EL Rincón de Yanka: 💪 LA VOLUNTAD ES MÁS IMPORTANTE QUE LA INTELIGENCIA

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sábado, 15 de septiembre de 2018

💪 LA VOLUNTAD ES MÁS IMPORTANTE QUE LA INTELIGENCIA



La voluntad es la clave para conseguir lo que uno se ha propuesto. Es la joya de la corona de la conducta. El que tiene educada la voluntad verá que sus sueños se irán convirtiendo en realidad.

La voluntad y la inteligencia forman un dúo decisivo en la geografía de la persona. A ellas se une otra pieza decisiva de nuestra psicología: la afectividad. Afectividad, inteligencia y voluntad constituyen un tríptico esencial que nos dirige hacia lo mejor.

¿Qué es la voluntad, en que consiste, cuales son los principales ingredientes que se hospedan en su interior? La voluntad es la capacidad para ponerse uno objetivos concretos y luchar hasta irlos alcanzando. Está claro que no es algo genético, sino adquirido. La psicología conductista la define así: capacidad para aplazar la recompensa. Es decir, para ir trabajando y fortaleciendo la voluntad es muy importante no buscar resultados inmediatos sino mediatos, sacrificar lo cercano por lo lejano. En esa travesía se encierra un principio que me parece muy importante: saber esperar y saber continuar.

Etimológicamente la palabra voluntad procede del latín voluntas, -tatis, que significa querer. Hay una distinción muy interesante si nos vamos a los matices. Desear es pretender algo de forma pasajera, momentánea, esporádica, sin continuidad, es algo que asoma en ele escenario de los intereses y luego se difumina. Por el contrario, querer es determinación, propósito firme, decisión sólida, es haber tomado la resolución de conseguir algo y entregarse a esa tarea. El inmaduro va detrás de los deseos según van apareciendo y luego los va desechando. El que tiene madurez quiere algo con fundamento y precisión, lo califica, lo precisa, delimita su campo y se lanza con todas sus fuerzas en esa dirección evitando la dispersión, poniendo a la voluntad por delante, para que tire en ese sentido. El deseo es más emocional, el querer pertenece al patrimonio de la voluntad. Dicho de forma más rotunda: voluntad es determinación.

Toda educación empieza y termina por la voluntad.

Los padres somos los primeros educadores. Un buen padre vale más que cien maestros. Educar es seducir por encantamiento y ejemplaridad; seducir con los valores; entusiasmar con las cosas que no siguen siendo valiosas con el paso del tiempo. Educar es convertir a alguien en persona; ayudarle a que se desarrolle de la mejor manera posible, en los diversos aspectos que tiene la naturaleza humana.

La voluntadmo es firmeza en los propósitos, solidez en lo planes a llevar hacia delante, ánimo ante las dificultades. Todo lo grande es hijo del esfuerzo y la renuncia. Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. Cuando la voluntad se ha ido formando a base de ejercicios continuos, está siempre dispuesta a vencerse, a ceder, a dominarse, a buscar lo mejor. No eres más libre cuando haces lo que te apetece, sino cuando eliges aquello que te hace más persona. Aspirar a lo mejor y tener visión de futuro.

Quiero diseñar un decálogo sobre como fomentar la voluntad. Es una manera de atornillar tu tema tan rico, complejo e importante como este.

1. La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence y lucha y cae y se levanta y vuelve a empezar. Esto tiene un nombre: hábito. Es necesario ir adquiriendo hábitos positivos de voluntad, la frecuencia y regularidad de un comportamiento positivo,

2. Para tener voluntad hay que empezar negarse y/o vencerse en estímulos e inclinaciones inmediatas. Esto es realmente difícil en los comienzos. Toda educación de la voluntad tiene un trasfondo ascético, esforzado, costoso.

3. Cualquier avance en la voluntad se hace más fácil si hay motivación. Estar motivado es tener el arco tenso para apuntar al mejor blanco. El ejercicio de tiro con arco en nuestros objetivos, se estira más gracias a los contenidos que lo motivan. ¡Lo que estudia una persona que prepara oposiciones para llegar a sacarlas. A lo que es capaz de renunciar en cuanto al placer de comer, una persona que está motivada para adelgazar! El que sabe lo que quiere tiene la voluntad preparada para la lucha.

4. Es fundamental tener objetivos claros, precisos, bien delimitados, medibles y además estables. Cuando esto es así y se pone el esfuerzo por ir hacia delante, los resultados positivos estarán a la vuelta de la esquina. La cabeza no tolera la dispersión de aquello que pretendemos conseguir. Ni tampoco querer abarcar más de lo que uno realmente puede. Aprender a renunciar es sabiduría y paz interior.

5. Toda educación de la voluntad tiene un fondo austero, sobrio y costoso especialmente cuando se está comenzando. Los ríos desbordados y caudalosos de la juventud deben ser conducidos por un cauce que disciplina los impulsos y agavilla su volumen. Ahí tienen su puesto los padres por un lado y los educadores, por otro. Las grandes ambiciones, las mejores aventuras brotan de un pequeño riachuelo que crece poco a poco descendiendo la montaña y que se hace ancho y crecido en el valle.

