EDUCAR EN
LA MENTIRA
ADOCTRINAMIENTO Y MANIPULACIÓN NAZI
EN LAS AULAS DE CATALUÑA Y EL PAÍS VASCO
Desde el control de la enseñanza y de la cultura, los nacionalistas catalanes y vascos se han dedicado de forma tenaz y sin complejos a levantar instrumentos y discursos de nacionalización negadores de la realidad común española. Todo ha sido potenciar, crear e inventar identidades ajenas al sentimiento nacional español; proyectando sus procesos particulares y excluyentes de nacionalización como alternativas frontales y contrapuestas a la nación española.
Este empeño nacionalista en construir naciones requiere obligatoriamente un intenso adoctrinamiento escolar. Ninguna faceta de la enseñanza queda libre de él. Para ello cuentan con la colaboración de las editoriales nacionales de libros de texto escolares que presentan adaptaciones, mutilaciones y ocultaciones sobre todo de los símbolos y realidades del conjunto de la nación particulares en cada comunidad, y con el fervor de las editoriales de inspiración nacionalista existentes en cada comunidad plenamente identificadas con los proyectos nacionalistas.
Si a esto sumamos la pasividad total de la Alta Inspección del Estado, el panorama no puede ser más desesperanzador. Este libro se centra en estudiar los textos de ciencias sociales e historia en el País Vasco y Cataluña, porque son los ejemplos más reales de la situación citada.
No significa que el exceso de particularismo y narcisismo empobrecedor y estéril, se limite exclusivamente a las autonomías estudiadas, pero es donde se alcanzan los mayores despropósitos. Se expone lo encontrado en libros y periódicos. Y, desde estas páginas, se apela a las conciencias de la ciudadanía para que tengan presente los riesgos de una enseñanza en la que, por delante de valores como razón y libertad, se anteponen las creencias y emocionalismos identitarios excluyentes.
Quizá haya que plantearse si necesitamos una escuela que nos enseñe a vivir en libertad y responsabilidad, y no unas aulas que nos inoculen el virus del odio, así como la del insondable victimismo narcisista e identitario.
INTRODUCCIÓN
No hay problema de mayor peso y lastre para el tuturo de nuestra sociedad que el estado actual de la enseñanza.
La situación de la educación en España es francamente mejorable en todos los aspectos. Estamos en las últimas posiciones europeas, según todos los paráme tros y baremos de clasificación del rendimiento y aprovechamiento escolar y de calidad de la enseñanza.
Por nuestra parte, estamos convencidos de que no es un problema de falta de medios materiales, sino de una profunda crisis de valores sociales, familiares y de la propia institución escolar. Escuchar las quejas de los profesores -sobre todo en la enseñanza pública- y de los alumnos más responsables y con ganas de aprovechar el tiempo -ese concepto que «Suena tan antiguo» pero tan verdadero y auténtico-, nos coloca ante el principal problema que tiene nuestra sociedad. El futuro está hipotecado en todos los órdenes por la mala educación de los jóvenes.
Diversos son los remedios y cambios que debemos aplicar en nuestra escuela. Pero uno es el principal e insoslayable para poder salir del marasmo: hay que fomentar y estimular los hábitos de trabajo, esfuerzo y responsabilidad, de bús queda de la excelencia -que sean los alumnos más trabajadores los que marquen la pauta, no al revés, como sucede ahora-; y admitir que la necesaria e irrenun ciable igualdad de oportunidades no conlleva, no puede hacerlo, a la igualdad en los resultados en la enseñanza. Estos deben depender del esfuerzo de cada centro, profesor y alumno no de una empobrecedora nivelación por abajo como sucede ahora.
Ahora nos encontramos -cualquier profesor, padre y alumno lo sabe- con el ambiente contrario a esta necesidad: los mejores alumnos, los que quieren estudiar, están desmotivados, y muchas veces acobardados, desprotegidos y forzados a la inhibición. Por ello es obligatorio generar y robustecer un sentido de respeto, autoridad moral y disciplina en las aulas. Sin esto, no saldremos del pozo en el que estamos, por más medios materiales que tengamos e invirtamos.
Nuestro problema es ético y moral, no material. Rechazar esta apreciación es negarnos a ver y leer la realidad, y toda realidad ignorada prepara su venganza y nos incapacita para un futuro de mayor libertad y responsabilidad individual y social.
