"DE LA CULPA A LA CALMA"
¿Por qué a pesar de hacer lo posible por ser mejores padres, nos sentimos tan culpables? ¿A qué se debe que ahora seamos unos padres tan sumisos? ¿Por qué nos sentimos culpables si trabajamos? y también si no lo hacemos? ¿Qué es lo que más temen los hijos cuando nos divorciamos? ¿Cómo saber si por ayudar a los hijos los estamos sobreprotegiendo? En definitiva, ¿Qué tenemos que hacer para triunfar como padres? En este libro Ángela Marulanda, educadora de familia de amplio reconocimiento y trayectoria, identifica y reúne las dudas que enfrentan hoy cientos de personas a la hora de criar a sus hijos y brinda una serie de pautas, consejos y guías, para que desde el amor todos puedan triunfar en la más ardua y satisfactoria tarea de todas: ser padres.
Padres dan a hijos todo
y se quedan sin nada
y se quedan sin nada
Cada vez son más los jóvenes que viven a expensas de sus padres sin buscar independizarse y sin reconocer el valor de ganarse las cosas a través del esfuerzo.
Esta realidad es una problemática que, de acuerdo con expertos, solo dará pie a una generación de adultos inútiles.
"A los hijos no se les está exigiendo nada y por eso es una generación del merecimiento. Son chicos súper débiles: se traumatizan con todo, se deprimen con todo, se quieren suicidar por todo, porque no saben luchar. Les quitamos la capacidad de postergar la gratificación, trabajar duro y de luchar por lo que quieren por darles demasiado".
"Les enseñamos algo muy grave a los hijos: su función es recibir y la nuestra, como papás, es darles. Les enseñamos a recibir, pero no a dar", señala la autora del libro "De la Culpa a la Calma".
"Estamos viendo una cantidad de niños malagradecidos, sin entusiasmo, vagos, de todas clases sociales. Es la generación del merecimiento, la generación de los niños que se merecen todo. Ellos ya no piden, exigen".
Inculcar el esfuerzo
Al margen del estrato social o ubicación geográfica, cada vez se ha vuelto más común ver a hijos que se quedan con sus padres muchos años después de llegar a la edad adulta y terminar sus estudios.
Los creadores de la generación del merecimiento son los padres sobreprotectores que perdieron de vista los valores importantes en la formación de sus hijos al tratar de evitarles las carencias que ellos tuvieron.
"Un factor es que estos adultos, y yo me incluyo entre ellos, vivimos carencias cuando éramos pequeños o adolescentes, crecimos con muchas responsabilidades, y ahora que soy papá, no quiero que mi hijo sufra eso, que tenga lo que yo nunca tuve.
"Es una generación muy cómoda de muchachos. Viven con pocas carencias y muchas comodidades. No viven las consecuencias de sus conductas o sus malas decisiones, están siendo sobreprotegidos, no hay responsabilidades. Todo esto hace que el muchacho crezca en un mundo virtual y ficticio".
Un enfoque en el que el fin es la felicidad y no el resultado de acciones gratificantes, agrega Marulanda, influye también en la formación de jóvenes que de adultos solo buscarán la comodidad con nada o el mínimo esfuerzo.
Así, la generación del merecimiento está integrada por jóvenes que no han madurado y que al sobreprotegerlos se han quedado como adolescentes permanentes.
Es por eso que los expertos exhortan a los papás a que enseñen a sus hijos desde pequeños a ganarse sus privilegios.
Es cuestión de reglas
-Educar a los hijos desde pequeños.
-Establecer reglas. Los hijos tienen derechos, pero también obligaciones.
-Buscar que los chicos se esfuercen por lo que quieren. Los hará adultos responsables.
-Analizar tus motivaciones si vas a comprar algo que un hijo te pide: ¿Él debe tener eso para estar a la moda o no ser "menos" que los demás?, ¿o realmente lo necesita?
-Estar consciente de que si tus hijos carecen de algo no los "traumará" para el resto de sus días, más bien, ellos formarán su carácter y sabrán valorar sus posesiones.
-Tener en cuenta que al dar algo especial a tus hijos, ellos deben saber que es una gratificación bien ganada.
– En el libro describe a los padres de hoy como sumisos, lo que no pasaba con los papás de antes. ¿Qué pasó?