6. A medida que uno tiene más voluntad se gobierna mejor y no se deja llevar por el estímulo inmediato. Tener voluntad es patrocinar la alegría. El dominio de uno mismo, es uno de los retos más nobles y que nos elevan por encima de las circunstancias. Se consigue así una segunda naturaleza. Uno no hace lo que le apetece, ni lo más fácil, ni escoge el camino más blando, sino que se dirige hacia lo excelente. Es la aristocracia de la conducta.
7. Una persona con voluntad se da cuenta de lo importante que es el orden. El orden empieza en la cabeza: el que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. Orden en nuestra habitación, despacho o lugar donde funcionamos. Orden en los horarios. Orden en no querer ser salsa de muchos guisos, ni estar desparramado en demasiados asuntos. No olvidar esto: ordenar es tirar lo que sobra y no sirve; en la duda, tirar.
8. Una persona con voluntad alcanza lo que se ha propuesto si es constante. Esto significa tenacidad, insistencia, perseverar, no darse por vencido cuando las cosas empiezan a costar, empeño, tesón férreo. Es la política de los pequeños vencimientos. De ese modo podemos decir que somos enanos a hombros de los gigantes.
9. Una buena y adecuada educación de la voluntad es un indicador de madurez de la personalidad. No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con su uso y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza a la ingeniería de la conducta. Una persona con voluntad llega en la vida más lejos que una persona inteligente. Y al revés, una persona sin voluntad es siempre a merced de sus caprichos, traído y llevado y tiranizado por la filosofía del me apetece.
10. La educación de la voluntad no se termina nunca. Lo que quiere decir que el ser humano es siempre una sinfonía inacabada. Cuando el tiempo se pose amarrillo sobre nuestras fotografías, que podamos decir: confieso que he intentado sacar lo mejor de mi mismo, a pesar de los pesares. Intentar hacer de la vida personal una pequeña obra de arte, cada uno según sus capacidades y exigencias. Trabajo de artesanía psicológica
Termino. Nihil difficile volenti, leí en una casa italiana en el frontispicio de su entrada: nada es difícil si hay voluntad. Buena parte del éxito o del fracaso en la vida personal dependen de la educación de la voluntad. El gran escándalo de este siglo XXI es: la perfección de los medios y la confusión de los fines. 
Enrique Rojas
Catedrático de Psiquiatría y autor del reciente "libro No te rindas" (Ed. Temas de Hoy)

La motivación es siempre la representación 
anticipada de la meta, lo cual conduce a la acción.
VOLUNTAD Y OBJETIVOS CONCRETOS.

Solo la voluntad nos determina. Todo comienza por el deseo, pero para pasar a buen término es necesario que éste se transforme en algo que se quiere. Desear y querer , dos pretensiones, una que navega pilotada por los sentimientos, mientras que la segunda es guiada por la voluntad. Desear es querer algo que se ve, aquí entraría como ejemplo clarificador todo el tema de los instintos o experiencias básicas; el hambre, la sexualidad, la sed, como el verse motivado a hacer algo poniendo la voluntad por delante, pues sabemos que eso nos plenifica, nos mejora, eleva la conducta hacia planos superiores. Toda la conducta motivada apunta hacia la elección. Voluntad es elegir y elegir es renunciar. Comportamiento mas lejano, que necesita sacrificar lo cercano y apostar por aquello que ilusiona, pero que está aun en la lejanía. Esto complica las cosas porque requiere ya un cierto grado de madurez. La respuesta se mantiene por el apoyo de una voluntad templada en una lucha firme y duradera.

Es el viejo dilema de medios y fines. Lo que mueve es algo bueno, que aparece en la razón como algo por lo que merece la pena esforzarse. La meta es un estímulo para la acción, sobre todo en los momentos difíciles. Es punto de referencia por donde la voluntad se desliza, poniendo de su parte una y otra vez, venciendo los posibles desfallecimientos que asomen de fuera y de dentro.

En la práctica, el desear y el querer aparecen mezclado, pero en la teoría es bueno separarlos, para saber en que terreno estamos. Cuando queremos lo que hacemos es preferir lo mejor. Y si la meta tiene grandeza, nos lleva poco a poco a una posición desde la cual vamos a ir siendo mas dueños de nosotros mismos: pasamos de lo pasajero y temporal a lo imperecedero e intemporal. Pero ¿qué es lo que arrastra?, ¿que hace que apuntemos hacia esa dirección? El sentirnos motivados por aquello que nos interesa.

La motivación es siempre la representación anticipada de la meta, lo cual conduce a la acción. A través de ella nos vemos llevados a realizar ese algo valioso que hemos elegido. A la larga debe ser alcanzar algo que nos llene realmente o también, pretender el mejor desarrollo personal.

