LOS APRENDICES
DE BRUJO
TODO LO QUE SE NOS OCULTA
SOBRE EL ARN MENSAJERO
El covid-19 contagió y causó la muerte de millones de personas, paralizó las ciudades y la economía. Encontrar una vacuna en tiempo récord se consideró la última esperanza para frenar una pandemia sin control, y así fue anunciado por todos los gobiernos del mundo.
Grandes corporaciones como Pfizer, BioNTech o Moderna desarrollaron vacunas basadas en ARN mensajero sintético, una biotecnología potente y prometedora, pero de la que todavía conocemos muy poco y que nos modifica genéticamente. Sin embargo, se suministró masivamente antes de recabar datos esenciales, en procesos poco transparentes y sin completar las fases de control habituales.
Alexandra Henrion Caude, un fenómeno editorial en Francia, se pregunta por las numerosas incógnitas de esta decisión, y critica el enorme riesgo de dejar en manos de intereses políticos y corporativos la genética, la salud y la vida de las personas.
«No soy una defensora de la teoría de la conspiración, sino una genetista preocupada. En este libro te contaré qué es el ARN mensajero de las vacunas anticovid. Tienes derecho a saber».
Nota del editor
La obra de Alexandra Henrion Caude proporciona a los lectores un análisis y una posición crítica con respecto a las vacunas de ARN mensajero destinadas a protegernos contra el COVID. En determinados aspectos, se sitúa en una posición contraria a la del Consejo Científico que motivó la política de salud pública y contribuye a alimentar el debate existente sobre los riesgos y los efectos secundarios de ciertas vacunas, algo que consideramos importante. En cualquier caso, este libro no debe ser considerado como una incitación a rechazar las vacunas, sino como una contribución a la reflexión general sobre este tema, ya que se trata de un aspecto fundamental relacionado con la salud pública.
Introducción
Soy investigadora francobritánica y doctora en genética. Durante veinticinco años estudié cómo el entorno modifica los genes, principalmente el ARN, en enfermedades infantiles. Fui directora de investigación en el INSERM (Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica) tras un posdoctorado en la Harvard Medical School. He sido invitada en todo el mundo gracias a mis trabajos. En 2015, puse todo mi empeño en investigar soluciones de salud sencillas, poco costosas, duraderas y éticas. Me fui a África, a Mauricio, donde fundé mi instituto de investigación: SimplissimA. La prensa me felicitó por ello. Y después, llegó el COVID. Esta crisis supuso para mí la obligación de hacerme cargo de mis responsabilidades. Y de indignarme cuando fuera necesario. De golpe, la prensa pasó a calificarme de extrema derecha. No lo soy. De hecho, jamás he formado parte de ningún partido político ni tampoco he expresado mi apoyo a ninguno de ellos. Me han llamado integrista y sectaria. Tampoco lo soy. Simplemente soy católica y madre de cinco hijos. Estas acusaciones comparten un mismo objetivo: desacreditarme y, por tanto, silenciarme. Porque no me creí la historia del pangolín o del murciélago como responsables del COVID. Porque hace tres años me atreví a dejar mi bata y mis viales para proclamar lo que hoy todo el mundo sabe: el ser humano es el responsable de la aparición de este virus. También porque osé decir que las pruebas PCR tienen sus riesgos y que es una locura tratar a la población sana como si estuviera enferma. Estas son las razones por las que me acusaron de ser «conspiranoica». Lo soy, si eso significa observar los hechos, las cifras. Lo soy, si eso significa denunciar las mentiras. No estamos hablando del tiempo o de moda, sino de la salud de millones de personas. Por ello, en este libro aprenderás lo que es el ARN y, más concretamente, el ARNm, el de las vacunas contra el COVID.
¿Comenzamos?
