Verdades y mentiras sobre el lejano Oeste
que probablemente no conocías
que probablemente no conocías
Ni Billy el Niño era tan sanguinario, ni los revólveres tan eficientes como nos han contado las películas de Hollywood
Disparos de escopeta, duelos cuando se ponía el sol y contínuos tiroteos en mitad de polvorientos pueblos perdidos de la mano de Dios. Al oir hablar del Oeste americano, es imposible no rememorar aquellos «westerns» que, hace más de medio siglo, trataban de representar de manera cinematográfica la vida de los cuatreros, bandidos y agentes de la justicia en pleno desierto. Sin embargo, la realidad es bien distinta a como la explicaban los directores de la factoría Hollywood.
Los inicios: la conquista del Oeste
Corrían tiempos inciertos en Norteamérica durante el SXIX. Eran años de guerra para los habitantes de los recién creados Estados Unidos, pues vivían en un continente aún sin explorar en su totalidad y que todavía estaba dominado por los nativos allí asentados desde tiempos inmemoriales. La frontera –el territorio conocido y en el que vivían los estadounidenses- se hallaba en 1845 a la altura de Montana. Oklahoma y Luisiana, lo que aún dejaba un buen pellizco del país por anexionar hacia el oeste. En principio, no se dio mayor importancia a este territorio, pero la superpoblación de las ciudades y la falta de trabajo provocaron que esta región se viera con otros ojos.
Así pues, poco a poco, fueron partiendo a su conquista cientos y cientos de peregrinos que, muertos de hambre en sus hogares, poco tenían que perder. Acababa de comenzar, en definitiva, la toma del lejano e inexplorado oeste americano. «La llamada conquista del oeste fue un movimiento migratorio poco o nada programado (al menos, al principio), en el que una ingente e inagotable corriente continua de emigrantes provenientes de muy distintas partes de Europa (y también de otras partes del mundo, como el lejano Oriente o el cercano México) se fue abriendo paso por un inmenso territorio. El este norteamericano necesitaba expandirse para absorber a sus millones de inmigrantes y la partida hacia el oeste fue la gran solución», explica, en declaraciones a ABC, Gregorio Doval, autor –entre otros muchos libros relacionado con el tema- de « Breve historia del salvaje oeste» (editado por «Nowtilus»). Los norteamericanos creían que el oeste estaba plagado de dinosaurios
PACK BREVE HISTORIA: EL SALVAJE OESTE
Deléitese con las historias y aventuras del Far West. Las grandes figuras que cabalgaron por las praderas del Oeste: cowboys, pistoleros, forajidos, conquistadores, indios, bandoleros,
una extraordinaria aventura plagada de duelos, tiroteos y escaramuzas que durante siglos puso en peligro la tranquilidad de Norteamérica. Descubra las andanzas de Billy el Niño, Jesse James, los hermanos Dalton, Wyatt Earp, Buffalo Bill o algunas de las más célebres tribus de pieles rojas: los Sioux, los Arapajoes, los Cheyenes, los Cheroquis y sus grandes jefes como Gerónimo o Toro Sentado. Una historia tan cruenta como apasionante de los conquistadores que fueron poblando el lejano Oeste y cuyas trayectorias vitales provocaron el nacimiento de una nación
No obstante, en estas regiones desconocidas del oeste estaban asentados los erróneamente llamados indios, los cuales no sentían demasiado aprecio por los «caras pálidas» y quienes, para defender su territorio, no dudaron en hacer uso del arco, las flechas y las hachas. Su objetivo: resistir el asedio al que les estaba sometiendo el ejército y los colonos norteamericanos. Estos últimos (que, al igual que los militares, llegaban armados hasta las cejas de carabinas, escopetas, sables y revólveres) eran aquellos viajeros que, en gigantescas caravanas formadas por cientos de carretas, atravesaban el país con la adrenalina como principal compañero de viaje (la cual se agravaba aún más debido a la escasez de datos que había sobre el nuevo territorio).
«Sobre el Oeste corrían todo tipo de rumores más o menos fundados: que era un inacabable desierto sin agua y sin recursos; que su fauna era temible (incluso se llegaba a decir que abundaban los dinosaurios); que había tribus hostiles... Pero los rumores no detuvieron a los colonos. Al final, esta gran migración humana, concentrada en unas breves décadas de la segunda mitad del siglo XIX, adquirió un carácter epopéyico porque los peligros eran realmente muchos y reales, incluyendo la inimaginable distancia, el desconocimiento casi absoluto del territorio y la falta de guías, los desaprensivos que se aprovechaban de ellos y también, cómo no, un conglomerado muy diverso de tribus indígenas», destaca el experto.
