Héroes del Progreso,
Parte 11: Maurice Hilleman
Alexander C. R. Hammond presenta el onceavo Héroe del Progreso: Maurice Hilleman, quien desarrolló más de 40 vacunas que han salvado millones de vidas.
Hay quienes se refieren a Maurice Hilleman como “el padre” de la humanidad. Le llaman así porque gracias a su trabajo aumentó considerablemente la esperanza de vida en los seres humanos. Sin embargo, su nombre no es muy conocido.La mayoría de nosotros estamos vivos gracias a Maurice Hilleman, aunque no nos hayamos percatado de ello. Ningún otro científico ha contribuido a incrementar tanto la esperanza de vida humana como este microbiólogo, que provenía de una familia humilde.
Hilleman desarrolló las vacunas contra las paperas, el sarampión, la neumonía, la varicela, la hepatitis B y un total de 40 enfermedades. No hay otro investigador con semejante récord. Sin embargo, su nombre no es muy conocido, ni siquiera en la era de la información.
“Pienso que las vacunas deben ser consideradas como la tecnología de oportunidad para el siglo XX”. Maurice Hilleman
Hoy presentamos la onceava edición de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org, titulados “Héroes del Progreso”. Esta columna provee una introducción breve a los héroes que han realizado una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad.
Nuestro onceavo Héroe del Progreso es Maurice Hilleman, un microbiólogo estadounidense que desarrolló más de 40 vacunas que salvan vidas. De las catorce vacunas recomendadas en los calendarios actuales de vacunación, Hilleman desarrolló ocho. A Hilleman se le atribuye salvar más vidas que cualquier otro médico científico del siglo XX.
Hilleman nació el 30 de agosto de 1919 en Montana. Su mamá murió dos días después de su nacimiento. Luego de la muerte de su madre, su padre se enfrentó a la responsabilidad de cuidar de ocho niños por sí solo. Considerando esto, sus tíos, quienes no tenían hijos, acordaron cuidar de Maurice en su granja de pollos, que quedaba cerca. Hilleman atribuye mucho de su éxito posterior a su trabajo en la granja cuando era un niño —desde la década de 1930, los huevos de pollo eran utilizados para criar viruses para las vacunas.
Debido a la falta de fondos, Hilleman casi no llegó a la universidad. Afortunadamente, su hermano mayor intervino y le prestó el dinero para pagar la pensión universitaria. Hilleman se graduó primero en su clase de la Universidad Estatal de Montana en 1941 y ganó una beca para cursar estudios de posgrado en microbiología en la Universidad de Chicago. Recibió su título doctoral en 1944.
Luego de graduarse, Hilleman empezó a trabajar en el laboratorio de viruses E R Squib & Sons, basado en Nueva Jersey. Poco después de que empezó a trabajar en el laboratorio, Hilleman desarrolló exitosamente una vacuna en contra de la encefalitis japonesa B. Esta infección, que es nativa a Asia y el Pacífico Oeste, había empezado a esparcirse entre los soldados estadounidenses, quienes estaban luchando en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1948, Hilleman empezó a trabajar como Director del Departamento de Enfermedades Respiratorias en el Centro Médico de las Fuerzas Armadas en Silver Spring, Maryland. En 1957, Hilleman descubrió las primeras señales de una inminente pandemia de influenza que se estaba esparciendo en Hong Kong. Hilleman y sus colegas se apuraron para producir una vacuna y superviso la producción de más de 40 millones de vacunas que luego fueron inmediatamente distribuidas alrededor de EE.UU. Aunque 69.000 estadounidenses murieron luego de ser infectados con el virus, si no fuera por los esfuerzos de Hilleman, la pandemia hubiera podido causar millones de muertes. Como un reconocimiento de su trabajo, las fuerzas armadas estadounidenses le otorgaron a Hilleman la Medalla de Servicio Distinguido.
