Asturias, debido a que Miguel Angel Asturias, Premio Nobel de Literatura de Guatemala, escribió una tesis que se titula "El Problema Social del Indio". En esta tesis, sostiene Ak’Abal, él se refiere ofensivamente a los pueblos indígenas de Guatemala. Los trata con despectivas y peyorativas formas de calificación, como decir que somos una raza ya acabada. Por lo tanto, el premio lleva su nombre, y a mi no me honra recibirlo porque yo soy parte de esos pueblos indígenas a quienes él se refirió peyorativamente. Respecto del "Popol Vuh", en versión de Asturias, refirió que este es un documento que venía ya escrito, obviamente estaba en piedra, en jeroglíficos. De allí lo copiaron jóvenes indígenas. El abad Brasseur de Bourbourg, descubrió el documento y lo tradujo al francés. De allí lo retradujo Miguel Ángel Asturias, pero debo decirle que es una de las peores traducciones que existen en lengua castellana.


Poemas de su Antología Personal 
(Español-Maya-k’iche’)

«Sólo quiero»

Yo sólo quiero
un poco de atardecer
para platicar con ella,

escondidos detrás de algún árbol,
decirle que ya no aguanto más,
que se venga a vivir conmigo,

que tengo ganas
de echarle una semilla.

«Xa kin waj»

Xa kin waj
injubiq’ qajibal q’ij
xa re kintzijon ruk’ ri ali,
kaqak’u q’ib chirij jun che’,
kinbij che chi man kinq’i ta chik,
chi kape wuk’ kamik,
xa kin rayij kinya’
jun ija’ chupam.

«Mayuli»

Cuando estás conmigo
no sé dónde queda el mundo.

«Mayuli»

Are jampa at k’o wuk’, man wetam taj
jawi chi’ kakanaj wi ri uwach ulew.

Saqarik wachalal
Buenos días Guatemala

Y pasó el primer ventarrón,
hoy los pájaros despertaron al sol
y las montañas se peinaron,
qué clara amaneció la voz del manantial.
Ya se dio un gran paso,
atrás quedó el miedo,
por fin se hizo insoportable
la hediondez de la bota militar.
Y floreció la juventud,
la siempre florida juventud
con su grito de mar abierto,
la que enarbola la esperanza,
la que canta a voz en grito
a coro con la lluvia
el amor por este tierra.
Hay júbilo en nuestros corazones,
y los que hemos visto sangrar la historia
hoy vemos que la sangre derramada
no ha sido en vano,
más temprano que tarde
ha despertado el grito de Justicia.
Pero el camino aún es largo, pueblo;
se ha atravesado por caminos de fuego,
se ha caminado por senderos de sangre…
Y ahora, para seguir haciendo el camino,
habrá que romper corazones de piedra,
sortear el acecho de las serpientes,
huir de los abrazos de las culebras,
lidiar contra coyotes con rabia,
evitar las alimañas venenosas,
no escuchar a los hipócritas
y alejarse de los uñas largas.
Repartir ojos por todos lados,
y agrandar los oídos;
pueblo, mi pueblo, pueblo,
yo sé que las letras te tienen lejos
porque te han negado los libros,
pero te alejan más los mentirosos
que han usado los libros
para engañarte.

Ya no más sinvergüenzas,
alejarse de los que regalan pisto;
ya nuestros abuelos nos recordaban que,
“recibir pisto robado,
es meter en nuestra casa
la maldición de la pobreza”.
Alerta, pues, pueblo,
ya no más porquería en la presidencia,
ya no más porquería en el congreso,
ya no más porquería en las municipalidades.
Es el momento de quitar la suciedad,
es el momento de hacer conciencia,
es el momento de la reflexión.
Hay que seguir abriendo el camino;
no soltar las riendas,
porque el camino aún tiene pendientes…
Los corruptos andan detrás de los incautos,
los oportunistas no descansan.
Que no te duerman, pueblo,
hay que estar alerta como los tecolotes
para saber cuándo llegan los zopilotes.

En la oscuridad

En la oscuridad
es más fácil hablar
con los muertos.

El hilo de la voz
es más delgado.

Los muertos sólo oyen
sonidos transparentes.

Pa ri xe’qal

Pa ri xe’qal
man k’exta ri’ katzijon jun
kuk’ ri kaminaqib.

