EL Rincón de Yanka: LIBRO "LA ESCUELA DE SALAMANCA": 🔥 CUANDO EL PENSAMIENTO ESPAÑOL ILUMINÓ AL MUNDO por JOSÉ CARLOS MARTÍN DE LA HOZ y LEÓN M. GÓMEZ RIVAS

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viernes, 14 de noviembre de 2025

LIBRO "LA ESCUELA DE SALAMANCA": 🔥 CUANDO EL PENSAMIENTO ESPAÑOL ILUMINÓ AL MUNDO por JOSÉ CARLOS MARTÍN DE LA HOZ y LEÓN M. GÓMEZ RIVAS

LA ESCUELA DE SALAMANCA 
CUANDO EL PENSAMIENTO ESPAÑOL 
ILUMINÓ AL MUNDO


El legado de Francisco de Vitoria: 
500 años influyendo en la economía, 
los derechos humanos y la filosofía occidental. 

En 1526, Francisco de Vitoria llegaba a la Universidad de Salamanca. Lo que comenzó como una renovación de la teología terminaría transformando el pensamiento occidental. Sus reflexiones sobre la dignidad humana, la justicia y la economía sentaron las bases del derecho internacional, la ética económica moderna y los derechos fundamentales.

DE SALAMANCA AL MUNDO: CUANDO EL PENSAMIENTO ESPAÑOL REVOLUCIONÓ LA ÉTICA, EL DERECHO Y LA ECONOMÍA

Un recorrido intelectual por la Escuela de Salamanca que revela cómo sus ideas sobre el valor de los bienes, los límites del poder o la legitimidad de la guerra continúan vigentes cinco siglos después. Sus teólogos y juristas desarrollaron principios revolucionarios sobre el comercio justo, la propiedad privada y las relaciones entre estados que configurarían el mundo moderno. A través de un análisis riguroso y accesible, los autores demuestran por qué la Escuela de Salamanca merece ser reconocida como uno de los momentos cumbre del pensamiento español y universal.

LEGITIMIDAD DEL PODER POLÍTICO Y JUSTIPRECIO

Desde su gestación en el contexto de la reforma católica hasta su influencia en el desarrollo del derecho y la economía modernos, los autores analizan figuras clave como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Martín de Azpilcueta, mostrando cómo sus ideas sobre justicia, comercio y derechos humanos se adelantaron a su tiempo y continúan inspirando debates contemporáneos.
La legitimidad del poder político, la teoría del precio justo, los derechos de los pueblos indígenas y las bases del derecho internacional son algunos de los temas fundamentales que se examinan, demostrando la sorprendente actualidad del pensamiento salmantino en un mundo que sigue buscando el equilibrio entre ética y economía.

PRÓLOGO

Madrid, a 28 de febrero de 2025

Con ocasión del quinto centenario, que se cumplirá el año próximo (2026), de la obtención de la Cátedra de Teología en la Universidad de Salamanca por parte del insigne burgalés Francisco de Vitoria (1483-1546), los profesores José Carlos Martín de la Hoz y León Gómez Rivas nos brindan una obra sobre la Escuela de Salamanca y este prolijo autor, probablemente el iniciador de la misma. En el Centro Diego de Covarrubias no hemos querido dejar de contribuir, material y espiritualmente, a este trabajo tan entroncado en el fondo con la figura de quien tomamos nuestro nombre: Diego de Covarrubias (1512-1577). 

Máxime porque no podemos hablar de vidas paralelas, aunque se desarrollaran en muchos aspectos en el mismo espacio y, en ocasiones, coetáneas, pero sí de vidas consecutivas enlazadas con el testigo que el primero, en cierto modo, pasa al segundo, tal y como pasa en las carreras de relevos. Diego de Covarrubias se formó en Salamanca, donde ingresó para tal fin en 1527, un año después del acceso a su cátedra por parte de Francisco de Vitoria. 
En 1540, el toledano obtendría su Cátedra de Prima en la misma universidad. Así que, durante casi veinte años, apenas unos metros, los necesarios para pasar el testigo del conocimiento, ambos autores corrieron juntos en el estadio, tal y como pasa en las competiciones apuntadas. Y esta competición no se desarrolló ni en un estadio menor, la Universidad de Salamanca, ni en el marco de unos juegos menores. 

