Problemas metodológicos,
no teológicos
Leyendo un estudio para Aparecida que se hizo en América Latina tratando de comprender la razón de la salida de tantos católicos hacia iglesia protestantes, una de las claves que se ofrecía era la siguiente:
“La gente no se va por razones dogmáticas, sino por razones pastorales; no por problemas teológicos, sino por problemas metodológicos de la Iglesia”
“Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (Aparecida 12)
Qué gran razón tienen los obispos de latinoamérica. Si hay algo que nos pierda no es precisamente la teología. La teoría está clara y es consistente. Lo que a todas luces hace aguas es la metodología en la que trabajamos.
Qué gran razón tienen los obispos de latinoamérica. Si hay algo que nos pierda no es precisamente la teología. La teoría está clara y es consistente. Lo que a todas luces hace aguas es la metodología en la que trabajamos.
El principal fallo metodológico tiene que ver con el hecho de que la Iglesia vive en la modernidad, cuando la sociedad actual está metida de lleno en la postmodernidad. Nos guste o no, ya no hay vuelta atrás. La postmodernidad es la novia con la que nos toca bailar y ya es hora de superar el trauma que nos ha supuesto. La postmodernidad no es el coco, ni el problema. Es simplemente el medio en el que debemos desenvolvernos. La gente postmoderna sigue teniendo alma y nuestra misión sigue siendo la misma de siempre, llegar a ellos. Como decía una persona cercana: internet no es el diablo.
El siguiente fallo es pensar que un sistema de pastoral engendrado para una sociedad de régimen de cristiandad, puede seguir sirviendo hoy en día para una sociedad que es postcristiana.
Se absolutizan cosas que por su naturaleza son caducas y se cree que no hay vida más allá de formas, estilos y estructuras de pastoral que están pasados. Aunque la Evangelii Gaudium hable de la necesidad de buscar “cauces adecuados” y su precursora, la declaración de Aparecida, diga que hay que “abandonar las estructuras caducas” en el fondo seguimos queriendo volver a lo de antes. Y si no es que queremos volver atrás, lo que está claro es que no se hace mucho para emprender las reformas para ir adelante.
Hay más fallos metodológicos. Algunos son obvios, otros no lo son tanto. Uno de los más importantes es que hemos trastocado la secuencia natural de nacimiento, crecimiento y desarrollo de un cristiano. Lo que en la Iglesia primitiva era obvio en un mundo pagano donde la Iglesia era una minoría, con los siglos ha dejado de serlo. Es simple:
Primero viene la fe, llámese el hecho fundante y la adhesión a Cristo de la que nace la conversión, después de esto sigue el catecumenado y por último se llega a la mistagogía y al envío.
Sin fe, no tiene sentido la catequesis, ni la misa, ni los sacramentos, ni la acción evangelizadora.
Sin Jesucristo, la piedra angular, se derrumba todo el edificio. Y hay que estar muy ciego para no darse cuenta de que nuestro edificio está vaciándose a marchas forzadas, mientras se tambalea y hace aguas por todos lados.
Metodológicamente es un grandísimo disparate que propongamos antes a la Iglesia que a Jesucristo, cuando esto no fue lo que pasó con los apóstoles, ni con los primeros cristianos.
Metodológicamente no tiene sentido que estructuras caducas se estén llevando lo mejor de las fuerzas de los pocos que quedan, para dar un fruto estéril en el que no hay recambio.
Metodológicamente clama al cielo que se pida ser misioneros a una comunidad de bautizados no convertidos que han sido catequizados por obra y gracia del ex opere operatur, pero nunca han llegado a ser verdaderos discípulos.
Está claro que la primeras comunidades lo tenían más fácil y no hay nada más complicado que arreglar un barco en medio de una tormenta en plena mar. Es más sencillo hacer uno nuevo para partir de cero y sería injusto pretender soluciones de astillero para una situación en la que el agua asedia por todos lados y existe urgencia por resolver rápidamente lo más acuciante.
Pero es que si queremos entender algo de lo que está pasando, así como por donde van los signos de los tiempos, más nos vale comprender que no todo es un problema de hacer evangelización ni de ser más santos.
Se puede evangelizar con toda la buena voluntad y la santidad del mundo y aún así estar perdiendo el tiempo porque no se usa la metodología correcta.
Se puede buscar la santidad con toda la pureza de intención y no enterarse ni del nodo de cual es la voluntad de Dios manifestada a través de la Iglesia.
Realmente, conozco poca gente que desista de la iglesia por problemas de teología y conozco a mucha a la que se le gana con una adecuada metodología. Al fin y al cabo el Evangelio sólo necesita de cauces adecuados para triunfar en los corazones y esto sí que es el auténtico ex opere operatur... algo que funciona sólo cuando se le deja.
VER+:
LA IGLESIA DA PALOS DE CIEGO CUANDO NO TIENE VISIÓN NI CUMPLE CON LA MISIÓN EVANGELIZADORA
Dicho en otras palabras: en mi humilde opinión en la Iglesia se trabaja muy mal: se planifica de forma irreal, no se evalúa seriamente, y tampoco se barajan alternativas con proyección de futuro porque no hay un proyecto definido, claro y unánime de lo que se quiere. Créanme, cualquier empresa mundana medianamente eficiente se quedaría perpleja ante nuestra forma de trabajar. Tengo, además, la impresión de que esta realidad está tan generalizada que se da tanto en los niveles más bajos, como en los más altos. Y, por supuesto, "donde no hay visión, el pueblo perece" (Prov. 29,18).
Queremos obispos nuevos, sacerdotes nuevos, diáconos nuevos, religiosos y religiosas nuevos, laicos nuevos… así como comunidades nuevas que inspiren y abran caminos practicables de Nueva Evangelización para que Jesucristo sea conocido y el mundo se salve.
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