EL ASTROLABIO
NAVEGANDO EN TIEMPOS REVUELTOS
HACER JUSTICIA
Rita Barberá no se merecía este final. Jamás predicaré la impunidad de los poderosos, pero sí la presunción de inocencia, además de criticar el acoso mediático al que se somete de manera muy singular a los políticos. De paso, no estaría mal que esa sensibilidad inquisitorial que acompaña a esta España del populismo rampante intente ayudar a la Justicia a trabajar en condiciones de normalidad, alejada del precipicio que no pocas veces rodea, con más de un juez bajo sospecha. Se evitaría así que la investigación de los hechos se convierta en carnaza de programas tomateros que, antes de conocer sentencia alguna, dejan destruidas a las personas afectadas.
La luz cegadora de la corrupción nos está llevando a equivocarnos en nuestra mirada y en nuestras buenas intenciones, hasta proyectar como un estercolero la que debería ser la más noble de las dedicaciones. Al final de la vida, solo queda lo que quisimos y lo que nos quisieron. Rita quiso mucho, ya no sé si la quisieron tanto. Más allá de los inevitables errores de cualquier ser humano, no se ha hecho justicia con ella.
La mujer coraje de la derecha
Su pasión era Valencia y sus relaciones con los líderes del PP, estupenda. Fraga, Aznar y Rajoy la admiraban y respetaban. La historia de la Comunidad Valenciana y del PP no puede escribirse sin su nombre.
Muy poca gente lo sabe. Pero en aquel año de 1987, cuando José María Aznar era presidente de la Junta de Castilla y León, una mujer valenciana de nombre Rita Barberá Nolla llegó a Valladolid para verse con el entonces número dos del gobierno autonómico, Juan José Lucas. Venía con el predicamento de Manuel Fraga, que acababa de renunciar a Isabel Tocino como sucesora, tras la reunión en la localidad gallega de Perbes liderada por Federico Trillo, Rodrigo Rato, Paco Álvarez Cascos y el propio Lucas. Después de esa expedición, conocida como la de los «Cuatro jinetes del Apocalipsis», el PP iniciaba su refundación hacia el centro-derecha político español. «Vengo a daros mi trabajo para ganar votos en Valencia», le dijo Rita a Lucas, que sería vicesecretario del partido y la nombraría nueva jefa popular en Valencia. Así se escribe la historia de quien fue el estandarte absoluto del PP en el Ayuntamiento de Valencia durante veinticuatro años. Cuando hoy, el vicepresidente del Senado Juan José Lucas lo recuerda, su definición es clara: «La mujer coraje de la derecha española».
Es el suyo un perfecto retrato de Rita Barberá, muerta por sorpresa en la soledad de un hotel. Según su entorno familiar, el poco que aún le quedaba, hace días que estaba abatida y muy triste. No tanto por su comparecencia ante el Tribunal Supremo, donde tenía a gala defender su inocencia, sino por el enorme vacío que le habían propinado durante la apertura de la legislatura. «Margui, ya ni me saludas», le dijo a José Manuel García-Margallo en el Congreso, ante la indiferencia de sus compañeros. Fue el comentario general de muchos testigos en ese acto solemne, máxime ante el miserable comentario de Pablo Iglesias y su «profundo asco» por el hecho de que Barberá participara en el besamanos del Rey. Aquello, según su familia, la dejó muy tocada. Le habían aconsejado que no fuera, que pasara de todo y de todos. Pero ella, segura de su proceder inocente, acudió y quiso mantener su papel institucional hasta el final.