La ciudad del «far west»,
la única verdad de Hollywood
A pesar de los múltiples errores históricos que se han generalizado en la sociedad gracias a la ciencia ficción norteamericana, Hollywood no lo hizo todo mal. De hecho, la mayoría de «westers» representan a la perfección como era la vida en los pequeños pueblos del salvaje Oeste.
El pueblo del Oeste en la Historia
A medida que los colonos y el ejército de los Estados Unidos se expandían kilómetros y kilómetros por el desierto a base de disparos y violencia, también se alejaban más de su hogar. Por ello, no pasó mucho tiempo hasta que, en medio de las estepas antes dominadas por indios, estos «rostros pálidos» crearon poblaciones en las que vivir, descansar, tomarse algún que otro lingotazo (en el bien conocido «Saloon»), y pasar una noche de desenfreno junto a una moza por pocos dólares. Estos minúsculos pueblos del oeste han quedado retratados a la perfección gracias a la factoría Hollywood, la cual ha hecho pasear a través de sus calles a vaqueros tan insignes como Clint Eastwood y John Wayne.
Las ciudades del oeste solían edificarse por iniciativa privada
«Los pueblos del Salvaje Oeste (en realidad, la inmensa mayoría, no más que aisladas aldeas) fueron surgiendo poco a poco por muy distintas razones: atender a ese continuo flujo de personas en camino hacia el lejano oeste; explotar los recursos que se fueron encontrando en aquellos nuevos territorios (minas, madera, ganado y caza); servir de puestos avanzados al Ejército y servir de asentamientos para los miles de trabajadores involucrados en la vertiginosa construcción de los ferrocarriles y en el masivo traslado de millones de reses hacia el más próspero y hambriento nordeste norteamericano», añade Doval.
El falso mito de los «sheriffs»
A la par que el oeste era colonizado por trabajadores que pretendían ganarse la vida buscando oro, transportando ganado o creando un pequeño negocio en las nuevas ciudades fronterizas, también aparecieron indeseables que, haciéndose expertos en el manejo de las armas, dedicaban su vida a atracar a los mineros, robar caballos o hacerse con los dólares que eran transportados a través de diligencias de una ciudad a otra.
Así pues, además de defenderse del ataque de los indios, los estadounidenses también se enfrentaron a estos nuevos bandidos, forajidos y cuatreros, unos nuevos enemigos que no dudaban en desenfundar si su codicia lo consideraba oportuno. Algunos de sus nombres, de hecho, son a día de hoy famosísimos gracias al cine.
Para meter en vereda a estos delincuentes, en las ciudades se eligieron todo tipo de representantes de la justicia que les obligaran a cumplir la ley. A día de hoy, se suele creer que el más famoso de ellos era el «sheriff», sin embargo, el cine se ha olvidado de dar visibilidad al resto de personas que, arriesgando sus vidas, velaban por la seguridad de los ciudadanos.
Así pues, la columna vertebral del cuerpo de «policía» en las ciudades era el «marshal», quien podía rodearse de una serie de ayudantes para poner a los forajidos tras los barrotes. La jurisdicción del «sheriff», en contra de lo que muestran las películas, era el condado, una región mucho más grande que la docena de casas que se pueden ver en las películas norteamericanas.
A nivel general (y en el último peldaño de esta pirámide de placas justicieras) se encontraban los «marshals federales», que podían actuar en todo el territorio y solían perseguir a desertores del ejército y ladrones de bancos. Finalmente, y tal y como explica Gregorio Doval en «Breve historia del Salvaje Oeste: Pistoleros y forajidos», en los lugares más apartados y menos poblados los encargados de mantener la paz eran los «rangers», policías montados en caballos que combatían tanto a los indios como a los bandoleros y ladrones de ganado. Aquí está pues, el primer patinazo de Hollywood.
La mentira de los duelos
Además del de los «sheriffs», otro mito muy extendido gracias a las películas norteamericanas es el que afirma que solían sucederse duelos armados en mitad de las calles de ls ciudades. Una gran mentira, según Gregorio Doval: «Los famosos duelos entre pistoleros profesionales en la calle principal de los pueblos del salvaje Oeste fueron una auténtica rareza. Un mito alentado por Hollywood. Los buenos pistoleros, como es lógico, no eran muy proclives a comprobar si su rival era aún mejor. Los malos, como es todavía más lógico, no querían demostrar su impericia. En realidad, los esporádicos tiroteos era protagonizados por tiradores emboscados y, a ser posible, disparando por la espalda».