Ri ubatz’il ri qach’abal
sibalaj xax ri’.

Ri kaminaqib xwi ki kito
ri saqsoj taq ch’abalil.

Altares

Los altares de piedras
que asentaron los abuelos
son los cimientos donde se amarran
(con fuego, incienso y pom),
las esperanzas de nuestros pueblos.

Ta’bal

Ri abaj re ta’bal
ri xki yakan ri qati’t qamam
chila ri’, ri kaxim wi
(ruk’ q’aq’, ruk’ q’ol, ruk’ kach’),
ri eyenik re ri qatinimit.

«Picoteando»

El aire se come tu suspiro,
a ras del cerro
el último chispazo de sol.
La tarde termina
en el negror de tus ojos.
El amor picotea:
es un pajarito
con ganas de cantar.

«Tzopotza’»

Ri kaqiq’ kutij ri abis,
chirij ri juyub
ri uk’isbal utimim q’ij.
Ri q’ij kuk’is ri uqajem
pa ri up’umal ri aboq’och.
Ri rayinik katzoponik:
are jun chikop
ri kurayij ka oq’ik.

«El aire»

El aire baila
extiende sus alas y da vueltas.
El aire es un pájaro grande,
vuela alto
arriba del cielo;
por eso
sólo sentimos el soplido de sus alas.

«Ri kaqiq’»

Ka xojow ri kaqiq’
kulik’ikej ri uxik’ xuquje kasutinik.
Ri kaqiq’ are jun nimalaj chikop,
ri karapap chi kaj
naj k’a puwi ri kaj,
rumal ri’
xa kaqana’ ri utewal ri uxik’.

«El mudo»

Ella vivía lejos,
los domingos bajaba al pueblo
a vender duraznos.
La esperé junto al puente viejo,
me regaló una bella mirada
y tal vez esperaba una palabra mía.
La miré y se me hizo agua la boca
y no pude decir nada.
Otro día alguien le preguntó por mí
y ella dijo
que no quería para marido
a un hombre mudo.

«Ri mem»

Ri ali naj kelwi,
pa taq domingo kaqaj pa tinimit
xa che uk’ ayixik tura’s.
Xin weyw’j chi uxukut ri jun q’ela q’an,
Ri ali xusipaj jun nuje’l boq’ochaj
wene xuye’j we k’ o jun kinbij chire.
Xin wilawichij, xja’r ri nuchi’
man xinkwin taj xinbochi’j.
Pa jun q’ij chik, jachin lo ri’
xu ta retal we chire:
ri ali xubij che man karaj ta che rach’il
jun chi mem.

«Noche»

Noche oscura,
oscurísima.
A punto de llover.
En noches así
no se sabe
dónde termina la tierra
ni dónde comienza el cielo.

«Chaq’ab»

Q’eq’ chaq’ ab
sibalaj q’ eq’.
Xa karaj kaqaj ri jab.
Je taq chaq’ ab wa’
man etamatal taj
jawchi’ kak’is wi ri uwach ulew
xuquje jawi’ kajeqetaj wi ri kaj.

RECUERDO

De vez en cuando camino al revés:
es mi modo de recordar.

Si caminara sólo hacia adelante,
te podría contar
cómo es el olvido.

DOS LÁGRIMAS

Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.

LA FLOR AMARILLA DE LOS SEPULCROS.

Aúllan coyotes y rompen la noche:
pelean con el viento.
"Es mala seña..."

Antes los tecolotes
cantaban de vez en cuando,
ahora cantan a cada rato.
"Es mal agüero..."

Un viento de muerte baja de la cumbre,
helado, muerde como chucho con
rabia...
y las flores se agachan, tienen miedo
y antes del mediodía se marchitan.

Si pudiéramos regresar a aquellos
tiempos
cuando la tierra cantaba con los
hombres.

Hoy los vástagos son cortados de tajo,
los gritos de los chiquitos
a nadie conmueven, a nadie importan:
el cielo abre su boca y traga
el grito que ahoga la muerte.

¿Por qué somos perseguidos los indios?
¿Qué te hemos hecho, Guatemala?
¿Por qué ese odio, esa sed de sangre...?

Nosotros no le debemos nada a la
muerte.