Porque la Reforma Protestante, iniciada con la publicación de sus noventa y cinco tesis en 1517, así obligó tras las discusiones que siguieron en los años siguientes al sprint final del Concilio de Trento (1545-1563) por parte del equipo católico, del que formó parte en sus últimos metros (1562-1563) Diego de Covarrubias. 
No cabe duda de que fueron dos buenos relevistas, Vitoria y Covarrubias, que no se desviaron de su calle, la de la razón, y alcanzaron, por tanto, la meta de la Verdad, en una concurrencia de contendientes que resultó más que olímpica. Nos interesan, en el Centro Diego de Covarrubias, todos los fotogramas de tan larga carrera en lo humano y tan corta en la historia. 

Especialmente aquello que nos define como institución y a lo que estos autores prestaron especial atención: la dignidad del hombre, la defensa de la economía de mercado y la de la propiedad privada. Ya en 1517, mientras estuvo en la Sorbona, Vitoria hubo de plantearse, a instancias de comerciantes de Amberes, la moralidad de la actividad mercantil, tan denostada erróneamente en algunos ambientes sociales y eclesiásticos, y de sus consecuencias: el enriquecimiento personal que se manifiesta en la propiedad privada adquirida como consecuencia de su ejercicio. Propiedad que solo puede ser legítima si se adquiere conforme a pautas morales, pues, de otro modo, no deja de ser algún tipo de latrocinio. 
Covarrubias defendió que el derecho de propiedad no solo se extendía al propio bien adquirido, sino a los frutos o rendimientos del mismo, pues de otro modo no tienen sentido los esfuerzos dedicados a su consecución.

El ejercicio de la acción humana como modo, único, de resolver sus problemas materiales está en el mandato del Génesis: 
«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra». Y no es un mandato colectivo, sino individual, a cada uno de nosotros, como todos los que vienen del Altísimo. 
El Creador nos dio los medios, pero no los resultados; a lo más, un pequeño capital circulante en forma de frutos silvestres con el que se iniciaron los recolectores. A partir de ahí, todo es esfuerzo, ingenio y contención. 

El esfuerzo y el ingenio, que Dios puso en el hombre, aplicados sobre los medios naturales mejoraron, no cabe duda de la situación de éste. Pero hizo falta algo más: 
la contención, fruto de la templanza, para llegar al modo de producción capitalista que tanto ha hecho crecer material y espiritualmente a la humanidad y que ahora los apóstoles del decrecimiento, con sus políticas de la pereza y del consumo inmediato, o gula, pretenden socavar. 

Solo este pequeño catálogo de las virtudes que adornan a una u otra postura nos indican quién está detrás de las mismas. Es por eso que, para nosotros, en el Centro Diego de Covarrubias, es una satisfacción asistir a esta obra de los profesores Martín de la Hoz y Gómez Rivas, sobre el estadio, la Escuela de Salamanca, en el que Francisco de Vitoria inició una carrera exitosa, cuyo testigo fue recogido por Diego de Covarrubias hasta la meta final. Necesitamos ahora, tal vez no nuevos corredores, pero sí aedos que, como en la Grecia clásica, nos relaten las grandes gestas de los antiguos héroes. No cabe duda de que los dos autores lo han sido.