De la misma opinión es José Luis Cabañas (propietario de la armería «San Huberto» de Madrid y experto en el manejo y uso de los revólveres). Según afirma, la pólvora de por entonces era de tan poca calidad que era absolutamente imposible que se sucediera un tiroteo de la forma en la que aparece en los largometrajes.
«En el Oeste, a una distancia de pocos metros no se solía dar al adversario. Esto se producía debido a que querían disparar rápido y apuntaban desde la cintura. Así conseguían hacer fuego a una gran velocidad, pero no tenían ninguna precisión. Además, la pólvora que usaban era tan mala que provocaba una cantidad de humo tal que, en un tiroteo, no se veían unos a otros. Al final, mataban más con escopetas de cañones recortados que con los revólveres, porque eran muy imprecisos. Su única finalidad era sacarlos y disparar rápidamente», señala Cabañas.
El acto de matar o morir en pos del honor personal ha estado presente desde siempre en todas las civilizaciones.
Algunos pistoleros usaban este espacio para introducir un billete de cinco dólares, que habría de cubrir el funeral en caso de ser abatido. Las razones para enfrentarse en duelo a menudo tenían que ver con mujeres, disputas o trampas en el juego. Con frecuencia ocurrían en los célebres saloons, donde la bebida solía encender los ánimos.
Billy el Niño, un bandido que no era tan letal
Hablar de las lejanas llanuras del Oeste americano, de sus ciudades y de sus armas, es hablar de los forajidos. Y éste término es, a su vez, sinónimo de Billy el Niño («The Kid», para los norteamericanos). Según la leyenda presentada por los largometrajes de Hollywood, este cuatrero era un imberbe cuando empezó a delinquir y robar diligencias y trenes. También ha pasado a la historia por su gran rapidez con el revólver y por haber acabado con decenas y decenas de sus enemigos antes de haber cumplido los 18 años. Sin embargo ¿Qué hay de verdad y qué de ficción en la historia de este ladrón?
Billy sólo mató a 20 personas (9 de ellas de forma probada)
«Otro ejemplo significativo de la exageración de las películas es lo que ha sucedido con un pistolero tan famoso y de leyenda tan negra como Billy el Niño, que murió violentamente a los 21 años. A Billy se le atribuyen “sólo” unas 20 muertes. No obstante, en realidad –y que se sepa de un modo cierto- sólo mató a unas nueve personas. Además, a ninguna en asesinato alevoso, sino al evadirse de la cárcel (y de la soga) o durante sus enfrentamientos con los matones a sueldo de los grandes empresarios ganaderos», completa Doval en declaraciones a ABC.
En este sentido, también ha sido exagerada las malas condiciones que debían soportar aquellos que viajaban al Oeste americano. Esto se debe a que, como bien señala el experto español, la vida en los pueblos de la llanura no era más dura que la que de aquellos que vivían en las viejas ciudades estadounidenses.
«También se ha ignorado el hecho histórico de que, en esos mismos momentos, el este norteamericano era mucho más peligroso y violento, con muchísimas más muertes por armas que el Oeste (un territorio, no lo olvidemos, por entonces prácticamente despoblado). Quien recuerde, por ejemplo, la película “Gangs of New York” sabrá a qué me refiero. En términos generales, el Oeste fue un territorio más de cazadores, pequeños agricultores y tenderos, que de pistoleros», finaliza Doval.
Los indios,
sin armas de fuego al principio de la lucha
Dos preguntas a Gregorio Doval
1 - ¿Fueron las armas las que derrotaron a los indios?
Hay que aclarar que la inmensa mayoría de los indígenas sucumbieron mucho antes por las plagas y el hambre que por las balas. Con un sistema inmunológico en absoluto preparado para resistir a las enfermedades que trajo consigo y esparció el “hombre blanco”, muchas tribus fueron diezmadas e, incluso, desaparecieron de la historia. Y cuando las autoridades estadounidenses de la época decidieron exterminar a los bisontes, sabían muy bien que, con ello, privaban a los indígenas de su principal medio de subsistencia. De hecho, buena parte de las tribus que luego han pasado a la historia (y que nunca fueron muy numerosas) no eran sino alianzas y amalgamas de los restos demográficos de las anteriores.
2 - ¿Usaban los indios fusiles y revólveres en las primeras fases de la conquista del oeste?
