EL COMUNISMO NO ES UNA IDEOLOGÍA:
ES UNA ENFERMEDAD MENTAL,
ES UNA ESQUIZOFRENIA
Dr. Santiago Cárdenas
“Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido,
desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia:
el monólogo y el mausoleo.
México (Venezuela, Cuba, Nicaragua...)
y Moscú -soviética- (estaban) están llenos
de gente con mordaza y de monumentos a la Revolución".
Octavio Paz, "El laberinto de la soledad",
1992, pp. 275-276
Hace unas décadas pensábamos, un tanto ingenuamente, que el comunismo (su realidad anterior es llamada por los marxistas: socialismo) era un conjunto sistemático de ideas para ordenar científicamente el pensamiento y su consecuente praxis. Un tanto más intelectual, pero aún más ingenuamente, ubicábamos al pensamiento de Marx Y Engels como parte de la filosofía política occidental desde el Manifiesto Comunista de 1848. Estábamos equivocados.
Los adherentes a ese tipo de práctica mafioide para perpetuarse en el poder,–luego de 100 millones de muertos, según la cifra conservadora de Curtois, son enfermos mentales. Pero enfermos con responsabilidad social. No son locos paranoicos, sino neuróticos responsables ante la justicia, con un ego deformado y una mente torcida, que les hace estar sintónicos, confortables, con el abuso que ejercen frente a otras personas. Se deleitan haciendo sufrir a los demás.
Tienen un componente sadomasoquista, en el subconsciente. Pero éste, en el plano cognitivo, o sea el del conocimiento, se reviste o se disfraza de un mecanismo de compensación o “coartada” que sublima su actuación. Más sencillo y alejándonos de la nomenclatura psiquiátrica, el comunista se alegra de intervenir o robar el negocio a un trabajador honrado, encarcelarlo o exiliarlo destruyendo una vida, o varias vidas (componente sádico), al tiempo que se flagela placenteramente con el abuso contra su propio ser (componente masoquista) mientras racionaliza el atraco y su violencia diciendo que es “por el bien de todos”; de toda la sociedad durante la construcción del socialismo o un mundo mejor (componente racional, sublimado o “bueno “). Estos dos componentes sitúan al comunista como un bipolar neurótico, digno de tratamiento psiquiátrico.
En una evaluación social, colectiva, de grupo, nos remitimos a Paul Ricoau. Éste clasificó a Nietzche, Freud y Marx, como los exponentes más idóneos de lo que llamó la hermenéutica de la sospecha. El término pegó y tiene mucho éxito en la nomenclatura actual y se aplica en la modernidad especialmente a los estudios acerca de la religión. Las sociedades comunistas tienen a Marx como intérprete de la “flor” religiosa que florece semioculta en el pantano de los proletarios creyentes. Nietzche rechaza a Dios. Freud eleva la religión a categoría de neurosis colectiva.
En realidad se conoce perfectamente al marxismo como un tipo de religión secular, con sus dogmas, sus Milagros jerarquías, redención, misterios, culto, libros sagrados, etc, tomados del judeo cristianismo. Marx era judío viviendo una realidad lutero–anglicana. De manera, que podemos extrapolar el concepto de Ricoau al marxismo primigenio.
Las sociedades comunistas establecen también una neurosis colectiva, pero, al contrario del cristianismo, ésta tiene su base en la lucha de clases, las guerras y la autodestrucción, hambrunas, violación de derechos, privilegios para unos cuantos y un largo etc.
Precisando los conceptos. Los comunistas son enfermos mentales en dos niveles bien definidos de actuación: el personal y el comunitario. Neuróticos obsesivos sadomasoquistas actuando en un entorno social también altamente enfermizo, alienante y dogmático-destructivo.
El Comunismo
como Patología Mental
La manera más simple de reconocer una patología mental colectiva es por la conducta social guiada no por la realidad como referente principal, sino por un conjunto de creencias, cuyos fundamentos pertenecen exclusivamente al plano de lo mental, generalmente sin asidero alguno en la realidad.
El ejemplo más claro y visible de este tipo de patología mental colectiva lo tenemos hoy en Corea del Norte, un país que vive inmersa en una gran fantasía colectiva alimentada por el régimen comunista que domina a su sociedad por más de medio siglo.
