EL Rincón de Yanka: PROHIBICIÓN, ALIENACIÓN. DICTAR Y SOMETER EL LENGUAJE PROGRESISTA

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jueves, 30 de diciembre de 2010

PROHIBICIÓN, ALIENACIÓN. DICTAR Y SOMETER EL LENGUAJE PROGRESISTA


Este gobierno sólo sabe prohibir y dictaminar como tenemos que hablar, pensar y actuar: todo está mal dicho sino es como lo dictaminan los progresistas de marras...
En vez de violencia doméstica, no. Hay que decir violencia de género. En vez de marido o mujer, dictaminan pareja. Ya está bien...
El miedo a la libertad hará perder a la izquierda española la batalla frente a la derecha y, a la larga, frente al ciudadano libre. Será también su tumba. En algunos países avanzados de Occidente, la izquierda se ha reconciliado con la libertad individual y con la verdad, pero en España no.
El miedo a la libertad,
la gran debilidad de la izquierda española

La izquierda del presente tiene cada día más miedo a la libertad y por eso cae en la tentación de regular y prohibir. Le teme a Internet y, si pudiera, lo cerraría, sólo porque no lo controla. Teme también al debate, a la cultura universal y abierta, a la verdad y a la libre competencia. Pero a lo que más teme es al individuo. Le tiene tanto pánico a la persona que procura destruir la individualidad y lucha siempre por agrupar y encuadrar a la gente en grupos. Por eso se sienten tan agusto en los partidos políticos. Nunca hablan de "ciudadanos", sino de "ciudadanía" y siempre pugnan por transformar la democracia en partitocracia, donde el predominio es de los partidos políticos, nunca del ciudadano. Dirigen su política a "las mujeres" a "los gays", a "los pobres", a "los trabajadores", pero fracasan estrepitosamente cuando analizamos sus efectos sobre la mujer, que sigue marginada y minusvalorada, el homosexual, que sigue con sus derechos en crisis, el pobre, cada día más desgraciado y hundido, el trabajador, que suele estar en paro y viviendo sin dignidad de la caridad y los subsidios. Prefieren el orden a la libertad y odian todo lo que surge espontáneo del espíritu humano. La izquierda teme a la libertad de mercados, al contraste de las ideas y a la polémica y prefiere siempre mandar y dictar antes que discutir. Del miedo a la libertad de la izquierda nace su obsesión por controlar los medios de comunicación, por dominar a los periodistas y por comprar a intelectuales y prescriptores. Se siente más a gusto con las consisgnas y con la propaganda que con el libre juego de la verdad. Aunque no ha tenido más remedio que adaptarse a la democracia, en realidad la considera un odioso invento burgués y liberal. Cuando puede, la persigue, la manipula, la adultera y la prostituye. Por eso, donde hay un gobierno de izquierdas suele oler a tiranía, aunque ellos mismos se avergúencen de sus aires autoritarios y procuren disimular el hedor a dictadura con mil trucos y engaños.

Como rechazan la libertad, niegan a los padres el derecho a escoger el idioma de escolarización de sus hijos e intentan que el Estado (que ellos controlan) sustituya a la familia como transmisor de valores y principios morales. Su mayor sueño es crear una religión del Estado que sustituya al cristianismo, una fe que desprecian porque apuesta por la libertad y antepone el valor del individuo al del grupo. Cuando pueden, hacen todo lo posible para que los ciudadanos lean los periódicos que ellos controlan y vean los canales de televisión que propagan sus doctrinas. Incluso se atreven a prohibir que hablen un determinado idioma y obligan a sus gobernados a hablar la lengua de los nacionalistas que les venden sus votos.

Tienen alergia aguda a la libertad y su pecado más inconfesable es que anteponen el poder a todo lo demás, incluso a las ideas, principios y valores. Se han desprendido de la ideología porque era un obstáculo para el poder. La prueba está en que, para conquistar y mantener el poder, han sido capaces de pactar con partidos teóricamente situados en las antípodas, ideológicamente incompatibles, como ha ocurrido con los pactos del PSOE con el nacionalismo excluyente y extremo del País Vasco, Cataluña y Galicia.