¿A dónde ir, por qué huir?
Si aquí se asentaron nuestros
antepasados,
aquí nacieron nuestros abuelos,
aquí nacieron nuestros padres,
aquí nacímos y aquí nacerán nuestros
hijos;
esta tierra es nuestra.
¿Por qué buscar refugio en otra parte?
¿Por qué hemos de ser peregrinos?

Pajaritos de los barrancos:
Güis-güil, Tuc-tuc, Chaper-pantuj,
vengan a llorar conmigo,
mi tristeza es grande
y la herida duele.
Nuestro cacaxte lleno de sufrimientos,
nos escondemos para que no se burlen
de nuestro llanto,
ahogamos nuestro lloro en los ríos.

¿Acaso es delito ser indio?
Desde hace 500 años viene esta
persecución.
Matan indios bajo cualquier pretexto:
han borrado pueblos y aldeas enteras.

Señor de los cielos,
Señor de la tierra:
¿En dónde estás cuando pasan estas cosas,
por qué consentís a los asesinos...?

Somos pobres pero trabajadores,
nuestro pecado es ser honrados.

Vivimos en la miseria y en la tristeza
y aún así, resistiendo desde nuestra
cultura.

¿De dónde vino esta maldición?
¿De dónde salió este remolino
con garras de animal grande,
con ojos que parecen barrancos sin
fondo,
que apaga vidas
para mantener la oscuridad del terror...?

Los animales de los montes se pelean
pero no se matan entre sí.

¡Que estallen los volcanes!
¡Que arrojen fuego!
¡Que tiemble, que se raje la tierra
y se trague todo, todo, todo..!

Aquí nadie quiere paz,
aquí hay hambre de muerte,
los hombres están ciegos,
las leyes están sordas,
los caminos están torcidos...
La noche no da muestras de acabar,
la muerte anda borracha hartándose
de sangre,
las sombras del crimen
extienden sus alas y tapan la luz,
murciélagos danzan entre llamas de
odio:
¡fuego negro!

¿Jawchí coj be wi? chi xe coj´iwi ri q´a mam,
chi xe co´jiwí ri q´a tat,
chi xoj alaxicwí...

La justicia no habla en lengua de indios,
la justicia no desciende a los pobres,
la justicia no usa caites,
la justicia no camina descalza
por caminos de tierra...

Gritos aquí,
gritos allá,
gritos por todos lados,
la prepotencia se impone: pela los
dientes; y nosotros aldeanos y puebleros
tragándonos
la saliva amarga de nuestra impotencia,
sin poder defendernos más que
con nuestros humildes pechos
desnudos.
Caminamos por calles,
caminos y callejones, con miedo:
¿quién va adelante, quién viene atrás,
qué fue ese ruido..?
cualquier sombra provoca sobresalto,
el aleteo de un zopilote asusta, 
nos hace temblar el alma.

Se han abierto los portones del mal
y los mandaderos de la muerte
andan de noche y de día
haciendo matazones...

Las cumbres están llenas de Coxguaj:
"flor amarilla de los sepulcros"
y la tarde amarilla
igual que la flor de muerto
muere detrás de la loma.

¡Sol!
volvete humo, tizná el cielo,
quemá la tierra,
estamos de duelo,
mi gente,
mi sangre,
mi pueblo...

El horizonte gris es triste.
Aquí se ha perdido la vergüenza,
fuego arde en los caminos,
pobreza, hambre y soledad
se arrastran sobre el polvo.
Los patojitos mastican miserias
y tragan sustos, corren sin saber hacia
dónde:
¡qué doloroso es ser huérfano!

En este país de analfabetas
no podemos presumir de ateos:
¿pero, entonces, en qué "dios"
creen esos que no respetan la vida
humana?

Somos muchos,
nuestra presencia no se puede negar,
callados pero no mudos:
las chirimías,
los tambores,
las marimbitas rurales,
las cofradías, los bailes de
enmascarados
en las fiestas de nuestros pueblos, existencia?
¿No son la muestra de nuestro amor
por la tranquilidad y la paz..?

En este país nos ven
sólo para fines egoístas:
los políticos se paran sobre nosotros,
los terratenientes nos explotan,
las religiones nos confunden,
y las oficinas de turismo nos exhiben...

