EL Rincón de Yanka: LIBRO "CESARISMO DEMOCRÁTICO" por LAUREANO VALLENILLA LANZ

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lunes, 12 de mayo de 2025

LIBRO "CESARISMO DEMOCRÁTICO" por LAUREANO VALLENILLA LANZ

 CESARISMO DEMOCRÁTICO

Laureano Vallenilla Lanz

¿Está buscando una obra política y filosófica que le desafíe a pensar de manera distinta sobre el poder y la democracia? Entonces "Cesarismo Democrático" de Laureano Vallenilla Lanz es el libro perfecto para usted.
En este libro, el autor ofrece una reflexión única y original sobre la relación entre el poder y la democracia, proponiendo una forma de cesarismo democrático donde el liderazgo y la autoridad estén al servicio del pueblo para asegurar el progreso y el bienestar de la sociedad. El libro es escrito con una argumentación rigurosa y fundamentada, y se desmarca de las formas tradicionales de entender el cesarismo, ofreciendo una nueva perspectiva sobre el tema. Con un lenguaje claro y preciso, el autor presenta una reflexión profunda y desafiante sobre el poder y la democracia, invitando al lector a cuestionar las tradiciones y a pensar de manera crítica sobre el tema.

Laureano Vallenilla Lanz, al igual que otros pensadores y escritores venezolanos de su época, se interesó por el tema de la conquista y colonización de América por parte de España, y es considerado como uno de los precursores del pensamiento hispánico o hispanista en Venezuela. El hispanismo es una corriente de pensamiento que se desarrolló en América Latina durante el siglo XIX y principios del siglo XX, y se centró en la revaloración y estudio de la cultura y la historia de la colonización española en América. Los hispanistas querían mostrar una visión distinta al mito de la leyenda negra, que presentaba a los conquistadores españoles como seres violentos y depredadores. En el caso de Vallenilla Lanz, él se interesó por la historia de la conquista y colonización y su relación con el desarrollo de Venezuela. Aunque crítico con muchas de las acciones de los conquistadores, también valoró ciertos aspectos culturales y históricos de la presencia española en América Latina, e intentó mostrar una visión más equilibrada y objetiva de la historia.
Este libro es una oportunidad para aquellos interesados en la política y la filosofía política, así como para aquellos interesados en la historia y el pensamiento político de Venezuela. Si quieres desafiar tus pensamientos y expandir tus conocimientos, "Cesarismo Democrático" es la lectura ideal.

El libro Cesarismo Democrático (1919) de Laureano Vallenilla Lanz es una producción intelectual cimera del positivismo venezolano y latinoamericano. En 2019 se conmemoran 100 años de la publicación de esta obra. Es una oportunidad que debemos aprovechar para reflexionar sobre el contexto en que se produjo; las influencias que la nutrieron; el impacto que causó en el medio intelectual universal, latinoamericano y nacional; el debate histórico y político que desató; así como su aporte a la comprensión de la historia de los países hispanoamericanos y de Venezuela; y, finalmente, la vigencia de las tesis de Laureano Vallenilla Lanz en el presente. 

Cesarismo Democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela vio la luz por primera vez en diciembre de 1919, publicado en los talleres de la empresa El Cojo de Caracas. Sirvió de prólogo un artículo aparecido en El Nuevo Tiempo, de Bogotá, en junio de 1919, realizado por el escritor colombiano Antonio Gómez Restrepo. El libro causó un gran revuelo tanto en el país como en el exterior. Verá una segunda edición en vida del autor en 1929, esta vez publicado por la caraqueña Tipografía Universal. La tercera edición venezolana, de 1952, la patrocinó la Tipografía Garrido. Al prólogo de Restrepo, se le agregará otro del historiador y profesor del Instituto Pedagógico Nacional, Virgilio Tosta. En 1961, la Tipografía Garrido realizará una cuarta edición, idéntica a la tercera. En 1983, el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Santa María, publicará la quinta edición de Cesarismo Democrático en el marco de la edición de las Obras completas del autor. La publicación estuvo al cuidado de los historiadores Federico Brito Figueroa y Nikita Harwich Vallenilla. Esta es la mejor de todas, indudablemente, y de donde hemos extraído información valiosa. El bloque de Armas también lo editó en los ochenta (1984), así como las grandes editoriales del Estado como Biblioteca Ayacucho, en 1991, con prólogo del Doctor Nikita Harwich Vallenilla y Monte Ávila Editores, en 1994, con proemio del historiador Manuel Caballero y una presentación del escritor y periodista Jesús Sanoja Hernández. Respaldada por el sello editorial Los Libros de El Nacional, se realizó una más en 1999. El sello caraqueño EDUVEN, ese mismo 1999, también lo tendrá en el catálogo de sus publicaciones. En fin, han sido diez ediciones venezolanas. En 1925, se publicó una edición francesa. En 1934, otra italiana y dos en lenguas extranjeras. 

