"NO INTERPRETAMOS LA BIBLIA,
ES ELLA LA QUE NOS INTERPRETA.
SOMOS LOS PERSONAJES PRINCIPALES
DE SU OBRA"
La Sagrada Escritura debe ser leída
y proclamada como fue escrita:
bajo la inspiración del Espíritu Santo
Muchos cristianos predican la desunión, el odio, la separación de los cristianos bajo interpretación al caletre de La Palabra de Dios, sin empatía, sin escuchar primero, sin misericordia al prójimo, sin Gratuidad, sin humanidad.
II Tim
3:16 Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia,
3:17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.
Rm
13. porque todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
14. Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame?
15. Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: Qué bueno es ver los pasos de los que traen buenas noticias.
16. Pero es un hecho que no todos aceptaron la Buena Noticia, como decía Isaías: Señor, ¿quién nos ha escuchado y ha creído?
17. Así, pues, la fe nace de una proclamación, y lo que se proclama es el mensaje cristiano.
18. Me pregunto: ¿Será porque no oyeron? ¡Claro que oyeron! Esta voz resonó en toda la tierra, y sus palabras se oyeron hasta en el último rincón del mundo.
19. Y sigo preguntando: ¿Cómo puede ser que Israel no entendió? Y de inmediato Moises nos dice: Yo haré que te pongas celoso de una nación que ni siquiera es nación; excitaré tu enojo contra una nación insensata.
20. Isaías luego se atreve a decir: Fui hallado por los que no me buscaban y me manifesté a quienes no preguntaban por mí.
21. Pero añade, y se refiere a Israel: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y rebelde.
"Recuerda el día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: “Reúneme el pueblo para que yo les haga oír mis palabras, a fin de que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus hijos” Deuteronomio 4:10
"y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: “Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido” Lucas 15:6
"Vino a unir en paz, y a congregar en uno los otros hijos adoptivos que tenía en el mundo" San Agustín
Los cristianos somos unos creyentes en Dios que, por diversas razones y causas, estamos separados y caminamos, así, hacia el definitivo reino de Dios de una forma que no puede gustar a Dios. Es más, Jesús mismo, cuando celebraba la cena en la que uno de los suyos salió para traicionarlo, dijo, dirigiéndose a su Padre,
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” Jn 17, 20-23
En Jesús se encarna la misericordia de Dios que como un pastor busca a los hombres para llevarlos a la vida (cf. Ez 34,4.15-16). Él es el Hijo del hombre cuya misión se expresa en modo eminente a través del perdón de los pecados (v. 10; cf. Lc 5,24), es decir, en la búsqueda de “lo que estaba perdido” (v. 10). Esta última frase nos recuerda las parábolas del capítulo 15 de Lucas: la oveja “perdida”, la dracma “perdida” y el hijo “perdido”.
Es de una gran riqueza en la narración el uso que hace Lucas del verbo “buscar” (griego zetein). Al inicio del relato, en el v. 3, se dice que: “Zaqueo buscaba (ezētei ) ver quién era Jesús”; al final se afirma, en el v. 10, que “el Hijo del hombre ha venido a buscar (zetēsai) y a salvar lo que estaba perdido”. De esta forma el evangelista expresa el misterio y la paradoja de aquel encuentro: Jesús venía a buscar y a salvar a Zaqueo, incluso antes de que éste buscase verlo y conocerlo.
En Lc 19,10: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”
Lc 4
18. El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos
19 y proclamar el año de gracia del Señor.
1 Corintios 1:10
Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
Judas 1
17 Pero ustedes, mis queridos amigos, deben recordar lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18 Ellos les advirtieron que en los últimos tiempos habría gente burlona cuyo objetivo en la vida es satisfacer sus malos deseos. 19 Estos individuos son los que causan divisiones entre ustedes. Se dejan llevar por sus instintos naturales porque no tienen al Espíritu de Dios en ellos.
20 Pero ustedes, queridos amigos, deben edificarse unos a otros en su más santísima fe, orar en el poder del Espíritu Santo 21 y esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, quien les dará vida eterna. De esta manera, se mantendrán seguros en el amor de Dios.
