DEFENSA DE LA ALEGRÍA
MARIO BENEDETTI
Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas.
Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones de las dulces infamias y los graves diagnósticos.
Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía de los ingenuos y de los canallas de la retórica y los paros cardíacos de las endemias y las academias.
Defender la alegría como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos de los suicidas y los homicidas de las vacaciones y del agobio de la obligación de estar alegres.
Defender la alegría como una certeza, defenderla del óxido y la roña de la famosa pátina del tiempo del relente y del oportunismo de los proxenetas de la risa.
Defender la alegría como un derecho, defenderla de Dios y del invierno de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar y también de la alegría.
(ÁNGEL HERRERO BLANCO, IN MEMORIAM)
Yo no escribo desde la melancolía sino desde el deseo.
No escribo lo que hubiera querido escribir.
No escribo lo que quiero.
Lo que me hace escribir es un deseo
que uno sólo nunca podría tener,
es el deseo de otro, de muchos otros,
o de todos, de realizar lo escrito y confiarlo a la vida.
Querer lo que ellos han querido,
haber tenido el mismo amor,
los mismos sueños, escribir sus poemas.
Lo singular no es único.
Que un verso se pronuncia con voces como juncos,
con gestos transparentes, como el agua del río.
No escribo lo que hubiera querido escribir.
No escribo lo que quiero.
Lo que me hace escribir es un deseo
que uno sólo nunca podría tener,
es el deseo de otro, de muchos otros,
o de todos, de realizar lo escrito y confiarlo a la vida.
Querer lo que ellos han querido,
haber tenido el mismo amor,
los mismos sueños, escribir sus poemas.
Lo singular no es único.
Que un verso se pronuncia con voces como juncos,
con gestos transparentes, como el agua del río.
YO NO ESCRIBO DESDE LA MELANCOLÍA
Salvador Sobral - Nem Eu
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