Para complacencia del autor, con su obra no ha habido indiferencia. Se le ha divulgado y leído, se le ha respaldado o se le ha combatido. No es fácil obviar una obra bien escrita, firmemente sustentada en sus parámetros cientificistas y de poderosa repercusión nacional e internacional. 

El sociólogo, historiador y periodista Laureano Vallenilla Lanz nació en la Barcelona de Venezuela, el 11 de octubre de 1870. Sus ilustres ascendientes fueron colonizadores y fundadores del oriente del país; protagonistas de la vida económica, política, social y cultural de esas tierras durante el período hispánico, las luchas emancipadoras y las décadas azarosas de nuestro turbulento siglo XIX. Su primera formación la obtuvo en la escuela de su provincia natal y en la bien surtida biblioteca de su padre, José Vallenilla Cova. En su juventud, leyó a Herbert Spencer, Charles Darwin, John Stuart Mill y Auguste Comte. Desde temprana edad, se vincula a la prensa caraqueña y a los círculos intelectuales de la capital del país. Vive en Europa entre 1904 y 1910. Fue nombrado Cónsul de Venezuela en Amsterdam por el gobierno del General Cipriano Castro. Estudia por esos años en París, en La Sorbona y el Colegio de Francia. Entra en contacto con la obra de Charles Langlois, Ernest Renan, Charles Seignobos, Gustavo Le Bon, Hipolito Taine y Celestine Bouglé. En 1907, es designado Cónsul en Santander, España. Cuando regresa a Venezuela, obtiene un premio con un escrito sobre el 19 de abril de 1810. Conoce al Presidente de la República, General Juan Vicente Gómez. En 1910 es designado Superintendente de Instrucción Pública. Entre 1913 y 1915 es Director del Archivo General de la Nación. Es nombrado Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia en 1918. Desde 1915 hasta 1931 dirige el principal vocero del gobierno: El Nuevo Diario. Ocupó curules parlamentarias en diversas ocasiones. En 1931, es designado Ministro Plenipotenciario de Venezuela en Francia. Reside en París hasta su muerte, el 16 de noviembre de 1936.1 Luis Beltrán Guerrero lo ubica en la tercera generación de positivistas venezolanos junto con Pedro Manuel Arcaya (1874- 1958) y José Ladislao Andara (1876-1922)2. 

La obra escrita fundamental de Laureano Vallenilla Lanz, aparte de folletos de debate político, discursos parlamentarios y de orden en diversas efemérides, está constituida por Cesarismo Democrático (1919), Crítica de Sinceridad y Exactitud (1921), La Rehabilitación de Venezuela, campañas políticas de “El Nuevo Diario” 1915-1926 (1926-1928) y Disgregación e Integración (1930). Vallenilla Lanz legó mucha obra periodística dispersa en prensa y revistas y correspondencia en su archivo privado, que esperan por su publicación.3 

