En aquel tiempo, dijo Jesús:
— «Mis ovejas escuchan Mi voz,
y Yo las conozco, y ellas Me siguen,
y Yo les doy la vida eterna;
no perecerán jamás,
y nadie las arrebatará de Mi mano.
Mi Padre, que Me las ha dado,
es superior a todos,
y nadie puede arrebatarlas de la mano de Mi Padre.
El Padre y Yo Somos uno».
Jn 10, 27-30
Tres versículos y ocho
verbos
Domingo 4 c
Pascua
«Mis ovejas escuchan Mi voz,
y Yo las conozco, y ellas Me siguen»
Por: Clemente
Sobrado, C. P.
Un Evangelio de tres versículos y
con ocho verbos.
Por tanto tres versículos
dinámicos.
Veamos: “escuchar”, “conocer”,
“seguir”, “dar vida”, “no perecer”, “no arrebatar”, “dadas por el Padre”, “somos
uno”.
Estos
ocho verbos, de alguna manera están indicando el dinamismo de la comunidad
eclesial, de la que Jesús es el Buen Pastor. No olvidemos algo fundamental: el
buen Pastor será siempre Jesús.
Porque
los demás “pastores” no son sino representantes llamados a actuar en nombre
suyo.
Y
serán sus representantes en la medida en que actúen con la mentalidad y el
estilo de Jesús.
Con frecuencia, tenemos la idea de
que el “rebaño de la comunidad” es propiedad de los pastores humanos
representantes de Jesús, el Buen Pastor.
A decir verdad, nadie es dueño del rebaño,
nadie es dueño de la comunidad.
El único dueño es Él.
Y nadie puede hacer del rebaño lo
que quiere, sino lo que quiere Jesús.
Nadie puede hacer del rebaño una
propiedad privada.
Ni modelarlo a su gusto y antojo,
sino al estilo que quiere Jesús hoy.
Los pastores tenemos bien
definidos y marcados nuestros caminos en y con la
comunidad.
“Escuchan mi
voz”. La verdadera voz que se debe
escuchar en el rebaño es la del Pastor Jesús. Por tanto, cuantos se encargan de
hablar en su nombre, tienen que hablar lo que Jesús quiere decir hoy a su
rebaño. No sus ideas, no sus gustos y preferencias espirituales.
No sus teologías particulares,
sino el Evangelio de Jesús.
“Me
conocen”. La inmensa mayoría de los fieles
no conocen a su pastor.
Muchos ni conocen Su Nombre.
Muchos nunca le han tratado.
Muchos nunca le han cogido de la
mano porque viven demasiado protegidos.
Ovejas que no conocen a su pastor
y pastor que no conoce a sus ovejas.
A todas las atiende en el
anonimato. (Pastores que huelen a dogmas, a ideologismos, a egotismos, a clericalismos, a soberbias.
Están INSTITUCIONALIZADOS... NO huelen a GRATUIDAD...)
Están INSTITUCIONALIZADOS... NO huelen a GRATUIDAD...)
El verdadero pastor acompaña y
sigue el mismo camino de las ovejas.
El verdadero pastor no pastorea
desde lejos sino desde cerca.
El verdadero pastor tiene que oler
a oveja.
El verdadero pastor tiene que oler
a pueblo, no a oficina.
Jesús olía a
cuna de pastores.
Olía a establo
de ovejas.
Jesús olía a
pueblo sencillo.
Olía a
enfermos.
Olía a ciegos,
a leprosos, a cojos y paralíticos.
Olía a gente
que tenía hambre.
El mejor perfume de un pastor es
el olor a gente, a pueblo.
Un día los niños querían tocar a
Jesús. Y los discípulos se lo prohibieron.
También ellos trataban de hacer de
guardaespaldas de Jesús.
Y El les llamó la atención: “Dejad
que los niños se acerquen a mí”.
“Me
siguen”. No seguimos a los hombres.
Seguimos a Jesús.
Los hombres no podemos suplantar a
Jesús.
Los hombres no podemos ser nunca
la medida de nuestros fieles.
Los hombres, a lo más, debiéramos
ser las primeras ovejas que escuchan, conocen y siguen a Jesús.
Y así marcarles el camino. Pero no
podemos pedirles que “nos sigan a nosotros”.
“Yo les doy la
vida”. El único que puede dar vida es
Jesús.