RUBÉN MANSO OLIVAR
Presidente del Centro Diego de Covarrubias

PREFACIO

En el año 2026 se celebrará el quinto centenario del comienzo del magisterio del dominico Francisco de Vitoria (1492-1546) como catedrático de la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca y, por tanto, del inicio de lo que se ha denominado Escuela de Salamanca o también —más recientemente— Escuela Ibérica. En estas páginas vamos a ofrecer una visión algo diferente sobre el pensamiento y los autores de aquella segunda escolástica salmantina: más allá de un descriptor histórico al uso, hemos preferido sugerir otras cuestiones más fundamentales en torno a la filosofía y teología católicas que impregnaron la España y Europa de nuestro Siglo de Oro. 

Agradecemos a la editorial Sekotia que nos haya brindado la oportunidad de publicar una síntesis apretada de la personalidad y de la sabiduría del maestro salmantino, así como una caracterización de las aportaciones de la Escuela de Salamanca a la historia del pensamiento. 
Tal y como está planteado, este libro puede ayudar a estudiantes universitarios o a estudiosos del mundo del derecho, de la historia o la economía, a descubrir a Vitoria y comprobar que sus ideas continúan influyendo en muchos campos del pensamiento, especialmente en la teología, el derecho internacional, la economía o la filosofía política.

Hemos procurado redactar este trabajo siguiendo el estilo de la editorial Sekotia, y en concreto de su colección Biblioteca de Historia: es decir, textos de buen nivel intelectual pero escritos con agilidad, breves, sin notas a pie de página, ni extensas citas o bibliografías exhaustivas. Precisamente, por haber comenzado la Escuela de Salamanca con el magisterio y las clases de Francisco de Vitoria, deberemos referirnos en la introducción al ambiente humanista y renacentista que iluminaba las aulas de la universidad más importante de España en el siglo XVI. 

Asimismo, deberemos recordar el clima de reforma espiritual que se respiraba en España promovido por los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros, quienes se habían propuesto sacar a la Iglesia católica de la postración en que se encontraba mediante la reforma de las órdenes y congregaciones religiosas, del clero secular, las hermandades y cofradías o del pueblo cristiano en sí. Como repetiremos, la Escuela de Salamanca tuvo un gran aprecio por la dignidad de la persona humana, sin distinción entre hombre o mujer (pues ambos son igualmente hijos de Dios). 

Además, podríamos añadir que en la reforma de las órdenes religiosas —que sería el primer paso para la tan necesaria renovación de la Iglesia—, Cisneros se encargó de las congregaciones masculinas; mientras que de las femeninas lo haría directamente la reina Isabel, junto a otras mujeres de talla universal como fue santa Teresa de Jesús. En ese clima de renovación y reforma aparecen Francisco de Vitoria y sus discípulos Domingo de Soto, Melchor Cano, Domingo Báñez y tantos más, quienes llevaron la teología y el derecho canónico a su esplendor. Fruto de esa teología fuerte vendría la mística del Siglo de Oro de las letras españolas, muy valorada en el mundo entero. Y todo ello cuajará en la reforma católica que se vertebrará en el Concilio de Trento y cuyo eco ha continuado hasta el Vaticano II como tendremos ocasión de estudiar.

A su vez, las ideas de Vitoria y sus discípulos respondieron a los problemas cruciales de su tiempo: el descubrimiento de América, la ruptura de la unidad de la Iglesia en varias confesiones, la reforma de la Iglesia, el Concilio de Trento, la primera globalización de la economía o las hambrunas en las grandes ciudades de Europa.

Madrid 1 de noviembre de 2024
José Carlos Martín de la Hoz
León Gómez Rivas

INTRODUCCIÓN

La necesidad de la reforma de la Iglesia es un tema recurrente desde los comienzos del cristianismo, tal y como puede observarse en las epístolas de san Pablo o en los Hechos de los apóstoles. Enseguida, ese concepto de la Iglesia siempre necesitada de volver a los orígenes, al cristianismo primigenio, pasará a la primitiva literatura cristiana, como se puede colegir de la lectura del Pastor de Hermas o en la carta del santo padre Clemente a la comunidad de Corinto a finales del siglo I. Igualmente, ese concepto de reforma ha quedado especialmente unido a la etapa en la que la Iglesia obtuvo la libertad, durante el reinado del emperador Constantino en el primer tercio del siglo IV, cuando la situación cambió radicalmente al pasar los cristianos de ser periódicamente perseguidos a poseer carta de naturaleza y libertad de movimientos. 