Laureano Vallenilla Lanz creía que la sociedad era similar a un organismo biológico; que se debían estudiar los hechos sociales como cualquier otro fenómeno natural, con la objetividad y desapasionamiento con la que el bacteriólogo estudia los microbios; que se debían explicar las causas de los hechos sociales; que las fuerzas colectivas están por encima de las individuales y que, en todo esto caso, nada tiene que ver con ellos la débil voluntad humana. Ese organismo está sometido a condiciones que las determinan las leyes que han de regirlo, no su “constitución de papel” formulada por las élites ilustradas, sino la que debía establecerse de acuerdo a su rigurosa evolución histórica. Entre estas condiciones se encuentran las características étnicas (en su época se decía la “raza”), el clima, el medio geográfico, la densidad demográfica y las circunstancias del momento. Esos factores condicionantes imponían una conducta, unas prácticas sociales, una idiosincrasia, que se fijaban con el tiempo mediante la herencia. Una forma de gobierno surgida de esas condiciones específicas, sólo se modificaría al cambiar los fundamentos de su sustentación. En su evolución, las sociedades pasan de una etapa de solidaridad mecánica (sociedad guerrera, atrasada, bárbara, regida por jefes autocráticos) a la solidaridad orgánica (democracia occidental, civilización) mediante la transformación del tipo étnico con la inmigración blanca europea; capitales y tecnología que aumenten la actividad económica; las carreteras que intensifiquen el tráfico comercial y humano; la educación que forme ciudadanos y hombres útiles a la sociedad y a sí mismos mediante el trabajo. Sólo al darse esa transformación profunda, se puede abandonar una etapa y ascender a la superior.4 En este sentido, por cierto, Vallenilla Lanz se muestra ambiguo. En algunas oportunidades, el César Democrático pareciera ser un modelo político universal, incluso aplicable a las avanzadas sociedades europeas. En este sentido, no oculta, por cierto, Vallenilla Lanz sus simpatías por el nazi-fascismo. En otras circunstancias, señala que es una fase que puede durar muchos años. En otros momentos, indica que si se dan los cambios en las condiciones fundamentales que obligan a la existencia de un hombre fuerte, se avanzará hacia la democracia. En el campo específico de la Historia y la Sociología, el carácter científico de lo comprendido o explicado, se sustenta en la crítica externa e interna de los documentos consultados y los hechos comprobados, los cuales se quiere conocer.5 

Mediante un riguroso manejo teórico-metodológico y una ardua revisión documental Laureano Vallenilla Lanz llegó a la conclusión de que la sociedad venezolana, debido a su composición étnica de indios, hispanos y negros (prevalece en esta mezcla un individualismo anárquico, tendencia a dotarse de jefe autocrático y predominio de elementos disgregativos e igualación sin criterios de selección) requería de gobiernos de fuerza. El escritor observa que durante el período hispánico se estableció un sistema de castas, oligárquico, represivo y excluyente que indujo a los grupos dominados a una lucha por la igualdad. El quebrantamiento de este orden colonial, que era el freno de los odios y la violencia, con las luchas independentistas y las guerras civiles subsiguientes, hacían imperativo para esta sociedad anarquizada un gobernante despótico que mediante el temor impusiera la paz y el orden. La condición básica para la existencia de una sociedad es el sosiego. En consecuencia: “…el derecho y el poder corresponden a aquel que dispone de la fuerza necesaria para imponerlo y mantenerlo”.6 

Ya desde los tiempos de la emancipación, surgieron esos personajes que imponían cierto orden a los grupos turbulentos, sobre todo a los impetuosos llaneros. Primero fue José Tomás Boves, quien los puso a pelear bajo la bandera del Rey; luego, José Antonio Páez, quien los condujo por el camino de construir la patria libre. Luego, seguirían otros caudillos. Y uno de esos jefes guerreros se sobrepondría al resto y acabaría con las guerras civiles y la anarquía desatadas desde los tiempos de la independencia. Un tirano bueno que establecería el orden, necesario para construir el progreso. Un César Democrático que también sería un Autócrata Civilizador.7 Es decir, que el caudillo fue una necesidad, una fuerza de conservación social.8 Los positivistas venezolanos –Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, César Zumeta, José Gil Fortoul– adversaron el personalismo destructivo cuando prevalecen una multitud de caudillos. Por el contrario, exaltaron al caudillo fuerte que se sobreponía al resto, para así establecer la paz, con su personalismo constructivo.9 Las ideas liberales, republicanas, al invocar la alternabilidad o la democracia, lo que hacían era entorpecer la continuidad del hombre fuerte en el poder para destruir la anarquía y cimentar un orden progresista. Y esas ideas supuestamente avanzadas eran el pretexto para continuar las guerras civiles y de partidos. La ley real de los países hispanoamericanos, la constitución efectiva, es la “Ley boliviana”, según la cual quien manda nombra a su sucesor para darle continuidad a su obra, y así evitar el desorden. Los períodos de prosperidad en la mayoría de los países latinoamericanos están vinculados a recias personalidades que los han conducido y que los llevaron de la anarquía a la paz; de la barbarie a la civilización y de la disgregación a la integración social. 