1
UNA VACUNA DE ARN MENSAJERO
QUE CUMPLE SUS PROMESAS... PERO NO TODAS
Decir que el mundo fue presa del pánico cuando apareció el COVID sería un eufemismo. Recordemos que las cadenas de televisión del mundo entero solo hablaban de eso, que las radios funcionaban en bucle, que los titulares de las portadas de los periódicos de todo el planeta siempre hacían referencia al mismo tema. Es sencillo, el 13 de junio de 2020, Le Journal du dimanche (JDD) escribía:
«Se han publicado más de un millón de artículos sobre la epidemia desde el 1 de marzo». Millones de horas de antena dedicadas por completo al COVID y esto solo durante los tres primeros meses de la crisis sanitaria. Todo el mundo estaba aterrorizado. ¿Cuál era nuestra esperanza? Salir del peligro, evidentemente. La vacuna desempeñó ese papel. Fue anunciada por los 20 gobiernos como LA solución para acabar con todo. Y es cierto que devolvió la esperanza. Fueron muchas personas mayores, que eran las principales víctimas, las que se vacunaron tras meses de pánico y aislamiento. También aquellas personas más vulnerables vieron en esta vacuna una promesa, y no cualquier promesa: la de la supervivencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) formuló, desde el principio de la crisis, una serie de peticiones a través de una hoja de ruta redactada el 11 de febrero de 2020 y dirigida a los diferentes Estados. En ella, se les pide a los científicos:
• En primer lugar, acelerar la investigación, es decir, encontrar una vacuna a la velocidad de la luz, a una velocidad jamás alcanzada.• En segundo lugar, analizar, una vez que la vacuna fuera creada, los riesgos de enfermedades posvacunales.• En tercer lugar, crear pruebas para evaluar la eficacia de esas vacunas.
Y, en este sentido, hay que reconocer que los países, trabajando codo con codo con los laboratorios, supieron responder. Desde que se planteó el objetivo hasta que se produjo la primera inyección en el mundo, en Estados Unidos concretamente, transcurrieron diez meses.
La rapidez con la que la industria farmacéutica buscó, encontró, desarrolló y lanzó la vacuna contra el COVID en todo el mundo fue asombrosa. Moderna se puso rápidamente manos a la obra. «Cuando la secuenciación del genoma del virus fue publicada por científicos chinos el 11 de enero de 2020, el equipo de Moderna, ubicado en Cambridge, en Massachusetts, tuvo lista en cuarenta y ocho horas una concepción para la vacuna», indica el laboratorio. Estas declaraciones fueron publicadas por la revista Forbes el 8 de mayo de 2020. Pero la proeza no acaba aquí. Sabemos que el laboratorio envió una muestra de su primera vacuna cuarenta y dos días después de haber dado con su fórmula. En definitiva, estamos hablando de un equipo que habría encontrado la ecuación en dos días y la habría desarrollado hasta llegar a un producto acabado en cuarenta y dos días.
En una sincronía casi perfecta, Uğur Şahin, el cofundador de BioNTech, habría necesitado únicamente «algunas horas» del 25 de enero de 2020 para encontrar la fórmula de su vacuna. Esta información nos llegó a través de un podcast del Wall Street Journal y fue posteriormente confirmada por el portavoz de BioNTech en las columnas del periódico Business Insider. De nuevo, una rapidez y una eficacia nunca vistas. Esta es la razón por la que defiendo que esta vacuna ARNm ha sacado a hombres y mujeres de su angustia moral, pero, aunque la vacuna cumplió con esta promesa, no lo hizo con todas.
Nos dijeron: «La esperanza está ahí, en esta vacuna». (Emmanuel Macron, presidente francés, 31 de diciembre de 2020).
«Desde hace unos días, la esperanza tiene un rostro: el de los primeros vacunados». (Angela Merkel, canciller alemana, 31 de diciembre de 2020).
«No se trata de libertad, o de elección personal, sino de protegernos y de proteger a los que nos rodean». (Joe Biden, presidente de Estados Unidos, 9 de septiembre de 2021).
«La propagación de la pandemia solamente puede evitarse con la vacunación». (Vladímir Putin, presidente ruso, 30 de junio de 2021).
«Invitar a no vacunarse es, básicamente, invitar a morir. No nos vacunamos, enfermamos, morimos. O matamos: no nos vacunamos, enfermamos, contagiamos, alguien muere». (Mario Draghi, primer ministro italiano, 22 de julio de 2021).
Todos los presidentes, los jefes de gobierno y los ministros de Sanidad del mundo entero nos repitieron en voz alta que la vacuna era el Mesías. ¿De veras lo es?
¿La vacuna detuvo la epidemia? No.
¿La vacuna impide que nos contagiemos del COVID? No.
¿La vacuna impide que nos volvamos a contagiar del COVID? No.
¿La vacuna impide que contagiemos a otras personas? No.
¿La vacuna impide que muramos del COVID?
