'Una isla en el mar rojo',
el libro que destruye
la imagen buenista de la República
Andrés Amorós comenta la reedición, por primera vez desde su aparición en 1939, de una de las grandes novelas sobre la Guerra Civil.
Este libro es una crónica de lo que sucedió. El autor advierte: "Es más hijo de mi memoria que de mi fantasía". Sitúa al lector en Madrid, al comienzo de la Guerra Civil. El protagonista es Ricardo, un abogado que se libra por poco de ser asesinado y se refugia en la embajada. Coincide con lo que Fernández Flórez vivió.
Es, sin duda, una crónica del horror del Madrid rojo. Su título responde a la frase:
"Estaba como en una isla perdida en un mar de sangre". Hace un resumen muy lacónico: "Son maravillosas las facilidades que hay en Madrid para matar a un hombre" (pág. 183).
Los protagonistas son el odio, el terror, la crueldad o la envidia de la chusma (dice que es la raíz del comunismo). No se salva casi nadie. Hay periodistas que alientan el crimen y funcionarios e intelectuales que quieren medrar.
Hay episodios terribles contados con gran sencillez, como el del comunista al que le obligan a participar en un fusilamiento o la enfermera comunista violada por los suyos. Dentro de esto, la singularidad de esta novela es la narración de la vida cotidiana de refugiados en una embajada.
El libro recoge las consecuencias morales de todo esto. En las revoluciones, aflora lo peor del ser humano: hay delaciones. Se ve el pánico de que suene el timbre, el ascensor que sube, el coche que para. Falla la solidaridad internacional y acuden los buitres del mundo.
Además, está el drama individual del protagonista. "Todos creemos tener una misión en el mundo... A mí me parece que ninguna labor me espera ya entre los hombres, a los que he dejado de apreciar" (pág. 319). Deja de creer en el amor, en las mujeres y en la amistad. Ni siquiera al liberarse recupera la perdida alegría.
Por último, una de las partes más interesantes es el costumbrismo tragicómico de los refugiados.
En resumen, es una novela interesante, muy negra, que obviamente, destruye la imagen buenista de la República.
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