La tesis del “gendarme necesario” no surgió de un día para otro en la sociedad venezolana, ni en las convicciones de sus grupos ilustrados. Vallenilla Lanz pertenece a una élite social en la cual prevalecían las ideas liberales, democráticas y republicanas. Va a ser la persistencia de las guerras civiles, los caudillos, las dictaduras alternadas con períodos de anarquía que lo conducirán a la “amarga convicción” de la necesidad de establecer en Venezuela una dictadura para cimentar la paz, primera condición de la existencia social. Las sucesivas revoluciones de Joaquín Crespo (1892), el fraude electoral de 1897, los alzamientos del Mocho Hernández, Ramón Guerra, la Revolución Liberal Restauradora de Cipriano Castro (1899), las distintas insurrecciones anticastristas, el bloqueo de 1902-1903, la Revolución Libertadora, el sufrimiento de su familia en los avatares de la política, su experiencia con la sociología determinista francesa, lo apartan de las ideas liberales y fortalecen su ideario cesarista. En El Monitor Liberal, de Caracas, en 1899, escribió:

Una sociedad política cuando llega al extremo de que sus hombres solo ejercitan los medios de la violencia, reconoce su incapacidad para gobernarse por la sola virtud de las leyes y no encontrará reposo sino al abrigo del despotismo, y no respetará otros gobiernos que aquellos que lo hieran, y no tendrá más derechos que aquéllos que le conceda la voluntad del sable que lo domine.10

Como lo ha identificado Nikita Harwich Vallenilla, ya Vallenilla Lanz habla aquí con el lenguaje del Cesarismo Democrático. En el reverso de una proclama del General Cipriano Castro, del 5 de julio de 1903, conmemorativa de las efemérides patrias, Laureano Vallenilla Lanz, aherrojado por sospechoso de simpatizar con la revolución matista, reflexiona sobre la inutilidad de las instituciones liberales para regir a Venezuela. Cómo lo señala Elena Plaza, su biógrafa más autorizada, para 1904, ya Vallenilla Lanz ha abrazado la doctrina positivista de orden y progreso, rechaza la anarquía política y a los partidos políticos, y abandona completamente la doctrina liberal.11 El 15 de agosto de 1908, en carta a su hermano Baltasar, denuncia el absoluto fracaso de los ideales jacobinos y reconoce que: “…los anhelos populares sólo buscan a un hombre capaz de tiranizarlos para el bien y el progreso”.12 

El primero de octubre de 1911, Vallenilla publicó en la revista El Cojo Ilustrado una primera versión de la tesis del Gendarme Necesario. En 1915, asume la dirección del principal vocero gubernamental El Nuevo Diario. Se mantuvo en la dirección del periódico hasta 1931. Con posterioridad, escribió sobre esta circunstancia de asumir la dirección de dicho periódico: expuso que era un hombre de una sola pieza. Que sus convicciones científicas, de hombre público, de periodista, de historiador y como ciudadano eran una sola: la inutilidad de las ideas liberales para regir a Venezuela y la necesidad de un “tirano bueno”.13 Igual declaración la había formulado en la célebre polémica con el político colombiano Eduardo Santos en 1920, luego de publicado Cesarismo Democrático. De manera pues que la tesis del gendarme necesario la maduró Vallenilla Lanz desde tres lustros antes de publicarla formalmente y al menos una década previa a la toma del poder por parte del General Juan Vicente Gómez. 

El esbozo de las ideas de la obra fundamental de Laureano Vallenilla Lanz, que a continuación les presentamos, lo realizaremos a partir de la edición del Centro de Investigaciones de la Universidad Santa María, de 1983. Cesarismo Democrático es publicado por primera vez a finales del año 1919, como ya quedó dicho, y consta de 8 capítulos. Dejaremos para el final el comentario del capítulo 6 correspondiente al gendarme necesario.

El apartado primero, se intitula “Fue una guerra civil”. En este, con una abrumadora sustentación documental, Vallenilla Lanz demuestra que la lucha emancipadora más que una guerra internacional, fue una guerra civil entre venezolanos. Igualmente, piensa que dicho evento bélico fue la invasión de los pueblos llaneros, pastores, nómadas contra las gentes sedentarias, pacíficas y agricultoras del centro-norte de la República. Otra de las hipótesis que demuestra, es que fue la guerra emancipadora una profunda revolución social. Los grupos sociales subalternos, doblegados por un excluyente y opresivo sistema de castas dirigido por los blancos criollos, aprovecharon la ruptura del orden colonial para luchar por la igualdad social. 