Todo esto me desgarra el corazón.
Hermano,
tomémonos este vaso de agua clara,
cantemos aquel cantito del sanate,
démonos un abrazo, olvidá tu tristeza
apenas te puedo mirar entre mis
lágrimas
buscá hoy tu contento
porque mañana...
¡quién sabe..!

Jaguar

Otras veces soy jaguar,
corro por barrancos,
salto sobre peñascos,
trepo montañas.

Miro más allá del cielo,
más allá del agua,
más allá de la tierra.

Platico con el sol,
juego con la luna,
arranco estrellas
y las pego a mi cuerpo.

Mientras muevo la cola,
me echo sobre el pasto
con la lengua de fuera.

B'alam

K'o taq mul in b'alam,
kinxak'in pa taq siwan,
kinch'opin puwi' taq ri tanatik
kinb'inib'ej, kinq'axaj juyub'.

Kinwil ri unimal ri kaj,
ri uchowil, jela' che ri ja',
ri uk'ux ri ulew.

Kintzijon ruk' ri q'ij,
kinetz'an ruk' ri ik',
kinb'oq' ch'umil
kinnak' chuwij.

Kinsilob'aj ri nuje',
kinq'oyi' cho ri le'anik
kinkosik', kinwesaj ri waq'.

Las lenguas

Aquí también
se dividieron las lenguas.

No se hizo ninguna construcción
fuera de lo normal.

Todos estaban en sus cabales
y a flor de tierra.

Ri ch'ab'alil

Xuquje' chi'
xkitas kib' ri ch'ab'alil.

Man xb'an ta nim chak che ri kitasik
man k'ota jewa' jeri'.

Konojel ri winaq
ek'o pa ri saq kichomab'al
cho ri uwächulew.

Vuelo

Soy pájaro:

mis vuelos son
dentro de mí­.

Rapapem

In inchikop:

ri nurapapem
kinb'an pa ri wanima'.

CUANDO YO ESTABA…

“Cuando yo estaba embarazada,
esperándote,
sentía muchas ganas
de comer tierra;
arrancaba pedacitos
de adobes
y me los comía”.

Esta confesión de mi madre
me desgarró el corazón.

Mamé leche de barro,
por eso mi piel
es de color de tierra.

EL SILENCIO

Guardaré silencio
para escucharte…

Pero
no hablés
para callarme.

DÉJAME

Puedo caminar solo.
Para soñar me basta
la sombra de los árboles:

me impide avanzar
el peso de tu mano
sobre mi cabeza.

EL SOL

El sol
se mete
entre las tejas

con esa terquedad
de mirar
qué hay
dentro de nuestras casitas.

Y se pone pálido
al ver
que con su luz
es más clara
nuestra pobreza.

SOMBRA CONOCIDA

Me encontré con una sombra conocida
y no dejé de asustarme un poco.

La luna, que recién se había bañado,
me contó despacito
que mi sombra andaba buscándome.

LOS ZURDOS

Los zurdos
son almas que regresaron…

En la vida anterior
dejaron cosas pendientes
por eso vuelven para hacerlas
con la mano izquierda.

Vuelven para usar la mano
que no usaron en la vida anterior.

CAMINO AL REVÉS

Des vez en cuando
camino al revés;
es mi modo de recordar.

Si caminara solo hacia adelante
te podría contar
cómo es el olvido.

TELA DE ARAÑA

Anoche te soñé
vestida con una tela de araña.

Me quedé sin ojos y sin aliento.

La araña lo sabía
tu cuerpo no necesita nada más.

MUJER FEA

Cuando te vi de lejos
me dije a mí mismo
¡qué fea esa mujer!

Te acercaste, me sonreíste
y me tuve que tragar mis palabras…

Llevo entre ceja y ceja tu sonrisa
y sufro porque quisiera volver a verte.

EL CUERITO

Miraste para todos lados
y creíste que no había nadie.

Te quitaste la ropa
y te metiste en el río.

Yo estaba entre las ramas
de aquel árbol de tulúp,
y al verte desnudo
mi corazón comenzó a temblar
y de un salto se me paró el cuerito.

LAS BORRACHERAS DE CRISTO

De su casa al pueblo
era una calle empinada.

No había domingo
que no se emborrachara.

Cuando al atardecer volvía,
se le veía bajar paso a paso
por aquella calle empinada
con los brazos abiertos
para mantener el equilibrio.

