EL Rincón de Yanka: ÓLIVER LAXE: EL DIRECTOR DE "MIMOSAS" UNA EXPERIENCIA MÍSTICA

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domingo, 15 de enero de 2017

ÓLIVER LAXE: EL DIRECTOR DE "MIMOSAS" UNA EXPERIENCIA MÍSTICA



«La gente tiene sed de un cine 
de proporciones espirituales»



La forma en que Oliver Laxe mira al cine es la de un niño que observa el futuro intuyendo que, a pesar de la miseria, siempre queda la esperanza. El cine, para este gallego de 33 años que ya ha llevado España a Cannes en dos ocasiones, tiene la clara misión de hacer vibrar e «invitar al público a una experiencia de misterio». Laxe logró en 2010 el premio Fipresci en Cannes con «Todos vosotros sois capitanes» y, seis años después, en mayo, se hizo con el Gran Premio de la Semana de la Crítica por «Mimosas», su último filme y en el que el joven derrocha buen gusto y regala al espectador un viaje espiritual.

La tierra gallega en que Laxe se crió impregna una filmografía íntimamente ligada a la vida de campesino humilde y sumiso ante la vida de la que el director fue testigo buena parte de su infancia. En «Mimosas», que ya se exhibe en las salas, Laxe narra cómo una caravana acompaña a un anciano y moribundo Sheikh a Sijilmasa. Su última voluntad es ser enterrado junto a los suyos, pero el viejo muere mientras cruzan las escarpadas cumbres del Atlas marroquí. A partir de este momento comienza una experiencia más mental que física no solo para los personajes sino también para el espectador.

— Nació en el seno de una familia de inmigrantes gallegos. ¿De qué manera conecta su obra con España?

He pasado la mayor parte de mi vida en España. He vivido, pero también he escuchado muchas anécdotas de abuelos, bisabuelos y tatarabuelos campesinos que acogían como podían las vicisitudes de la vida. Su aceptación, su dulce y digna sumisión ante una vida que es más grande que ellos, aparecen siempre en estos relatos, una mezcla de humildad y desapego. Quiero que mis películas recojan estos delicados sentimientos, estar a la altura de estos antepasados hacia los que guardo mucha admiración.

— La trama de Mimosas parte de la muerte. ¿Tuvo siempre claro el modo en que quería reflejar ese sentimiento en el filme?

Quería reflejar que la muerte en realidad no existe, es la idea que creo que atravesará mi cine. Puede que debido a mi miedo a mi propia finitud o porque he trabajado mi relación con el mundo del alma, no lo sé. En Mimosas, cuando el maestro baja del caballo mira una colina y dice : “Aquel es un buen sitio para una siesta”. Por siesta se refiere su muerte, una mera siesta tras la cual despertará en el mundo del alma. Relativiza la muerte, se ríe de ella. El mundo de la manifestación y el mundo del alma no son sin embargo dimensiones que se sucedan, son más bien paralelas. En Mimosas el primer mundo lo componen los caravaneros que atraviesan las montañas y el segundo los taxistas, ángeles desdentados. El recorrido de Ahmed, el protagonista de la película, es por lo tanto iniciático: tiene que aprender a relativizar su propia muerte, a trascenderla. O por lo menos a poner sus valores y su ética por encima de esta.

— ¿Cómo definiría a Ahmed?

Un escéptico, alguien al que una experiencia de la vida le cerró el corazón. Una experiencia desafortunada, o una cicatriz profunda del alma. Ahmed representa al hombre moderno: sin confianza en sí mismo, sin referentes, errante… Pero la compañía de Shakib, Ikram o Said le vuelven a abrir poco a poco el corazón a lo largo de la películas. Son gente hermosa, héroes. Ahmed tiene espejos en los que mirarse y reconocerse.

— El dúo Ahmed - Shakib, la creencia contra la no creencia… ¿de qué modo podría trasladar esa idea a nuestro mundo actual?

Creo que es una dualidad que es propia de la naturaleza humana, y hasta el más devoto creyente en algún momento duda. La duda es parte de la fe, no se puede estar siempre iluminado… Para mí el problema principal del mundo actual y lo que más repercute en esta deriva materialista y mecanicista en la que estamos es la falta de conciencia de que detrás de cada cosa hay una inteligencia creativa, una matemática sutil. Es algo dramático y disociador, como si viviéramos en la mitad del mundo. La falta de conciencia del mundo de las formas sutiles hace vivir al hombre moderno en una angustia permanente, en una búsqueda sin fin y desesperada de sentido. Eso lo infantiliza mucho. No entiende la muerte, le angustia, y se lanza a acumular y acumular experiencias sin ton ni son. Pero el escepticismo ha llegado a sus topes, eso es una buena noticia: el escepticismo a llegado a tal extremo que se ha cargado al propio escepticismo, y estamos recuperando la inocencia.

— ¿En qué se inspiró para dar con la base sobre la que se construye Mimosas?

Creo que las películas tienen que tener un equilibrio entre relato y misterio. Con respecto al relato de Mimosas mi intención principal era transmitir que la sumisión es el camino de la libertad. Y no me refiero a la sumisión prosaica sino a la del alma. Hablo de la digna sumisión ante la vida, una vida que siempre nos supera. Los personajes de Mimosas aceptan lo que les da el camino con sumisión. Con respecto al misterio en Mimosas, mi intención principal era confiar en el cine, en las imágenes. Algo extraño pasa en la sala de cine, con las imágenes, independientemente de las historias: estas pueden transformarnos y acompañarnos toda la vida. Las que son benéficas. Las maléficas nos velan. La función del arte es invitar al espectador a una experiencia del misterio, hacer sentir o intuir el misterio.