En el capítulo 2, “Los iniciadores de la revolución”, Vallenilla expone la ineficacia de las ideas de las élites ilustradas, liberales y republicanas para modificar la sociedad venezolana. La sociedad colonial de castas, oligárquica y represiva actuaba en función de los grupos dominantes. Los dominados aprovecharon la debacle del orden colonial para arremeter contra los grupos blancos privilegiados. No había en realidad pugna entre principios doctrinarios, sino choque de odios y pasiones. Vallenilla Lanz llama la atención sobre los procesos de continuidad prevalecientes entre el período colonial y el independentista y republicano. 

En el apartado 3, “Los prejuicios de castas”, el intelectual estudia la composición étnica y social de la sociedad venezolana durante el período colonial. Los españoles, que no son en absoluto una raza pura, sino profundamente mestizada con judíos y moros, establecieron en Venezuela esos repugnantes prejuicios de castas y minuciosas pesquisas en torno a una supuesta limpieza de sangre. La realidad era la inexistente pureza racial, el carácter de grupo opresor de los mantuanos que pretendía preservar sus privilegios y el odio soterrado entre esa minoría blanca y los grupos subalternos. 

En el capítulo 4 intitulado “La insurrección popular”, Vallenilla Lanz sustenta la opinión de que las ideas jacobinas y utópicas enarboladas por la minoría blanca dirigente solo condujeron al quebrantamiento del orden colonial. Con esta debacle se desataron los odios de los mestizos, de los negros, de los canarios, contra la oligarquía criolla. Por cierto, del bandidaje, de la anarquía de la guerra, surgieron las primeras manifestaciones caudillistas como única forma de generar orden y control social.

En la sección 5, “Psicología de la masa popular”, Vallenilla Lanz continúa desarrollando su argumentación sobre las características de la sociedad venezolana del período hispánico e independentista. Nuestros pueblos mestizos, razona, en especial los llaneros, lucharon al lado de los realistas bajo las órdenes de Boves, y luego pelearon enarbolando el estandarte republicano, dirigidos por Páez, no por principios doctrinarios, sino para hacer aquello a lo que estaban habituados: robar, saquear, asesinar. Cuando Bolívar o Páez trataron de disciplinarlos, se alzaron contra ellos y se asociaron con jefes que, invocando cualquier causa, los dejaran seguir su vida de bandoleros con plena impunidad. 

En el capítulo 7, “Los principios constitucionales del Libertador. La ley boliviana”, el historiador desarrolla la idea de que las verdaderas constituciones no son las que copian fórmulas abstractas. Las constituciones efectivas son las que responden a las realidades de los pueblos para los cuales se legisla. Esta doctrina constitucional de Simón Bolívar guía la investigación de Laureano Vallenilla Lanz. En Hispanoamérica impera, en la práctica, la ley boliviana, según la cual quien gobierna designa a su sucesor. Con ello evita la anarquía y le da continuidad a su gestión. La apelación de los letrados a la alternabilidad conduce a la anarquía. El hombre fuerte, de agudo instinto político, establece el orden, vence la anarquía e implementa acciones que conducen al progreso. Los partidos políticos estimulan el espíritu disgregativo de la raza, el desorden. Aminorar su nefasta influencia es tarea del jefe que establece la paz y da continuidad a una gestión progresista. El federalismo ha sido otra idea que aplicada entre los hispanoamericanos lo que ha hecho es fomentar el espíritu parroquial, disgregativo. Las sociedades industriales requieren de descentralización. Las comunidades guerreras necesitan un gobierno fuerte y centralizado. 

El capítulo 8, “Los partidos históricos”, lo usa Vallenilla Lanz para continuar su refutación del prejuicio según el cual las ideas revolucionarias fueron las que conmocionaron a la sociedad venezolana. Esta se venía agitando desde la época colonial por la lucha de los grupos oprimidos contra el sistema de castas y oligárquico de la minoría blanca criolla. La revolución la comenzaron los mantuanos con sus manos enguantadas y la completó, en medio de un gran charco de sangre, el rudo caudillo llanero José Antonio Páez.