Alabada y admirada, repudiada por aquellos que todo le deben. Es la dolorosa reflexión de algunos dirigentes en el PP, los escasos que en público aún la defendían y a los que tal vez ahora «les pese la conciencia», admiten en su entorno. Con independencia del proceso judicial, nadie puede negar que Barberá fue sometida a un sangrante linchamiento político y mediático. «Peor que a cualquier terrorista», dice uno de sus familiares directos en estas luctuosas horas. La sombra de esos mil euros, base de su supuesta condena, causa estupor y risa ante otros casos de corrupción. Los leales a los que aupó y otorgó un poder omnímodo en el PP y el Ayuntamiento de Valencia le dieron la espalda. La mejor regidora, la que abarrotaba el Campo del Mestalla y a quienes hacían la pelota hasta la saciedad en el balcón de las mascletás falleras, era una apestada en sus propias filas. Aceptó, tras una dura conversación personal con Mariano Rajoy, dejar la militancia del partido al que había entregado su vida. Se marchó al Grupo Mixto pero era el colmo lo último que la esperaba: unas huestes de Podemos pensaban instalar unas barricadas para impedirle el acceso a la Cámara Alta. Nadie podrá nunca negarle que ha sido la mejor alcaldesa de Valencia y la más popular de España. Que puso a su ciudad en primera línea con un vuelco de modernidad. Que fue una de las fundadoras del partido desde que de la mano de Fraga llegó a las filas de Alianza Popular. Y que su figura política era admirada durante los veinticinco años que estuvo al frente de la Ciudad del Turia. Pero todo este capital político se derrumbó de cuajo en medio de un acosador horizonte judicial. Las presiones eran ya tremendas y el ambiente irrespirable. Por ello, con un sentimiento de rabia y dolor, Barberá dijo adiós a 40 años de militancia en el partido al que consagró su vida y decidió mantenerse en el Senado. Pero tampoco ello bastó para dejarla tranquila. Se había convertido en una especie de «bestia negra» entre el rencor de los adversarios y la pavorosa indiferencia de los suyos.
La historia de Valencia y del PP no podrá nunca escribirse sin el nombre de Rita Barberá Nolla. Hija de Carmen Nolla, perteneciente a una conocida familia de ceramistas e industriales de la tierra, y del prestigioso periodista José Barberá, la «Ritona» como la llaman en familia, creció bajo el olor a tinta de los periódicos. Su padre fue director de cabeceras como «Levante», «Hoja del Lunes», «Jornada» y estuvo al frente de la Asociación de la Prensa valenciana hasta su muerte. El periodismo corría por sus venas y le inculcó el interés por la política. No obstante, cuando llegó la hora de escoger carrera se decantó por Económicas. Segunda de cuatro hermanas, en su familia reinaba un matriarcado que le forjó su carácter fuerte y extrovertido. «Soy muy mandona», decía esta mujer que amaba su ciudad por encima de todo.
Durante algún tiempo, Rita ejerció de periodista y colaboró en varios medios escritos y en la radio. Su inquietud por la cosa pública la llevó a militar en Reforma Democrática, germen de la futura Alianza Popular fundada por Manuel Fraga. Fue diputada en las Cortes Valencianas, conoció a Aznar cuando éste era secretario de Autonomías y, al llegar a la presidencia de Castilla y León, empezó una carrera fulgurante que la llevaría al Ayuntamiento de Valencia en 1991 y cabeza emergente del partido en esas tierras. Desde entonces nunca lo abandonó, pese a que su nombre sonaba con fuerza en ocasiones para dar el salto a la política nacional. Ella jamás se lo planteó. La alcaldesa era una piedra más de la urbe, con su perfil callejero y enérgico. Para sus devotos era un mito municipal y para sus adversarios una mujer autoritaria. En todo caso, una política de primera indiscutible.
Siempre se definió como liberal y gobernó el consistorio con mano de hierro. Su figura oronda y campechana visitaba mercados, recibía vecinos, aplastaba dialécticamente a la oposición y emergía con furor en las fiestas populares de las Fallas. En el año 1995 fue presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), en sustitución de otro alcalde mítico, el socialista de La Coruña Paco Vázquez. Con una personalidad tan fuerte como la suya, ambos sellaron el relevo con un beso que acaparó todas las portadas. Para Rita, un buen regidor estaba por encima de ideologías y sólo se debía a su ciudad. Su pasión era Valencia y sus relaciones con los líderes del PP estupenda. Fraga, Aznar y Mariano Rajoy la admiraban y respetaban. Y todos ellos la arropaban en el balcón del ayuntamiento durante la Mascletá de las Fallas. Era una mujer imbatible con todo su tiempo dedicado a Valencia y a la que ninguno de los presidentes autonómicos, Eduardo Zaplana y Francisco Camps, la tocaban un pelo. El poder municipal, el único que ambicionaba, era suyo por derecho.