La entrada masiva en la Iglesia de miles de personas de toda clase y condición en muy poco tiempo, sin apenas preparación bautismal y sin la debida atención personal, produjo una caída en la calidad espiritual: de la Iglesia doméstica se pasó la Iglesia masificada, con muchos analfabetos y pocos libros.

La historia de la Iglesia es la historia de las sucesivas conversiones de los cristianos, y de la búsqueda para construir juntos una sociedad humana y cristiana que lleve a sus súbditos a la salvación, como dice la primera ley del libro de las Partidas vigente en España desde el siglo XIII, tras su promulgación por el rey Alfonso X el Sabio. Precisamente tras el Concilio de Constanza en 1413, se hablaba en todo el orbe católico de la inaplazable reforma de la Iglesia, in caput et membris, en la cabeza y en los miembros. Es decir, que la reforma de la Iglesia en el papado, los obispos, el clero secular, órdenes y congregaciones religiosas y pueblo cristiano era improrrogable. 

Era necesaria una coherencia entre la fe y la vida para que el mensaje fuera creíble y, así, el humanismo y el renacimiento que estaba llegando a las universidades y a las cortes reales de todos los países de Europa, estaba poniendo en el centro de la sociedad la imagen de un cristianismo sincero y humano. A la vez, había muchos síntomas de una fe debilitada por las miserias humanas especialmente en la «Corte Romana», donde en algunos pontificados estuvo llena de mundanidad y de arte refinado, con excesivas fiestas. Había desgraciadamente abundantes sedes episcopales abandonadas en manos de los cabildos, con órdenes y congregaciones religiosas en las que la regla correspondiente se vivía de modo muy relajado; asimismo había abundante clero concubinario, sobre todo en zonas rurales y, finalmente, una cristiandad en la que abundaba «una fe fuerte y una vida rota». 

Se propusieron tres soluciones a la improrrogable reforma de la Iglesia: 
la de inspiración luterana, la humanista y una mal llamada «contrarreforma». Sabemos que ninguna de las tres llegó a triunfar, sino que fue la posterior reforma católica, que se inició en España y que desembocó en la Escuela de Salamanca, la que llevaría al Concilio de Trento las verdaderas respuestas, como se desarrolla en el capítulo correspondiente de este trabajo.

Recordemos entonces las tres respuestas que se produjeron en Europa durante esa época, pues nos proporcionarán el marco histórico más adecuado para poder entender el origen de la Escuela de Salamanca, que es la materia central del libro que deseamos entregar como preparación del V Centenario del magisterio de Francisco de Vitoria en aquella universidad. 
Lutero (1483-1546) La primera fue la propuesta luterana, que comenzó queriendo reformar la Iglesia de su tiempo, y terminaría por reformar la fe cristiana y transformarla en un montón de confesiones en Alemania y gran parte de Europa. 

Como afirmaba el superior general de los agustinos en 2017, en el aniversario de las llamadas «Noventa y cinco tesis de Wittenberg», Martín Lutero habría roto la unidad de la Iglesia y habría dejado sin la fuerza y el consuelo de los sacramentos a millones de cristianos con el paso de los siglos. Indudablemente, los informes que llegaron entonces a la Santa Sede mostraban una honda preocupación, pues Lutero exageraba tanto la fe fiducial que exigía al creyente para salvarse, que eliminaba el magisterio de la Iglesia, la tradición apostólica, los sacramentos, la lucha ascética, las devociones a la Virgen o a los santos y terminaba por dejar solo al hombre con Dios y con la Sagrada Escritura. 