En 1963, mientras trabajaba en Merck & Co. (una de las empresas farmacéuticas más grandes del mundo), la hija de Hilleman, Jeryl Lynn, se enfermó de paperas. Hilleman rápidamente manejó a su laboratorio para recoger los implementos necesarios para poder cultivar materiales a partir de la infección de su hija.
En 1967, la muestra original tomada de la garganta de Jeryl Lynn se volvió la base de la vacuna contra la paperas recientemente aprobada. Llegó a ser conocida como “la cepa Jeryl Lynn”. Hilleman luego combinó su vacuna contra la paperas con las vacunas contra el sarampión y la rubeola —las cuales él también había desarrollado— para crear la vacuna MMR.
Además de las vacunas mencionadas anteriormente, Hilleman también desarrolló las vacunas contra la hepatitis A, la hepatitis B, la varicela, la meningitis, la neumonía y la influenza Hemophilus tipo B. También contribuyó a descubrir los adenovirus que producen resfrío, los virus de hepatitis y el virus SV40 que causa cáncer.
En 1984, a la edad obligatoria de jubilación de 65 años, Hilleman renunció como Vice Presidente Titular de los Laboratorios de Investigación de Merck. No satisfecho con su jubilación, empezó a dirigir el nuevo Merck Institute for Vaccinology hasta su muerte en 2005, cuando tenía 85 años.
A lo largo de su vida, Hilleman recibió una serie de premios, incluyendo la Medalla Nacional de Ciencias (el honor científico más importante en EE.UU.), y premio por hazaña de vida de la Organización Mundial de Salud. Hilleman es muchas veces descrito como el vaccinólogo más exitoso en la historia y es por esta razón que Maurice Hilleman es nuestro onceavo Héroe del Progreso.
Héroes del progreso,
Parte 12: Joseph Lister
Alexander C. R. Hammond explica la gran contribución del cirujano británico Joseph Lister a la cirugía moderna: nuevos métodos de esterilización y equipos médicos que transformaron los hospitales.
Hoy presentamos la doceava parte de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org titulada "Héroes del Progreso". Esta columna presenta una introducción breve a quienes han realizado una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad.
Nuestro doceavo Héroe del Progreso es Joseph Lister, un cirujano británico del siglo diecinueve que es conocido como "el padre de la cirugía moderna". Lister introdujo nuevos métodos de esterilización en los hosiptales así como también equipos médicos que transformaron los hospitales, los cuales pasaron de ser trampas mortales a ser lugares de verdadero sanamiento. En los hospitales que adoptaron sus sugerencias, las tasas de infección cayeron dramáticamente y desde ese entonces las ideas de Lister han sido adoptadas como normas quirúrgicas alrededor del mundo.
Joseph Lister nació el 5 de abril de 1827 en Essex, Inglaterra, en el seno de una próspera familia cuáquera. Su padre era un exitoso comerciante de vinos y un científico aficionado que inventó los lentes acromáticos (esto es, que no distorsionan los colores) y que se utilizan hoy en los microscopios. Lister asistió a la University College of London, que era una de las pocas escuelas que aceptaba cuáqueros, para estudiar botánica. Se graduó como Bachiller en las Artes en 1847.
Luego de obtener su título de pregrado, Lister inmediatamente se inscribió como estudiante de medicina en la misma institución. Se graduó con honores en 1852 y se volvió un cirujano de planta en el University College Hospital. Un año después, Lister se mudó a Edimburgo para ser el asistente de James Syme, un reputado profesor de cirugía en ese entonces. En 1859, Lister asumió la prestigiosa posición de Profesor Regius de Cirugía en la Universidad de Glasgow.
A mediados del siglo diecinueve, se pensaba que el aire malo era responsable de las infecciones en las heridas de los pacientes. Los hospitales dejarían entrar aire en sus pabellones al medio día para reducir el esparcimiento del “miasma” o vapor venenoso que estaba lleno de partículas de la materia descompuesta, que era la que supuestamente provocaba las infecciones. La ignorancia acerca de cómo se esparcían las enfermedades era abundante. Los cirujanos no se lavaban las manos ni la ropa, se jactaban de las manchas en sus ropas sucias utilizadas durante operaciones y se referían a estas vestimentas como “la buena y vieja pestilencia quirúrgica”.