Pero el destino ha sido cruel y el calvario judicial se cebó con ella. El ocaso de Rita Barberá fue lento pero implacable. Mujer de costumbres sencillas, sin cambiar de casa ni de coche, se vio inmersa en una trama de corrupción y blanqueo de capitales, que muchos atribuyen ahora a deslealtades espúreas. Defendió su inocencia y se resistió dimitir como una leona, pero su corazón no aguantaba más. En los últimos días, los mensajes a su móvil eran terribles y vagaba por Madrid, junto a una de sus hermanas que vino para hacerle compañía, como alma en pena. Quienes estuvieron bajo su mando y la adulaban con reverencia, la señalaban con el dedo acusador. Aquellos que le debían todo, deseaban arrastrarla en su desdicha. Es la suya una historia de poder inmenso y terrible agonía. El día que dejó el carnet del partido que ella fundó se vino abajo. Y la gota final fue el despego de ese Congreso vacío en torno a su persona.
El día que Fraga decidió desechar a Isabel Tocino como sucesora y optar por Aznar comentó algo a sus leales: «Queridos amigos, la política está hecha de halcones y garzas, hoy me queda sólo una, Rita Barberá». Sobre su persona quedarán siempre la ingratitud y las sospechas de juego sucio. Triste final para quien fue una incansable trabajadora, una gran regidora. Y desde luego, la última «garza real» de una derecha española cainita y cobarde.
La mujer a la que nunca
le paró el corazón
Su último mensaje fue a la 01:54 de ayer. Un amigo íntimo recordó que Carme solía decir «que iba a morir así. Sin enterarse de nada».
¿Qué tal se come en El Tomate? Así sorprendí a Carme Chacón el 21 de febrero de este año. Estaba comiendo con una amiga cerca de su despacho. No entendió por qué sabía yo que estaba comiendo en ese restaurante. Lo que ella no sabía es que su amiga tiene una hermana, y esa hermana es amiga mía. ¡Qué pequeño es el mundo!, contestó con emoticonos de risas. Un mes más tarde, le pedía una entrevista para LA RAZÓN. El motivo, las primarias socialistas. Estuvo amable como siempre a pesar de declinar la invitación: «No mi amor. I am out», y más emoticonos. Está vez besos.
Conocí a Carme Chacón hace muchos años. Compartía un mitin con José Montilla y Lorenzo Palacín, entonces alcalde de su pueblo, Esplugues de Llobregat. Era un mitin de esos de domingo por la mañana en una precampaña de municipales. Tenía una cardiopatía desde hace muchos años. Su corazón no era impedimento. No le paraba. Incluso cuando se quedó embarazada. Cuando fue nombrada Ministra de Defensa, reunió en un restaurante de Madrid a un grupo reducido de compañeros. También estaba en ese encuentro, Miguel Barroso, su marido. Llegó tarde. Mientras esperábamos, los comensales charlábamos de la situación política. Zapatero había ganado de nuevo las elecciones de 2008 y los pasos del nuevo gobierno eran objeto de nuestra conversación. Carme llegó, se sentó, y nos espetó sin esperar demasiado: «Me voy a Afganistán». La cara de los presentes debía de ser todo un poema, porque ella nos explicó con todo lujo de detalles que lo tenía todo preparado para el viaje. Médico incluido. Ahí me enteré de su enfermedad. Nos tranquilizó ella. Nosotros intentamos convencerla de que no era buena idea. No tuvimos demasiado éxito.
Antes de llegar a ese momento, Carme había aguantado estoicamente una campaña electoral. Iba de acto en acto, sin cancelar ninguno, a pesar de que en más de una ocasión quienes la acompañaban explicaban que habían parado aquí y allá para reponerse. «Si tú no vas, ellos vuelven», decía aquel eslogan electoral al que ella puso cara en Cataluña. Tuvo el mejor resultado del PSC en su historia: 25 diputados.
Era una forofa del Barça. Le encantaba ir al campo a ver a su equipo. En pleno proceso congresual, en el que se enfrentó con Alfredo Pérez Rubalcaba, acudió de incógnito a ver un partido con el Betis. Su compañera en el campo, su amiga y su compañera de múltiples cuitas, Susana Díaz. Y con Susana se la vio en su último acto de partido, acompañándola en la presentación de su candidatura a las primarias socialistas. En esos días, también acudió a un acto institucional, al homenaje del ex Ministro del Interior, José Antonio Alonso. Allí orquestó con los antiguos ministros de Zapatero y con el propio ex Presidente un encuentro para cenar en próximos días.
