ESPAÑA CONTRAATACA
Pablo Victoria
DE CÓMO BERNARDO DE GÁLVEZ -SOLO- DERROTA AL IMPERIO INGLÉS EN NORTEAMÉRICA Y PRECIPITA LA INDEPENDENCIA DE LOS EE.UU.
Si os llegaren a preguntar, hijos míos, si sois inmigrantes, decid que sois repatriados, porque hacía tan sólo trescientos años que os habíais marchado...
INTRODUCCIÓN
Esta es una historia real y verdadera. Tan real, que no tiene muchos antecedentes en la Historia, falseada, como está, por las omisiones cómplices, los olvidos inocentes y las amnesias instigadas por los intereses creados de no abonarle a España nada que pueda exaltar su antigua grandeza. Esta es la historia de Bernardo de Gálvez y su generosa ayuda a la causa de la independencia de los Estados Unidos que inicialmente le reconoció su puesto en aquellos acontecimientos. Es también la historia de la ayuda material que España otorgó a la causa angloamericana, todo lo cual sumado, resulta más importante que la intervención francesa en su independencia, Lafayette incluido. Es más, la tesis central del libro es que sin esta colaboración de sangre y especie -de la que la misma Francia fue su beneficiaria- la Independencia de los Estados Unidos no habría sido posible. Fue definitivo que tanto el dinero donado por los españoles a la escuadra francesa que intervino en Yorktown, como el empuje hispano al sur de esa nación, hubiesen colaborado en distraer tropas inglesas que en caso contrario hubiesen contribuido a aplastar el levantamiento. La guerra en dos frentes se convirtió para Inglaterra en una tarea incosteable.
Sin embargo, la historiografía no habla sino de la participación de Francia en esta causa y los nombres de Lafayette, Beaumarchais, D'Estaing, Degrasse, Rochambeau y otros, son los que se asocian con aquellas luchas que originaron ese gran país que es hoy la única superpotencia mundial. Es posible que esta adulteración de los hechos se deba a la inmensa obra compilada en Francia que con motivo de la exposición internacional de París en 1889 decidió publicar la Imprenta Nacional de ese país, promocionada por Enrique Doniol e intitulada "La participation de la France a l'établissement des Etats-Unis d'Amérique" (1792) en cinco gruesos y famosos tomos convertidos en doctrina oficialista. España, al contrario, no hizo esfuerzo alguno por promocionar su participación comparable a tan monumental obra. De allí que sólo haya quedado en la memoria colectiva del mundo su participación indirecta, quedando en el olvido su valiosísima intervención directa.
Debemos también reseñar que, si bien Francia prestó su valioso concurso a los independentistas, no es menos cierto que Charles Gravier, conde de Vergennes y ministro de relaciones exteriores de Francia, olvidó todos sus proyectos de apoyo a los rebeldes angloamericanos cuando se enteró de que éstos habían sido derrotados en Long Island. Sólo volvió a activarlos cuando se presentó la capitulación de Burgoyne en Saratoga y las ayudas españolas presagiaban una intervención directa de España en la guerra. Tampoco debemos olvidar que fueron en gran medida las presiones españolas gestionadas por Don Pedro Abarca de Bolea, conde de Aranda -entonces embajador en París- las que determinaron que Rusia renunciara a una alianza con Inglaterra que le habría de proporcionar el envío de 20.000 hombres y diversos navíos para ayudar a sofocar la rebelión americana. Menos aun los 400.000 pesos que por suscripción pública se levantaron en La Habana, ni los 100.000 pesos que Francisco Saavedra desvió de los situados de Puerto Rico y Santo Domingo, ni el millón de pesos del tesoro de Veracruz, que se constituyeron en definitiva tabla de salvación para la escuadra del almirante de Grasse y el ejército de Lafayette, que no tenían dinero para sobrevivir. Estos dineros fueron los que, finalmente, hicieron posible que los franceses terminaran en Yorktown lo que Gálvez ya venía haciendo en las batallas de Natchez, Baton Rouge, Mobila y Panzacola. Ni ¡qué hablar de lo que el propio Gálvez entregó a fondo perdido de la hacienda de Nueva Orleáns para coadyuvar en esa causa independentista!
No sobra tampoco decir que la literatura disponible sobre Bernardo de Gálvez en lengua española deja mucho que desear no sólo por su escasez, sino por su baja factura. Tres de los libros que en español fueron leídos por este autor le dieron la definitiva impresión de que eran ejemplos de cómo jamás escribir una biografía sobre nadie; alguno de ellos presentaba mejor base documental que los otros dos, pero la falta de método biográfico y de rigor analítico y el desorden en el manejo de fechas y acciones, los hicieron difícilmente comprensibles o digeribles, amén de que el descuido lingüístico en por lo menos dos de los tres los tornó insufribles. No puedo decir lo mismo, sin embargo, del magnífico trabajo bibliográfico y documental que hizo Juan-Francisco Yela Utrilla en su libro "España ante la independencia de los Estados Unidos", extraído de su tesis doctoral para la Universidad Central de Madrid en 1922, donde se presenta una relación de hechos esencialmente políticos y diplomáticos que llevan a la confrontación militar. Debo mis agradecimientos a Fernando de Meer, quien puso en mis manos el aludido trabajo, valiosa fuente documental y analítica.