Los fieles no están llamados a
vivir nuestra vida de pastores, sino la de El, el Buen Pastor.
Nuestra misión de pastores no es
la de dar la vida.
Sino mostrarles dónde está la
vida.
Cuando más, tenemos la misión de
evitar que les quiten la vida.
Evitar alguien haga estragos en el
rebaño.
Pero donde el miedo a estos
estragos tampoco puede ser razón y motivo para limitar las legítimas libertades
del rebaño.
Prudencia, sí. Miedo,
no.
El miedo paraliza al pastor y
también al rebaño.
Somos el único rebaño donde ovejas y Pastor vivimos la misma vida.
Somos el único rebaño donde ovejas y Pastor vivimos la misma vida.
“No perecerán”. Y no perecerán porque la vida que reciben es la vida verdadera, la que nunca muere, la “vida eterna”. Por eso somos “un rebaño de inmortales”.
Pero esta vida tiene amenazas
también de muerte.
Hay pastizales
que son peligrosos.
Hay hierbas que
están enfermas de productos químicos.
Hay fuentes
contaminadas.
Y hay
enfermedades contagiosas.
Y esas también
pueden darse en el rebaño.
Pero no podemos vivir solamente de
“miedos al peligro”.
No podemos vivir de miedos que
impidan a las ovejas crecer.
No podemos vivir de miedos que
impidan al rebaño pensar.
No podemos vivir de miedos que
impidan al rebaño la libertad.
Los peligros no podrán ser nunca
una razón para esclavizar al rebaño.
Señor:
Tú eres
nuestro Pastor.
Los demás
pastores solo son los encargados
de representarte a ti.
de representarte a ti.
Danos pastores
que tengan tu mismo corazón.
Danos pastores
que tengan tu misma libertad.
Danos pastores
que tengan
la misma sencillez que Tú tuviste.
la misma sencillez que Tú tuviste.
Danos pastores
no de oficina,
sino pastores de los caminos.
sino pastores de los caminos.
Danos pastores
que huelan a campo,
a pueblo joven, a polvo de los caminos.
a pueblo joven, a polvo de los caminos.
Danos pastores
que no nos consideren “propiedad suya”,
sino que se sientan servidores.
sino que se sientan servidores.
Danos, Señor,
pastores santos,
pero que no nos impongan su santidad.
pero que no nos impongan su santidad.
Danos, Señor,
pastores inteligentes,
pero que no nos impongan sus ideas.
pero que no nos impongan sus ideas.
Danos, Señor,
pastores celosos,
pero que su celo, no sea una mordaza para tu pueblo.
pero que su celo, no sea una mordaza para tu pueblo.
“La falta de atención, lo sabemos -subrayó- ablanda al Pastor; le distrae, le convierte en olvidadizo e incluso en intolerante; le seduce con la perspectiva de la carrera, le tienta con el dinero y los compromisos con el espíritu del mundo; le convierte en perezoso trasformándolo en un funcionario, un clérigo de estado preocupado más por él mismo, por la organización y las estructuras que por el verdadero bien del Pueblo de Dios. Se corre el riesgo, entonces, como el apóstol Pedro, de negar al Señor, aunque si formalmente uno se presenta y habla en su nombre; se atenúa la santidad de la Madre Iglesia jerárquica, haciéndola menos fructífera”.
"De los números 365 a 370 los Obispos nos insisten con fuerza en la necesidad en una Conversión Pastoral, pero como dice el N° 367, primero es urgente una renovación eclesial, y más que renovación, es urgente una verdadera Conversión Eclesial al Evangelio. Todos somos conscientes de que las relaciones en el seno de nuestras Comunidades no es evangélica, pero de eso no hablamos; hay que cambiar lo de fuera, lo de adentro vivimos tapándolo no nos animamos a enfrentarlo; no “agarramos al toro por las astas”, no le “ponemos el cascabel al gato”; no queremos problemas:
“Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (Aparecida 12)
EL PASTOR HUELE A OVEJA
Y HUELE A LOS LOBOS
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7:15).
Jesús dijo que los enviados suyos irían a proclamar el evangelio “como a ovejas en medios de lobos”:
“He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt. 10:16).
El pastor supone saber distinguir bien al lobo de la oveja:
“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?” (Jn. 10:7-21).
VER:
ESTRELLA MORENTE: LOS PASTORES
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