No ha podido ser, porque su corazón le ha dado el alto. Su último mensaje fue a la 1.54 de la madrugada. Le gustaba trasnochar. Veía la televisión, pero sobre todo leía. Un amigo íntimo de Carme me decía «ya lo decía ella. Que iba a morir así. Sin enterarse de nada». Tenía 46 años, estaba en la flor de la vida. Trabajaba en un despacho de abogados en Madrid, reinventándose tras salir de la primera línea de la política, y seguía dando clases en Miami. Le gustaba Florida y estaba apasionada con su actividad docente. De hecho, volvió esta semana de Estados Unidos.
El socialismo español ha perdido a una persona sin la que no se puede explicar la historia reciente. Fue candidata a la secretaria general y siempre estuvo al pie del cañón. No tuvo reparos en dar un paso atrás si consideraba que no era su momento. La última vez fue en las últimas elecciones. No quiso liderar la lista del PSC por Barcelona una vez más, porque no quería dejar tirados a algunos de sus colaboradores. No se aferró al sillón, como tampoco lo hizo cuando Rubalcaba la condenó a ser diputada rasa sin ningún tipo de papel. «No estoy para calentar la silla», me dijo en aquellos días. Para Carme, lo más importante era la dignidad en la política. Un beso, estés dónde estés.
Misión, visión y valores
Mensaje de la Presidenta
Soy Carmen Avendaño, Presidenta de esta entidad desde su creación, en 1999, y llevo desde los años 80 luchando activamente contra los efectos de las drogodependencias.
Comencé a participar en asociaciones vecinales y me convertí en la voz de muchas otras madres que llevan en silencio su propia tragedia, desde que dos de mis cinco hijos cayeron en las redes de la heroína. Hoy siguen vivos, y manteniendo una vida normalizada, pero hay muchos otros que no tuvieron esta segunda oportunidad. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a la reinserción, y por eso sigo trabajando para lograr la incorporación sociolaboral de las personas más desfavorecidas, no sólo por la problemática de las drogodependencias, sino por otras múltiples causas.
Nuestra razón de ser (Misión):
Trabajar para que las personas más desfavorecidas consigan su mejora social, laboral y de vida, a partir del acercamiento a la red asistencial o acceso al empleo, ofreciendo servicios de información, sensibilización, orientación, formación e intermediación con los distintos agentes sociales de nuestra comunidad, y con la participación de un equipo multidisciplinar de profesionales implicados plenamente en dicho objetivo.
A dónde queremos llegar (Visión):
A ser una entidad:
Que promueva aquellas acciones que, respetando las disposiciones legales existentes, fomenten la formación profesional, ocupacional y prelaboral, la reeducación, la incorporación social y laboral y alfabetización de las personas pertenecientes a los colectivos más vulnerables de la sociedad.
Que atienda las situaciones de emergencia de las poblaciones más desfavorecidas.
Que siga desarrollando actividades y programas innovadores que permitan la integración de las personas.
Comprometida con la calidad y la excelencia.
Referente en su funcionamiento tanto para nuestro colectivo de atención y nuestros grupos de interés como para la sociedad en su conjunto.
Con qué nos identificamos (Valores):
Compromiso con las personas: respeto a la dignidad de las personas, ofreciendo igualdad de oportunidades, defensa de derechos y capacidad de elegir.
Rigor profesional: ser una entidad útil, honesta, transparente en la gestión, dispuesta a mejorar y abierta a innovar.
Trabajo en equipo y espíritu de colaboración: con equipos multidisciplinares que colaboran estrechamente para dar una cobertura integral al usuario/a.
Independencia: actuar con libertad en el desarrollo de su misión sea cual sea la coyuntura política, social y económica.
Compromiso ético: cumplir con su misión y ser leal a sus valores y posicionamientos ideológicos.
Coherencia: ser una entidad respetuosa y coherente con su misión, sus valores y su cultura, con su articulación orgánica, con las personas de la organización y con sus grupos de interés.
Adaptabilidad: estamos en un proceso abierto y constante de análisis de la realidad de todos los grupos de interés implicados en nuestro proyecto para procurar la adaptación de nuestros programas y actividades en función de la necesidad existente en el entorno.