Al principio, no. Pero no hay que minusvalorar lo valiosos que son un arco y unas flechas en una guerra de guerrillas como aquella. Se tarda mucho menos en «recargar» un arco que un arma de pistón. Así que un arquero a caballo era una poderosa arma móvil y evasiva, difícil de contrarrestar. Por otra parte, en la segunda fase, la final, de las guerras indias, los indígenas ya contaban con rifles de repetición, con lo que, en ese sentido, las desventajas desaparecieron.
De cómo el Salvaje Oeste
era peor de lo que creemos,
pero las mujeres consiguieron
que fuera un lugar mejor
A pesar de lo poético del cowboy trotando hacia el sol del atardecer, lo seductor de la mirada entrecerrada de Clint Eastwood o lo divertido que era viajar a 1885 en Regreso al futuro 3, el Salvaje Oeste americano era un verdadero infierno. Sin embargo, un numeroso grupo de mujeres lo cambió todo para siempre… y no nos referimos a las bailarinas de Saloon. O casi.
Para que os hagáis una idea de lo peligroso que era vivir como un cowboy, tenéis que empezar a olvidaros de una vida de aventuras y duelos temerarios: el cowboy medio era un tipo con problemas con el alcohol que no confiaba demasiado en un sistema de justicia infradotado y profundamente corrupto.
Para que os hagáis una idea, los índices de homicidios del Oeste americano eran de 100 por cada 100.000 habitantes (al año) en Dodge City; 229 en Fort Griffin, Texas; o hasta 1.500 en Wichita. Índices que superan en mucho las cifras actuales, incluso en los barrios más peligrosos de las grandes ciudades, como Nueva York. Para que podáis establecer comparaciones, actualmente estos son algunos de los países con mayor índice de homicidios del mundo (registrados): Jamaica, por ejemplo, tiene 53,7 homicidios por cada 100.000 habitantes. Colombia, 52,7. México, 11,1. Rusia: 29,7. Sudáfrica: 69.
Estas cifras tan desorbitadas se debían, sobre todo, a la ineficacia de la ley. Por ejemplo, sólo en Texas se podían encontrar 5.000 hombres diferentes en carteles de Se busca. En el Oeste, si esperabas a que viniera un agente de la ley, estabas muerto: debías empuñar un arma y defenderte de los forajidos, los asaltadores de caminos o de los ladrones. Además, las peleas con muertos se desencadenaban por el motivo más nimio, desde una partida de cartas hasta una discusión con demasiado whisky de por medio.
Esta violencia no sólo se producía entre los cowboys, sino también entre leñadores, mineros o jornaleros itinerantes. Por ejemplo, en la ciudad minera de Bodie, en California, en plena Fiebre del Oro, encontramos índices de homicidios de 116 por cada 100.000 habitantes. En Benton, Wyoming, 24.000 (es decir, casi uno de cada cuatro). Como si en Benton estuvieran en plena guerra. Si no morías tú, probablemente morirían la mayoría de tus familiares y seres queridos.
Pero había otro motivo que propiciaba que en el Oeste hubiese cifras tan altas de homicidios, en comparación al Este, por ejemplo: la demografía. Esta región estaba poblada, sobre todo, por hombres jóvenes, solteros, que habían llegado hasta aquí en busca de fortuna. Este dato es importante porque la mayoría de la violencia en el mundo la cometen hombres con edades comprendidas entre los 15 y los 30 años. Los hombres de estas edades son los que más deben competir por la atención de las mujeres, como lo hace el pavo real desplegando sus plumas multicolores, y ahí entra en juego la psicología evolutiva, tal y como explica el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro "Los ángeles que llevamos dentro":
La violencia de los hombres, no obstante, está modulada por una regla de cálculo: pueden distribuir su energía a lo largo de un continuo que va desde competir con otros por el acceso a las mujeres hasta cortejarlas e invertir en sus hijos; un continuo que los biólogos a veces denominan “canallas frente a papás”. En un sistema social poblado sobre todo por hombres, la asignación óptima para un hombre es el extremo “canalla”, pues alcanzar el estatus alfa es necesario para vencer en la competición y condición sine qua non para conseguir una posición ventajosa en el cortejo de las escasas mujeres. (…) Sin embargo, el ecosistema que selecciona el escenario “canalla” tiene un número equitativo de hombres y mujeres y emparejamientos monógamos entre ellos. En estas circunstancias, la competencia violenta no ofrece a los hombres ventajas reproductoras, pero sí los amenaza con una gran desventaja: un hombre no puede mantener a sus hijos si está muerto.