No. No, esta vacuna no detuvo la epidemia. A 10 de enero de 2023, se contaban 296.936 nuevos casos de COVID cada día en el mundo. No, tampoco ha impedido que nos contagiemos del COVID una, dos o más veces. Un estudio publicado a finales de 2021 en Science muestra que, entre los 780.000 jubilados de la Health Administration estudiados en Estados Unidos entre febrero y octubre de 2021, la protección de la vacuna disminuyó, de media, de un 86,9 % a un 43 % durante ese periodo. Por tanto, el director general de la OMS tenía razón en declarar, el 23 de noviembre de 2021, que:
«A pesar de estar vacunados, existe el riesgo de contraer la enfermedad». De hecho, son los propios jefes de Estado quienes mejor pueden dar cuenta de ello: Andrzej Duda en Polonia, vacunado y positivo por segunda vez en enero de 2022; Andrés Manuel López Obrador en México, vacunado y positivo en enero de 2022, el rey Carlos de Inglaterra, vacunado y positivo en febrero de 2022; el príncipe Alberto II de Mónaco, vacunado y positivo en abril de 2022; Justin Trudeau en Canadá, vacunado y positivo en junio de 2022; el presidente Lula en Brasil, vacunado y positivo en junio de 2022; Joe Biden en Estados Unidos, vacunado y positivo en julio de 2022; Una lista que he abreviado para continuar con el resto de las promesas no cumplidas de esta vacuna. No, la vacuna tampoco impide que contagiemos a otras personas.
Según el estudio publicado, en junio de 2022 por el New England Journal of Medicine, que tiene como objetivo comparar a personas no vacunadas, personas vacunadas sin dosis de refuerzo y personas vacunadas con dosis de refuerzo:
«No hemos encontrado grandes diferencias entre la duración media de la excreción viral entre los participantes». Dicho de otra forma, vacunado o sin vacunar, con dosis de refuerzo o sin ellas, cuando somos portadores del virus, posiblemente seamos contagiosos... Aún hay más. Según un estudio de Harvard, publicado en el European Journal of Epidemiology, el aumento de los casos del COVID no se corresponde con la tasa de vacunación. Es lo que demuestra un análisis llevado a cabo en 68 países. En Israel, Portugal e Islandia, entre el 60 % y el 75 % de la población está vacunada.
Y, sin embargo, sorprende que sea en estos países donde hay un mayor número de casos de COVID por millón de habitantes. Debemos precisar que este estudio es del 30 de septiembre de 2021, es decir, antes de la llegada de las nuevas variantes, que no han hecho sino reforzar esta tendencia. De hecho, un estudio reciente, llevado a cabo en Sudáfrica y publicado en el New England Journal of Medicine en septiembre de 2022, nos muestra que, frente a Ómicron, no son eficaces ni dos ni tres dosis de la vacuna, ya que no impiden la hospitalización, es decir, las formas más graves del virus. Por otro lado, están las promesas que habríamos esperado, pero que nunca se anunciaron.
Como la de no morir o la de no ocasionarnos efectos secundarios capaces de transformar toda una vida El famoso principio de la medicina de no perjudicar. Un principio que consideramos compartido por todos. Pudimos comprender que no se seguía ese principio cuando tuvimos acceso a unos documentos de Pfizer que no debíamos haber leído antes de que transcurrieran setenta y cinco años (y cuatro meses). Averiguamos que, durante tres meses de ensayos clínicos, Pfizer registró alrededor de catorce muertes al día, exactamente 1.223 fallecimientos, así como 158.893 casos de efectos secundarios no deseados entre el 1 de diciembre de 2020 y el 28 de febrero de 2021.
Y, efectivamente, sean cuales sean los datos que consideremos: de farmacovigilancia de las diferentes autoridades, de la ANSM (Agencia Nacional para la Seguridad de Medicamentos) en Francia, de VAERS (Sistema para Reportar Reacciones Adversas a las Vacunas) en Estados Unidos, de EudraVigilance en la Unión Europea, de la Yellow Card en Reino Unido, de la DAEN en Australia o VigiBase/VigiAccess de la OMS, observamos en todos los casos un número extremadamente alarmante de efectos no deseados y de muertes. Analizando los treinta últimos años en la base de datos del VAERS, contamos un 4.800 % más de fallecimientos tras la vacuna contra el COVID, de 163 muertes por año, a 7.988 por año. Si analizamos VigiAccess, comprobamos que bastó con un año de vacuna contra el COVID para alcanzar diez veces más efectos secundarios que todos los efectos adversos acaecidos contra la gripe en cincuenta años. Actualmente, se han documentado «más de once millones de informes de efectos adversos y más de setenta mil fallecimientos».