Una mujer contra la desesperanza
Su rostro, sus palabras, su caminar cansado pero decidido, son un recorrido casi perfecto desde el drama a la esperanza. Esta madre contra la droga, voz de muchas otras que llevan en silencio su propia tragedia, lleva 24 de sus 59 años en lucha contra el narcotráfico gallego. Desde que uno de sus cinco hijos, todos varones, con 14 años, cayó en las redes de la heroína. Hoy, ese hijo tiene 38 y sigue vivo. Todo un triunfo si ella mira a su alrededor. "Está así, un paso adelante y otro hacia atrás, ahora disfruta de un periodo más o menos bueno", explica esta mujer, hoy radiante vestida de blanco. Ha viajado a Madrid para estar junto al equipo de Heroína, el filme que, dirigido por Gerardo Herrero, ha llevado al cine por primera vez una pequeña parte de su vida, de sus sentimientos y de las reacciones de la familia. Junto a Heroína, que se estrena el próximo viernes, llegará también a las pantallas el documental Ni locas, ni terroristas, realizado por Cecilia Barriga y que, a través de entrevistas y testimonios reales, va destapando una y otra herida, pero también una y otra alegría. Un filme de ficción basado en la realidad y un documental rodado con los protagonistas verdaderos, madres, padres y hermanos, a los que el destino fatal les cambió tanto la vida.
"Yo soy fuerte, pero cuando caigo, es verdad que en pocas ocasiones, caigo tan hondo... Y es en ese momento cuando Jaime asume mi papel"
Cuando, hace unos días, la productora de Heroína hizo una proyección privada en Galicia para la familia de Carmen, la mujer de su hijo mayor, Alberto, le preguntó a su marido: "¿Pero todo eso es verdad?". Y él contestó: "Todo es cierto, pero es sólo una décima parte de toda la verdad que vivimos". El pequeño, Rubén, confiesa abiertamente en el documental: "Mientras las madres de mis amigos se preocupaban de darles la merienda, la mía sabe Dios qué estaría haciendo. La entiendo y la comprendo. Ella se volcó más con mis hermanos. Yo soy el pequeño y he vivido marcado por todo ello, pero tuve una infancia muy feliz, o así lo recuerdo".
Familia unida
Mujer luchadora desde sus tiempos en el barrio obrero de Lavadores, en Vigo; militante del PSOE de toda la vida -"mi abuela me decía: 'Pero ¿dónde vas a militar tú, si todos somos socialistas?"-, no se considera ni una heroína, ni una madre más sufridora que otras. Muchas cosas la compensan. "Tengo una familia estructurada, hemos logrado que la familia, aun pasando momentos muy difíciles, no se rompiera, como les ha pasado a tantas. Hay tantas familias que han abandonado, que se han quedado en el camino de puro sufrimiento, como Fina y muchos otros". Es sólo en ese momento, cuando pronuncia el nombre de Fina, cuando los ojos de Carmen se nublan de lágrimas, lágrimas que se traga. Fina es esa amiga, fallecida de un ataque al corazón a los 54 años, con dos hijos heroinómanos, uno todavía en la cárcel y otro más o menos recuperado, que un día, viajando en el coche con Carmen, se echó a llorar desconsolada y le dijo que tenía miedo de quedarse sola en la vida. Carmen no está sola. Ahí al lado está Jaime, su marido, un hombre alto y elegante que espera paciente a que su mujer termine la entrevista. "A mí me apagó, Mari se levantó", confiesa Jaime en Ni locas, ni terroristas, recordando el problema de su hijo. "Eso es una verdad a medias", reclama Carmen. "Yo soy fuerte, pero cuando caigo, es verdad que en pocas ocasiones, caigo tan hondo... Y es en ese momento cuando Jaime asume mi papel. Yo soy más decidida, más extrovertida, más espontánea, pero él también es fuerte aunque no lo parezca. Siempre ha estado ahí. No sé qué haré si un día me falta".
No fue fácil convencer a Carmen de hacer una película sobre su vida. "Estás tolo",le dijo a Pancho, el productor de Continental, la primera vez que le habló del tema. "Mi problema [utiliza esa palabra, 'problema', para referirse a la drogadicción de su hijo] lo abordé siempre desde el punto de vista globalizado. Todo el mundo sabe que tenemos el problema, pero nunca lo quise personalizar, porque me parecía que era una forma muy poco efectiva de afrontarlo. Me costó mucho trabajo decir que sí, pensé que le podía perjudicar a mi hijo. Ángeles González Sinde [la guionista] estuvo mucho tiempo en mi vida. Escribió hasta ocho guiones, porque la idea que tenían inicialmente era la de hacer una película sobre una familia víctima de una tragedia y sus consecuencias, y yo lo que quería transmitir, aparte de esa realidad familiar, era la importancia del movimiento organizativo y también la de resaltar que fue en Galicia donde comenzamos la lucha, porque nos sentimos muy orgullosos de que toda esa lucha partiera de familias gallegas".
