EL Rincón de Yanka: "SEMIDIOSES Y GUSANOS" y "A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO" y "A LOS QUE REZAN EL ROSARIO" 🐛 por JUAN MANUEL DE PRADA 🐛

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lunes, 4 de diciembre de 2023

"SEMIDIOSES Y GUSANOS" y "A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO" y "A LOS QUE REZAN EL ROSARIO" 🐛 por JUAN MANUEL DE PRADA 🐛

 

SEMIDIOSES Y GUSANOS

Las sociedades escépticas, tras perder la fe en una vida de ultratumba, caen tarde o temprano en la desesperación y el suicidio, aunque su irrisoria pretensión sea disfrutar a tope de la vida. Pues, después de los disfrutes, llegan siempre los padecimientos físicos y espirituales, que antaño se consideraban penitencias llevaderas en comparación con la bienaventuranza eterna; pero ahora los padecimientos, perdida la fe en esa bienaventuranza, se vuelven de súbito insoportables y sin sentido, y necesitan ser borrados mediante nuestra extinción física, cuanto más indolora y rápida, mejor.

Las sociedades escépticas no saben arrostrar la muerte con serena naturalidad. Así que se dedican alternativamente a adular y deprimir a las personas: mientras están sanas, la ciencia y el progreso les inspiran ideas eufóricas y engreídas, haciéndoles creer que son semidioses; en cambio, cuando están enfermas y no tienen remedio (es decir, cuando la ciencia y el progreso se revelan insuficientes o inútiles), se les dice que valen menos que un gusano. Exactamente lo contrario sucede en las sociedades religiosas, donde a las personas sanas se les repite que están hechas de barro; mientras que a las personas enfermas se les recuerda que sus cuerpos hechos papilla serán semilla de resurrección.

En las sociedades escépticas, los semidioses huyen de la muerte como pollos descabezados, recurriendo a la gimnasia, la cosmética y la cirugía por ahuyentar patéticamente el fantasma de la decrepitud. Y cuando ese fantasma acaba por hacerse presente, los semidioses se metamorfosean en gusanos e imploran la muerte. En las sociedades religiosas, nadie implora la muerte, aunque todos la aguarden tranquilos, aceptando el envejecimiento y el dolor, porque saben que los peores achaques son naderías, comparados con la bienaventuranza eterna que les ha sido prometida.

En las sociedades religiosas, existe una comunidad que vela por el enfermo y lo ayuda a sobrellevar sus padecimientos, rezando por él y con él, brindándole consuelo, anticipando a su lado la bienaventuranza. En las sociedades escépticas, para demostrar que somos semidioses, nos liberamos de la comunidad y disfrutamos de plena autonomía; y cuando el sufrimiento se convierte en algo inasumible que amenaza esa orgullosa autonomía, exigimos que la ciencia y el progreso nos libren de todas las enfermedades. Pero resulta que la ciencia y el progreso se muestran incapaces ante muchas enfermedades, por lo que –¡a falta de pan, buenas son tortas!– nos ofrecen extirparnos el sufrimiento... extirpándonos también la vida. 

En las sociedades escépticas, la compasión exige eliminar el sufrimiento matando al enfermo, al revés de lo que ocurre en las sociedades religiosas, donde la compasión exige velar el sufrimiento del enfermo hasta la muerte, para acompañarlo hasta el umbral mismo de la bienaventuranza, donde será por completo resarcido. Tan 'por completo' que ese resarcimiento no incluye sólo nuestra alma afligida, sino también el barro con el que hemos sido moldeados, también nuestra carne decrépita que pronto se convertirá en polvo y que también padece en vida mil penalidades. La muerte, en las sociedades religiosas, se afronta mirando a los ojos a la bienaventuranza no sólo del alma, también de la carne.

Dios llega a nosotros por la carne, se hace una sola carne con nosotros, en un desposorio eterno cuya consecuencia natural es la posesión divina de cada una de nuestras fibras a través de la resurrección. 
Saber que nuestra carne ha sido también incluida en la alianza que Dios entabló con los hombres: este es el corazón de la fe, lo que distingue una sociedad religiosa de una sociedad escéptica. Sólo la resurrección de la carne sostiene la supervivencia de la persona más allá de la muerte. Y esta supervivencia ultraterrena implica que seguiremos siendo quienes ahora somos, bajo otra forma de vida superior, infinitamente más plena, en la que el alma no se sienta dentro del cuerpo como en una cárcel; y en la que el cuerpo no esté sometido a los padecimientos. 

