ÍTACA:
UN POEMA NOS RECUERDA QUE EL VIAJE
ES MÁS IMPORTANTE QUE LA META
El poeta griego de Alejandría Constantino Cavafis (1863 - 1933) nos habla sobre la importancia de disfrutar el camino, cualquier camino, y no sólo añorar el objetivo: una metáfora que puede extenderse a muchos procesos de nuestra vida.
Todos queremos volver a casa, a Ítaca, avistar desde el mar la isla en la que crecimos, volver a ver a la mujer que amamos y que nos espera hace tantos años. Por esta razón, la legendaria isla griega —hogar de Odiseo, Penélope y Telémaco— es la metáfora perfecta del propósito de la vida, de eso que nunca dejaremos de perseguir.
Las Ítacas pueden ser, entonces, casi cualquier cosa: podrían representar el proceso para lograr una meta o para recuperar algo que hemos perdido, incluso, podrían simbolizar el acto de transitar por la vida de principio a fin, para finalmente volver al origen. En un poema iluminador y sólo aparentemente sencillo, el poeta griego Constantino Cavafis habla sobre la importancia de disfrutar el camino hacia nuestra propia Ítaca (cualquiera que ésta sea), pues el viaje es mucho más delicioso que la llegada al destino final.
El poema Ítaca pareciera estar dirigido al héroe Odiseo durante su regreso a casa (el camino del héroe que simbólicamente transitamos durante nuestra vida), pero en su precioso y universal lenguaje nos habla a todos por igual, y nos obsequia gentilmente un consejo que pareciera simple pero que frecuentemente obviamos. Inmersos en una vida de prisas, de recompensas fáciles e instantáneas, es común olvidar que el camino, pensado también como cualquier clase de proceso, no solamente es lo que más puede enseñarnos, sino también lo más disfrutable. Ítaca “no tiene ya nada que darte”, asegura el poeta nacido en Alejandría, por eso es mejor llegar ahí viejo, habiendo vivido aventuras y experiencias.
Los Cíclopes, los Lestrigones y la fiereza del dios Poseidón no aparecerán en tu camino si mantienes un “pensamiento elevado”, asegura Cavafis; los peligros sólo surgirán si los llevas dentro, si tu alma los pone frente a ti. Con estas palabras, el poeta nos recuerda que en muchas ocasiones son nuestros propios demonios los que nos estorban en el proceso hacia alcanzar lo que deseamos (de ahí la importancia de convertirlos en aliados).
El pequeño y deslumbrante consejo contenido en el poema de Cavafis, uno con enormes implicaciones ontológicas, bien podría llevarse a los procesos más sencillos y cotidianos de nuestra vida con resultados sorprendentes e iluminadores; una práctica de esta naturaleza, como filosofía de vida, también podría relacionarse de manera profunda con la meditación, con el trabajo de mantener nuestra mente en el tiempo presente.
Nácar, coral, ámbar, ébano, las ciudades egipcias donde es posible aprender de los sabios y la emoción de ver un puerto por primera vez son sólo algunos de los tesoros que el viaje puede darnos, y es crucial estar atentos a ellos. “Ten siempre a Ítaca en la mente / Llegar ahí es tu destino. / Más nunca apresures el viaje.” aconseja Cavafis; en otras palabras, nunca olvides tu meta, pero disfruta el recorrido, porque ese es el verdadero secreto de nuestro breve tránsito por este mundo.
Ítaca
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Traducción: Pedro Bádenas de la Peña
Fotograma extraído de
Sunrise: A Song of Two Humans | F.W. Murnau (1927)
Adaptada del cuento "La Excursión a Tilsit" de Hermann Sudermann.
Hacia Ítaca, el camino será largo
y lleno de experiencias
La travesía ha empezado. Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. Kavafis, el alejandrino, mediterráneo y melancólico, dice también en su famoso poema que “Itaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte.”
Ulises, protagonista de la Odisea
El camino será largo y lleno de experiencias y aventuras. Ya no hay vuelta atrás. Los obstáculos serán insospechados y gigantescos. Ulises sortea todas las desventuras, disfruta con los enemigos que le tienden trampas por el camino, se ata al mástil para resistir el canto de las sirenas.
Será tan largo el viaje que, a lo mejor, Ítaca ya no tendrá nada que darle. Verá las vilezas de sus compatriotas, los engaños, las pruebas a las que someten a Penélope. Ulises es astuto y dio la solución a la larga guerra de Troya. Era un intelectual orgánico. Agamenon le pregunta cómo puede conquistar Troya e inventa la idea del caballo y no se preocupa del final que puedan tener los hijos de Príamo. Después, Ulises se dedica a navegar para regresar a Ítaca sin prisas, viviendo unas experiencias placenteras en las islas volcánicas del Mediterráneo.
Ulises vive la aventura en directo, en primera persona, con astucia y con inteligencia. Va llegando a Ítaca sin saberlo. Hasta que tropieza con la realidad que es tan dura como hostil.
Al final llega a Ítaca y triunfa. Hace justicia. Mata a cuántos le han sido infieles y son posibles enemigos. El final es feliz porque depende de él. La historia nos repite episodios en los que un héroe ha querido llevar a su pueblo a ciegas sólo por su prestigio personal o por su seguridad en conducirlo a zonas estables, prósperas y tranquilas.
El problema es que cuando la dificultad se agiganta y los hombres no ven la salida, se vuelven contra el guía que los conduce y le piden cuentas hasta más allá de su propia responsabilidad personal. Su éxito es de todos. Pero su fracaso también es colectivo.
Decía Antonio Fontán en una de sus célebres felicitaciones navideñas que “una masa embarcada en una aventura se torna muy peligrosa si el éxito no es acompañado gradualmente al esfuerzo. Porque la ilusión es una débil llama que apagan las contradicciones en el corazón de los hombres, y a los pueblos no se les puede exigir sacrificios colectivos: nunca los consuman; el heroísmo es una virtud extrema tan sólo de los individuos aislados”.
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
"la espina de una pasión;
"logré arrancármela un día:
"ya no siento el corazón".
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".
Antonio Machado
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