Educar es convertir a alguien en persona. Introducir en la relidadad con amor y conocimiento. La educación es la base para edificar una trayectoria personal adecuada. Etimológicamente significa acompañar y extraer. Educar es cautivar con argumentos positivos, entusiasmar con los valores, seducir con lo excelente. Eso significa comunicar conocimientos y promover actitudes, en una palabra, información y formación. Educar no es enseñarle a alguien matemáticas, literatura, arte o contabilidad, sino prepararlo para que viva su biografía de la mejor manera posible. Regala de urbanidad y convivencia, hábitos positivos para no ser sujeto masa, anónimo e impersonal.

La educación es la estructura del edificio personal, la cultura es la decoración. La primera enseña a nadar para no verse arrastrado por las mareas de todo tipo que amenazan al ser humano. La segunda enseña a vivir. La cultura es la estética de la inteligencia. Hablamos ya de un nivel superior, que empuja a caminar hacia unos objetivos verdaderamente dignos. Por eso la cultura es libertad. Espesor del conocimiento vivido, lo que queda después de olvidar lo aprendido.

El gran dilema estriba en la siguiente pregunta: ¿cómo fomentar la voluntad cuando siendo la meta buena, positiva, la vemos como algo costoso y duro de entrada? Ya lo he dicho antes, para mi la respuesta la sintetizo así: sabiendo hacer atractiva la exigencia y mirando siempre fijamente al horizonte de las ilusiones del porvenir. ¿Cómo? Poniendo la inteligencia, sublimando los esfuerzos, no dándose uno por vencido cuando las cosas van mal, poniendo algunos toques espirituales que nos elevan por encima de las circunstancias. Los esfuerzos y las renuncias de ahora tendrán su recompensa. Solo el que sabe esperar es capaz de utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos. La mejor de las metas es una ecuación entre felicidad y proyecto personal.

Esa conquista abre las puertas para la conquista de uno mismo, o lo que es igual, llegar a un autodominio a través del cual uno no se desvía de la meta, entregándose con ardor. Y a la hora de llevar a cabo algo desagradable, costoso, vienen a la mente los beneficios que se obtendrán y eso realimenta la lucha.

Hay que ponerse metas concretas, menudas, pequeñas y a por ellas. Dejar las grandes gestas para otros. Ir al heroísmo de hacer bien lo diario con alma, corazón y vida. El que tiene voluntad consigue que sus sueños se hagan realidad.


Catedrático de Psiquiatría


ORDEN Y CONSTANCIA

El orden y la constancia son dos joyas de la conducta. Cuando yo empezaba mis estudios en la Facultad de Medicina, gracias al influjo de mis padres y en especial de mi hermano Luis, me di cuenta de la enorme importancia que tenían ambas. Voy a desmenuzar su contenido.
El orden es un valor humano que se refiere a la buena disposición de las cosas entre sí y a saber poner cada una de ellas en el lugar que le corresponde. Pero el orden tiene muchos significados, se abre en abanico y nos ofrece un muestrario de posibilidades amplio y diverso. Aquí voy a referirme a la vida ordinaria, al día a día:

1. Orden en el horario: esta es la base. Levantarse a la hora adecuada y tener una regularidad de las actividades programadas. Cuando uno tiene orden, el tiempo se dilata y se llega a más cosas. Una hora fija aproximada de acostarse y de levantarse. La disciplina nos hace metódicos, dueños de nosotros mismos.
2. Orden en la habitación: entrar a la habitación de alguien es hacer un retrato psicológico del que la habita. Puede parecer de entrada una cosa sin importancia, pero el buen observador verá cómo están las cosas que esa persona tiene y maneja a diario. Cuando hay orden, aquello desprende paz, serenidad e invita a quedarse allí. Una habitación que es una leonera, donde el desorden campa por sus respetos y todo es caótico, refleja bien a las claras la persona que vive en ella. Que cada cosa esté en su sitio y después de utilizarla, devolverla a su lugar. Según la compañía de consultores Priority Management de Pittsbusrgh, una persona media gasta un año de su vida buscando cosas perdidas. Cajones, carpetas, libretas y tener en el ordenador todo bien clasificado. Este orden simplifica la vida y produce una tranquilidad casi inmediata. El orden aporta a la vida comodidad, eficacia, simplificación de la vida, calma.