Mientras trabajaba en la Universidad de Glasgow, Lister leyó un estudio escrito por el químico francés Louis Pasteur, quien había demostrado que los alimentos se podían malograr bajo condiciones anaeróbicas (esto es, sin aire) si es que los micro-organismos estaban presentes. Pasteur descartó la noción de que el aire malo causaba infecciones y recomendó la filtración, la exposición al calor, o soluciones químicas para detener el esparcimiento de las bacterias perjudiciales.
Dado que las primeras dos sugerencias de Pasteur dañarían el tejido humano, Lister empezó a rociar las heridas de los pacientes, los instrumentos quirúrgicos y la ropa con ácido carbólico. Pronto se dio cuenta de que H2CO3 reducía dramáticamente las tasas de infección en sus pacientes. Presentó su descubrimiento en la publicación científica The Lancet en una serie de seis artículos a principios de 1867.
Lister ordenó a todos los cirujanos bajo su dirección que usen guantes limpios, que se laven las manos y limpien sus instrumentos antes y después de las operaciones, y que rocíen la solución de H2CO3 en el quirófano. Conforme los hospitales y quirófanos se volvieron más limpios y conforme las heridas se volvieron esterilizadas, las tasas de infección cayeron y millones de vidas fueron salvadas.
En 1869, Lister volvió a Edimburgo como sucesor de Syme y continuó desarrollando sus métodos de esterilización. La paciente más célebre de Lister fue la Reina Victoria, quien llamó a Lister en 1871 para que atendiera “un absceso del tamaño de una naranja en su axila”. Armado con el ácido carbólico y una pequeña herramienta de incisión, trató la herida de la Reina. Luego Lister bromearía con sus estudiantes, “Caballeros, ¡soy el único hombre que le ha clavado un cuchillo a la reina!”
Lister continuó dando clases, realizando investigaciones y tratando pacientes hasta que su esposa murió en 1893. Después de eso, dijo que estudiar y escribir eran actividades que ya no le atraían. Lister murió el 10 de febrero de 1912 en su casa de campo en Kent. Tenía 84 años.
Lister fue condecorado con numerosos premios y títulos honorarios a lo largo de su vida. Más notablemente, fue nombrado Presidente de la Royal Society en 1894 y un barón de la Reina Victoria en 1897. Los métodos de esterilización de Lister transformaron la cirugía moderna y salvaron incontables millones de vidas. Por esta razón, Joseph Lister es nuestro doceavo Héroe del Progreso.
Héroes del Progreso,
Parte 13: James Watt
Alexander C. R. Hammond destaca el gran aporte del ingeniero e inventor escocés James Watt, quien mejoró el diseño del motor a vapor, dando así inicio a la Revolución Industrial.
Hoy presentamos la treceava edición de una serie de artículos publicada por HumanProgress.org y titulada, “Héroes del Progreso”. Esta columna presenta una introducción breve a los héroes que han realizado una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad.
Nuestro treceavo Héroe del Progreso es James Watt, un ingeniero e inventor escocés del siglo dieciocho que mejoró el diseño del motor a vapor. El motor a vapor de Watt hizo que la oferta de energía fuera más eficiente y confiable que nunca antes. Esto fue fundamental para dar inicio a la Revolución Industrial.
James Watt nació el 19 de enero de 1736 en Renfrewshire, Escocia. Su padre era un exitoso constructor de barcos y Watt luego recordaría que crecer alrededor del taller de su padre tuvo una profunda influencia en sus objetivos educativos y en la trayectoria de su carrera. Debido a largos periodos de enfermedad durante su infancia, Watt fue en gran medida educada en casa.