De nuevo, tomando como referencia la base de VAERS de Estados Unidos a fecha 9 de septiembre de 2022, si únicamente consideramos los casos graves, contamos más de 30.000 muertes, 177.000 hospitalizaciones, 135.200 urgencias, 10.000 shocks anafilácticos, además de casi 58.000 discapacidades permanentes, 58.000 miocarditis, 34.000 ocasiones en las que la vida de alguna persona corrió peligro, 44.700 reacciones alérgicas severas, 16.000 crisis cardíacas, cerca de 15.000 herpes zóster, 9.000 problemas plaquetarios relacionados con la trombocitopenia y 5.000 abortos espontáneos con los que se ha establecido un vínculo directo con las vacunas COVID. Sin que nadie hable de esto, la base de datos de VigiAccess indica que las principales víctimas de estas vacunas son, en su mayoría, mujeres. Dos tercios de las mujeres frente a un tercio de los hombres. Casi una de cada dos víctimas es europea.
Y los jóvenes de entre dieciocho y cuarenta y cuatro años, que no eran personas de riesgo con el COVID, representan un 40 % de las víctimas.18 Actualmente, miles de publicaciones científicas respaldan estas enfermedades y fallecimientos tras la vacunación. De la misma manera, estos artículos alertan sobre el debilitamiento de la respuesta inmunitaria en las personas vacunadas y sobre el peligro que suponen las nuevas inyecciones para ellos, tal y como informó The Lancet en junio de 2022. Esto es lo que escribía un investigador en Virology Journal: «Recientemente, The Lancet ha publicado un estudio sobre la eficacia de las vacunas contra el COVID-19 y el descenso de la inmunidad con el paso del tiempo. El estudio mostró que la función inmunitaria en personas vacunadas ocho meses después de la administración de las dos dosis de la vacuna COVID-19 era inferior a la de las personas no vacunadas».
Y continúa: «Según las recomendaciones de la Agencia Europea del Medicamento, las inyecciones de refuerzo para el COVID-19 frecuentes podrían tener un efecto negativo sobre la respuesta inmunitaria». Y añade: «Por motivos de seguridad, deben interrumpirse las vacunas de refuerzo posteriores. En conclusión, la vacunación contra el COVID-19 es un importante factor de riesgo de infecciones en los pacientes gravemente enfermos». De esto, extraemos que hay un problema con la respuesta inmunitaria de las personas vacunadas y un riesgo cuando se repiten las dosis, pero también que la vacunación puede ser peligrosa para los más vulnerables. El 12 de julio de 2022, en el British Medical Journal (BMJ), un grupo de científicos se dirige a los respectivos jefes de Moderna y de Pfizer con el objetivo de que se hagan públicos los ensayos clínicos y no únicamente los protocolos. Están preocupados principalmente por el hecho de que, según sus informaciones, las vacunas de Pfizer y de Moderna presentan un aumento del riesgo absoluto de efectos secundarios graves de una de cada ochocientas personas vacunadas. El 31 de agosto de 2022, la revista Vaccine publica un estudio que evalúa los efectos secundarios graves provocados por las vacunas en adultos.
Para ello, no parten de sus propias apreciaciones, sino que se remiten a la lista de efectos secundarios de la Brighton Collaboration, que está afiliada a la OMS. Por primera vez, aparece claramente que las personas vacunadas, en los dos estudios combinados, presentaban un 16 % más de posibilidades de padecer algún tipo de efecto secundario grave en comparación con el grupo placebo. Según el estudio de Moderna, 15 de los 10.000 participantes vacunados sufrieron algún efecto secundario grave. Según el estudio de Pfizer/BioNTech, el riesgo es de 10 por cada 10.000. Estos dos estudios muestran, por tanto, un aumento de un 16 % en el riesgo de sufrir efectos secundarios graves tras la vacunación.
Todo esto para concluir que «la relación entre el beneficio y los riesgos en los datos estudiados aleatoriamente en el momento en que se autorizó la vacuna de manera urgente era negativa, es decir, el riesgo de experimentar efectos secundarios graves era más elevado que el beneficio demostrado». Al final de este libro podrás encontrar el enlace al estudio y a todos los citados a lo largo de estas páginas. Este estudio haría el suficiente ruido para que, en Alemania, el 9 de septiembre de 2022, el principal periódico berlinés, el Berliner Zeitung, se interesara por él y entrevistara al epidemiólogo y profesor emérito de la Universidad de Münster, Ulrich Keil. «Se ha constatado un aumento absoluto del riesgo debido a la vacunación ARNm-COVID-19», explicó.