3. Orden esa prender a tirar lo que ya no sirve. Es impresionante lo que uno puede llegar a guardar si no anda con cuidado. Ordenar es saber desprenderse de lo que estorba. Y en la duda: lo mejor es tirar. Qué paz produce sacar un cajón de su sitio, ponerlo encima de una mesa y empezar a mandar cosas inútiles a la papelera. Esto parece una anécdota pequeña, pero no lo es.
4. Orden en la cabeza. El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. Y para eso: aprender a ser concretos, no querer tocar demasiadas teclas ni ser salsa de muchos guisos. Aprender a renunciar es sabiduría. Y al mismo tiempo es esencial tener una jerarquía de valores bien establecida: lo que es decisivo, lo importante, lo ordinario, lo marginal. El orden mental es placer de la razón y sedante de la afectividad. Tener las ideas claras produce una alegría interior que no tiene precio. Orden en la forma de vivir, de trabajar, de pensar, de superar las adversidades. Orden ético, afectivo, en las prioridades… hay un orden oculto por debajo incluso de las apariencias, que toca a cada uno descubrir.
5. Ser organizado. A esta modalidad le llamaría yo orden dinámico, que no es otra cosa que prever, adelantarse, evitar la improvisación. Frente a los puntos anteriores que estarían dentro del espectro de orden estático.
6. Orden y, a la vez, saber ser flexible. Esto quiere decir saber aceptar los cambios e imprevistos que surgen y que forman parte de la vida misma y que rompen el orden que uno tenía establecido. Entre el desordenado de campeonato y el perfeccionista y maniático del orden, hay una gama rica y multiforme. El rígido perfeccionista sufre y se altera porque las cosas no siguen la secuencia por él establecida. La persona ordenada lleva bien estos hechos y no pierde la calma. El orden da armonía y equilibrio a la vida. Es más, me atrevería a decir que no hay verdadero equilibrio psicológico sin orden.
Constancia es tenacidad sin desaliento. Firmeza y perseverancia en los objetivos que uno se ha puesto. Es uno de los grandes pilares de la personalidad madura. Habiendo tomado una determinación concreta, constancia es no darse por vencido, crecerse ante las dificultades que surjan. Así se edifica un ser humano fuerte, firme, consistente, rocoso, de una pieza.
Todo hábito es continuidad en el esfuerzo: saber esperar y saber continuar. Es una forma de valentía contra la fatiga y la renuncia. Dice Unamuno en su Diario íntimo: «No darse por vencido, ni aún vencido». La persona constante se ha ido haciendo así a base de pequeñas renuncias, ganando batallas menudas hasta llegar a ser hercúleo, de piedra, difícil de derribar. Acabo de terminar en estos días el libro La vida oculta de Fidel Castro, escrita por Juan Reinaldo Sánchez, que fue durante 17 años su guardaespaldas y que en un momento determinado se dio cuenta del tráfico de drogas gestionado por Castro y su gente… Quiso dimitir de su cargo y fue a la cárcel, en donde tuvo el trato habitual de las cárceles cubanas, dos años de prisión y necesitó reunir el dinero para escapar de la isla doce años después para pagar a la red de pasadores los diez mil dólares que precisaba: su lucha fue titánica, sin desmayo, contra toda esperanza…
El que es constante va consiguiendo ser estable y no se detiene en el cortoplacismo, sino que mira en la lejanía, por sobreelevación, acostumbrado de vencerse aquí y allí.
El orden y la constancia tienen como fruto inmediato el conseguir objetivos concretos, medibles, bien delimitados. El fruto mediato es la alegría, que es estar contento con uno mismo intentando sacar lo mejor que llevamos dentro, venciendo presiones y resistiendo infortunios. De ese modo, irá ganando en fortaleza y será cada vez más libre.
La vida diaria sigue siendo la gran cuestión. El secreto del éxito de muchas vidas descansa en haber trabajado bien estos dos pilares: bravura intrépida escondida en el remanso de muchos días sencillos y normales, la grandeza de hacer bien lo ordinario y aguantar los momentos malos. Así todo se desliza hacia una vida lograda, que no es otra cosa que autorrealización.

Catedrático de Psiquiatría

COMO ALCANZAR LO QUE TE HAS PROPUESTO.
La voluntad es más importante que la inteligencia

La voluntad es más importante que la inteligencia. La vida con sus exámenes, va dando cuenta de si hemos sabido educarla, para sacar de nosotros lo mejor que llevamos dentro, la voluntad es un facultad psicológica que nos mueve a hacer algo. En un lenguaje más operativo diríamos: disposición interior para llevar algo a cabo anticipando consecuencias. El estudiante que en febrero es capaz de tener un plan de estudio, porque está ya pensando en los exámenes de junio.
La voluntad es lo más propio del hombre, tanto como la razón. Cada uno de nosotros es una promesa. Una intención de llegar a ser lo mejor que podamos. Para un niño o un adolescente o un joven, educar la voluntad significa de entrada la negación del instante inmediato y el esfuerzo por no satisfacer lo que está ahí, sino apuntar hacia el futuro. Lo inmediato es superado y rebasado por lo mediato, por lo lejano. El ser humano está siempre en marcha, su vector persigue el realizarse uno a sí mismo. Hay una distinción que se encuentra en el pensamiento clásico, entre desear y querer. Desear significa pretender algo, pero desde el punto de vista afectivo, sentimental: es como una ráfaga que se enciende en nuestros escenarios mentales y que pasa casi sin dejar rastro. Desearía ser más estudioso, mas ordenado, aprovechar mejor el tiempo o ser más culto o mejorar mi carácter... pero en muchas ocasiones eso es solo un pensamiento pasajero, que no se traduce en nada. Querer es buscar algo y poner toda la voluntad en ese empeño, es determinación, empeño, esfuerzo concreto que no se dispersa, de modo que se va alcanzando dejándose uno la piel en la empresa.