El capítulo 6, “El Gendarme necesario”, el que da nombre a la obra, en realidad es el eje del volumen. Todos los textos anteriores apuntalan al más bien breve apartado dedicado al gendarme necesario. En pocas palabras, Vallenilla Lanz demuestra que en sociedades donde impera la violencia se requiere de un jefe que imponga el orden y la paz mediante el temor. Gracias al prestigio y al uso de la fuerza, los caudillos (Páez, Monagas), mantienen controladas a las masas semibárbaras prestas solo al saqueo y el asesinato. En la Venezuela de principios del siglo XX lo que impera es la fuerza, no las leyes ni las instituciones. La invocación a doctrinas abstractas, importadas, lo que hace es entorpecer la misión del hombre fuerte de mantener el orden. El país, luego de la emancipación, se vio asediado por la miseria, el atraso, por los soldados licenciados de los ejércitos que se convirtieron en bandoleros, a los que se sumaron los esclavos como factor de inestabilidad y agitación. A las heroicas guerras de emancipación, siguieron las fratricidas guerras civiles. En ese contexto, el caudillismo fue un factor de orden, de integración social. Dominó no quien fue elegido, sino quien pudo imponerse por la fuerza. 

Son muchos los elogios y las críticas formuladas a las tesis sustentadas por Laureano Vallenilla Lanz. Entre los compatriotas que saludaron la publicación del libro estaban Lisandro Alvarado, Rubén González y Juvenal Anzola. El gran escritor español Miguel de Unamuno, en carta enviada desde Salamanca, el 29 de julio de 1920, exalta los valores, los logros del libro. Diez años después, otro importante escritor hispano, Ramiro de Maeztu, escribe, el 3 de febrero de 1930, que va a ser difícil impugnar la tesis de Vallenilla Lanz según la cual: “…el caudillismo o cesarismo democrático expresa una constitución efectiva” de muchos pueblos hispanoamericanos.14 El profesor norteamericano Guillermo A. Sherwell, le comunica a Vallenilla Lanz, desde Washington, el 15 de octubre de 1920 que Cesarismo Democrático: “… Es la mejor pintura que conozco del alma social de la América Hispana…”15 

Pero habrá quien haga señalamientos muy severos contra Vallenilla Lanz y su obra. Eduardo Santos, Director de El Tiempo, de Bogotá, el 28 y el 31 de diciembre de 1920, enfiló sus dardos críticos contra el defensor del gomecismo. En el escrito de la primera fecha denuncia que Vallenilla Lanz embellece con su filosofía, con su teoría del gendarme necesario la realidad brutal del despotismo. Santos es firme en la convicción según la cual nuestros pueblos no necesitan “tiranos buenos” sino paz, libertad, derecho, unirse contra los peligros de una nueva dominación internacional. Además, reprocha que el orden sustentado en la represión es frágil, y puede resquebrajarse en cualquier momento. En su segundo escrito observa que ni en la historia, ni en la sociología, se pueden acuñar absolutos como esos según los cuales el medio geográfico y la composición étnica determinan el predominio de un jefe único en Venezuela. El gran error del historiador barcelonés es elevar a teoría filosófica y sociológica la desgracia de su pueblo de padecer una terrible dictadura. Vallenilla Lanz yerra cuando hace de la necesidad, virtud. Igualmente, el escritor uruguayo Mario Falcao Espalter, en La Prensa de Buenos Aires, de julio de 1925, le reprocha a Vallenilla Lanz su justificación de las largas y crueles dictaduras de los pueblos hispanoamericanos. Se pregunta Espalter ¿No es mejor experimentar con el sistema democrático para aclimatar entre nosotros la libertad? Vallenilla Lanz responderá a estos y a otros cuestionamientos con dureza, mediante textos que completan su polémico Cesarismo Democrático. Al discutido autor le sobraba en Venezuela espacios en los cuales refutar a sus críticos. No se puede decir lo mismo de quienes lo cuestionaban. La recia dictadura gomecista sólo aceptaba elogios, defensas y aplausos. El estudiante antigomecista, en el exilio colombiano, Rómulo Betancourt, en artículo publicado en la prensa del vecino país el 19 de noviembre de1928, arremete con dureza contra Vallenilla Lanz. Lo acusa de venderse al sátrapa, de practicar una doctrina ya anticuada y de conocer poco la obra de Darwin y de Spencer.16 

A la luz de los estudios de Elena Plaza y de Arturo Sosa, entre otros, no se puede acusar a Vallenilla Lanz de desconocimiento del positivismo: leía en varios idiomas y conocía en profundidad la obra de la mayoría de los grandes científicos sociales de Europa, sobre todo, la de los sociólogos franceses.
Digamos que Betancourt, más que refutar en la teoría a Vallenilla Lanz, lo derrotó en la praxis histórica: el guatireño fundó un partido político moderno, de masas; y ejerció la Presidencia de la República en dos oportunidades y coadyuvó a construir ciudadanía, a fundar la democracia. El pueblo fue objeto y sujeto del cambio histórico que construyó la Venezuela Moderna. 