Se llamada Cristóbal
le decían Cristo
y lo apodaban “crucificado”.

PIEDRAS

No es que las piedras sean mudas:
solo guardan silencio.

UN PARÁSITO

Estoy engañándome con estos papeles
para decir que ando ocupado,
una manera de ocultar
que siempre fui un huevón
y que me he esforzado
para llegar a ser esto que ahora soy:
un parásito.

¿Por qué esta necesidad ingrata
de escribir cosas que no sirven sino:
para darme problemas,
para mantenerme nervioso,
para matarme de hambre?

LENGÜETERO

He despedazado mi vida en papeles,
he dicho tantas cosas de mí
que algunas han quedado de cabeza
otras de espaldas
y otras torcidas.

La he contado de muchas maneras
que yo mismo ya no sé
qué cosas son ciertas y qué no.

La he contado en diversas posiciones:
acostado, sentado, de pie,
sobrio y borracho.

La he contado llorando, riendo,
triste, enojado y contento.

La he hablado, escrito,
grabado y filmado.

He desgraciado mi hoja de vida
por lengüetero.

Sin darme cuenta,
la jodí.

Y llegó el Oxlajuj Baqtun

Qué nos pasó, abuelo;
por qué de repente sentimos escalofrío.
¿Por qué en la cocina de la abuela
cuesta que encienda el fuego?

La luna parece que también
no quiere alumbrar esta noche,
el aire tiene un olor que hiede,
el sol también se está enloqueciendo
a ratos calienta, a ratos quema…

¿Qué se hicieron los viejos sabios, abuelo?
En el pueblo ya no se ven.

Ay, a dónde se fueron aquellos viejos
que podían leer las estrellas,
que podían leer los relámpagos,
que podían leer en el agua el día de mañana,
que podían leer en los árboles los días de ayer.
¿Qué se hicieron esos viejos?
¿Quién los vino a traer,
a dónde se los llevaron?

Aquellos Guardianes del Culto al Sol,
aquellos Guardianes del Culto al Tiempo,
aquellas mujeres remedio,
aquellos hombres relámpago;
aquellos que leían los sueños:
¿por qué nos abandonaron?

Recuerdo al Tata León,
cuya mirada penetraba las paredes de adobes,
y lo traigo a mi recuerdo
cuando mirando fijamente a una pared,
con la seguridad del vidente dijo:
Ahí está, ahí está;
lo oigo llamar, lo oigo llorar…

Y el abuelo
comenzó a escarbar en aquella esquina
y encontró una sonrisa
esculpida en una piedrecita,
y danzaron, y cantaron, y lloraron
y quemaron pom, incienso y miel…

¿Por qué se murió el abuelo León,
por qué se llevó lo que sabía,
por qué nos dejó solos…?

Y el abuelo Xuwan,
aquella noche vino a casa bajo la lluvia:
no te vayás de viaje mañana temprano,
porque va a haber un percance en el camino.

Y no dormí esa noche,
al amanecer llegó la noticia,
la camioneta se había accidentado
y murieron cincuenta personas
allá por el puente viejo de Nawal Ja’.

¿Cómo supo el abuelo Xuwan
que sucedería ese desgraciado accidente?
Y él ya se fue,
ahora no sabemos leer el futuro…

Qué se hicieron las curanderas;
una hojita de esto, una raíz de lo otro,
la semilla de aquello,
y nos curábamos,
y de repente vinieron las enfermedades,
las plantas desaparecieron;
ahora hay un montón de remedios caros
para curar a los adinerados,
pero, para los pobres
ya no hay remedio…

¿Qué se hicieron los tajineles,
los que trabajaban la tierra?
Cada pedacito producía maíz,
piloyes, huicoyes, habas
y ahora la tierra se está muriendo,
ya no produce nada…

Antes las tortillas doradas en el brasero,
resquebrajadas y
guardadas en costales de algodón
eran el totoposte de los viajeros;
en cada descanso de los caminos,
se dejaban caer puños en los caldos
de hierbas con chile machacado en piedra…
¡Había qué probar aquella comida
bajo la sombra de un taxcal!
Se silbaba sobre la escudilla
por lo picante de cada bocado…

Ahora ya nadie las recuerda;
hoy solo se comen esas tostadas resecas,
saladas y edulcoradas con sintéticos
empaquetadas en bolsitas de papel aluminio.
¡Ay, hasta dónde hemos caído, abuelo!