El 12 de septiembre de 2022 se publica otro estudio que revela que la vacuna puede ser más peligrosa que el propio virus, hasta noventa y ocho veces más peligrosa. Este estudio fue llevado a cabo por científicos de Harvard y de Johns-Hopkins, en la revista Social Science Research Network (SSRN), y se basa en los datos del Centro para el Control de las Enfermedades y Prevención de Estados Unidos (CDC), y de los propios laboratorios, recogidos entre los adultos jóvenes de entre dieciocho y veintinueve años. Señala que la obligatoriedad de las vacunas de refuerzo puede provocar los siguientes daños: «Por cada hospitalización COVID-19 evitada en adultos jóvenes no infectados anteriormente, prevemos entre dieciocho y noventa y ocho casos de efectos secundarios graves».
Entre ellos, destaca, principalmente, la miocarditis. Juzgan estos daños como algo que no «se ve compensado con un beneficio importante para la salud pública» y consideran «estos daños y restricciones de libertad [...] desproporcionados y éticamente injustificables». Analicemos ahora el conjunto de estos efectos secundarios, gracias a la «lista prioritaria de efectos secundarios no deseados de interés particular». Esta lista proviene de la oficial Brighton Collaboration, socia de la OMS:
• Desórdenes hematológicos, principalmente hemorragias internas y externas, trombocitopenia, problemas de coagulación, trombosis, tromboembolismo, AVC;
• Desórdenes inmunológicos como anafilaxis agravadas por la vacuna, síntomas inflamatorios multisistémicos en los niños;
• Desórdenes pulmonares como el síndrome de dificultad respiratoria aguda;
• Desórdenes cardiovasculares agudos como miocarditis, pericarditis, arritmia, insuficiencia cardíaca, infarto;
• Problemas renales y hepatitis aguda;
• Desórdenes neurológicos como la encefalomielitis aguda diseminada, el síndrome de Guillain-Barré y Miller Fisher, la meningitis aséptica, la meningoencefalitis, las convulsiones generalizadas, la parálisis del nervio facial, la anosmia, la ageusia;
• Desórdenes dermatológicos como los eritemas multiformes, la alopecia (caída del cabello), los sabañones, la vasculitis cutánea;
Esta lista es susceptible de ser actualizada «a medida que aparezcan nuevas pruebas». Podría abordar en detalle cada una de estas enfermedades, pero, por ahorrar tiempo y sustos, solo voy a insistir en unas pocas. En primer lugar, los trastornos menstruales son un capítulo importante en la vida de las mujeres vacunadas. Afectan, respectivamente, a entre un 10 % y un 65 % de las mujeres vacunadas con o sin dosis de refuerzo, según el Ministerio de Sanidad de Israel y una publicación italiana en Open Medicine (febrero de 2022). Encontramos también un vínculo entre los problemas cardíacos, como la miocarditis y la pericarditis, y el número de dosis de vacunas ARNm recibido por hombres jóvenes de entre doce y treinta y nueve años. Este vínculo se ha establecido claramente entre diferentes cohortes, tanto en Estados Unidos (enero de 2022) como en los países nórdicos (abril de 2022) y en Israel (abril de 2022).
Los resultados de Estados Unidos y de los países nórdicos fueron publicados en la revista JAMA y los de Israel en Nature. Este riesgo aumenta no solo en función del número de dosis, sino también en función de la edad. A modo de ejemplo, dos dosis de Pfizer multiplican por 133 el riesgo de miocarditis en los niños de entre doce y quince años. Otro efecto secundario grave: los trastornos neurológicos. Desde las neuropatías a la demencia, pasando por neurodegeneraciones, estos trastornos son los que más se han reportado tras la vacunación en las bases de datos oficiales. VigiAccess, la base de datos de la OMS, enumera un total de 1,7 millones de trastornos neurológicos. Puede tratarse de problemas cerebrales vasculares como los AVC o de trombosis venosas cerebrales, problemas cognitivos y de memoria como el alzhéimer, neuropatías periféricas como la parestesia, la parálisis de Bell y la epilepsia, así como convulsiones y neuropatías inmunológicas como el síndrome de Guillain-Barré y la mielitis transversa.