Quienes creen sinceramente en esto no temen a la muerte, ni tiemblan ante la enfermedad, ni ceden al desaliento, por más que los desalientos y las enfermedades los machaquen. Si el grano cae en la tierra y muere, da fruto. Las sociedades religiosas saben que nuestros cuerpos, machacados por el sufrimiento, abatidos por la muerte, brotarán un día con nueva vida y florecerán como rosas bajo el sol de la eternidad. Por eso en las sociedades religiosas se vive humanamente, frente a lo que ocurre en las sociedades escépticas, donde sólo se puede vivir como si fuésemos semidioses y morir como si fuésemos gusanos.

A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO

Aunque los archipámpanos de Bruselas traten de rebajar el exultante optimismo del ministro Bolaños, lo cierto es que la Unión del Pudridero Europeo no pondrá reparos, o sólo reparos cosméticos, a la ley de amnistía guisada con los indepes. Y es que la misión de la Unión del Pudridero Europeo no es otra sino someter, humillar y convertir en guiñapos a los países bendecidos por la luz de Roma, en beneficio de los países anegados de nieblas germánicas, que así hallan cetrino consuelo en su lóbrega vida sin canciones ni risas. 

Como señala el profesor Miguel Ayuso, la misión de esa sedicente Unión (que en todo caso es unión de hormiguero, como la de aquéllos cuyo nombre es Legión) no es otra sino crear en los Estados miembros un clima 'posestatal', mediante la transferencia a brumosos organismos burocráticos de competencias que implican su abandono; y también dispersar el poder político bajo una única supranacionalidad con sede en Bruselas.

Y vaya si lo están logrando; con ayuda, desde luego, de las distorsiones cognitivas introducidas en las gentes de derechas, a quienes se ha hecho creer que la Unión del Pudridero Europeo será nuestra salvación. Pocas cosas nos dan tanta pena en la vida como ver a esas muchedumbres derechosas con su banderita de la Unión del Pudridero Europeo al hombro, en manifestaciones donde las arengan escritores socialistas renegados que invocan el 'Non serviam' luciferino como argumento de autoridad y vía de salvación para España. Y las muchedumbres derechosas, como el periodismo farlopero que las apacienta, aplauden a rabiar.

Pero a ese mismo periodismo farlopero que instila distorsiones cognitivas en los cerebros de la gente de derechas, diciéndole que la Unión del Pudridero Europeo es nuestra salvación, le parece ridículo o grimosillo que haya gente que se junta en Ferraz a rezar el rosario. Resulta, sin embargo, que la bofia no tunde las costillas a los que llevan la banderita de la Unión del Pudridero Europeo, sino a los que rezan; resulta que la Delegación del Gobierno no prohíbe llevar la banderita de marras por la calle, sino rezar; resulta, en fin, que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo a la puerta de un abortorio no está penado, mientras que rezar sí lo está. Prueba inequívoca de que rezar resulta mucho más perturbador para quienes creen y tiemblan (y, por lo tanto, mucho más eficaz) que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo (y, en general, cualquier banderita).

¿Y por qué molesta tanto que la gente rece en público a todos los que creen y tiemblan? Porque rezar significa «hablar con Dios y pedirle toda clase de bienes»; y quienes creen y tiemblan (incluido el periodismo farlopero que apacienta a la derecha) prefieren que los hombres hablen con quienes pueden traerles toda clase de males. Por eso unos prohíben rezar (la facción gubernativa) y otros se pitorrean de quienes rezan (el periodismo farlopero). Pero burlarse del coloquio con Dios, en el que el hombre emplea todas las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), a las que suma el fervoroso anhelo, es tanto como burlarse de la condición humana, que siempre en las circunstancias difíciles, cuando se siente desfallecer, impetra la ayuda de Quien es más fuerte que él.

Rezar, en privado y en público, ayuda a que el cielo nos conceda una gracia; pero no podemos pretender que la gracia subsane lo que nuestra naturaleza ha abandonado. Si se quiere solucionar un problema político se deben emplear medios políticos adecuados, sobre los que luego podrá actuar la gracia (sobre todo si se la invoca mediante la oración). Pero permanecer encadenados a todos los males que nos han conducido hasta aquí, haciendo profesión de fe constitucionalista y pensando que los archipámpanos de Bruselas nos van a ayudar, es del género tonto, por mucho que añadamos al guiso la pimienta del rezo; y, además, Dios escupe esas oraciones, como escupe la del botarate que no sabe lo que es un endecasílabo y le pide inspiración para escribir un soneto. Quien desee rezar con eficacia debe recordar el refrán que reza así: «A Dios rogando y con el mazo dando».

El mensaje directo de Juan Manuel de Prada a los que rezan el rosario en Ferraz

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