Y la otra abuela,
aquella que preparaba tortillas
embarradas con frijoles negros
revolcados en recadito espeso de masa,
y el pollo asado y ahumado,
crujiente, limpio, oloroso,
uuummmm qué sano se comía, entonces.

Hoy se come pollo,
pero ese pollo cebudo
frito en aceite viejo, hediondo…

¿Adónde se fue el sentido del gusto,
a dónde se fue el olfato?
Parece que nuestra lengua estuviera muerta
y que la nariz ya solo sirviera de adorno.

Antes, en aquellos entonces;
cuando moría una gallina
llorábamos todos,
cuando moría un pájaro
todos nos poníamos tristes
y si moría un hermano
el pueblo se vestía de duelo…

Ahora hay muertos a cada rato,
ya nadie llora, nadie lo siente,
a nadie le importa.
¿Qué nos pasó, abuelo;
cuándo perdimos el corazón,
por qué ya no sentimos nada;
se nos olvidó llorar
o ya se acabaron las lágrimas?

Cuando se derribaba un árbol
de rodillas pedíamos perdón al bosque,
cuando se abría un pozo
se ponía sal en el corazón del agua,
cuando se abría un camino
se pedía permiso a la tierra
y no se metían las manos
en el vientre de la tierra…

Ay, abuelo;
ahora se burlan de esas costumbres,
por eso la tierra está enferma.

¿Es que no ven cómo se ven tristes
esas lomas peladas que antes eran bosques,
es que no les quema el alma
ver cómo se secan los pozos,
es que no sufren cuando ven ese río,
que antes llevaba agua limpia,
y que ahora arrastra basura y hediondez…?

Mire el pueblo, abuelo;
cómo hiede,
hoy cualquiera se caga
y se orina en las calles,
parecen chuchos.

Y los alcaldes pasan en carros
con anteojos oscuros
y bien vestidos…
¿Qué se hicieron, abuelo;
aquellas autoridades,
aquellos que eran celosos
con el orden y la limpieza?
Y la espiritualidad era una,
la reverencia era una,
las creencias eran una,
la educación era una,
el respeto era uno…

Y las ceremonias, abuelo;
las ceremonias de aquellos tiempos
se hacían con decoro,
cuánta espiritualidad
se respiraba en los altares
de los solitarios montes…

Ya no está el abuelo Xapuxtian,
aquel anciano que regañaba,
el viejo que sacudía con su lengua:
ser poronel es tener vergüenza,
porque un quemador de pom
no debe desnudar su cara.

Desde chiquitos eran escogidos
los futuros Ajq’ij,
día a día acompañaban al Anciano Enseñante,
para que aprendieran a comunicarse
para que aprendieran a hablar
con el viento,
con el agua,
con el fuego,
para escuchar la voz de la tierra;
y una palabra de ellos
era una palabra de trueno.

Hoy se hacen Ajq’ijes a cada rato,
cualquiera puede serlo (si paga),
Hoy se venden ceremonias mayas
y se hacen a domicilio.

Ay, abuelo; qué triste está el B'aqtun,
cuánta basura quedará después de la fiesta.

Seguramente será una Era de cambio,
pero tengo temor,
que el cambio sea al revés.

Abuelo, abuelo, abuelo:
usted ya no está conmigo…
¿Por qué lo vi sentado allí
del otro lado de los tenamastes?

El fuego se apagó,
el último tizón se hizo ceniza,
solo hay oscuridad.
¡Ay!, abuelo, tengo miedo,
estoy hablando solo…

Ukayib’al re jab

Ri ik’ kujaluk mayul
pa ri saqirisank.
—Kape ri jab’, kape ri jab’!
Kakiraq kichi’ ri ajtiko’n.
Are chi’ kaqaj ri q’ij
Ri sutz’ ke’ wachin ukayib’ al re jab’.

Color de la lluvia

La luna se vuelve neblina
en la madrugada
—¡Va a llover!
Gritan los sembradores.
Y en la tarde
las nubes tienen color de lluvia

Ri nima’

Ri nima’ kutumij eib’
junan ruk’ jun kumätz
sokotojinaq;
jun nonoch’ ri man ilom taj
kab’in puwi’ ri ja’.