Un estudio prospectivo sobre las enfermedades desmielinizantes inflamatorias, que son enfermedades de una gravedad extrema, afirma que el 8,5 % de los pacientes desarrollaron los primeros síntomas durante los meses posteriores a su vacunación contra el COVID. Después, apareció otro estudio en mayo de 2021, publicado en Acta Neurologica Scandinavica, que reúne los efectos neurológicos. Más tarde, hubo otro estudio publicado en junio de 2021 en Cureus. Y, posteriormente, otro publicado el 4 de septiembre de 2021 en el Journal of Neurology. También otro en octubre de 2021, en la revista European Journal of Neurology. Y uno más publicado el 11 de noviembre de 2022, que nos muestra que el 57 % de los pacientes del estudio desarrollaron trastornos neurológicos justo después de la vacunación.
Pero aún hay más. Visité entonces la página web de uno de los proveedores de vacunas ARNm para ver si daba acceso a alguna lista de efectos secundarios. En la web de Pfizer, llegué a la página que debía reflejarlos. Al hacer clic, nos conduce a otra web en la que hay que inscribirse. Lo hice, con la esperanza de llegar a un enlace que aún hoy estoy esperando. Pensé que mi ordenador tendría algún problema, por lo que pedí a varias personas que intentaran hacer la misma búsqueda en la página de Pfizer. Obtuvieron el mismo resultado. La lista no es accesible. Pero detengámonos un momento en Pfizer: navegando por su página web, di con otras informaciones interesantes.
En cada una de sus páginas, aparece un mensaje que dice: «Las vacunas no ofrecen una protección total para las personas que las reciben y no están indicadas para el tratamiento de la infección o para reducir las complicaciones». Resumen: ¡con las vacunas no estamos totalmente protegidos!
Pero ¿tampoco sirven para tratar la infección? ¿No reducen las complicaciones? Nos planteamos entonces una sola pregunta: ¿para qué sirve esta vacuna? Continúo con mi lectura de la página web de Pfizer.
«¿Por qué debería vacunarme?», pregunta el laboratorio. Y estas son sus respuestas:
1. «Para ayudar a protegerte y contribuir, con tu granito de arena, a la sociedad». Pero, según el mensaje, creía haber entendido que la vacuna no protege.
2. «Porque la mayoría de los efectos secundarios son, normalmente, leves o moderados y de corta duración». Tranquilizador eso de «normalmente», ¿verdad?
Y esto es todo con respecto a los datos de seguridad de la vacuna por parte de los laboratorios. Hay que asumir que los países que han vacunado a su población lo hicieron sin consultar esta lista. Algo que no me resultaría nada extraño. ¿Por qué? Porque cada Estado recoge sus datos de seguridad desde el principio del programa de vacunación. Esto es, al menos, lo que se espera de ellos, si bien es cierto que nada lo demuestra. A menudo, es imposible dar con esa información, no solo para la población en general, sino también para los investigadores. Solo unos pocos Estados han logrado controlarlos. Escocia publicó durante un tiempo esta información, pero decidió dejar de hacerlo oficialmente para no facilitar datos a los antivacunas. También se hizo en Estados Unidos, aunque de cierta forma.
El pasado 12 de septiembre, la doctora Rochelle Walensky, directora del CDC, la agencia del gobierno americano encargada de la prevención, del estudio y del control de las enfermedades, reconoció públicamente en una carta que su agencia defendió erróneamente haber supervisado la seguridad de las vacunas desde 2021, cuando no comenzó a hacerlo hasta marzo de 2022.
Añadamos a esto que Dinamarca, desde el 13 de septiembre de 2022, ya no recomienda la vacunación para los menores de cincuenta años. Que Suecia, desde el 1 de noviembre de 2022, ya no recomienda la vacunación para los menores de dieciocho años, al igual que el Reino Unido desde principios de septiembre de 2022 para los menores de entre doce y quince años. ¿Estarán faltos de vacunas?
No, los encargos demuestran lo contrario. ¿Están al tanto de que el riesgo es más elevado que el beneficio para los niños? Parece que sí, pero antes de interesarnos por la vacunación de los jóvenes y, especialmente, de los niños, algo que haré más adelante, veamos mejor qué es el ARN, ya que pusimos todas nuestras esperanzas en que esta molécula nos salvara.
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