Las encuestas e investigaciones sociológicas demuestran que la izquierda gana siempre en las provincias más analfabetas, donde hay menor consumo de prensa y de Internet, donde hay menos universitarios y menor desarrollo. En las ciudades, sus bolsas de votantes más fieles se concentran en los barrios más pobres y lumperizados, donde el subsidio es más apreciado que el trabajo y donde la cultura genera desprecio. La prueba es el dominio ancestral del PSOE en las regiones más atrasadas de España: Extremadura, Castilla La Mancha y Andalucía. La única excepción es Cataluña, pero el fanómeno catalán es distinto porque es un caso de democracia degradada, tipo PRI mexicano, impulsado siempre por el nacionalismo extremo y por una casta política envilecida como pocas, que incluye tanto a la izquierda como a la derecha.

Ese miedo a la libertad transporta la semilla de la derrota de la izquierda, ya visible en Europa, donde los partidos de izquierda han demostrado su incapacidad de renovar sus ideas y de adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías. Apenas media docena de países europeos están hoy gobernados por la izquierda. Entre los importantes, sólo han confiado en la izquierda los electorados de Inglaterra y España, lo que evidencia un profundo retroceso y pérdida de atractivo.

La izquierda, presa de profundas contradiciones como su odio a la libertad y a la democracia, está casi ausente de Internet, del debate libre y es incapaz de funcionar con eficacia en una política que también necesita renovarse, innovar y adaptarse a las nuevas exigencias de cambio tecnológico y competitividad.

Cuando asume el poder, utiliza la mentira, la manipulación y el engaño para gobernar y prefiere la propaganda a la verdad, las consignas a los argumentos y la coacción al convencimiento. Los dos princiaples rasgos de la izquierda, cuando administra el poder en democracia, son su tendencia a legislar y gobernar en contra de la opinión pública y la marginación del ciudadano, al que sólo tiene en cuenta cuando se abren las urnas y necesita su voto.

En manos de gente como Zapatero, cuyo autoritarismo depredador se huele a leguas de distancia, la verdadera izquierda que creía en la democracia es un cadáver, la izquierda de los valores y los principios es un recuerdo y la izquierda que apostaba por los más débiles es poco más que una añoranza.

Sus amigos internacionales denotan su aversión a la libertad y su cercanía al peor totalitarismo: Fidel y Raul Castro, Hugo Chávez y autoritarios aferrados al sillón en Irán, China y otros países, muchos de ellos islamistas y protectores de la yihad.

El gran drama de España es que la derecha, aunque afirme lo contrario, tampoco ama la libertad, ni se siente identificada con las raíces liberales. Teme al individuo, se siente insegura en el debate y rehuye al ciudadano, al que también margina de la política, lo que la convierte, en muchos aspectos, en un triste "clon" de la izquierda.



¿Pobreza del lenguaje: pobreza del espíritu?


En los celulares y redes sociales se abusa de las palabras vagas o palabras-autobús, que pueden significar todo, sin significar nada.
La capacidad de comunicarse amplia y detalladamente es un privilegio humano. La posibilidad de crear palabras para trasmitir dicha comunicación es exclusiva de un alto grado de desarrollo. La opción de poder escribir las palabras dichas es muestra de una alta civilización; como la que fue evidenciada al lograr los griegos de la antigüedad la escritura, a partir de los fundamentos establecidos por los fenicios. Si hay algo evidente es que la capacidad de escribir eleva definitivamente la condición humana.

LENGUAJE MÍNIMO. Estudiosos de la materia han determinado que muchas personas no van más allá de utilizar un vocabulario que si acaso llega a quinientas palabras. Ahora, si consideramos que un diccionario mediano de la lengua española contiene entre ochenta y cien mil palabras, podemos advertir la profunda carencia de una persona que con tan escaso vocabulario no sólo se desempeña en lo cotidiano, sino que, inclusive, puede llegar a desempeñar los más altos cargos públicos. Limitación que se evidencia cuando se les oye hablar en la radio o en la televisión. Sabemos que hay una natural tendencia a la economía en el uso del lenguaje; privan allí la comodidad y la rapidez. Pero, ya en el plano del conocimiento, así como en la capacidad de lectura, el lenguaje mínimo es el peor enemigo del desarrollo de la inteligencia.