El río

El río se retorcía
como culebra herida;
una sombra extraña
caminaba sobre las aguas.

Turb’ala’

Ri turb’al a’ kab’ixonik’
ruk’ ri roq’ib’al juyub,
kape k’a chikaj
k’a pa ikim ku jamrib’
kab’eeeeeek,
kab’in chuxo’l taq ri taxka’l,
koq’ik are jampa’ kab’ is ri ub’e.

La catarata

La catarata canta
con su voz de monte,
desde arriba
hacia abajo
y se vaaaa
caminando en el taxcalero
hasta terminar llorando.

U’l

Ri chaq’ ab’ kawulilik b’ ik
xuquje’ ri q’equmal katzaq b ‘ik
k’a chuxe’ ri siwan:
chila‘ kujaluk ja’
kujaluk nima’.

Derrumbe

La noche se derrumba
y la oscuridad cae
al fondo del barranco:
se hace agua
y se vuelve río.


Y llegó el Oxlajuj Baqtun

Poema de Humberto Ak’abal



Maya K'iche'


Qué nos pasó, abuelo;
por qué de repente sentimos escalofrío.
¿Por qué en la cocina de la abuela
cuesta que encienda el fuego?

La luna parece que también
no quiere alumbrar esta noche,
el aire tiene un olor que hiede,
el sol también se está enloqueciendo
a ratos calienta, a ratos quema…

¿Qué se hicieron los viejos sabios, abuelo?
En el pueblo ya no se ven.

Ay, a dónde se fueron aquellos viejos
que podían leer las estrellas,
que podían leer los relámpagos,
que podían leer en el agua el día de mañana,
que podían leer en los árboles los días de ayer.
¿Qué se hicieron esos viejos?
¿Quién los vino a traer,
a dónde se los llevaron?

Aquellos Guardianes del Culto al Sol,
aquellos Guardianes del Culto al Tiempo,
aquellas mujeres remedio,
aquellos hombres relámpago;
aquellos que leían los sueños:
¿por qué nos abandonaron?

Recuerdo al Tata León,
cuya mirada penetraba las paredes de adobes,
y lo traigo a mi recuerdo
cuando mirando fijamente a una pared,
con la seguridad del vidente dijo:
Ahí está, ahí está;
lo oigo llamar, lo oigo llorar…

Y el abuelo
comenzó a escarbar en aquella esquina
y encontró una sonrisa
esculpida en una piedrecita,
y danzaron, y cantaron, y lloraron
y quemaron pom, incienso y miel…

¿Por qué se murió el abuelo León,
por qué se llevó lo que sabía,
por qué nos dejó solos…?

Y el abuelo Xuwan,
aquella noche vino a casa bajo la lluvia:
no te vayás de viaje mañana temprano,
porque va a haber un percance en el camino.

Y no dormí esa noche,
al amanecer llegó la noticia,
la camioneta se había accidentado
y murieron cincuenta personas
allá por el puente viejo de Nawal Ja’.

¿Cómo supo el abuelo Xuwan
que sucedería ese desgraciado accidente?
Y él ya se fue,
ahora no sabemos leer el futuro…

Qué se hicieron las curanderas;
una hojita de esto, una raíz de lo otro,
la semilla de aquello,
y nos curábamos,
y de repente vinieron las enfermedades,
las plantas desaparecieron;
ahora hay un montón de remedios caros
para curar a los adinerados,
pero, para los pobres
ya no hay remedio…

¿Qué se hicieron los tajineles,
los que trabajaban la tierra?
Cada pedacito producía maíz,
piloyes, huicoyes, habas
y ahora la tierra se está muriendo,
ya no produce nada…

Antes las tortillas doradas en el brasero,
resquebrajadas y
guardadas en costales de algodón
eran el totoposte de los viajeros;
en cada descanso de los caminos,
se dejaban caer puños en los caldos
de hierbas con chile machacado en piedra…
¡Había qué probar aquella comida
bajo la sombra de un taxcal!
Se silbaba sobre la escudilla
por lo picante de cada bocado…

Ahora ya nadie las recuerda;
hoy solo se comen esas tostadas resecas,
saladas y edulcoradas con sintéticos
empaquetadas en bolsitas de papel aluminio.
¡Ay, hasta dónde hemos caído, abuelo!