Martín Lutero y, sobre todo, Felipe Melanchton (1497-1560) — quien redacto la Confesión luterana de Augsburgo—, rompieron todas las mediaciones señaladas: magisterio, tradición o sacramentos. 

Lutero dejó al cristiano sin la teología, la liturgia y una ascética de la virtud; es decir, con la sola Scriptura y la confianza en la predestinación. Justamente, el seguimiento de las propias ideas, como si fueran una inspiración del Espíritu Santo a cada uno de los cristianos, terminaría por provocar una división constante en diversos grupos, casi una atomización de la confesión luterana. Años después, llegaría Baruc Spinoza (1632-1677) con su Tractatus teologico-politicus quien, al negar valor a los milagros, terminaría por negar la veracidad de las Escrituras y, por tanto, abandonaría al hombre a su suerte. 

Finalmente, recordemos que, como ha fundamentado el profesor Thomas Kaufmann (el último editor de las obras completas de Lutero en alemán), en realidad Lutero estaba convencido de que el fin del mundo llegaría a mediados del siglo XVI y, por tanto, profetizaba y actuaba contundentemente contra el anticristo, representado por el papa de Roma, tal y como había colegido del Apocalipsis. 

Erasmo de Róterdam (1466-1536) y el Humanismo La propuesta erasmiana era una solución culta al problema de la reforma de la Iglesia, como si todo se resolviera elevando el bajo nivel de formación de las órdenes y congregaciones religiosas, del clero y del pueblo cristiano. Efectivamente, promovía un cristianismo esencialista, interior, que provocara una piedad honda y verdadera y, a la vez, que fuera alimentado por la Sagrada Escritura y los comentarios de los santos padres; pero solo mediante la herramienta de un latín culto, o nuevas ediciones y traducciones cuidadas, acordes con los textos originales. 

Evidentemente, el trabajo era ingente; pero lo abordaron con entusiasmo un buen grupo de humanistas que, con la ayuda de la imprenta, esperaban en pocos años superar la crisis por elevación (aunque en ese camino, los últimos beneficiados serían el pueblo sencillo, en su mayoría analfabeto, al que despreciaban). Pensaron que ese clima humanista del Renacimiento afectaría pronto a las cortes europeas, a sus nobles y gobernantes, a los príncipes de la Iglesia o alto clero, y vendría precedido por nuevas y cuidadas ediciones de los clásicos y con una formación esmerada en los clérigos regulares y seculares. Asimismo, propusieron eliminar en gran parte la teología escolástica y reducirla a la teología bíblica. 

Esta iniciativa tenía mayor solidez que la de Lutero; y además era católica, pues todavía conservaba gran parte de la tradición y del magisterio de la Iglesia. 
Erasmo de Róterdam en su Enchiridium o manual del caballero cristiano, que había sido traducido al castellano por el arcediano del Alcor (eso sí, edulcorando muchos pasajes y suprimiendo muchas de las duras críticas al clero por su falta de disciplina y su profunda ignorancia), produjo revuelos de admiración en España. Para la mayoría sería un cristianismo interior al que, lógicamente, solo accederían algunos privilegiados que podían entender la Sagrada Escritura y los padres porque tenían un nivel intelectual y una cultivada formación humanística y ascética. 

Pero, en el fondo, coincidían con los luteranos en su desconfianza hacia los pastores de la Iglesia o las órdenes y congregaciones religiosas, criticando también la poca preparación del clero secular. Todo lo fiaban a que el refinamiento del humanismo levantaría el nivel cultural de las clases altas, para acceder a un cristianismo interior que llenaría la sed de Dios de las almas cultivadas, dejando al pueblo fuera del camino de la salvación. 