De ahí que se pueda concluir que desea la persona poco madura y quiere la que está más hecha y tiene más educada la voluntad. La alquimia de los deseos nos hace perder de vista el horizonte y apuntamos a demasiadas metas de forma transitoria, sin concretar.


Voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en las metas, sin desanimarse ante las dificultades, sabiendo que todo lo grande es hijo de la renuncia. El que tiene voluntad es mas libre y lleva su vida hacia donde quiere. Su aspiración final es la independencia y la consecución de los objetivos concretos que se ha propuesto. El hombre es perfectible y defectible; puede ir hacia lo mejor de si mismo y también abandonarse y dar una versión pobre, desinflada, sin aspiraciones, que va tirando de su existencia como se arrastra un peso muerto.


En el ser humano el aprendizaje es mucho más importante que el instinto. La inteligencia ejecutiva es una facultad superior, distinguida y aristocrática que encarga el mando sobre el resto de las funciones psicológicas. La escasez de inteligencia ejecutiva no se cura con pastillas, sino con psicoterapia. Esa educación se realiza mediante la adquisición de hábitos positivos que conducen a huir de la filosofía del me apetece a aquella otra de hago lo que es mejor para mí.


Hay tres etapas importantes a la hora de poner la voluntad por delante en algo que queramos hacer:


1) Saber qué objetivo pretendemos y cuales son los medios con los que contamos; estar en la realidad personal, pero con ilusión. Dice Julián Marías que “la ilusión es un deseo con argumento, asociado a la vida biográfica”.
2) Viene después la determinación rotunda de que esa pretensión no sea algo fugaz, sin consistencia; de ahí que la voluntad podamos entenderla como energía, disposición decidida, tesón, tenacidad, insistencia que no se doblega ante las dificultades e imprevistos, que es capaz de crecerse en las dificultades... Un hombre capaz de obrar así es como una fortaleza amurallada. No habrá empresa que se le resista y antes o después irán llegando los frutos. El esfuerzo perseverante será capaz de sortear el cansancio y los avatares de tantas circunstancias como antes o después le sobrevendrán.
3) Por último está el mise au point, la puesta a punto. Solo la voluntad nos determina. Todo progreso personal tiene que contar con este esfuerzo de aprendizaje que la voluntad propone.
Este está tejido e hilvanado de hábitos, de ejercicios repetidos, de un acostumbrarse a hacer siempre lo más conveniente, aunque de entrada cueste.

El hombre con voluntad llega en la vida más lejos que el inteligente. Y para mí esto es así porque lleva por delante cuatro herramientas claves: orden, constancia, motivación e la ilusión de llegar algún día a esas metas, alcanzando su cima cueste lo que cueste. De este modo la voluntad se convierte en una segunda naturaleza, en un ingrediente recio y compacto que se adhiere a la conducta y obra casi espontáneamente, merced a ese aprendizaje. Hay un entrenamiento que se repite otra vez.
La voluntad tiene mucho que ver con la motivación. Estar motivado es querer algo de veras, elegirlo y que merezca la pena la lucha por alcanzarlo. Ahí se produce una secuencia psicológica muy importante. Skinner, uno de los padres de la moderna psicología positivista, decía que toda conducta puede ser cambiada y organizada a través del refuerzo. Por eso algunos le han llamado “constructor de voluntades”, merced a las investigaciones llevadas a cabo en Harvard. El comportamiento es una verdadera ingeniería de estímulos y respuestas, basadas en premios y castigos. Gracias al aprendizaje se va produciendo esto. Los aprendizajes complejos se engarzan sobre otros más sencillos, a través de superposiciones y crecimientos. Así emerge el autocontrol: ese ser capaz de gobernarse a si mismo, siendo uno cada vez mas dueño de su persona y de sus planes.

El que tiene voluntad dispone de si mismo. Sabe vencerse, es capaz de renunciar a la satisfacción de lo inmediato y tiene visión de futuro. Los perdedores y los triunfadores no se hacen de un día para otro, sino después de años de dejadez y abandono o de empuje, desvelos y obstinaciones repetidas en positivo. Aprender a vivir es ser capaz de superar las frustraciones que la vida impone con su devenir, alentados y espoleados por la meta: llegar a encontrarse uno con lo mejor de si, braceando contra el oleaje que, de frente, impide avanzar. Así se desliza todo hacia la madurez, mezcla de coherencia, espíritu de lucha en ese irse venciendo día a día en lo pequeño. Labor de orfebrería con uno mismo.
Sócrates le decía a su amigo Hipócrates lo siguiente: “sabio es un comerciante que vende géneros de los que se nutre el alma”. Por eso es tan importante la figura del educador. Se educa mas por lo que se es que por lo que se dice. Esto remite a aquel aserto castellano: “El ejemplo es el mejor predicador”. Y esto se observa con enorme claridad en la tarea de los padres hacia los hijos. Los padres no pueden pretender que los hijos vivan cosas que ellos no practican.
Hoy existe un nuevo educador: la televisión: influencia suele ser dañina, ya que fabrica jóvenes pasivos, incapaces de criticar lo que ven y que se entregan en brazos de la imagen, por una especial atracción difícil de combatir. Surge así lo que yo he llamado la “filosofía del me apetece”; “es que no tengo ganas, es que no me apetece, eso me cuesta, aquello otro no me gusta...” Por este derrotero se llega a una persona con voluntad débil: caprichosa, blanda, apática, veleta que gira según el viento del momento, inconstante, incapaz de ponerse metas y objetivos concretos: en una palabra, una persona sin educar, a merced del primer estímulo que le llega desde fuera y que le hace abandonar lo que estaba haciendo. Es la imagen del niño mimado que tanta pena produce al que lo observa. Al no tener educada la voluntad se convierte en un muñeco de las circunstancias, traído y llevado y tiranizado por lo que en ese instante le pide el cuerpo. Esto le lleva de acá para allá sin rumbo, a la deriva. Alguien así está echado a perder, consentido, mal educado para cualquier tarea, estropeado.