– Las generaciones de padres a partir de la década de los 80 son las primeras que tienen conciencia de los efectos de sus actos en la vida de sus hijos. Los papás de antes no reflexionaban de que si le decían al niño: “No sea bruto”, lo estaban convenciendo de que era bruto… Ellos no se daban cuenta… Mi mamá fue bastante buena, pero a veces hacía unas injusticias terribles: No dejaba que le expliquemos qué había pasado que antes ya nos había regañado. O nunca se sintió culpable: Jamás la vi salir de casa como yo cuando dejaba a mis hijos (y hace una parodia de todas las bendiciones que les daba). Entonces, me di cuenta que (como padres) nos tocó el cambio de la era moderna a la era posmoderna, lo cual es como una mudanza de mundo, de familia, de sociedad…”.
– Tomar conciencia de los comportamientos que afectan a nuestros hijos no está mal. ¿Cómo no caer en la sumisión?
– “Como tenemos esa nueva conciencia de lo fácil que es hacerles daño, estamos atemorizados… Además, los niños de hoy son más despiertos. Todo esto nos hace muy inseguros, lo que nos lleva a ser sumisos, a rendirnos, a abstenernos ante la duda. En el pasado, los hijos debían ganarse el amor de los padres, que eran los importantes de la familia. Ahora es al contrario y desde el momento que tratamos de ganarnos el amor de los niños, les estamos dando todo el poder a ellos… Entonces, ahí están los padres suplicándoles, explicándoles, intentando de convencerlos…”.
– En su libro, el trabajo es señalado como fuente número 1 de culpas. ¿Qué errores cometemos a nombre de la culpa?
– “El principal error es la permisividad. Nos morimos de la angustia de que no nos van a querer porque no hemos estado con ellos… Entonces, permitimos y damos muchas cosas, pero no tiempo. Tratamos de reemplazar el tiempo con gustos. El otro error es que no ponemos nada de límites. Ahora a los niños por la mañana hay que llevarlos al fútbol, luego a comer pizza, después al cine, de ahí de compras, y son las 11 de la noche y seguimos corriendo atrás de ellos…”.
– Es válido aquello de que la calidad de tiempo compensa a la cantidad?
– “Hay que estar presentes en la vida de los hijos a diario y suficiente tiempo. Si uno está todo el fin de semana dedicado a ellos y luego se desaparece, no sirve. Es como si no te alimentarán 3 días, y al cuarto día te dieran de comer todo lo que no has comido, lo único que tendrás es una indigestión… El tiempo tiene que ser cotidianamente dado a los hijos. Que hayas estado las 24 horas del sábado a su servicio, no va a quitar las carencias de no verlo entre semana…”.
– ¿Qué deben hacer las madres que trabajan más por realización personal que por necesidad? ¿Deben renunciar a sus trabajos para aliviar la culpa?
– “Pueden renunciar a una parte; es decir, si tú trabajas cuatro horas fuera de casa, estás tranquila, pero si ya tu trabajo implica estar 10 horas lejos de tu hogar, es otra cosa. Hoy en día, nos venden todo como oportunidades y a veces son tentaciones… Entonces, en ocasiones, hay que renunciar a algo que nos provoca por otra cosa que es debida para la tranquilidad de nuestra conciencia… Yo me bajé de nivel. Me tocó irme de una casa grande con piscina a una más sencilla y pequeña… Pero muchas veces no queremos sacrificar el estilo de vida. En mi caso, me sentí aliviada… Todos los padres decimos que lo más importante en nuestras vidas son los hijos, pero en realidad lo más importante en la vida de uno es a lo que se le dedica más tiempo y más esfuerzo”.
– Díganos tres cosas que sean las mejores que podemos hacer como padres.
– “Primero, amar a los hijos tanto como para ponerlos en el primer lugar de nuestro corazón. Son unas personas frágiles que estamos formando y hay que estar con ellos… Segundo, preguntarnos siempre cuál es el verdadero motivo de lo que estamos haciendo. Por ejemplo: si le compramos un juguete, ¿lo hacemos para comprar amor y perdón? Y tercero, tener muy presente que no estamos criando niños, sino a los adultos en que queremos que se conviertan mañana. ¿Qué cualidades y virtudes queremos en esos adultos? Somos las personas que más amamos a nuestros hijos, por lo tanto, las que más podemos influir en ellos”.
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