El gobierno de Corea del Norte está en manos de los Kim, convertidos ya en dinastía monárquica. El primero, Kim Il Sung gobernó por casi cuarenta años. A su muerte lo sucedió su hijo Kim Jong-Il quien antes de morir nombró a su hijo Kim Jong-Un como sucesor. Hoy este jovencito de apenas 28 años acaba de ser ascendido a la categoría de Dios, como ocurre en este régimen demencial, donde todos sus líderes alcanzan la categoría de dioses, a los que el pueblo debe no solo obediencia y sumisión absoluta sino adoración y amor.
Las leyes que gobiernan los países comunistas suelen inmiscuirse incluso en el corazón de sus ciudadanos. No solo dominan sus mentes llenándolos de consignas ridículas, sino que les exigen amor por sus líderes despóticos a la vez que odio por los “enemigos del pueblo”. Estos “enemigos del pueblo” están siempre encabezados por, ya lo sabemos bien, los EEUU y su presidente de turno.
El mozalbete que hoy funge como líder de Corea del Norte ha sido nombrado oficialmente con el título honorífico de “Gran Camarada Líder Supremo”. La misma ley que lo designa con tal honor obliga a los ciudadanos a referirse a él mencionando este título en toda su extensión. El pueblo está obligado a cumplir todas las aberraciones que se le ocurren a los dementes que están a cargo del gobierno y de la burocracia. Por ejemplo, están obligados a llorar cuando muere el líder y a participar en los actos que convoca el gobierno.
Este patético gobierno comunista es el causante de al menos un millón de muertos de hambre durante los años 90. Desde entonces, es precisamente EEUU, el “enemigo del pueblo” uno de los que más ayuda alimenticia les provee. Mientras tanto el país se militarizaba hasta el delirio. Una cuarta parte de la población trabaja para las fuerzas armadas y el 30% de su presupuesto está dedicado a sus gastos bélicos. El país entero está sumergido en la miseria, pero esto no puede ser denunciado porque el régimen mantiene el país encerrado y aislado al mundo. Los periodistas extranjeros son invitados por el régimen en ocasiones especiales, como la reciente “coronación” de Kim Jong-Un, pero son guiados estrictamente para que no salgan del espacio que se les permite fotografiar y ver.
De todos modos, el despliegue de tropas y la coreografía espectacular que prepara el régimen para la prensa extranjera solo pueden dar testimonio de la locura colectiva que domina a ese pobre país.
Nosotros no estamos libres de esta demencia. También tenemos nuestros contagiados comunistas que defienden las “virtudes” de la dictadura cubana, y aspiran a montar esa clase de régimen aberrante en nuestro país. La demencia colectiva llamada comunismo se contagia a través de las ideas.
El reconocimiento de una patología mental colectiva se realiza por la conducta social guiada no por la realidad como referente principal, sino por un conjunto de creencias, cuyos fundamentos pertenecen exclusivamente al plano de lo mental, sin asidero alguno en la realidad.
Hoy tenemos en Corea del Norte el ejemplo más claro y visible de este tipo de patología mental colectiva, un país que vive inmersa en una gran fantasía colectiva alimentada por el régimen comunista que domina a su sociedad durante más de medio siglo.
Las leyes que gobiernan los países comunistas suelen inmiscuirse incluso en el corazón de sus ciudadanos. No solo dominan sus mentes llenándolos de consignas ridículas, sino que les exigen amor por sus líderes despóticos a la vez que odio por los “enemigos del pueblo”. Estos “enemigos del pueblo” están siempre encabezados por, ya lo sabemos bien, los EEUU y su presidente de turno.
En occidente también tenemos contagiados comunistas que defienden las “virtudes” de la dictadura cubana, y aspiran a montar esa clase de régimen aberrante en otros países, como el nuestro. La demencia colectiva llamada comunismo se contagia a través de las ideas.
Estudio psiquiátrico
de Chávez
Al Presidente es posible ubicarlo en el nivel más bajo de las personalidades primitivas, llamadas así por un funcionamiento muy primario y una estructuración muy desorganizada.
Como psiquiatra especializado en trastornos de personalidad y autor de varios libros sobre las personalidades «borderline» y las narcisistas, me encuentro ampliamente calificado para hacer un perfil psicológico del presidente Hugo Chávez.