Esto se manifestará más tarde en las cuatro notas primordiales de nuestro proyecto existencial: amor, trabajo, cultura y la propia personalidad. En el amor conyugal no llegará muy lejos, pues no sabe lo que es ceder, ni anteponer las preferencias propias a las de la otra persona, ni valorar la importancia del sacrificio gustoso y escondido. En la vida profesional, si no se enmienda, no doblará el cabo de sus auténticas posibilidades, instalándose en la mediocridad. Si la cultura es libertad, irá viviendo de espaldas a cualquier curiosidad intelectual, ya que esto comporta empuje y vencer la vía fácil y muelle de la televisión. Y envolviéndolo todo estará ese acompañante permanente que es la personalidad que irá estando mal diseñada, con poca armonía y escaso equilibrio.
¿Cómo educar la voluntad? Lo mejor es hacer ejercicios pequeños y repetidos en donde uno se vence. Ahora hago esto sin gana porque es mi obligación; luego me aplico a aquella otra tarea, que se que me cuesta, porque es mi deber; mas tarde, llevo a cabo aquello otro, aunque no me apetece, porque se que es bueno para mi... Así se sube uno en el jumbo de los objetivos concretos y los va alcanzando poco a poco. Las determinaciones serán férreas y los propósitos, rocosos. Porque el hombre que lucha está siempre contento.

El que tiene una voluntad fuerte la ha conseguido después de una brega pertinaz consigo mismo.

El resultado es un hombre recio, sólido, firme, consistente, que no se desalienta fácilmente. Una persona así consigue lo que se propone. En su fondo aletea la alegría. Pero no aquella del que no le duele nada, la del animal sano, sino del que es feliz por estar haciendo algo en la vida que merezca realmente la pena.
Entre la voluntad débil y la fuerte, caben distintas posibilidades graduales. Cada una refleja una trayectoria. Cada segmento de nuestra biografía va rindiendo cuenta de cómo ha trabajado la voluntad. El que tiene voluntad puede conseguir que sus sueños se hagan realidad, si persevera.
De los temas más ausentes de la psicología actual, la voluntad es uno de ellos. La voluntad es una joya que tiene buena venta en cualquier mercado y el que la tiene posee un tesoro. Aquí trato de sistematizar diez pautas de conducta positiva para ir avanzando en ello.