Desgraciadamente, algunos derivaron hacía posturas falsas, como la de eliminar el ejercicio de las virtudes y de la lucha ascética, intentando llegar a la mística sin la ascética, y a la meditación sin la oración y la práctica sacramental intensa. Aquí radica el origen de los alumbrados que llenaron Castilla de falsos místicos y milagreros (estudiados y documentados por Melquiades Andrés) como por ejemplo Isabel de la Cruz, los hermanos Cazalla, Juan de Valdés, Ruiz de Alcaraz y tantos más. Todo eso conllevó la condena del inquisidor general, Alonso de Manrique, de algunas proposiciones de Erasmo en 1525. Es muy interesante el cambio hacia un ambiente antierasmiano que se creó en España, incrementado por los procesos de herejía que tuvieron lugar. 

Finalmente, por parte del inquisidor general el 28 de marzo de 1527 se convocó una junta de teólogos en Valladolid —entre los que estaba Francisco de Vitoria— para juzgar las obras de Erasmo. Pero esa junta quedó en nada. Posteriormente fueron convocados nuevos teólogos, entre los que también estaba Vitoria, para estudiar las proposiciones concretas condenadas en 1525 y algunas más. Se conserva el dictamen de Vitoria, que consiste en recordarle a Erasmo que debería confrontar la teología bíblica, de la que se habían extraído sus proposiciones, con la doctrina de los santos padres a los que ambos conocían bien, para pulir tales afirmaciones y mostrar en ellas la pureza de una fe completa. 

La primera respuesta católica 

Ya hemos comentado que los protagonistas iniciales de la contrarreforma fueron los grandes teólogos que se enfrentaron a Lutero en las diversas Dietas convocadas por el emperador Carlos V, incluso algunas desarrolladas en su presencia, para logar reducirle y que volviera al seno de la Iglesia; lo que rechazaba abruptamente. Los informes de Johannes Eck, de Tomas de Vio Cayetano, cardenal de san Sixto, y tantos más que intervinieron en las diversas Dietas, que eran enviados a la Curia Romana, mostraban una honda preocupación. El nombre de contrarreforma procede de esos esfuerzos católicos por contrarrestar las teorías luteranas que corrían por toda Europa en forma de pasquines, hojas volanderas, escritos e incluso canciones con las que se presentaba un nuevo camino de salvación y una nueva Iglesia entregada a la autoridad civil. 

Lógicamente, la limitación impuesta por Lutero de solo utilizar textos de la Sagrada Escritura fue pronto solventada, pero siempre actuaron a remolque de las propuestas luteranas y apenas consiguieron frenar la expansión del luteranismo en Centroeuropa. Enseguida, los príncipes alemanes se posicionaron según el principio luterano de cuius regio, eius religio, es decir que cada uno de los príncipes y autoridades legítimas de Alemania decidía de qué lado estaban. Así, los que abandonaron el catolicismo, desacralizaban templos, desamortizaban conventos y abadías y desarbolaban una Iglesia milenaria, que convertían en una religión sin liturgia, ni sacramentos, ni mediaciones, ni devociones. Quedando todos igual de huérfanos delante de Dios. 

Además, Lutero entregó el sostenimiento de los nuevos pastores de su nueva Iglesia en manos de los príncipes, de modo que desaparecieron también las obras de caridad que llevaban a cabo las órdenes y congregaciones religiosas en favor de los necesitados. Pronto tomarían la pluma John Fisher, el Roffensis, Thomas Netter, el Waldensis, Pedro de Sotomayor, Pedro de Soto y tantos más, que publicaron abundantes trabajos llamados de controversia, con los que contradecían las teorías luteranas y procuraban devolver a los cristianos a la Iglesia católica. 

La Escuela de Salamanca, a través de los dos teólogos imperiales Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza, estuvo presente en el Concilio de Trento, poniendo las bases de la verdadera reforma de la Iglesia tanto en el orden dogmático como disciplinar. 

La Escuela de Salamanca 

Como es bien sabido, la tentación de la decadencia que predicaron los padres se cernió sobre la Iglesia, y la búsqueda de la santidad en medio del mundo casi desapareció hasta volver a ser recordada por el Concilio Vaticano II, especialmente en la Constitución Lumen Gentium (1964); o con la llamada de Juan Pablo II a convertir la pastoral de la santidad en el programa de la Iglesia del tercer milenio. 

