Los medios de comunicación,
al servicio de la tiranía
El palangre o palangrismo es la forma de cobrar o aceptar dinero para favorecer una o varias personas u una o varias instituciones sin importar la verdad del hecho. En lenguaje periodístico, práctica de recibir palangre (pago ilícito).
En el siglo XX, las ideologías totalitarias ejercían el poder y la represión de un modo indisimulado. Quienes se les opusieron, a unas o a otras, sufrieron distintos modos de represión, y muchos perdieron la vida. Otros, en cambio, colaboraron con los gobiernos totalitarios; unos, por convencimiento; otros, por conveniencia; otros, por miedo. Sea como sea, siempre hay quien está al servicio de la tiranía.
En nuestros días, los poderosos han aprendido que la represión pura y dura es contraproducente, en la medida en que evidencia la manera absolutista y totalitaria de ejercer el poder, y esto puede hacer que, a la larga, se cree una resistencia y una disidencia más o menos potente, o convertir en símbolos a determinadas personas. Por tanto, lo mejor es someter al pueblo de forma sutil, y para eso se necesita que éste sea, más que pueblo, más que comunidad, más que una agrupación de familias e individuos, masa.
Las élites que rigen los destinos de Occidente quieren que trabajemos, que paguemos impuestos, que consumamos —lo que ellos quieren que consumamos—, que nos mantengamos entretenidos y que no alcemos la voz ni salgamos del redil. Eso es justamente lo que sucede cuando la persona, usted, o yo, cada uno individualmente, nos convertimos en masa. Y sí, hay que trabajar, claro que sí; del mismo modo, debemos comprar cosas que nos son necesarias, por supuesto, y el ocio, en tanto no sea nuestro único objetivo, no tiene por qué ser malo per se —eso ya depende del tipo que sea—. Pero convertirse en masa es otra cosa. El hombre-masa consume compulsivamente, como fin y no como medio. El hombre-masa paga. Obedece. Goza. El hombre-masa va a lo suyo. Ya no es persona sino ciudadano. El hombre-masa es cobarde. El hombre-masa es capaz de contemplar cómo el mundo en el que vive, su mundo, se hunde a su alrededor y no hacer nada mientras su parcelita personal se mantenga intacta. El hombre-masa no entiende que antes o después llegará su turno. El hombre-masa es átomo. El hombre-masa no piensa, absorbe las consignas del poder de manera acrítica. El hombre-masa es un borrego. El hombre-masa es justo lo que conviene a las élites porque no se rebela. Es el esclavo perfecto porque, además, se cree libre.
En la formación de la sociedad de masas han jugado y juegan un papel fundamental los medios de comunicación. Son uno de los engranajes del Sistema encargados de la configuración mental del hombre-masa. Los medios generalistas no tienen por objetivo contar la verdad de lo que pasa en el mundo, ni en su país, ni en su barrio: tienen por objetivo establecerle a usted, lector de la prensa, oyente de la radio o telespectador, un marco mental conveniente para los poderosos. De hecho, como dijo el gran Nicolás Gómez Dávila, «los medios actuales de comunicación le permiten al ciudadano moderno enterarse de todo sin entender nada». ¡Esa es su labor! Están para ocultarle a usted lo que a las élites y a sus gobiernos títeres no les conviene que sepa, y para «crearle una realidad», para configurar socialmente una visión del mundo que les interesa.
¿Listos para la próxima pandemia?
No en vano los medios generalistas son, en un altísimo porcentaje, propiedad de unas pocas personas/corporaciones. Sirven a unos intereses concretos que no son los del pueblo. Por eso no tienen el menor reparo en decir una cosa y la contraria en cuestión de semanas o de meses. Por eso nos machacan constantemente con las mismas cantinelas: el «colectivo» LGTB…, el cambio climático, el feminismo, las bondades de la inmigración…
Los medios generalistas son corresponsables de todas y cada una de las maldades que cometen algunos pagapensiones sin escrúpulos importados para sustituir a los europeos nativos. CORRESPONSABLES. Lo son porque se encargan de que usted, persona de buena fe, no reaccione ante los robo, las agresiones, las violaciones, los apuñalamientos o los asesinatos de que somos víctimas en nuestros propios barrios. Es más, son los encargados de hacerle creer que, en realidad, las víctimas son los agresores, pobre gente sin recursos y de otra cultura que tiene otras costumbres. Claro, hasta que hagan el cursillo correspondiente, pues esta pobre gente no sabe que apuñalar, violar o robar está mal. Además, tienen que pagarle a usted la pensión, por si no lo sabía, y eso pese a que miles y miles de ellos viven de ayudas públicas, ayudas que sufraga usted con sus impuestos. ¡Y peor aún!
Los medios de comunicación (DE EMISIÓN) son los encargados de señalarle a usted, padre indignado, español o europeo desengañado, como racista y fascista si osa alzar la voz ante la evidencia de las atrocidades que vemos día sí, día también. Esto está viéndose de forma cristalina en el Reino Unido, donde las protestas contra la inseguridad provocada por la inmigración descontrolada han llevado a la criminalización de los que se han rebelado. Hemos visto vídeos de policías pidiendo a las hordas de musulmanes que escondan sus armas, si las llevan, en las mezquita.
Hemos visto vídeos de policías británicos irrumpiendo en casas de familias británicas nativas por los disturbios.
Hemos visto vídeos de grupos de inmigrantes a la caza del inglés con la policía a caballo ¡encabezando la carga contra los propios ingleses!
Hemos visto al primer ministro británicos amenazar y advertir a los rebelados de que irán a por ellos, mientras inmigrantes extraeuropeos hacen literalmente lo que les sale de los cojones.
Es una locura absoluta, es la distopía hecha realidad. Y peor aún: los progres, los supuestos demócratas, los supuestos amantes de la libertad, apoyan todo esto porque, ya saben ustedes, el peligro es la ultraderecha. Estos son también corresponsables de todo esto y colaboradores necesarios del poder.
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