Heridos y olvidados
Los supervivientes del terrorismo en España
María Jiménez Ramos,
Javier Marrodán Ciordia
Publicado por La Esfera de los Libros e impulsado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, aporta visibilidad a uno de los aspectos menos conocidos de las víctimas supervivientes que han dejado los diferentes grupos terroristas que han actuado en España.
Los autores del trabajo son María Jiménez Ramos y Javier Marrodán Ciordia, dos profesionales acreditados desde la investigación, la docencia superior o el ejercicio del oficio periodístico, que ya han dejado su impronta en diversas obras, la más conocida y amplia el proyecto “Relatos de plomo”, sobre el terrorismo en Navarra.
La investigación para esta publicación ha sido posible gracias a la gran aportación de la Dirección General de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo del Ministerio del Interior, desde donde se ha reconocido la condición de herido en atentado terrorista a 4.808 personas. Más del 90% de heridos ha sido causado por ETA, con 2.597 (el 54%), y el terrorismo yihadista, con 1.833 (el 38%), siendo Madrid, con 2.552, la provincia con mayor número de heridos registrados, lejos de los 480 y 411, respectivamente, de Guipúzcoa y Vizcaya, las dos provincias siguientes con mayor número de damnificados. Los datos no incluyen a los heridos en los ataques yihadistas de Cataluña en agosto de 2017, que según la Generalitat ascienden a 135. No obstante, todos los expedientes tramitados no han sido todavía resueltos.
Hay que tener en cuenta que el tiempo medio que el Estado ha tardado en reconocer a los heridos en actos terroristas es de seis años.
Porque, como afirma Florencio Domínguez en el prólogo, «nada es igual después de un atentado. No se vuelve a la casilla de salida como si nada hubiera pasado. A veces, solamente el mero recuerdo se convierte en un motivo de sufrimiento»
Prólogo
Por Florencio Domínguez Iribarren
El 13 de enero de 1995, dos miembros de ETA penetraron en las oficinas de expedición del DNI situadas en la calle Heros de la capital vizcaína. Sacaron sus armas y dispararon a bocajarro contra los dos policías encargados de la seguridad. El agente Rafael Leiva Loro fue alcanzado en la cabeza y falleció al instante. Su compañero Domingo Durán Díez, que tenía cuarenta años en el momento del atentado, fue alcanzado en la columna y quedó tetrapléjico. Pasó el resto de sus días incapacitado, atendido por su esposa hasta su fallecimiento el 7 de marzo de 2003. Cuando murió, el ayuntamiento de su localidad natal, Villar del Rey, en Badajoz, le puso su nombre a una calle. Domingo Durán es, probablemente, uno de los pocos heridos en acto terrorista homenajeado con un recuerdo permanente en el espacio público.
Las asociaciones de víctimas llevaban tiempo reclamando una investigación sobre los heridos en acto terrorista. Consideraban que son personas olvidadas por la sociedad, que tiene presente a los fallecidos, lo que no es poco, pero no es consciente del drama de aquellas otras personas que sufrieron lesiones en los atentados. Las víctimas no han sufrido solo daños físicos, sino que también ha habido muchos afectados con dolencias psicológicas producto de los atentados o del acoso que han sufrido mediante la denominada violencia de persecución.
La aspiración de las asociaciones de víctimas de recordar a los heridos y recuperar su memoria en la sociedad era una demanda justificada y razonable. El Centro Memorial quiso atenderla poniendo en marcha la investigación correspondiente y encargando el trabajo a dos profesionales acreditados, María Jiménez y Javier Marrodán, coautores del proyecto Relatos de plomo, en el que se hizo la historia del terrorismo en Navarra con una especial atención a las víctimas.
Este trabajo no habría sido posible sin la generosa colaboración de la Dirección General de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo del Ministerio del Interior, que proporcionó la información necesaria, con las salvaguardas precisas para mantener la protección de datos personales. Hay que agradecer su apoyo incondicional para la realización de este proyecto. La Dirección General compartió la importancia de hacer una investigación que informara sobre los supervivientes, las personas que habían sufrido un atentado y habían resultado heridas, para concienciar a la sociedad sobre el alcance preciso de la actividad terrorista, poniendo el foco de luz sobre un aspecto poco conocido como este.