Y la otra abuela,
aquella que preparaba tortillas
embarradas con frijoles negros
revolcados en recadito espeso de masa,
y el pollo asado y ahumado,
crujiente, limpio, oloroso,
uuummmm qué sano se comía, entonces.

Hoy se come pollo,
pero ese pollo cebudo
frito en aceite viejo, hediondo…

¿Adónde se fue el sentido del gusto,
a dónde se fue el olfato?
Parece que nuestra lengua estuviera muerta
y que la nariz ya solo sirviera de adorno.

Antes, en aquellos entonces;
cuando moría una gallina
llorábamos todos,
cuando moría un pájaro
todos nos poníamos tristes
y si moría un hermano
el pueblo se vestía de duelo…

Ahora hay muertos a cada rato,
ya nadie llora, nadie lo siente,
a nadie le importa.
¿Qué nos pasó, abuelo;
cuándo perdimos el corazón,
por qué ya no sentimos nada;
se nos olvidó llorar
o ya se acabaron las lágrimas?

Cuando se derribaba un árbol
de rodillas pedíamos perdón al bosque,
cuando se abría un pozo
se ponía sal en el corazón del agua,
cuando se abría un camino
se pedía permiso a la tierra
y no se metían las manos
en el vientre de la tierra…

Ay, abuelo;
ahora se burlan de esas costumbres,
por eso la tierra está enferma.

¿Es que no ven cómo se ven tristes
esas lomas peladas que antes eran bosques,
es que no les quema el alma
ver cómo se secan los pozos,
es que no sufren cuando ven ese río,
que antes llevaba agua limpia,
y que ahora arrastra basura y hediondez…?

Mire el pueblo, abuelo;
cómo hiede,
hoy cualquiera se caga
y se orina en las calles,
parecen chuchos.

Y los alcaldes pasan en carros
con anteojos oscuros
y bien vestidos…
¿Qué se hicieron, abuelo;
aquellas autoridades,
aquellos que eran celosos
con el orden y la limpieza?
Y la espiritualidad era una,
la reverencia era una,
las creencias eran una,
la educación era una,
el respeto era uno…

Y las ceremonias, abuelo;
las ceremonias de aquellos tiempos
se hacían con decoro,
cuánta espiritualidad
se respiraba en los altares
de los solitarios montes…

Ya no está el abuelo Xapuxtian,
aquel anciano que regañaba,
el viejo que sacudía con su lengua:
ser poronel es tener vergüenza,
porque un quemador de pom
no debe desnudar su cara.

Desde chiquitos eran escogidos
los futuros Ajq’ij,
día a día acompañaban al Anciano Enseñante,
para que aprendieran a comunicarse
para que aprendieran a hablar
con el viento,
con el agua,
con el fuego,
para escuchar la voz de la tierra;
y una palabra de ellos
era una palabra de trueno.

Hoy se hacen Ajq’ijes a cada rato,
cualquiera puede serlo (si paga),
Hoy se venden ceremonias mayas
y se hacen a domicilio.

Ay, abuelo; qué triste está el B'aqtun,
cuánta basura quedará después de la fiesta.

Seguramente será una Era de cambio,
pero tengo temor,
que el cambio sea al revés.

Abuelo, abuelo, abuelo:
usted ya no está conmigo…
¿Por qué lo vi sentado allí
del otro lado de los tenamastes?

El fuego se apagó,
el último tizón se hizo ceniza,
solo hay oscuridad.
¡Ay!, abuelo, tengo miedo,
estoy hablando solo…


No sé

Mi pueblo
Me vio salir en silencio.

La ciudad con su bulla
Ni cuenta se dio
De mi llegada.

Dejé de ser campesino
Y me hice obrero:

No sé si adelanté
O retrocedí.

Y nadie nos ve

La llama de nuestra sangre arde,
inapagable 
a pesar del viento de los siglos.

Callados, 
canto ahogado,
miseria con alma, 
tristeza acorralada.

¡Ay, quiero llorar a gritos!

Las tierras que nos dejan 
son las laderas,
las pendientes:
los aguaceros poco a poco las lavan
y las arrastran a las planadas
que ya no son de nosotros.

Aquí estamos
parados a la orilla de los caminos
con la mirada rota por una lágrima...

Y nadie nos ve.




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