EL VALOR DE LAS
PALABRAS
"Las palabras en el ámbito social sólo
son hermosas y necesarias cuando van acompañadas del acto, del compromiso, de la
decencia".
Después de leer boletines llenos de palabras,
escudriñar documentos llenos de palabras, hojear proyectos de toda índole
repletos de palabras, después de asistir a conferencias y mesas redondas en las
que las palabras aturden. Después de sentir durante toda la semana en la boca el
eco exasperante de tanta palabra vacía -PALABRERÍA, ENLABIO-, de tanta palabra que no es más que eso,
una palabra, grandilocuente, precisa y tal vez preciosa, pero ausente y vacía de
toda realidad. Después digo, llega el sábado día 6 y celebramos la Constitución,
un brutal esfuerzo de palabras, tal vez la madre de todas las bandadas de
palabras que luego han venido a poblar nuestros corazones de ecos que no sabemos
a qué voz pertenecen, que son necesarios para convivir pero que no cambian nada
la vida.
"Hay que reivindicar el valorde la palabra -y del silencio-,poderosa herramienta que puedecambiar nuestro mundo".William Golding*"Cuando las palabras pierden su significado,la gente pierde su libertad".Confucio
Me temo que los hombres de esta tierra nos hemos llenado de palabras y
vaciado de intenciones. Durante la dictadura todo fueron silencios apagados por
los chillidos irracionales de los hijos de ordeno y mando. Vinieron luego las
consignas de los libertarios, frases cortas y sencillas que iban a la cola de
grandes actos, durante este tiempo las palabras contenían el valor exacto del
esfuerzo, medían la esperanza con delicadeza, abordaban el futuro con cautela,
habitaban el presente con firmeza, entonces las palabras no eran sólo palabras,
eran los órganos vitales de una existencia que se prometía compensada entre la
palabra y el acto. Pero pronto nos perdimos. Pronto, demasiado pronto, nos
atrapó el arte griego del sofisma, y las palabras pasaron a ser meros
instrumentos de una pesadilla que se contrapone insolente al noble ejercicio de
la utopía.
Las palabras son desde entonces elementos apócrifos de la realidad y
es que pronto todo adquirió y radicó su valor en palabras, nada se ha hecho
desde entonces que no venga precedido de un mar engalanado y engolado en su
marea de palabras. Y así poco a poco nos hemos ido internando en un mundo de
papeles y palabras que nacen a la vida con la soledad en los ojos y las manos
metidas en los bolsillos mientras se pasean por nuestras reglas instituciones,
por nuestras humildes casas, por nuestras maltrechas conciencias. Pobres
palabras atrapadas en el sueño loco de un pueblo que no sabe distinguir
literatura de legislación, que no sabe separar el cuento del relato fehaciente.
Que tiene en ellas un arma que esgrimir contra el silencio de la razón y también
contra las razones del silencio.
HEMOS PROFANADO EL ORÁCULO DE LA PALABRANO SOBRAN LAS PALABRAS, FALTAN LOS SILENCIOS DISCERNIDOS
Es el nuestro un pueblo que no se conforma con
una sola palabra, que quiere tener miles de palabras para pronunciar lo
impronunciable, palabras para nombrar la libertad, palabras para nombrar la
solidaridad, palabras para gritar lo que se debe callar, palabras para sostener
una verdad que es mentira, palabras para ser las víctimas y los verdugos,
palabras para explicar nada, palabras que son la culpa y el culpable, palabras
para no hacer nada, palabras vacías como cáscaras de una fruta helada putrefacta
que hace tiempo perdió su bendita esencia. Palabras que no debieran salir del
mundo literario, para qué lo han hecho, que pululan ahora por él vericuetos
sociales, políticos y económicos con la altanería de dioses fatuos que
convierten en mentira todo cuanto tocan.
Hoy no existimos, palabreamos simplemente, porque ese es el lenguaje que
tienen para sí los que como nosotros habitan el planeta palabra de su vacío
sueño social. Somos tan sofisticados, tan delicados y sabios, y tan escrupulosos
que no nos ha importado, es más, hemos corrido presurosos a crear un espacio de
palabras para justificar lo injustificable y diseñar todo aquello que sabemos
que es vital pero irrealizable por el simple hecho de que hemos interpuesto
entre ellos y nosotros una sutil barrera de palabras que nos defienden de la
culpa que cae irremediablemente sobre nosotros y nuestras empobrecidas
conciencias.
La palabra sirvió desde siempre para excusarse, pero hoy es la excusa en sí
misma. La palabra sirvió para entenderse y fue por ello entendimiento, hoy es
sólo una forma más de entender al margen de ese fin y del entendimiento. Las
palabras, pobres amigas mías, se suicidan en algún lugar del pensamiento para
desfilar convertidas en cadáveres por delante de nuestros voraces labios.
Creo
sinceramente que ha llegado la hora de mirarnos las manos y retomar el rumbo de
los actos, porque las palabras en el ámbito social, sólo son hermosas y
necesarias cuando van acompañadas del acto, del compromiso, de la decencia, de
la ética, de la responsabilidad, en definitiva del más común de los sentidos, el
sentido común.
EL ALEPH
Sentido mágico (divino) de la palabra:
Ángel Rosenblat
Asistimos hoy a tal profanación de la palabra, que parece justificada la frase
atribuida a Talleyrand: «El lenguaje le ha sido dado al hombre para que pueda
ocultar el pensamiento». Y llega a tales extremos la dilapidación de la palabra
hablada y escrita, que a cada paso se recuerda la variante de Kierkegaard: «La
gente se sirve a menudo del lenguaje para ocultar que carece de pensamiento».
Vamos a evocar los tiempos en que la palabra era materia sagrada.
En cuanto a la pretendida decadencia del libro y de la lengua escrita, se
observa en cambio un creciente ímpetu editorial y el desarrollo y poder del
periodismo (un verdadero diluvio de letra impresa). Sí puede admitirse que se
escribe y se lee cada vez peor. Se observa un auge creciente de la imagen frente
a la palabra: la imagen inmóvil de las historietas gráficas («los comics», que
han elementalizado hasta obras maestras de la literatura y hasta la historia de
la humanidad) y las imágenes móviles del cine y la televisión. Se tiende a
convertir la palabra en medio auxiliar, de carácter servil. De reina soberana
pasa a ser criada de servicio. De ahí cierta crisis expresiva que se nota en las
generaciones nuevas de casi todo el mundo.
Si según Guillermo de Humboldt la lengua es el órgano generador del
pensamiento, el nuevo mundo de la imagen y de los medios electrónicos que
McLuhan ve como el surgimiento de una nueva Edad de Oro («una Arcadia
electrónica del futuro») nos parece más bien alarmante.
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