"Historia de un Oso"
entró a la historia del cine chileno al conquistar el Oscar a Mejor Cortometraje Animado, en la edición 88 de los premios de la Academia.
La historia, entonces: hay un oso triste y solitario, que construye un mágico diorama con sus propias manos como un intento de recordar la vida feliz de antaño, con su esposa y su hijo, antes de que un circo lo arrancara de su hogar y lo hiciera trabajar por la fuerza y pasar una vida miserable. Hasta allí, la descripción que haría un niño que ve la cinta, a la vez tierna y conmovedora y técnicamente virtuosa.
Pero el cuento que Osorio quiso contar a través de su oso es bastante menos literal. "Tiene que ver con el exilio de mi abuelo. Se tuvo que ir a Inglaterra en 1975, antes había estado dos años en prisión", relata Osorio a BBC Mundo. Leopoldo Osorio – militante del Partido Socialista, concejal de la comuna de Maipú y secretario del derrocado presidente Salvador Allende- fue detenido en 1973, con la llegada del régimen militar de Augusto Pinochet. Tras la cárcel y una estadía en México, recaló en Reino Unido donde vivió exiliado diez años. Se volvió un abuelo "vivo, pero invisible".
"Yo no entendía muy bien qué era esto de la política que le impedía estar con la familia. Fue una cosa muy tremenda, porque por un hecho político, ajeno, mi familia quedó desmembrada. Ese es el mensaje que quise trasmitir con el cortometraje, de algún modo. Que no hay nada que valga para separar a una familia", apunta Osorio, que a los 8 años finalmente conoció al abuelo.
EL CIRCO CON SUS JAULAS
Así, la nominada cinta es una condensada historia de la violencia del régimen militar pinochetista, en 10 minutos. Una metáfora de lo que vivieron los presos políticos, exiliados y desaparecidos entre los tempranos años 70 y 1990. Y como la historia misma, la película deja preguntas sin responder: nunca sabemos si el oso artesano, ya anciano, alguna vez rearmó su vida. O si se reencontró con su familia. ¿Qué fue de la osa y su osezno? Para armar el relato, Osorio primero eligió con cuidado el animal: un oso, fornido y macizo como recuerda a su abuelo. Luego, el circo.
"Pensamos, ¿quién puede querer llevarse un oso por motivos totalmente arbitrarios? No pensamos en un circo desde el comienzo, pero saltó a medida que fuimos produciéndolo. Yo no quería que fuera una historia literal sino una metáfora, y la idea de comparar el circo con la política nos funcionó", revela el director. "Es curioso que, además de la lectura chilena, a medida que vamos mostrándola en festivales van apareciendo más lecturas. Audiencias en otros países ven un reflejo de sus propios procesos políticos. En Rusia, por ejemplo. O en Taiwán, donde la asociaron con la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Otros la leen como un mensaje sobre el abuso de animales".
"Pensamos, ¿quién puede querer llevarse un oso por motivos totalmente arbitrarios? No pensamos en un circo desde el comienzo, pero saltó a medida que fuimos produciéndolo. Yo no quería que fuera una historia literal sino una metáfora, y la idea de comparar el circo con la política nos funcionó", revela el director. "Es curioso que, además de la lectura chilena, a medida que vamos mostrándola en festivales van apareciendo más lecturas. Audiencias en otros países ven un reflejo de sus propios procesos políticos. En Rusia, por ejemplo. O en Taiwán, donde la asociaron con la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Otros la leen como un mensaje sobre el abuso de animales".
ARTESANOS INVISIBLES
Pero "Historia de un oso" dejó de ser el proyecto íntimo de Osorio para volverse un esfuerzo de equipo de 15 personas en el estudio de animación Punkrobot, en Santiago de Chile. Entre ellos el productor Pato Escala, quien está con Osorio en Los Ángeles por estas horas a la espera de la gala del Oscar, el domingo en el Teatro Kodak de Hollywood. Trabajaron en ella entre 2010 y 2014, con un final dilatado por –cuando no- falta de presupuesto: el fondo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del gobierno chileno les alcanzó para producir la animación sólo hasta la mitad.
El resto se financió con proyectos comerciales que encararon a través del estudio. Y de la variedad de manos vino la diversidad de técnicas: aunque a primera vista el cortometraje puede parecer un stop-motion (técnica por la que se manipula físicamente y se fotografía cada movimiento del objeto hasta armar una secuencia), está hecho en realidad con un collage de métodos. Desde dibujos a mano y acuarelas hasta fotografías e imágenes 3D.
Un auténtico mixed media, en la jerga. "Nuestra idea era rescatar lo hecho a mano, las técnicas tradicionales, y llevarlas a un mundo 3D.
Es bien mentiroso, parece todo hecho en 3D pero hay mucho trabajo manual detrás. Creo que eso nos resultó en términos estéticos porque se ve bien distinto a otras películas", opina el director. También del gusto por las artes perdidas vienen las marionetas que habitan el diorama: los osos son seres de latón a los que se les notan las articulaciones de tornillos y bisagras.
"Me encantan los aparatos mecánicos y las marionetas de alguna manera rescatan el rol del animador, de la persona que cuenta historias. El Oso cuenta una historia (en su diorama) que tiene un final feliz pero la vida no siempre es así y a veces creo que ese es el rol del animador: le damos a la gente un mensaje positivo cuando sabemos que el mundo no es como quisiéramos".
"Si te fijas en lo que está ocurriendo en Hollywood, hay una apertura a otras culturas, quizá nacido de la necesidad de contar historias diferentes porque llevan cien años contando lo mismo. Aunque para nosotros las historias que nosotros tenemos para contar pueden no ser nuevas, a ellos les parecen refrescantes. Y eso nos abre las puertas", asegura el chileno.
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