No obstante, este libro presenta algunas dificultades en la comprensión de las primeras ayudas monetarias de España y Francia a las colonias rebeldes y oscurece notablemente los hechos en torno a los dos millones de libras tornesas supuestamente aportadas de por mitad para tal auxilio. Hay otros trabajos igualmente meritorios que se circunscriben más a estos temas políticos, como el de Vicente Atard, "El Tercer Pacto de Familia", el de Mario Rodríguez, "La revolución americana de 1776 y el mundo hispánico", el de María del Pilar Ruigómez, "El gobierno español del Despotismo Ilusbrado ante la independencia de los Estados Unidos de América" que enmarcan la confrontación anglo-española en su contexto histórico. Pero el estudio biográfico de Bernardo de Gálvez, verdadero emancipador de las colonias anglo-americanas, brilla por su escasez en la literatura española.
No obstante, este libro presenta algunas dificultades en la comprensión de las primeras ayudas monetarias de España y Francia a las colonias rebeldes y oscurece notablemente los hechos en torno a los dos millones de libras tornesas supuestamente aportadas de por mitad para tal auxilio. Hay otros trabajos igualmente meritorios que se circunscriben más a estos temas políticos, como el de Vicente Atard, "El Tercer Pacto de Familia", el de Mario Rodríguez, "La revolución americana de 1776 y el mundo hispánico", el de María del Pilar Ruigómez, "El gobierno español del Despotismo Ilusbrado ante la independencia de los Estados Unidos de América" que enmarcan la confrontación anglo-española en su contexto histórico. Pero el estudio biográfico de Bernardo de Gálvez, verdadero emancipador de las colonias anglo-americanas, brilla por su escasez en la literatura española.
La guerra de independencia norteamericana fue el preludio de la guerra de independencia de los territorios españoles de ultramar. El libro de Indalecio Liévano Aguirre "Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia" provee abundante documentación sobre el alzamiento de los Comuneros y los conflictos sociales incubados en el Nuevo Reino de Granada, aunque con un marcado sesgo de análisis marxista; no obstante, la documentación en él encontrada me proveyó la prueba sobre el distanciamiento cultural que fue produciéndose entre peninsulares y criollos para formular mi tesis de que la Independencia de América se dio, más por razones de la forma verbal de hablar de los peninsulares, que del fondo ideológico que la sustentaba. Me explico.
Es posible que para muchos lo que diré a continuación no sea del todo entendible, pero la documentación disponible testimonia la percepción que se tenía del trato habitual de los españoles como duro y despectivo en la época (1781) en que ocurrió el alzamiento de los Comuneros en el Nuevo Reíno de Granada por razones económicas originadas en los altos tributos impuestos por la Corona. Sí los Derechos del Hombre, posteriormente enmarcados por la Revolución Francesa y las aspiraciones democráticas, fueron el polvorín, el trato interpersonal fueron pedernal y chispa que lo deflagró, pues la democracia como tal era suficientemente desconocida en Europa y en América. Luego, no había puntos de referencia o comparación. Más bien, lo que sí es comparable para cualquier hispanoamericano recién llegado a España es que se siente regañado casi permanentemente porque su gente suele hablar con tono fuerte y alto, emplear vocablos que en América sólo se emplean para dirigirse a los anímales o, que sí son empleados para los humanos, la intención es despectiva.
En Colombia a esto se le llama "hablar golpeado". Por ejemplo, "échese", o "túmbese", palabras habituales en España para dirigirse a las personas, o para describir situaciones como, "la señora está echada", sólo se emplean en Colombia (y en Améríca, en general) para referirse a los anímales. Así, los perros y las vacas se echan, en tanto que los seres humanos se acuestan. Y va otro más: que en Colombia las personas se "tumban", cuando se empujan con fuerza para hacerlas caer, como a las cosas, o a los árboles. Cualquier español que diga que la persona está echada, puede suscitar el rechazo o propiciar la ofensa personal. Sí a esto se le agrega el alto volumen de voz y la crudeza con que en España se habla, o la forma directa, aun imperativa, con que se suele hacer, es posible crear un ambiente comprensíblemente tenso en tierras donde no existe tal costumbre.
En Colombia a esto se le llama "hablar golpeado". Por ejemplo, "échese", o "túmbese", palabras habituales en España para dirigirse a las personas, o para describir situaciones como, "la señora está echada", sólo se emplean en Colombia (y en Améríca, en general) para referirse a los anímales. Así, los perros y las vacas se echan, en tanto que los seres humanos se acuestan. Y va otro más: que en Colombia las personas se "tumban", cuando se empujan con fuerza para hacerlas caer, como a las cosas, o a los árboles. Cualquier español que diga que la persona está echada, puede suscitar el rechazo o propiciar la ofensa personal. Sí a esto se le agrega el alto volumen de voz y la crudeza con que en España se habla, o la forma directa, aun imperativa, con que se suele hacer, es posible crear un ambiente comprensíblemente tenso en tierras donde no existe tal costumbre.