— ¿Qué papel cree que juega el dinero en nuestra sociedad actual?

No es tanto el dinero, como la falta de una perspectiva espiritual del mundo. El materialismo se ha llevado consigo las religiones y al arte. No nos morimos de frío por culpa del dinero, nos morimos de frío porque la ideología materialista, dualista y racional, superficial, nos hace creer que solo lo que se puede tocar existe. Que solo lo manifestado existe, cuando en realidad es un mero espejo de otro mundo.

— Ahmed va encontrando a lo largo de la película el camino de la espiritualidad

Sucede constantemente, pertenezco a una generación cada vez más desacomplejada con las cuestiones relativas al alma, sabemos diferenciar entre la institución religiosa y el gesto religioso. Se dice que somos una generación sin referentes políticos pero creo que, una vez más, nuestro problema es de falta de referentes espirituales. Ese escepticismo se nos ha dado de cuna. Es una pena ver que únicamente sea el lenguaje político el que otorgue claves emancipadoras a la gente, es un error. Falta la pata más importante. Aunque haya una buena intención en ello, la silla acaba cayéndose tarde o temprano.
El principal problema, creo, es que a las religiones del mundo les falta precisamente la religión. 
Hacen muy bien al recordarnos que el mundo es bello y que el hombre es un héroe, y que el mundo es justo hasta en su aparente injusticia. Pero ¿por qué y para qué es injusto? Las religiones están hoy en crisis porque no han logrado que tengamos una mayor conciencia de las reglas del misterio. Hay que abrir el corazón, sí, pero sobretodo hay que hacer el alma vibrar. Y esa labor, desgraciadamente, se le ha dejado al arte. Y esta no puede llevar el testigo sola, se va a agotar tarde o temprano. Ya está bastante agotada, de hecho. Ya no cumple tampoco con su misión.



— ¿Es necesario frenar en nuestra rutina para encontrar ese camino?

Sin guía, sin maestros, sin linaje, no es posible frenar la rutina del ego. Yo creo que hasta que el modelo educativo recupere el carácter iniciático no hay esperanza de cambio. Y como no es una idea que creo que vaya a instalarse en la sociedad pues la verdad es que veo todo con cierto pesimismo. No me imagino unas elites que puedan guiar si no tienen esa formación. Quien no tiene maestro el ego es su maestro. ¿Siguen existiendo los maestros? Algunos hay.

— La fotografía en esta película es una obra maestra. ¿Qué le llevó a fijarse en Marruecos?

El sur de Marruecos no tiene flora, el terreno está desnudo y exhibe las diferentes capas de sedimentación, unas cicatrices que evocan la formación del planeta. Hay algo excesivo y antiguo que creo penetra el alma del que vive esas montañas o el desierto. La naturaleza es basta y te da quitándote.

«La naturaleza es basta y te da quitándote»

— ¿Qué le diría al espectador que es esta película?

Una película de aventuras. En las películas de aventuras se viaja en muchos planos, en la geografía y en la imaginación, en la tierra y en los cielos. Por un lado el espectador se sentirá parte de una caravana que atraviesa perdida unas montañas excesivas. Es una película sobre la amistad, sobre el honor… Por otro lado se le invita al Misterio. El cine es una experiencia, una sensación, antes que una idea que haya que entender.

— ¿A qué género diría que pertenece el filme?

Es un western metafísico. Hay un equilibrio entre relato y misterio. Hay bandidos, pícaros, ángeles, vicisitudes, emboscadas, los personajes se pelean, se ayudan, se quieren, se pierden, se encuentran… Pero hay misterio también.

— ¿Qué supone Mimosas en su carrera?

Un segundo premio en Cannes con mi segundo largometraje es importante para seguir creciendo y seguir haciendo un cine que, creo, es libre. Salimos con unas 25 copias en España, un éxito para una película delicada y frágil como esta. Se va a estrenar en salas en una docena de países… estoy muy contento. Pero sobretodo que se confirme que la gente tiene sed de un cine de proporciones espirituales.

— ¿Cómo fue rodar en el Atlas?

Duro para un equipo de rodaje. El Atlas nos dio quitándonos. En la medida de lo posible hemos intentado someternos a lo que el Atlas nos pedía, un poco como los personajes de la película, que se enfrentan a su misión de llevar el cuerpo del maestro con digna sumisión. 

— Tampoco siguió un método convencional a la hora de elegir a los actores

Me los encontré en mi camino. De verdad, no lo digo porque suena bonito. El camino me los puso delante. Son amigos. De cada uno de ellos me ha conmovido una cosa diferente. De Shakib su profunda inocencia, capaz de abrir corazones fuertemente precintados. De Ahmed la cicatriz que tiene su alma y que tan bien refleja el silencio y el misterio de su mirada. De Said su honor de caballería, sus valores, que se transmiten en el tono de su voz, en su manera de sentarse, de mirar a los ojos, de caminar. Cuando mira a la mujer del Maestro y le dice: “Márchese tranquila, enterraremos a su marido junto a los suyos”, sabes que habla en serio y que podría dar su vida por ello. He intentado que esos elementos sutiles de las personas estén en los personajes.


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