Desde la filas de otro determinismo, el marxismo-leninismo, Carlos Irazábal en Hacia la democracia, publicado en 1939, señala que el predominio del despotismo en América Latina, obedece al sistema feudal que ha predominado y a la explotación y al atraso en que la oligarquía terrateniente, aliada con el imperialismo, tiene a la población campesina.17 Manuel Caballero, en 1966, le crítica a Laureano Vallenilla Lanz que no cumple su programa historiográfico. Su exaltación de Simón Bolívar y del General Juan Vicente Gómez, lo colocan como un romántico, como un historiador sin objetividad, y hasta como un exaltado propagandista del gomecismo.18 En 1983, Arturo Sosa Abascal, plantea que las tesis cesaristas tienen un componente ideológico y otro teórico: por un lado justifican, defienden, la dictadura gomecista; por otro, con el bagaje metodológico del positivismo, se ahonda en la comprensión histórica de Venezuela. En última instancia, dichos planteamientos los formularon las élites políticas europeizantes que son parte de los grupos terratenientes dominantes, beneficiarias del régimen dictatorial. En esta óptica, el pueblo es sujeto pasivo del progreso.19 En 1994, Manuel Caballero le reclama a Vallenilla Lanz ese profundo desprecio que demuestra por el pueblo en donde parecieran aflorar sus prejuicios de aristócrata.20 Elena Plaza se pregunta sobre el hecho de no reconocer el autor cesarista la especificidad de los hechos humanos respecto de los naturales. La teoría, el método, la metodología para estudiar la realidad, dependen del objeto a ser investigado. Y a la luz de la experiencia histórica humana, no se puede obviar el papel de las ideas, de la voluntad creadora de los hombres, de la libertad, para retardar, mantener o acelerar cambios en la realidad. Este planteamiento ya lo habían hecho, a partir de 1936, Arturo Uslar Pietri y Mariano Picón Salas. Lo retoma en 1999 Nikita Harwich Vallenilla, como crítica de fondo al pensamiento de Vallenilla Lanz: “…el reduccionismo sociologizante del positivismo venezolano no le permitió valorar debidamente la fuerza que tiene la ideología como elemento motor de la sociedad”.21 

Sobre la vigencia actual de las tesis valleninianas, se puede decir que en la cultura política latinoamericana pesan mucho el carisma, los jefes mesiánicos, la concepción paternalista del poder, las prácticas populistas que subestiman al pueblo. La tesis de la relación caudillo-masa de Noberto Ceresole está emparentada, indudablemente, con la tesis de Cesarismo Democrático.22 

Cabe otra reflexión importante ante esta obra fundamental. ¿El pueblo venezolano ha sido apto o inepto para ejercer la democracia? Nuestros siglos XX y XXI han mostrado cómo los venezolanos hemos ejercido la soberanía y construido ciudadanía. Los nacidos en esta tierra amamos el ascenso social y la prosperidad alcanzados en libertad. Y esto lo evidencia la más reciente resistencia a nuevos intentos dictatoriales. 

