A UN SEMBRADOR
“Enseñar siempre:
en el patio y en la calle como en la sala de clase.
Enseñar con actitud, el gesto y la palabra”
Gabriela Mistral, “Magisterio y niño”
Siembra sin mirar la tierra donde cae el grano. Estás perdido si consultas el rostro de los demás. Tu mirada invitándolos a responder, les parecerá una invitación a alabarte y aunque estén de acuerdo con tu verdad, te negarán por orgullo la respuesta. Dí tu palabra y sigue tranquilo sin volver el rostro. Cuando vean que te has alejado, recogerán tu simiente. Tal vez, la besen con ternura y la lleven a su corazón.
Habla a tus hermanos en la penumbra de la tarde para que se borre su rostro y vela tu voz hasta que se confunda con cualquier otra voz. Harás como la rama que no conserva huella de los frutos que ha dejado caer. Harás como el padre que perdona al enemigo si lo encuentra besando a su hijo.
Déjate besar en tu sueño maravilloso de redención. Míralo en silencio y sonríe.
Bástete la sagrada alegría de entregar el pensamiento, bástete el solitario y divino saboreo de su dulzura infinita. Es un misterio al que asisten Dios y tu alma. ¿No te conformas con ese inmenso testigo? El supo, El ya ha visto, El no olvidará.
Del Libro "Desolación", el primer poemario
de Gabriela Mistral (1889-1957)
PENSAMIENTOS PEDAGÓGICOS
Para los que enseñamos:
- Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra.
- Vivir las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez profesional.
- Amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida.
- Hacer innecesaria la vigilancia del jefe. En aquella a quien no se vigila, se confía.
- Hacerse necesaria, volverse indispensable: esa es la manera de conseguir la estabilidad en un empleo.
- Empecemos, las que enseñemos, por no acudir a los medios espurios para ascender. La carta de recomendación, oficial o no oficial, casi siempre es la muleta para el que no camina bien.
- Si no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán exigirse estas cosas?
- La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.
- Cada repetición de la orden de un jefe, por bondadosa que sea, es la amonestación y la constancia de una falta.
- Más puede enseñar un analfabeto que un ser sin honradez, sin equidad.
- Hay que merecer el empleo cada día. No bastan los aciertos ni la actividad ocasionales.
- Todos los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de sus maestros.
- No hay más aristocracia, dentro de un personal, que la aristocracia de la cultura, o sea de los capaces.
- Para corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo.
- Todo puede decirse; pero hay que dar con la forma. La más acre reprimenda puede hacerse sin deprimir ni envenenar un alma.
- La enseñanza de los niños es tal vez la forma más alta de buscar a Dios; pero es también la más terrible en el sentido de tremenda responsabilidad.
- Lo grotesco proporciona una alegría innoble. Hay que evitarlo en los niños.
- Hay que eliminar de las fiestas escolares todo lo chabacano.
- Es una vergüenza que hayan penetrado en la escuela el couplet[1] y la danza grotesca.
- La nobleza de la enseñanza comienza en la clase atenta y comprende el canto exaltador en sentido espiritual, la danza antigua -gracia y decoro-, la charla sin crueldad y el traje simple y correcto.
- Tan peligroso es que la maestra superficial charle con la alumna, como es hermoso que esté a su lado siempre la maestra que tiene algo que enseñar fuera de clase.
- Las parábolas de Jesús son el eterno modelo de enseñanza: usar la imagen, ser sencilla y dar bajo apariencia simple el pensamiento más hondo.
- Es un vacío intolerable el de la instrucción que antes de dar conocimientos, no enseña métodos para estudiar.
- Como todo no es posible retenerlo, hay que hacer que la alumna seleccione y sepa distinguir entre la médula de un trozo y el detalle útil pero no indispensable.
- El amor a las niñas enseña más caminos a la que enseña que la pedagogía.
- Estudiamos sin amor y aplicamos sin amor las máximas y aforismos de Pestalozzi y Froebel, esas almas tan tiernas, y por eso no alcanzamos lo que alcanzaron ellos.
- No es nocivo comentar la vida con las alumnas, cuando el comentario critica sin emponzoñar, alaba sin pasión y tiene intención edificadora.
- La vanidad es el peor vicio de una maestra, porque la que se cree perfecta se ha cerrado, en verdad todos los caminos hacia la perfección.
- Nada es más difícil que medir en una clase hasta dónde llegan la amenidad y la alegría y dónde comienza la charlatanería y el desorden.
- En el progreso o el desprestigio de un colegio todos tenemos parte.
- ¿Cuántas almas ha envenenado o ha dejado confusas o empequeñecidas para siempre una maestra durante su vida?
- Los dedos del modelador deben ser a la vez firmes, suaves y amorosos.
- Todo esfuerzo que no es sostenido se pierde.
- La maestra que no respeta su mismo horario y lo altera solo para su comodidad personal, enseña con eso el desorden y la falta de seriedad.
- La escuela no puede tolerar las modas sin decencia.
- El deber más elemental de la mujer que enseña es el decoro en su vestido. Tan vergonzosa como la falta de aseo es la falta de seriedad en su exterior.
- No hay sobre el mundo nada tan bello como la conquista de almas.
- Existen dulzuras que no son sino debilidades.
- El buen sembrador siembra cantando.
- Toda lección es susceptible de belleza.
- Es preciso no considerar la escuela como casa de una, sino de todas.
- Hay derecho a la crítica, pero después de haber hecho con éxito lo que se critica.
- Todo mérito se salva. La humanidad no está hecha de ciegos y ninguna injusticia persiste.
- Nada más triste que el que la alumna compruebe que su clase equivale a su texto.
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