LA DEFORMACIÓN DEL LENGUAJE. El mundo se hace inteligible a través de las palabras. Por ello, un pobre vocabulario no puede reflejar, ni siquiera medianamente, el saber. Y en esta carencia ha influido poderosamente la tendencia a abreviar o a saltarse las palabras. Por, más, menos, igual, que, han sido sustituidos por una letra o un signo; satisfacción, alegría, decepción, se expresan a través del dibujo de una carita comunicativa. Palabras son cortadas a la mitad; otras omitidas por completo. Sin contar los descuidos de la ortografía. Todo lo cual se puede comprobar en los mensajes telefónicos habituales en la actualidad. Y va sucediendo algo semejante a lo ocurrido con el uso de las calculadoras. A cualquier estudiante se le pregunta cuánto es nueve por tres, y él recurre a la calculadora de bolsillo o a la que tiene en su celular; y uno piensa en lo que sucedería si el auxilio de este artefacto no está a mano, o tiene descargada la pila. Algo semejante acontece con la abreviación y la sustitución de las palabras por signos y por dibujos. Es tanto así como retroceder al nivel de las escrituras pictográficas o jeroglíficas.

EFECTO DE POBREZA DEL ESPÍRITU. Cuando el profesor Christophe Clavé en su artículo “El déficit del coeficiente intelectual en la población” (2019), destacó que este coeficiente, que siempre había ido en aumento, comenzó a descender, en promedio, desde la década de 1990. Y él atribuye esta pérdida de nivel al pobre manejo del lenguaje: “Sin palabras para construir el razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible”. Es decir, que la limitación del vocabulario del cual se dispone impide la conceptualización integral. Sus conclusiones son categóricas: “Cuanto más pobres es el lenguaje, más desaparece el pensamiento”. A lo cual añade una consecuencia inevitable: “No sólo se reduce el vocabulario, sino también las sutilezas lingüísticas”; siendo un claro ejemplo al respecto la tendencia a eliminar los tiempos pasado y futuro, y situar todo en presente, por comodidad o por ignorancia. Al final de su texto, Clavé es rotundo en sus afirmaciones: 

“Si no hay pensamientos, no hay razonamiento crítico. Y no hay pensamiento sin palabras”. Para cerrar advirtiendo que empobrecer el lenguaje es empobrecer la mente humana: “No hay belleza, sin el pensamiento de la belleza”. Sin duda, la alarma encendida por el profesor Clavé está más que justificada. La perturbación del lenguaje es un tópico que ha preocupado al jurista y político Asdrúbal Aguiar, en artículo publicado en 2021; al mismo tiempo que daba a conocer un planteamiento semejante el licenciado en comunicación social y escritor Ramón Hernández. Todo lo cual es particularmente visible en los mensajes a través de los teléfonos celulares y de las redes sociales. Nosotros agregaremos que se observa una tendencia a repetir las palabras porque se carece de sinónimos; así como se abusa de las palabras vagas o palabras-autobús, que pueden significar todo, sin significar nada, como cosa, asunto, cuestión, coroto, bicho, perol. De igual manera se tiende a reiterar el empleo sistemático de muletillas: es decir, o sea, suponte, mira, ¿oíste? En fin, la lista puede ser muy larga. Lo que importa es destacar el hecho básico: si dejamos empobrecer el lenguaje, por igual estamos decretando el empobrecimiento del espíritu.

VÁLVULA: “Así como el lenguaje desarrollado es característica privativa del ser humano, la escritura revela ya una civilización de alto nivel. Pero, esta privilegiada facultad puede ser entorpecida al máximo por la ausencia de un vocabulario adecuado, con tendencia a las repudiables repeticiones y a las abreviaturas abusivas. De hecho, lo que se advierte, con razón, es que la pobreza del lenguaje está en relación directa con la pobreza del pensamiento: se expresa lo que se piensa”.


EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

"Progresista: Fracasado que gusta culpar de sus miserias al "sistema" y procura que los demás reconozcan sus meritos como "luchador social" predicando a favor de lo que llama "justicia social", que en el fondo consiste en que unos vivan a expensas de los demás, utilizando al estado como cómplice.
Se les puede ver predicando su ideología en ONGs y organismos públicos nacionales e internacionales, donde solucionan todos los problemas desde sus escritorios mediante magníficos articulos llenos de palabras como: "articular", "visibilizar", "empoderar"y "desigualdad".
Destrozan el lenguaje con modismos sexistas ridículos como "ciudadanos y ciudadanas".
Son argolleros y gustan de hacerse pasar como intelectuales.
Se les conoce también como parásitos sociales". Martha Hildebrandt

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