Con respecto, específicamente, a los textos que comprenden la compilación, diremos que incluimos las opiniones de Lisandro Alvarado, por la importancia del autor y por corresponder a un comentario surgido con motivo de la aparición de la edición primera de la obra. Un poco para rescatar el clima del momento de la publicación del libro. Desde la acera del combate político lo comentan y analizan el dirigente político liberal colombiano Eduardo Santos, el militante de la izquierda criolla Rómulo Betancourt, los marxistas Carlos Irazábal y Federico Brito Figueroa, el filósofo anarquista argentino Ángel J. Cappelletti, y una larga lista de notables intelectuales, historiadores y académicos venezolanos como Diego Carbonell, Manuel Caballero, Alicia de Nuño, Arturo Sosa Abascal, Ramón J. Velásquez, Manuel Rodríguez Campos, Elías Pino Iturrieta, Nikita Harwich Vallenilla, Elena Plaza, Simón Alberto Consalvi, Elsa Cardozo, Diego Bautista Urbaneja y Alfredo Rodríguez. Esperamos, con esta antología, contribuir al necesario debate que hay que continuar en torno a la obra de Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático, con motivo del primer centenario de su publicación. Un escrito de trascendencia historiográfica y política que aún hoy tiene defensores y detractores acérrimos.
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1 Elías Pino Iturrieta. “Vallenilla Lanz, Laureano” en: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 1997, vol. 4, pp. 191-192.
2 Luis Beltrán Guerrero. Introducción al positivismo venezolano. Caracas: Ministerio de Educación, 1956, p. 15.
3 Ángel Raúl Villasana. “Vallenilla Lanz, Laureano” en: Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano (Años 1808-1950). Caracas: Banco Central de Venezuela, 1979, Tomo VI, pp. 523-529.
4 Diego Bautista Urbaneja. “El paso de las visiones” en: Venezuela: República Democrática. Caracas: Asociación Civil Grupo Roraima, 2011, p. 24.
5 Jesús Sanoja Hernández. “Introducción” en: Cesarismo Democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas: Los Libros de El Nacional, 1999.
6 Laureano Vallenilla Lanz. Disgregación e Integración. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1962, p. 65.
7 Miguel Ángel Burelli Rivas. “La teoría de la autocracia o del gendarme necesario como intento de construcción de la unidad política y social” en: Mundo Nuevo. Caracas, julio-diciembre de 1984, números 25-26, pp. 7-16.
8 Virgilio Tosta. “Prólogo de la tercera edición venezolana” en: Obras Completas. Cesarismo Democrático, de Laureano Vallenilla Lanz. Caracas: Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Santa María, 1983, T. I, p. LXXIV.
9 Elías Pino Iturrieta. “Introducción” en: Positivismo y Gomecismo. Caracas.Universidad Central de Venezuela, Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación,1978, p. 61.
10 Elsa Cardozo. Laureano Vallenilla Lanz. Caracas: El Nacional; Banco del Caribe, 2007, pp. 23-24.
11 Elena Plaza. Biografía de Laureano Vallenilla Lanz (Historia para todos; número 21). Caracas: Historiadores Sociedad Civil, 1996, p. 6.
12 Elsa Cardozo. Ob. Cit. , p. 43.
13 Elena Plaza. Ob. Cit., p. 16.
14 Laureano Vallenilla Lanz. Obras Completas. Cesarismo Democrático. Caracas: Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Santa María, 1983, t. I, p. 278.
15 Laureano Vallenilla Lanz. Ob. Cit., p. 253.
16 Rómulo Betancourt. Antología Política. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1990, vol. 1, pp. 87-89.
17 Carlos Irazábal. Hacia la Democracia (Contribución al estudio de la historia económico-político-social de Venezuela). Caracas: Editorial Ateneo de Caracas, 1979, pp. 153-160.
18 Manuel Caballero. “El héroe” en: Germán Carrera Damas, Carlos Salazar, Manuel Caballero. El concepto de Historia en Laureano Vallenilla Lanz. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de Historia, 1966, pp. 85-91.
19 Arturo Sosa Abascal. Los pensadores positivistas y el gomecismo. Caracas: Congreso de la República, Ediciones del Bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, 1983, Tomo II, vol. 1, número 6, pp. XXXVIII-XL.
20 Manuel Caballero. “Prólogo” en: Cesarismo Democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la Constitución efectiva de Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1990, pp. 7-12.
21 Nikita Harwich Vallenilla. “Prólogo” en: Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1999, p. XXXIV.
22 Jesús Sanoja Hernández. Ob. Cit., p. 7.


"En realidad, el hombre no tiene derechos en una democracia.
No los perdió en beneficio de la colectividad nacional ni de la nación, sino de una casta político-financiera de banqueros y agentes electorales. 
La democracia masónica (globalista), a través de una traición sin igual, se disfraza de apóstol de la paz en esta tierra y al mismo tiempo proclama la guerra entre el hombre y Dios.
"Paz (Pacifismo) entre los hombres y guerra contra Dios". Corneliu Zelea Codreanu

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Cesarismo Democrático Vallenilla Lanz by Francisco Domínguez