Es importante anotar aquí, al comienzo de este libro sobre la renovación teológica, filosófica, económica y jurídica que llevó a cabo la llamada Escuela de Salamanca en el siglo XVI, que es una obra que hicieron personas concretas y, posteriormente, la historia ha encontrado en ellos un espíritu común, una misma metodología y una apertura de mente semejante. Lo que hicieron Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Diego de Covarrubias, Juan de Medina, Domingo Báñez, y un sinfín de autores que desfilarán por estas páginas, fue leer directamente a santo Tomás, actualizar su enseñanza y aplicarla a los problemas doctrinales de su tiempo. Para ello, como el Aquinate, buscaron un equilibrio entre fe y razón. Y, sobre todo, estudiando la tradición viva de la Iglesia, es decir, las fuentes de la revelación cristiana: 
la Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, a la luz de los padres de la Iglesia oriental y occidental, siempre en continuidad con el magisterio de la Iglesia. 

La revolución teológica y jurídica de la dignidad de la persona humana que brota de esa vuelta a las fuentes fue sencillamente espectacular, pues la antropología cristiana renovada terminó por incidir en todos los ámbitos de la vida civil y eclesiástica. Como veremos, la Escuela de Salamanca, Escuela Ibérica, o Escolástica humanista del XVI en España y América, se caracterizará por ser una verdadera filosofía de la vida, un método teológico, una visión práctica y sólidamente asentada de la revelación cristiana, en el momento de humanismo y del renacimiento. Especialmente, destacaremos la clara conciencia de la dignidad de la persona humana, la sincera piedad, la honradez y el rigor jurídico. 

Desarrollaremos las características de la Escuela de Salamanca a través de la explicación de algunos de los grandes acontecimientos que acaecieron desde el siglo XVI al XVIII, como vienen señalados en el índice de este libro: a partir de ellos extraeremos las características de la Escuela de Salamanca. Estamos en el siglo de los descubrimientos, la primera globalización económica, la pérdida de millones de cristianos por la ruptura luterana; pero también de la adquisición de un tercio más de territorio para misionar en Asia y América y una estrecha unidad del poder temporal y eclesiástico orientados ambos —desde los Reyes Católicos— a la salvación de hombre y alcanzar la vida eterna.

Para el estudio de la teología escolástica desde el siglo XIII a nuestros días, remitimos al lector al reciente trabajo de Rafael Ramis; y acerca del estudio exhaustivo de los autores de la Escuela de Salamanca al inmenso trabajo de Juan Belda Plans, ambos señalados en la bibliografía (por lo demás, tan extensa e importante que nos hemos limitado a recoger la que nosotros hemos usado para elaborar esta síntesis. 

Esperamos que sea interesante para los colegas y de utilidad para los lectores). Acercarnos a esos hechos históricos, enmarcarlos y extraer de ellos las características de la Escuela de Salamanca nos servirá para ampliar el marco de nuestras ideas y aprender para nuestro tiempo. 

Estamos necesitados de una reforma tanto de la Iglesia como del Estado para sacar al mundo del impasse en el que se encuentra tras haber asistido a los ciclos del liberalismo del siglo XIX y de la sociedad del bienestar que están actualmente agonizantes, para dar paso a una nueva cultura y civilización. 

Como veremos enseguida, al estudiar detenidamente las aportaciones de la Escuela de Salamanca a la civilización occidental, tendremos que apoyarnos en hechos concretos y en las doctrinas de Vitoria y también de sus discípulos directos. Porque del maestro dominico solo conservamos algunos de los guiones elaborados para impartir sus famosas relecciones teológicas pronunciadas ante el claustro y los estudiantes salmantinos; o también algunos de sus comentarios a la Suma teológica de santo Tomás de Aquino, libro de texto de sus lecciones universitarias, que nos han llegado por la tradición manuscrita de los reportata (apuntes de clase que tomaban sus alumnos). En definitiva, el contenido de sus aportaciones teológicas, jurídicas o de filosofía económica tendremos que rastrearlo en las obras de sus discípulos. 