1. La voluntad necesita un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence y lucha y cae y vuelve a empezar. A esto se llama en psicología hábito. Dicho en otros términos; es necesario adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas de forma deportiva y alegre que van inclinando la balanza hacia comportamientos mejores, más maduros y que a la larga se agradecerán, pero que de entrada cuestan enorme trabajo en una primera etapa, en donde la voluntad esta virgen, sin dominar.
2. Para tener voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los gustos y estímulos e inclinaciones inmediatas. Y esto es lo realmente difícil. Es más fácil explicar los mecanismos por donde hay que llevar la voluntad que ponerse uno a funcionar, aplicando las teorías y poniéndolas en práctica. Esto puede ser expresado en otros términos: toda educación de la voluntad tiene un trasfondo austero, sobre todo cuando se empieza. La labor de los padres es decisiva; saber hacer atractiva la exigencia. La voluntad libera e inicia el vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad. Liberación no es hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que nos pide el cuerpo. Sino vencerse en pequeñas luchas titánicas para alcanzar las mejores cimas del propio desarrollo. La supresión de obligaciones y de constricciones exteriores, el abandono de los grandes ideales y retos, el dejarse llevar por los estímulos del momento. La liberación que trae la voluntad consiste en apartar obstáculos, allanar el camino para hacer lo que se había programado, para ir consiguiendo que los sueños se hagan realidad.
3. Cualquier aprendizaje se adquiere más fácilmente a medida que la motivación es mayor. Estar motivado es tener el arco tenso para apuntar hacia el mejor blanco. El ejercicio del tiro con arco sobre nuestros objetivos, se estira más gracias a la fuerza de los contenidos que lo que mueven. Lo expresare de otra forma: el que no sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión de alcanzar algo, es difícil que tenga la voluntad pronta y dispuesta para la lucha.
4. Es fundamental tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables. Cuando esto es así y se ponen todas las fuerzas en ir hacia delante, los resultados positivos están a la vuelta de la esquina. La cabeza no tolera la dispersión de objetivos. Ni tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Por eso produce mucha paz aplicarse a esos propósitos siendo capaz de dejar de lado todo aquello que aleja de esas metas. Querer es pretender algo concreto y renunciar a todo lo que distrae y desvía de los planes dibujados.
5. Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, sobre todo en sus comienzos. Los ríos desbordados de la garra juvenil hay que saber conducirlos hacia una meta que merezca realmente la pena. Ahí tiene su puesto la tarea del educador por un lado y la de los padres por otro. Hay una observación complementaria que quiero hacer, una vez llegados a este punto: las grandes ambiciones, las mejores aventuras brotan de un pequeño riachuelo que crece y se hace caudaloso a medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y otra vez.
En el alpinismo –tarea que se parece mucho al fortalecimiento de la voluntad- lo importante es dar pequeños pasos hacia arriba, se va ascendiendo en la montaña no gracias a las grandes escaladas, sino merced a pequeños avances. Al principio, costosos, y después, ya mas fáciles, una vez que se vislumbra el paisaje desde la cima.
6. A medida que se tiene más voluntad uno se gobierna mejor a sí mismo, no dejándose llevar del estímulo inmediato. El dominio de uno mismo se va alcanzando mediante pequeños vencimientos diarios. El desprecio sistemático de las cosas pequeñas es la ruina de la voluntad.
Y por el contrario, la costumbre de vencerse en lo menudo nos va transformando en personas superiores, nos elevan por encima de las circunstancias. Se consigue así una clara aproximación a la felicidad.
Uno no hace lo que le apetece, ni lo más fácil, ni escoge el camino mas blando, sino que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad es mas compacta, ya esa persona ni se plantea si está cansado o aquello le cuesta, sino lo que sabe que será mas positivo para ella de cara a los planes diseñados.
7. Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto, si es constante. He comentado en las líneas que preceden que es menester poner en juego las piezas instrumentales de ella; el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría que no desfallece y la mirada puesta en lo alto del camino. Existe hoy la tendencia a la exaltación del modelo del ganador que deja en la estacada, groggy, a muchos perdedores en el ring social.
8. Es importante llegar a una buena proporción entre objetivos e instrumentos. Buscar la armonía entre fines y medios. Intentar una ecuación adecuada entre aptitudes y limitaciones. Pretender sacar lo mejor que hay en uno mismo, poniendo en juego la motivación entrelazada de ilusiones.
9. La voluntad es un indicador de madurez de la personalidad. No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con su uso y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el patrimonio psicológico. Una persona madura y con un cierto equilibrio psicológico ofrece un mosaico de elementos armónicamente integrados, en donde la voluntad brilla con luz propia. Por ese camino se llega la vida lograda. A la felicidad como resultado: estar contento con uno mismo y con los demás. Por eso la felicidad es una estación a medio camino entre lo demasiado y lo poco. Dicho de una forma más ampliada: la felicidad es un estado de ánimo positivo, al que se llega a través de la mejor realización posible de uno mismo.
10. La educación de la voluntad no se termina nunca. Lo que quiere decir que el hombre es una sinfonía siempre inacabada. Y que además el haber alcanzado un buen nivel, no quiere decir que se esté siempre abonado al mismo, ya que las circunstancias de la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que obligan a reorganizar el tejido del proyecto personal. También hay que citar la desorientación de la sociedad actual; tan permisiva y con pocos valores de referencia, lo que impide ver ejemplos positivos a su alrededor que puedan ser servidos como modelos de identidad.

Los perdedores y los triunfadores no se hacen de un día para otro. La vida es un resultado. Suma y compendio de lo que hemos ido haciendo con ella de acuerdo con un programa previo. El hombre debe convencerse de que la persona que tiene la voluntad consigue lo que quiere. Así de claro.El que tiene educada la voluntad sabe lo que es la alegría. Sabe que se aprende más bien poco de las victorias y mucho de las derrotas.
La alegría es un puente que está por encima del placer y por debajo de la felicidad. Las tres: placer, alegría y felicidad, forman un tríptico esencial. Y como telón de fondo, el esfuerzo por sacar lo mejor que tenemos dentro. Dicho de otro modo: La felicidad tiene en la voluntad un puente levadizo que nos abre una puerta importante para alcanzar la mejor realización personal.






No te rindas ante nada.
Saber mirar es saber amar.

Quiero empezar esta colaboración en el periódico de mi tierra, el Ideal, que yo leía de pequeño en mi casa junto al ABC de Madrid, y que de alguna manera ha marcado un segmento de la cultura que tengo.