Muchos heridos han tenido que sobrevivir arrastrando dolorosas secuelas físicas o psicológicas que han condicionado la vida tanto de los afectados personalmente como la de sus familias, obligadas a atenderlos y a encargarse de su cuidado. Incluso aunque hayan sanado de las heridas y no presenten secuelas aparentes, nada es igual después de un atentado. No se vuelve a la casilla de salida como si nada hubiera pasado. A veces, solo el mero recuerdo del atentado se convierte en un motivo de sufrimiento. Y en una sociedad donde el terrorismo está a la orden del día es muy difícil evitar que se activen unas vivencias tan dolorosas, aun sin pretenderlo. «No hay un día en que no piense en lo que pasó», manifiesta Antonio Miguel Utrera, víctima del 11-M, en la entrevista realizada para este libro. El atentado se cierne como una sombra negra sobre la vida de todos los supervivientes por más que pasen los años, prolongando el sufrimiento día a día.
Cuando en ciertos ambientes se habla de las consecuencias del terrorismo, no son precisamente los heridos ni las familias de los fallecidos a los que se tiene en mente. Y cuando se habla de pasar página —sobre todo en el caso de ETA—, no se tiene en cuenta que hay personas que jamás podrán pasar dicha página por mucho que lo deseen.
La sociedad no es consciente de ese sufrimiento prolongado a lo largo del tiempo porque ha sido un padecimiento que se ha desarrollado en la intimidad de las familias, en la esfera personal o, como mucho, en el ámbito de la atención médica. Nada ha trascendido de las muchas intervenciones quirúrgicas que han tenido que afrontar algunos heridos, ni de las limitaciones de movilidad de otros, las secuelas que les impiden desarrollar una vida plena o los efectos secundarios que se manifiestan al cabo del tiempo. Solo el núcleo más cercano al afectado, la familia y los amigos, saben de los padecimientos que arrastran aquellos que un día estuvieron en el centro del atentado.
El propósito de este libro es informar a los ciudadanos de los aspectos menos conocidos de los diferentes terrorismos que hemos padecido en España. ETA ha sido quien ha provocado mayor número de heridos, seguida por los yihadistas, pero ha habido múltiples grupos terroristas que han aportado su cuota de dolor. Ha habido grupos violentos de todos los colores y familias políticas: nacionalistas, de extrema derecha, de extrema izquierda, yihadistas, de procedencia internacional… Unos y otros han provocado víctimas y dolor con sus ataques. A las víctimas de todas estas organizaciones se quiere recordar y tener presentes.
Este libro no pretende presentar la última palabra sobre los heridos por el terrorismo. Al contrario, a lo que aspira es a abrir el camino para que se realicen nuevos trabajos, a sentar las bases para que se desarrollen nuevos proyectos de investigación o actividades sociales centradas en los supervivientes del terrorismo que faciliten un mejor conocimiento de esta realidad y que den a los heridos la visibilidad que no han tenido.
Heridos y olvidados presenta un importante caudal de datos estadísticos sobre los heridos en atentado porque era necesario ofrecer una información precisa que resultaba hasta ahora desconocida. La abundancia de información puede servir para facilitar la labor de futuros investigadores, a los que se ofrece un punto de partida para desarrollar nuevos trabajos con otros enfoques. Pero este libro no muestra solo una realidad estadística. También ofrece un perfil de los grupos terroristas responsables de los atentados y una selección de entrevistas con víctimas de diferentes violencias en las que los afectados ofrecen el relato personal de su tragedia. Esta selección de víctimas nos recuerda que los afectados no son meras cifras, no son columnas en un gráfico, sino personas con nombre y apellidos que un día sufrieron la injusticia de un ataque terrorista. Si importante es conocer la dimensión exacta del dolor, no lo es menos transmitir a la sociedad que tal sufrimiento no se da en abstracto, sino que lo padecen personas de carne y hueso, los afectados directos y sus allegados.
Para los grupos terroristas las víctimas no son sino reflejo de su capacidad de atacar una sociedad, solo las consideran indicadores de su potencialidad violenta. Evitan tratarlas como personas y por eso buscan su deshumanización. Justo lo contrario de lo que se debe hacer si queremos homenajearlas: hay que resaltar su individualidad, su humanidad, su personalidad singular.
Confiamos en que los supervivientes de los atentados encuentren el espacio público de memoria y reconocimiento que merecen.
Presentacion del libro "Heridos y olvidados"
VER+:
0 comments :
Publicar un comentario