Al sistema legal ineficiente y a la abundancia de hombres jóvenes bravucones, había que sumar otro factor no menos desdeñable: la omnipresencia del alcohol, que relaja el autocontrol. Las personas con inclinación a la violencia acostumbran a hacer uso de la misma cuando están bajo los efectos embriagadores del alcohol.
Pero entonces todo empezó a cambiar. Un nuevo factor se coló en la ecuación y los índices de homicidios bajaron asombrosamente. En este descenso nada tenía que ver un incremento de la lectura de la Biblia, ni tampoco un mejor sistema legal. El factor que lo cambió todo fue la llegada de más mujeres.
Una de las principales causas del enfrentamiento entre hombres era la escasez de mujeres, como se ha dicho, pero también había algo más: la psicología femenina frenaba en mucho el estilo bravucón a lo Eastwood.
La naturaleza detesta las proporciones sexuales desiguales, y a la larga muchas mujeres de ciudades y granjas del Este se desplazaron al Oeste siguiendo el gradiente de concentración sexual. Viudas, solteronas y solteras jóvenes buscaron fortuna en el mercado del matrimonio, alentadas por los propios hombres solos y por funcionarios municipales y comerciales que estaban cada vez más exasperados por la degeneración de sus antros en el Oeste. Cuando llegaron las mujeres, utilizaron su posición negociadora para transformar el Oeste en un entorno más adecuado para sus intereses. Insistieron en que los hombres debían abandonar las peleas y las borracheras por el matrimonio y la vida familiar, fomentaron la construcción de escuelas e iglesias, y cerraron cantinas, burdeles, garitos de apuestas y otros competidores en su lucha por la atención de los hombres.
En el Oeste americano, entre tiros, asaltos, apuestas, prostitutas y alcohol a granel, nacieron algunos de los primeros movimientos feministas, como la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza y el Ejército de la Salvación.
Con todo, puede que la idea de que las mujeres pacifican a los hombres, sobre todo vía matrimonio, os parezca retrógrada o sexista. Sin embargo, la moderna criminología ha convertido esta idea en estandarte. Además, el matrimonio incrementa la esperanza de vida del hombre, tal y como podéis leer en ¿Es saludable el celibato? Las ventajas de contraer matrimonio (I), (II) y (III).
Por otra parte, un célebre estudio que monitorizó a 1.000 adolescentes de Boston con bajos ingresos durante 45 años determinó que había dos factores que influían en si un delincuente pudiera evitar la vida criminal: un trabajo estable y casarse con una mujer que le importara, y mantenerla a ella y a sus hijos.
Ello no significa que debamos apostar por el modelo tradicional del matrimonio, ni siquiera de las relaciones interpersonales. Pero lo innegable es que el matrimonio ejerce un efecto positivo en las tendencias criminales.
Esta diferencia por sí sola no nos dice si el matrimonio aleja a los hombres del crimen o si los criminales profesionales tienen menos probabilidades de casarse, pero los sociólogos Robert Sampson, John Laub y Christopher Wimer han puesto de manifiesto que el matrimonio sí parece ser de veras una causa pacificadora. Si mantenían constantes todos los factores que típicamente empujan a los hombres al matrimonio, observaban que casarse conseguía realmente que un hombre tuviera menos probabilidades de cometer crímenes inmediatamente después.
VERDADES Y MENTIRAS DEL SALVAJE OESTE EN EL CINE
VER+:
Basada en la novela "A Mule for the Marquesa" de Frank O'Rourke. Fue Dirigida por Richard Brooks y Protagonizada por Lee Marvin, Robert Ryan, Woody Strode, Burt Lancaster, Jack Palance. Con la participación de Claudia Cardinale y Ralph Bellamy. Obtuvo tres nominaciones a los Oscar: Al mejor director, al mejor guion adaptado y a la mejor fotografía.
Hay dos tipos de personas en el mundo: los que necesitan ideales para vivir y los que no. En estos tiempos de «crisis de valores» y bienestar socioeconómico generalizado en las sociedades occidentales, los ideales han pasado a ser algo secundario para la mayoría de las personas. Nos limitamos a vivir y a que un día le suceda a otro, con toda la naturalidad y el sinsentido del mundo.
En 1966, una película de mucho realismo hablaba de estos temas. Se trata del western "Los profesionales", dirigido por Richard Brooks. Es un film de notable calidad que demuestra que se puede entretener sin caer en la apología de la vacuidad de la que hacen gala los blockbusteres modernos.
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