Qué fácil es rendirse ante las dificultades de la vida, cuántas cosas nos pueden suceder y que vayan tirando de nosotros hacia la parte negativa. Decía Séneca que vivir es guerrear. Ángel Ganivet, ese granadino universal hablaba de la tendencia a hacer balances negativos en nuestra vida. Frente a los avatares de la vida podemos optar por el lamento e inculpación a terceros o bien tomar las riendas y decidir a dónde nos dirigimos. Algo muy importante para no rendirse es tener una visión larga de la jugada significa la inmediatez, la cercanía y en ella todos somos deficitarios, es decir, cualquier análisis de la vida personal en la inmediatez presenta demasiadas carencias. Y esto sucede en nuestras actividades diarias, en las relaciones personales, en la familia, en el trabajo… porque siempre hay flecos por resolver. Aceptarlos, crecer con ello e intentar superar es digno de madurez y buena salud mental. La visión larga nos lleva a pasar por encima de las cosas negativas. El hombre inteligente eleva su mirada que apunta hacia el porvenir.
La felicidad consiste en tener un proyecto de vida coherente y atractivo, con cuatro grandes notas en su seno: amor, trabajo, cultura y amistad. Programa de ingredientes diversos pero que están unidos por una línea esencial: la ilusión. La felicidad consiste en ilusión. La ilusión no es el argumento de la felicidad sino su envoltorio. Cuando recibimos un regalo, casi la mitad del regalo es el envoltorio, y el lazo que lo acompaña y ese minuto que dura el abrirlo que está repleto de expectación.

En mi libro No te rindas trato de sumergirme en los diversos territorios y provincias donde uno puede perderse y arrojar la toalla y en consecuencia uno se desencanta con facilidad y se cuela por un pasadizo pesimista que invita a perder la verdadera trayectoria que nos habíamos trazado.
Invito a mis lectores a crecerse ante la adversidad. A ser capaz de mirar hacia delante y hacia arriba. Dice Unamuno en su diario íntimo, que es un texto de retazos de escritos suyos cogidos por alumnos suyos de la Universidad de Salamanca: no darse por vencido ni aun vencido; no darse por esclavo ni aun esclavo. En ese sentido la felicidad es el sufrimiento superado: el pequeño, el cercano, el habitual y también el mediano y el grande.
Vivimos en tres eras psicológicas que se entrecruzan en el mundo actual: era de la depresión y era del estrés, a las que se ha unido en los últimos años una nueva etapa malévola y terrible que ha ido asomando como un iceberg hasta colocarse en el mismísimo centro: la era del desamor. Las tres forman un tríptico real que refleja muchas cosas de lo que está sucediendo en nuestra cultura.
La depresión es el embotamiento del estado de ánimo. Mientras que la tristeza es la lucidez del perdedor. En el primer caso hablamos de enfermedad, en el segundo de una melancolía que da nitidez al que la siente. El estrés es el ritmo trepidante de vida sin tiempo para casi nada. El desamor consiste en no haber sabido o podido gestionar de forma adecuada el parque jurásico de los sentimientos.
Las batallas las ganan los militares; las guerras, los maestros. Debemos desarrollar una maestría singular para dirigir nuestros pasos hacia lo mejor. La vida es la gran maestra, enseña más que muchos libros. Vivir es arriesgarse , adelantarse, programar, saltar por encima de las dificultades y volver a empezar. Dice Virgilio en su libro Las Geórgicas: félix qui potuit rerun cognoscere causas, “feliz el que puede saber la razón de las cosas.”

Amo pobre no necesita criado. Ser rico significa que ese programa de vida personal al que he aludido al principio de este artículo será a la vez sugerente y realista, atractivo e instalado con los pies en la tierra.
La felicidad es una conquista. No es un a priori, sino un a posteriori. La felicidad consiste en un estado de ánimo donde uno va superando las derrotas personales y ese titanic termina haciendo que te sientas en un cierto estado de plenitud, en donde los que pierden ganan, en donde los sufridores se levantan.
Leí hace poco en un viaje mío a Roma en una casa con mucha tradición cultural la siguiente leyenda: nihil diffícile volenti, nada es difícil si hay voluntad. En este paisaje que he dibujado, en esta pincelada psicológica se alza la voz propia la voluntad, la joya de la corona de la conducta. Debemos meterla en nuestro mapa del mundo personal y que se cuele por los entresijos de su geografía. La personalidad es la arquitectura del edificio de uno mismo y nuestra fachada.

Termino. Todos tenemos tres caras: lo que yo pienso que soy (autoconcepto); lo que otros piensan de mi( imagen); y lo que realmente soy(la verdad sobre mi mismo).
Saber mirar es saber amar.

Enrique Rojas
Catedrático de Psiquiatría Madrid
Autor de No te rindas, (Editorial Planeta 2012).





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LA CONQUISTA DE LA VOLUNTAD


LA MADUREZ DE LA PERSONALIDAD


ENRIQUE ROJAS MONTES "NO TE RINDAS"

¿La voluntad es innata o podemos desarrollarla?¿Por qué a veces podemos dominar nuestros actos? Estas y otras preguntas nos la aclara el profesor José Carlos Aranda