Pero lo dicho hasta ahora son los problemas estructurales, de crisis de un modelo de enseñanza. Sin embargo, tenemos otros problemas, relacionados con la división de nuestro sistema de enseñanza en diecisiete comunidades con -en la práctica- total libertad para enseñar lo que crean conveniente. Esta libertad aprovechada de forma sesgada y sectaria carece de controles y coordinaciones que limiten y pongan coto a un sistema que produce aberraciones transidas de excesivos localismos y particularismos en la enseñanza de las ciencias sociales y humanísticas en general, y en la historia en particular; en especial en aquellas comunidades autónomas en las que los nacionalismos niegan de forma orgánica y sistemática la existencia histórica de España como nación y como realidad y proyecto de futuro en común.
Desde el control de la enseñanza y de la cultura, se han dedicado -de forma te naz y sin complejos- a levantar instrumentos y discursos de nacionalización ne gadores de la realidad común española. Todo ha sido potenciar, crear e inventar identidades ajenas al sentimiento nacional español; proyectando sus procesos particulares y excluyentes de nacionalización como alternativas frontales y con trapuestas a la nación española.
Para eso, han elaborado un discurso, lineal y monocorde, con afán globalizador para acotar y limitar los diversos espacios sociales, emocionales e histórico-políticos de la vida humana. Acotar, aislar, mutilar y empequeñecer -ese afán y ese deseo de fijar y achicar el campo real de la vida- de acuerdo con lo canónicamente nacionalista. Desafío totalitario para la sociedad abierta, que busca razones, ideas y no creencias; y desafío a la verdad histórica, aquella que más se aproxima a la realidad pasada y presente. Por eso, para los nacionalistas, el mito es necesario para debelar la realidad y hacerla irreconocible para los alumnos adoctrinados, sin pudor ni límites, en los valores y en el discurso nacionalista.
Este empeño nacionalista «en construir naciones» requiere obligatoriamente un intenso adoctrinamiento escolar. Ninguna faceta de la enseñanza queda libre de él. Para ello cuentan con la colaboración de las editoriales nacionales de libros de texto escolares que presentan adaptaciones, mutilaciones y ocultaciones -sobre todo de los símbolos y realidades del conjunto de la nación- particulares en cada comunidad, y con el fervor de las editoriales de inspiración nacionalista existentes en cada comunidad plenamente identificadas con los proyectos nacionalistas. Si a esto sumamos la pasividad total de la Alta Inspección del Estado, el pano rama no puede ser más desesperanzador.
Por nuestra parte, nos hemos centrado en estudiar los textos de ciencias sociales e historia en el País Vasco y Cataluña. Lo hemos hecho así ya que son los ejemplos más reales de la situación arriba citada. No significa que el exceso de particula rismo y narcisismo empobrecedor y estéril, se limite exclusivamente a las autonomías estudiadas, País Vasco y Cataluña; pero es donde alcanzan los mayores despropósitos.
Hemos dividido nuestro trabajo en dos volúmenes: uno, dedicado a la formación del espíritu nacionalista en la enseñanza de la geografía, la política, la sociedad, la cultura y la ideología; y otro, centrado en la enseñanza de la historia y sus descaradas manipulaciones, que es el que el lector tiene en las manos.
Exponemos lo que hemos encontrado. Y apelamos a las conciencias, al poso moral de la ciudadanía, para que tengan presente los riesgos de una enseñanza en la que por delante de valores de ciudadanía, razón y libertad, se anteponen las creencias y emocionalismos identitarios excluyentes. Necesitamos una escuela que nos enseñe a vivir en libertad y responsabilidad, no una escuela que nos enseñe a odiar y a potenciar el insondable victimismo narcisista e identitario.
No son estas líneas portadoras de menosprecio a legítimas y respetables identidades culturales con raíces históricas, todo lo contrario; pero sí son portadoras del más tajante rechazo a utilizar la mentira, la manipulación y el engaño, el adoctrinamiento, en suma, para llevar una parte de la sociedad -los individuos que se sienten nacionalistas- a imponerse sobre el conjunto de los ciudadanos y no respetar sus diferencias ni sus derechos.
No estamos por mitologías españolistas -los que hemos vivimos otras épocas sabemos de su falsedad-, pero tampoco por los mitos y las imposiciones de los nacionalismos actuales. Son los mismos, solo que al ser su ámbito de aplicación más pequeño, con más intensidad se ven impelidos a aplicar sus dogmas de «constructores de naciones», y a no dejar espacio alguno, libre de su fabulación y coerción. Achiques y recortes de espacios éticos, morales y cívicos... esa es la la bor auténtica de los nacionalistas en busca de sus sueños y delirios de homogeneidad.