Orgullo gallego
Orgullosa debe de sentirse. Con tres nietos y otro a punto de nacer, portavoz de Erguete (Levántate, en castellano), que engloba a 33 organizaciones gallegas y 10.000 familias asociadas, Carmen sí se siente identificada con el personaje que interpreta la actriz Adriana Ozores en Heroína. Hay incluso una escena, que no quiere descubrir porque asegura que es un momento muy íntimo, en la que las dos veces que Carmen ha visto la película no ha podido evitar el lloro. "Es una herida que todavía me sangra", confiesa.
Convaleciente de una anemia complicada -"hace cinco años creí que no me salvaba"-, Carmen echa una mirada atrás y ve muchos logros. "Soy una mujer optimista, hace años nos consideraban cuatro locas que hacíamos manifestaciones muy llamativas. Hoy, si haces un poco de historia y miras atrás, te das cuenta de que las utopías se pueden realizar, que son difíciles y duras, y que hubo gente que se cansó y abandonó, y otros, muchos, murieron por el camino, pero nos hemos dado cuenta de que no hay nada más efectivo que las organizaciones serias y constantes". Ahí está el triunfo sobre un símbolo de una riqueza que no se puede justificar honradamente, el Pazo de Bayón, ese mastodóntico y hortera palacete propiedad de Laureano Oubiña en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) que ha sido embargado a su propietario. Carmen y otras madres, como Sara o Dora, lloraron y rieron el día que se consiguió.
UN CAPITÁN TRUENO
EN LAS PROFUNDIDADES DEL MAR
CARMEN ES UN EJEMPLO MÁS.
Hay muchas madres en su misma o peor situación. Y muchas familias. Como la de Dora, con la que se cierra el documental Ni locas, ni terroristas. Dora, su marido y sus cinco hijos, cuatro de ellas chicas. Las cenizas del sexto hijo, Esteban, heroinómano, reposan ya en las profundidades del mar, cerca de la playa donde corría con la capa del Capitán Trueno. "Para mí son los últimos recuerdos de él sano", explica una hermana. Sandra, la pequeña, no es capaz de hablar sin que se le quiebre la voz. "Mi padre entraba en la habitación y me decía que no me preocupara. ¿Cómo no me iba a preocupar con tantos portazos, gritos y amenazas? Yo no sabía lo que pasaba", termina Sandra sollozando. Otra de las hermanas confiesa: "Yo me metía en el baño y no quería salir. Lo que quería era meterme en la cama, y si no me despertaba, mejor". Y otra vez Sandra: "Él me robó algo de mis padres. Él sí tuvo la oportunidad de conocerles". El hermano varón, de pelo muy cano: "Pienso en él todos los días. No hablas de todo ello con nadie con la suficiente profundidad. No buscas el porqué y cómo pasó. Lo más frustrante es la impotencia". "Triste vida porque a los cuarenta se me truncó", confiesa Dora ante la cámara. La vida plena, el paraíso al que se refiere el padre de familia, queda atrás, muy atrás. Sólo, dice, queda la esperanza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de mayo de 2005
La lucha que cambió
la sociedad gallega
Las ‘históricas’ presidentas de los colectivos Érguete, Renacer y Antonio Noche advirtieron en un foro en Ribeira: “Estamos mal acostumbrándonos a convivir con la droga”
La asociación antidroga Renacer de Ribeira cumple 25 años, un período de tiempo lo suficientemente prudente como para echar la vista atrás para repasar los logros, pero también para mirar al horizonte en busca de retos. Para conmemorarlo, Renacer celebró ayer un ciclo de jornadas dirigidas a técnicos del ámbito de la prevención de las drogodependencias y miembros de instituciones y asociaciones.
El colofón fue una mesa redonda en la que participaron las presidentas de la Asociación-Fundación Érguete de Vigo, Carmen Avendaño; de la Asociación Antonio Noche de A Coruña, Rosa Otero; y de Renacer, María González. Tres mujeres con una larga dedicación a sus espaldas y que representan a tres colectivos que contribuyeron a transformar la sociedad gallega con su lucha contra la droga y su trabajo en la concienciación, la prevención, la información y la asistencia.
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