En base a su conducta y manifestaciones públicas y notorias, es posible ubicarlo en el nivel más bajo de las personalidades primitivas, llamadas así por un funcionamiento muy primario y una estructuración muy desorganizada. Más específicamente, sus características encajan dentro del trastorno Narcisista de personalidad, cuyos rasgos más importantes son:
1. Grandiosidad:
Un ego anormalmente hipertrofiado, un concepto absolutamente inflado de sí mismo y fuertes tendencias egocéntricas. (Por ejemplo: se creen los más bellos, inteligentes, predestinados, mesiánicos, seductores).
2. Exhibicionismo:
Necesidad de atención y admiración constantes. Tendencia al lucimiento en base a la apariencia física, la vestimenta, dotes intelectuales o peculiaridades de la personalidad.
3. Omnipotencia:
Se plantean metas y proyectos mucho más allá de sus capacidades reales y de las posibilidades que brinda el ambiente. (Por ejemplo creerse líder de una supuesta revolución latinoamericana, y hasta mundial).
4. Fragilidad de la autoestima:
La inflación egocéntrica determina una necesidad de suministros narcisistas prácticamente insaciable. Se establece una «hambre de estimulo» y una «adicción» a los homenajes y gratificaciones. Mientras fluyan abundantes gratificaciones, hay una exaltación de la autoestima. Tan pronto ocurre una frustración, a veces por detalles nimios, la personalidad se hunde. Estas debacles han sido llamadas pseudo-depresiones, por cuanto no involucran añoranza o pérdida de amor como en las verdaderas depresiones. Y apenas duran horas o pocos días, restableciéndose la autoestima tan pronto ocurre una nueva excitación.
5. Incapacidad de amar:
Como toda la carga afectiva está concentrada en el propio ego, no hay disponibilidad afectiva para las demás personas. A pesar de las exuberancias emotivas y seductoras que suelen desplegar los narcisistas para cautivar a las personas, no son capaces de amar genuinamente, sino que las utilizan para el logro de sus propósitos o necesidades. Los narcisistas carecen de escrúpulos y podría decirse que «caminan sobre cadáveres».
6. Juicio de realidad:
Al no ser capaces de ver más allá de su propio ego, ellos tienden a falsear y a negar aspectos obvios de la realidad que no concuerdan o favorecen sus propósitos. Por eso los narcisistas suelen fracasar en sus proyectos, porque sólo ven lo que les conviene y proyectan la culpa sobre los demás cuando algo no sale bien.
7. Rabia narcisista:
Las frustraciones, la crítica en su entorno y los aspectos desplacientes de la realidad, pueden provocar reacciones llamadas de «rabia narcisista», por lo desproporcionadas y violentas. Dichas rabias pueden obnubilar la conciencia y a veces crear reacciones francamente psicóticas transitorias con características paranoicas.
8. La envidia:
Es el afecto predominante inconscientemente. Fuera del ego grandioso, no puede haber nada valioso. Son personajes altamente destructivos. Se destruye todo lo bueno y valioso que exista, para que no haya nada que envidiar.
Como conclusión podemos agregar lo siguiente: cuando el narcisista es una persona común, los daños no van más allá de sí mismo o de su entorno. Pero cuando se trata de un jefe de estado de un importante país petrolero, que posee altas capacidades de seducción y manipulación de las masas, que logra rodearse de colaboradores perniciosos y destructivos, que consigue conquistar adeptos intelectuales que propagan su mensaje y hasta otros jefes de estado o grupos políticos y económicos que se aprovechan de su pseudoideología con fines lucrativos, entonces las repercusiones pueden llegar a ser catastróficas a nivel nacional, y hasta amenazar la paz y el equilibrio mundial».
(*) El artículo trascrito es del Dr. Eloy Silvio Pomenta, profesor agregado de la Cátedra de Psiquiatría de la Escuela Vargas de Medicina (Universidad Central de Venezuela) y profesor de Psicoanálisis y Psicoterapia en los cursos de post-grado de Psiquiatría. Fue Presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (1969).
LA CANCIÓN QUE NO QUIEREN
OÍR LOS CHAVISTAS
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