El 24 de julio de 2013, un Alvia descarriló a la entrada de Santiago, con 80 muertos y más de un centenar de heridos.
Ocho vagones de pasajeros —más la cafetería y los cuatro de locomotora— se salían de la vía en una curva —que después se haría conocida con el nombre de A Grandeira— a más del doble de la velocidad permitida. El maquinista se había despistado con una llamada de intendencia del interventor. Fueron 109 segundos fatales en los que hablaron sobre la estación de Pontedeume en la que varios viajeros se apearían. Cuando quiso colgar ya era demasiado tarde para frenar, y lo que antes eran cómodos convoyes se convirtieron en cuevas oscuras y mortajas.
A las 20.41 del 24 julio de 2013, el Alvia 01455 procedente de Madrid circulaba a 190 kilómetros por hora en un punto en el que debía hacerlo a 80. Francisco José Garzón Amo, un veterano en las máquinas de Renfe, salió de la cabina ensangrentado de lamentos. «Espero que no haya muertos, porque caerán sobre mi conciencia», declaraba tras escribir el guión de la mayor tragedia ferroviaria de Galicia, una de las tres peores de España.
El Padrenuestro por los fallecidos
en la tragedia
de Angrois,
La Coruña, Galicia
y todos sus familiares y amigos.
Nosopai
Noso Pai,
que estas no Ceo.
Santificado sexa o teu Nome.
Veña a Nos o teu Reino.
Fagase a tua vontade,
asi na terra, coma no Ceo.
Danos hoxe o noso pan, de cada día.
E perdoa a nosas ofensas,
coma nos perdoamos a quenes nos teñen ofendido.
Non nos deixes caer na tentación,
e libranos do mal.
Amén.
Our Father,
who art in Heaven,
hallowed by Thy name,
Thy kingdom come,
Thy will be done
on earth as it is in Heaven.
Give us this day our daily bread,
and forgive us our trespasses
as we forgive those who trespass against us.
And lead us not into temptation
but deliver us from evil.
Amen.
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