Resulta fácil observar en sitios de reunión pública, como en bares y restaurantes, que posiblemente en ningún otro país se hable con tan alto tono de la voz, se golpeen con tanta fuerza los platos, se arrojen tantos "tacos" y blasfemias y se haga tanto estropicio como en España. Todo esto produce la frecuente impresión de fuerza o agresividad. Lo que no está perfectamente averiguado es sí setecientos años de guerra contra los moros y trescientos contra los europeos determinaron ese crudo lenguaje, más propio del cuartel que de la vida civil y que hizo más que las logias masónicas en ir distanciando a americanos de españoles. El momento llegó en que para la aristocracia criolla las percepciones del maltrato verbal por funcionarios de segunda categoría se hicieron insoportables. Esto se hizo más patente a medida que la Corona, en tiempos de Carlos III, reversaba la política de contratar funcionarios locales por la de enviarlos ya nombrados desde Madrid. No se contó con que tras la apariencia del trato amable de los americanos, se escondía la misma valentía de los españoles para enfrentar el conflicto armado. Bastó una chispa para prender una guerra fratricida en la que ambos, España y América, salieron perdiendo. El venezolano Miranda fue pieza clave en este distanciamiento, y ello queda registrado en esta obra.
Los hechos que se narran en este libro son, pues, todos reales y se ha tenido cuidado en seguir fielmente los documentos disponibles, tales como cartas de los propios protagonistas Bernardo de Gálvez, José de Gálvez, Juan Manuel de Cagigal, o diarios como los del general Solano, el Diario de Navegación del capitán José Calvo de Irazábal, el Archivo del General Miranda, y diversos documentos históricos que reposan en el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional, el Archivo de Simancas, el Archivo de la Marina, el archivo del Long Island Historical Society, Publications of the Louisiana Historical Society, Sociedad Histórica de Panzacola, United States Printing Office y diversas otras referencias bibliográficas.
Los diálogos empleados son hechos probables deducidos de los propios documentos, cartas y referencias varías y, aun, sacados del propio material disponible. Entonces, todo, en general, está asistido por la verosimilitud y cercanía de la narrativa a los hechos concretos. Lo demás es lo que ha salido de la pluma del autor para intentar adornar literariamente una historia que, de lo contrario, sería una estricta biografía, un tanto árida y desnuda de las inmensas posibilidades que tiene la vida real de los hombres. Por esto es entendible que la muerte de Gálvez sea atribuida a la perforación de una úlcera intestinal, a juzgar por los síntomas que padeció en varias oportunidades; por eso también son comprensibles los presagios, las supersticiones y aun el acendrado catolicismo del que hacen gala los soldados españoles en una época en que, y esto es perfectamente verídico, se hacía «toque de oración» en medio de las batallas. Y por esto, finalmente, la confesión que Gálvez hace en el lecho de muerte está sustentada en el encubrimiento al que se presta para favorecer a su amigo Cagígal de un juicio más severo que contra él habrían podido hacer las autoridades españolas por el delito de contrabando y por no haber denunciado las andanzas conspiratorias de Miranda.
El libro tomó muchos meses y esfuerzos de investigación y cotejo de documentación; pero una vez cernida ésta en el tamiz del criterio evaluador, escribirlo fue, sin duda, una tarea divertida a la vez que estimulante. Ante todo, porque me impulsó el sueño imposible de saber que España, en esta cima gloriosa de su historia, habría podido alcanzar con sus territorios de ultramar una mancomunidad política y representativa sin que hubiese llegado la circunstancia del rompimiento definitivo y la posterior decadencia que a unos y a otros aconteció en el decurso de tales y posteriores eventos. Seguidamente, porque este libro es una continuación natural de mí anterior, "El día que España derrotó a Inglaterra " y será, posiblemente, el previo al final de una trilogía que habrá de empatar la Independencia hispanoamericana con algunos de los protagonistas de la presente narrativa.
En general, las frases que van cerradas por corchetes («») provienen de una suposición personal fundamentada en hechos, documentos o circunstancias relevantes; en cambio, aquellas cerradas por comillas ("") son citas rigurosamente extraídas de los documentos disponibles; similarmente, algunas de las conversaciones de los protagonistas han sido parafraseadas de fuentes documentales. Descubro, pues, al lector los datos históricos tal y como ocurrieron y dejo a su juicio la responsabilidad de evaluar quien en mayor grado contribuyó a que los Estados Unidos hubieran adquirido vida independiente, sí Gálvez o Lafayette, sí Francia o España.
Finalmente, quiero agradecer de manera especial a mí compatriota y amigo Enrique Bayer por ser el más experto cazador de gazapos que haya conocido y, en esa calidad, por haber oportunamente cazado todos los que salieron de mí pluma. Los que quedaron fue por pura testarudez mía.
VER+:
La deuda de EEUU con Bernardo de Gálvez (Pablo Victoria)
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