Especialmente Domingo de Soto, contemporáneo suyo como catedrático de Vísperas de la Facultad de Teología de Salamanca, que trabajó en sintonía con Vitoria. En este documento, que desea ser una síntesis del pensamiento de Francisco de Vitoria y su escuela, seguiremos el siguiente esquema. En primer lugar, abordaremos cuestiones biográficas y cronológicas del maestro Vitoria y nos referiremos a las circunstancias ambientales: el origen del Renacimiento y del humanismo cristiano, la indudable decadencia de la teología de su tiempo y, por supuesto, el clima de reforma que se vivía en España y Europa en aquel tiempo. Enseguida, entraremos de lleno en las características de la Escuela de Salamanca y las principales aportaciones que realizaron: una reforma de la teología que influiría en la reforma de la Universidad y el nacimiento del Siglo de Oro de la mística castellana. 

Posteriormente, trataremos de la aplicación directa de la Escuela de Salamanca en el Concilio de Trento, tanto en el orden dogmático como pastoral, para terminar abordando cuestiones sobre economía y filosofía política. Lógicamente, puesto que se trata de una síntesis de la Escuela, hablaremos de la aplicación de sus principios teológicos y jurídicos en el descubrimiento, colonización y evangelización de América, donde tendremos que hablar de Matías de Paz y de Bartolomé de las Casas. El primero como precursor y el segundo influido por la Escuela de Salamanca. 

Los principios jurídicos y teológicos de Francisco de Vitoria y sus discípulos también afectaron a la organización política: tanto del Consejo de Indias y las correspondientes leyes de Indias, como del Consejo de Castilla donde fue presidente Diego de Covarrubias, discípulo de primera hora, en la aplicación de las leyes de las Partidas y otras leyes del reino. 

Es más, el propio modo de redactar los tratados De iustitia et iure de aquella época muestran cómo Vitoria abrió un camino en la configuración del orden internacional y las relaciones jurídicas entre las diversas naciones, lo que se considera como el nacimiento del derecho de gentes. Tampoco podemos olvidar lo que Francisco de Vitoria aportó a la teología moral económica, como muestran los manuales de confesores para mercaderes o las lecciones escolares de Juan de Medina, Martín de Azpilcueta o Luis Saravia. 

Es interesante caer en la cuenta de que los barcos que llegaban de América cargados de plata impulsaron una nueva economía globalizada, pues regresaban allí con todos los enseres necesarios para que los españoles embarcados en la aventura americana pudieran vivir como lo habían hecho hasta ese momento. Pero, a la vez, construyendo otra nueva cultura que sería la hispanoamericana, con sus acentos distintivos. Añadiremos algunas precisiones acerca del nuevo método de las ciencias experimentales y de su separación del método teológico. 

También comentaremos los textos sobre física de Domingo de Soto, quien se adelantó al célebre Newton en el descubrimiento de la ley de gravitación universal; asunto al que muchos científicos no le han dado apenas importancia. 

Finalmente, dedicaremos unas páginas a conocer el influjo del espíritu de Francisco de Vitoria en la llamada segunda Escuela de Salamanca donde hablaremos de personas y de ideas tan importantes como Luis de Molina, Francisco Suarez o Hugo Grocio.

Las aportaciones de la Escuela de Salamanca - León Gómez Rivas

La Escuela de Salamanca: Claves Económicas y Liberalismo - León Gómez Rivas

   

La Escuela de Salamanca, Angel Poncela-Gonzalez (Ed) by Anonymous bb2Xaf


La Escuela de Salamanca: Lecturas Sobre Teoría Monetaria Española - Grice-Hutchinson Marjorie by Acracia Ancap