Los mitos nacionalistas son cuentos de buenos y malos. La historia de verdad nunca fue así. Hay historiadores que consideran que «Un mito solo se rinde a otro mito». Entrar a valorar lo que de cierto tenga este aserto nos aleja del valor ético y moral que se le debe exigir a cualquier historiador: decir la verdad y, como diría Tácito, decirla sin parcialidad ni rencor, y sin añadir ni inventar nada, y sin ocultar lo que no guste. Es así de sencillo. Claro que ser así aleja del poder y de susprebendas, pero acerca a la verdad. La forma de abordar la historia no debe estar do minada por la declamación patriótica sino por el esfuerzo por comprenderla. Si Tucídides hubiese pensado en mitos y contramitos, no habría escrito su obra; y desde luego si en las facultades de historia esto se le dijese a los alumnos, muchos -entre los que me encuentro- se hubieran dedicado a la filosofía, que no tiene que contraprogramar mitos, o directamente al arte de la propaganda política. Para mí está claro... Allá cada cual con su conciencia, sus limitaciones y asp1rac1ones.
Hacemos nuestro el reciente manifiesto de historiadores franceses que, entre otras cosas, frente a los políticos que se atreven a legislar cómo fue el pasado, afirman:
La historia no es una religión. El historiador no acepta ningún dogma. El historiador puede ser irritante. La historia no es la moral. El papel del historiador no es exaltar o condenar, sino explicar. La historia de la actualidad. El historiador no aplica al pasado esquemas ideológicos contemporáneos y no introduce en los acontecimientos de otras épocas la sensibilidad de hoy. La historia no es la memoria. La historia no es un objetojurídico. En un Estado libre, no corresponde ni al parlamento ni a la autoridad judicial definir la verdad histórica. La política del Estado, aun cuando esté animada por las mejores intenciones, no es la política de la historia.
El empeño nacionalista hace de la educación el campo donde concentran sus máximos esfuerzos. Saben que para sostener su visión han de falsificar, adulterar y mentir; pero no se sienten compelidos por las obligaciones ligadas a la razón, la veracidad y la honestidad intelectual. Consideran que la verdad no es necesaria, que solo lo es la voluntad emocional de construir una nación y lograr la separa ción y la creación de un estado independiente. Con su mecanismo mental se pone de manifiesto la dificultad de hacer entrar en razón a unas personas que han lle gado a unas conclusiones lejos de esta. Hemos de tomarnos en serio sus mitos ri dículos y fantásticos, y aunque nos parezcan incongruentes y absurdos tenemos que conocer su ideología y su práctica para contrarrestar en la medida de lo posi ble su acción adoctrinadora, falsificadora y negadora de la realidad.
Hay dos autores, uno vasco, Caro Baraja, y otro catalán, Josep Pla, que de forma magistral describen el problema. Baraja escribe:
El que tiene una imagen magnífica de su pueblo o de su grupo étnico suele tener otra des pectiva de los otros. Ya hace mucho, los teóricos del nacionalismo catalán y vasco construye ron estas imágenes contrarias entre sí,que hoy día no solo se siguen aceptando sino que tam bién se amplifican y exageran. Se hace dogma de la virtud propia y del vicio ajeno. Sobre esto se construye todo un sistema político vindicativo o reivindicativo, que se defiende también mediante un lenguaje e incluso un tipo de vocabulario especial (...). En ámbitos nacionalistas la palabra España es tabú y cuando hay que referirse a algo contenido en España misma se habla del «Estado», la «Península» y otras cosas por el estilo. Junto al tabú de vocabulario funciona todo un sistema de palabras,consagradas en los mismos ámbitos.
Pla dirá: «Los localistas tiene un defecto: desorbitar sus sentimientos... No podríamos acabar con esas historias falsas e infectas, producidas por un idealismo ciego y microscópico».
Para acabar, queremos aclarar que los textos del País Vasco que estaban editados en lengua vasca han sido traducidos por personas a las que -por miedo a represalias- no podemos mostrar nuestro agradecimiento en público. Los textos de Cataluña estaban todos en catalán, y han sido traducidos personalmente por nosotros.
Los libros están numerados en la bibliografía final -en dos listados independientes- y, dentro de cada paréntesis, la primera cifra es el número de ordenación y clasificación deltexto. Las posteriores son las páginas numeradas y utilizadas del libro al que se hace referencia.
Como complemento a esta publicación, recomendamos la primera parte que se editó con el título "La España raptada". La formación del espíritu nacionalista1.
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1 El mismo texto tuvo una segunda edición titulada "Por la educación hacia la independencia". La (de)formación enlas escuelas de Cataluña y el País Vasco.
VER+:
Cómo manipulan la mente de los niños en Cataluña.
(Disponible para todos los oyentes).
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