22 Deben tener compasión delos que no están firmes en la fe. 23 Rescaten a otros arrebatándolos de las llamas del juicio. Incluso a otros muéstrenles compasión pero háganlo con mucho cuidado, aborreciendo los pecados que contaminan la vida de ellos.
Gal 5
13. Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros.
14. Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo.
15. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse todos.
16. Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne.
17. Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu, y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.
18. Pero dejarse guiar por el Espíritu, no significa someterse a la Ley.
19. Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas;
20. culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo
21. y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
22. En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad,
23. mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.
24. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos;
25. si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu;
26. depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.
La Palabra de Dios
"Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto
Y murieron; éste es el pan que baja del cielo,
para que quien lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por
la vida del mundo…."Si no coméis la carne
del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros.
"El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el ultimo día.
Porque mi carne es verdadera comida
y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en Mí, Y yo en él".
"Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado
y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí". Jn 6, 48-57
"Mientras estaban comiendo, tomo Jesús pan
y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos dijo:
"Tomad, comed, éste es mi cuerpo."
Tomo luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo:
"bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza,
que es derramada por muchos para el perdón de los pecados".
Mt 26, 26-28
"Hagan esto en memoria mía".
Lc 22,19
PREDICAR DEL LATÍN PRAEDICARE:
ANTES DE MANIFESTAR. ANTES DE HABLAR HAY QUE ESCUCHAR
El predicador es un testigo, no es un profesor. El profesor puede explicar perfectamente una doctrina o una teoría, y hasta resultar convincente, estando un completo desacuerdo con ella. El testigo, por el contrario, está implicado en lo que explica, no es sólo un buen orador. El testigo transmite una noticia que antes le ha afectado personalmente, más aún, que le ha cambiado, le ha transformado. “Quien quiera predicar, dice el Papa Francisco, debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y hacerla carne de su existencia concreta”. Y añade, citando a Tomás de Aquino: “De esta manera, la predicación consistirá en esta actividad tan intensa y fecunda que es comunicar a otros lo que uno ha contemplado”. Condición ineludible de todo testimonio de Jesucristo es un encuentro previo con Jesucristo.
La Sagrada Escritura debe ser leída y proclamada como fue escrita: bajo la inspiración del Espíritu Santo. Debe ser ungida.
La Palabra de Dios es “viva” (Hebreos 4:12; 1 Pedro 1:24)
La Iglesia antes de anunciar la Palabra, y para poder hacerlo, debe primero escucharla devotamente, obedeciendo a aquellas palabras del apóstol Juan: “os anunciamos lo que hemos visto y oído” (1Jn 1,3). La Palabra solo puede escucharse en un clima de fe y oración. La escucha de la Palabra, en la celebración litúrgica y en el diálogo de la oración, ocupa un lugar central en la vida de todo predicador, ya que así acontece un conocimiento personal e íntimo con el Señor. Sin este acercamiento personal, Cristo se convierte en tema y deja de ser persona. Anunciamos entonces una doctrina (con el peligro de ideología que conlleva), no invitamos a un encuentro personal. Solo si previamente nos hemos encontrado personalmente con Dios, podemos hablar de Dios.
Además de escuchar primero y principalmente a la Palabra de Dios, el predicador debe conocer a los destinatarios de su predicación. Para conocerlos hay que escucharlos. Por eso, antes de hablar, el predicador pregunta. Como el misterioso personaje a los discípulos de Emaús: de qué hablabais por el camino, cuáles son vuestras preocupaciones, vuestras inquietudes, vuestros problemas. Así nos ponemos en sintonía con el destinatario de la Palabra. Nuestra predicación es muy distinta cuando antes hemos escuchado que cuando empezamos nuestro discurso desde la teoría o la doctrina pre-establecida. No porque no tenga importancia la doctrina, sino porque se presenta con unas modulaciones y unos matices si antes se conoce al destinatario y sus problemas.
Lc 4: 18. El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos
19 y proclamar el año de gracia del Señor.
Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente
me precipite a escuchar la Palabra de Dios.
Concédeme la agudeza para entender,
la capacidad para asimilar,
el modo y la facilidad para aprender,
la sutileza para interpretar
y la gracia abundante para hablar.
Instruye el comienzo,
dirige el desarrollo,
completa la conclusión.
Santo Tomás de Aquino.
Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1819-1820.
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