Cuando tenía 18 años, la mamá de Watt falleció y el futuro inventor viajó a Londres para estudiar la construcción de instrumentos matemáticos, lo que implicaba aprender a construir y reparar dispositivos tales como cuadrantes, compases, y escalas. Luego de pasar un año en Londres, Watt volvió a Escocia donde produjo y reparó instrumentos matemáticos. Watt eventualmente estableció una tienda de instrumentos matemáticos en 1757, ubicada en la Universidad de Glasgow.
En 1764, Watt recibió un motor a vapor Newcomen para que lo reparara en su taller. Este era un motor viejo que había sido inventado en 1712. El motor Newcomen operaba condensando el vapor en un cilindro, que luego creaba suficiente presión para darle energía a un pistón. Mientras arreglaba el motor, observó que mucho del vapor estaba siendo desperdiciado debido al diseño de un solo cilindro de la máquina. Como la presión en el motor se creaba mediante el enfriamiento del vapor, Watt se dio cuenta de que tener que repetidamente calentar y enfriar el mismo cilindro desperdiciaba más de tres cuarto de la energía térmica del motor.
Para remediar esta ineficiencia, Watt creó en 1765 un diseño que hacía que el vapor se condensara en una cámara que estaba separada del cilindro. Esto fue revolucionario. A diferencia del motor de Newcomen, que desperdiciaba energía calentando y enfriando el mismo cilindro varias veces, el motor de Watt mantenía el cilindro en una temperatura estable conforme el vapor se condensaba en una cámara separada.
Sin embargo, debido a la falta de capital, Watt se enfrentó a dificultades para construir un motor a escala completa. Con las inversiones de Joseph Black, un físico de la Universidad de Glasgow, Watt logró crear un pequeño motor de prueba en 1766. Un años después, Watt y John Roebuck se volvieron socios. En 1769, Watt y Roebuck sacaron su famosa patente para “Un nuevo método inventado para reducir el consumo de vapor y combustibles en los motores de fuego”.
Desafortunadamente, adquirir la patente dejó a Watt sin fondos. Por lo tanto, se vio en la obligación de tomar otro trabajo —primero como un supervisor y luego como un ingeniero civil.
Siete años después, el antiguo socio de Watt quebró y un fabricante inglés llamado Matthew Boulton adquirió los derechos a la patente de Roebuck. Gracias a Boulton, Watt volvió a trabajar a tiempo completo en su motor.
Juntos, los dos hombres fundaron la empresa Boulton y Watt, y Watt pasó los próximo años mejorando la eficiencia y costo de su motor. El primer motor de vapor con doble cilindro salió al mercado el 8 de marzo de 1776, un día antes de que se publicara por primera vez La riqueza de las naciones de Adam Smith. Difícilmente estos dos escoceses se pudieron haber imaginado que estaban a punto de cambiar el mundo para siempre.
La demanda del motor de Watt creció y fue rápidamente utilizado alrededor de múltiples industrias, incluyendo las máquinas rotativas que eran utilizadas en las fábricas de tejidos de algodón, las cuales pudieron proveer ropa barata a las masas por primera vez. Finalmente, el diseño de Watt fue capaz de convertir el motor a vapor de una máquina de “eficiencia marginal en el caballo mecánico de trabajo de la Revolución Industrial”.
En 1800, una vez que la patente del motor a vapor expiró, Watt se jubiló. El 15 de agosto de 1819 Watt murió con 83 años en Birmingham, Inglaterra. Watt fue honrado con numerosos premios durante su vida, incluyendo la membrecía de las Royal Society de Londres y de Edimburgo. En 1960, la unidad de potencia watt (W) fue nombrada en su honor. En 2009, el Banco de Inglaterra puso la cara de Watt en el nuevo billete británico de £50.
La industrialización ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza. Hoy, todos los países desarrollados han atravesado el proceso de industrialización, un fenómeno que no hubiese ocurrido sin el motor de Watt y es por esta razón que James Watt es merecidamente nuestro treceavo Héroe del Progreso.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 7 de marzo de 2019.
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