"Cristo no puede presentarse ante las personas
como un aguafiestas que viene
a rebajar el vino de la alegría humana".
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Hoy debemos buscar en nuestra fe,
Hoy debemos buscar en nuestra fe,
ese vino que alegra el corazón del ser humano".
Martín Descalzo
Quienes han bebido de otras aguas podrán gustar en Cristo un «vino nuevo», una experiencia buena de Dios. Algo de esto quiere decir el relato de las bodas de Caná. Desgraciadamente siempre es fácil «aguar» el evangelio y olvidar su sabor original. Basta perder la perspectiva de Jesús. El profeta de Galilea no pensó en otra cosa sino en llamar a las gentes a vivir acogiendo «el reino de Dios y su justicia». Para él, todo lo demás era secundario.
Veinte siglos después, nosotros vivimos ocupados en cuestiones doctrinales y morales que pueden ser legítimas para organizar bien una religión, pero que más de una vez nos distraen de lo primero que interesa a Dios: que los pobres, los hambrientos y los que lloran, puedan ser más felices. Propiamente, Jesús no enseñó una doctrina para ser aprendida por sus seguidores, sino que anunció un acontecimiento que pide ser buscado y acogido. Según él, Dios está ya actuando en este mundo invitando a todos a buscar un orden de cosas más humano y más justo. A nosotros nos parece muy importante saber qué pensamos de Dios. Jesús, por el contrario, soñaba en que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la gente se pareciera más a Dios?
Jesús gritaba: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Era su llamada primera y más importante. Por eso enseñaba a todos a mirar a las personas de manera diferente: los pecadores eran sus amigos, las prostitutas le parecían más dignas que muchos piadosos, los últimos eran para él los primeros, los enfermos constituían su debilidad... ¿Qué ha sido de la mirada compasiva de Jesús? Para nosotros, las prostitutas son prostitutas, los pecadores son pecadores mientras no se conviertan, y los últimos son los últimos.
Uno de los peligros que nos amenaza hoy a los cristianos es vivir correctamente dentro de una religión organizada, sin atender ni entender en su verdad original el evangelio de Jesús. Lo que saboreamos no es muchas veces el «vino nuevo» aportado por él, sino el cristianismo «aguado» por nosotros mismos.
la vOz del evanGeliO I
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
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