El bronce es símbolo de dura resistencia
La Campana “clog-an-edachta” o “campana-del-testamento”
de San Patricio (387-h.460), conservada el National Museum of Ireland,
en Dublín, hallada en la tumba del santo y del s. V.
La Campana, es "comunicación"; es mensajera del lugar Sagrado y la voz de Dios. El significado simbólico de la Campana es por su sonido, aludiendo al Poder Creador, a la Voz de Dios como el Verbo Creador. Al sonido primigenio que se despliega en las 7 notas musicales correspondientes a los 7 colores en que se despliega también la luz, es decir a los 7 rayos que sostienen la existencia. Esto es tenido muy en cuenta en la Campana Tibetana, que reiteramos, es una herramienta usada desde hace miles de años por los monjes tibetanos. Su forma esférica representa el equilibrio del que formamos parte todos los seres de universo y los sonidos que producen son, justamente, siete y están compuestas por la aleación de los siete metales que se relacionan con siete planetas: Oro con el Sol, Plata con la Luna, Cobre con Venus, Plomo con Saturno, Estaño con Júpiter, Hierro con Marte y el Mercurio con Mercurio. Los budistas Zen las utilizan para la meditación. Cuando se sientan a meditar en la postura adecuada, dan un suave golpe a la campana con el que inducen la concentración.
Fragmento de "Devociones para ocasiones emergentes"
del poeta inglés John Donne (1572-1631):
" ¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando
por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música
lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente,
una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra,
toda Europa queda disminuida, como si fuera
un promontorio, o la casa de uno de tus amigos,
o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla;
la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes
por quién doblan las campanas; doblan por ti."
Grand Solemnel de Notre Dame de Paris
Carrillon del reloj en la torre de la iglesia del municipio de Guaitarilla, departamento de Nariño, país Colombia, restaurado en diciembre del 2011. Este carrillon posee en total ocho campanas, seis para la melodía del Ave Maria, una para los cuartos de hora y una para el repique de las horas.
La voz de DiosCampaneros del siglo XXI:
los guardianes de la lengua de la Iglesia
El BOE declaró en abril de 2019 Patrimonio Inmaterial al toque manual de campanas. Los artífices de que suenen luchan contra la mecanización de los campanarios, la pérdida del sentimiento religioso y los ruidos de ciudad.
«En la catedral de Bucarest, fundieron la campana colgada más grande del mundo. Pesa 25 toneladas. Suena tan grave como los altavoces de un concierto de música electrónica», comenta Baldó. En la mayoría de los casos, no están afinadas.
Tampoco es común que en los campanarios suenen-acordes. «La afinación es un áspecto muy complejo desde el punto de vista técnico. Las campanas de las iglesias son de fundidores distintos y de épocas diferentes, por lo que es difícil que tengamos unos conjuntos armónicos», explica Quintana. «Sí se puede retirar material para conseguir que dé la nota, pero solo en las que tienen perfil sobredimensionado».
Lo más probable es que la campana pequeña de San Ildefonso sonara el 2 de mayo de 1808 para animar al levantamiento popular en Madrid tras la entrada de las tropas napoleónicas.
Galdós también cuenta que se tocaron durante el motín de Aranjuez. No es la única vez que aparecen en la literatura. A Ana Ozores, la protagonista de 'La Regenta' (1855), le provocaban «angustia nerviosa» cuando doblaban «tristemente el día de los Santos». Juan Varela cuenta en 'Pepita Jiménez' (1874) que escucharlas podía herir el corazón. No hay que olvidar a Quasimodo, que las tocaba en Notre Dame de París. Víctor Hugo describe en su novela que las campanas alertaban de los ataques, la salida en procesión de unas reliquias, una ejecución pública o la llegada del Rey. Pero la apología más hermosa la hizo Chateaubriand en 'El genio del cristianismo' (1802): «Es cosa de maravilla ver cómo se ha hallado un medio seguro de producir en un mismo instante, merced a un golpe de martillo, un mismo sentimiento en mil corazones diferentes obligando a los vientos y las nubes a hacerse intérpretes de los pensentos humanos». Las campanas despiden o espantan con un eco divino.
“Cuando ocurre algo que hace que el mundo luzca un poco mejor,
es bien probable que Dios haya intervenido en ello”.
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